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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

viernes, 12 de septiembre de 2008

LA MALDAD DEL TELEVISOR

Una Respuesta Cristiana al Debate sobre sus Efectos
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Por: Daniel Reynaud
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Detrás del crimen creciente, incluyendo tiroteos en la escuela y en el lugar de trabajo, a menudo se hace la pregunta: La violencia en la televisión, ¿promueve o motiva la violencia en la vida real?
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Generalmente, la creencia popular hace responsable a la televisión como una de las causas principales y directas de la violencia y algunas investigaciones parecieran confirmar esta idea. Aunque hay todavía una confusión considerable entre los investigadores acerca de los efectos de los medios de comunicación, no se ha modificado mayormente el punto de vista popular sobre el tema. La crítica popular a la televisión presenta un cuadro de adicción que anestesia a los televidentes transformándolos en autómatas pasivos y zombis hipnotizados. A menudo se culpa a la televisión por el escaso rendimiento académico de los niños en la escuela, a pesar del hecho de que las tasas de alfabetismo en el occidente nunca han sido más elevadas. El problema es que aunque el alfabetismo ha aumentado, las exigencias con respecto a saber leer y escribir ha aumentado aún más rápido. La investigación también ha disipado el temor de que la televisión neutraliza la creatividad; los niños juegan tan creativamente con los relatos de la televisión como con los que leían en los libros.
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Irónicamente, los críticos populares a menudo arguyen que la televisión no sólo ha transformado a los niños en zombis pasivos, sino que los ha llevado a ser hiperactivos, con un período de atención muy breve y con poderosas inclinaciones hacia la violencia. Pero nunca se explica cómo es posible que la televisión pueda hacer ambas cosas al mismo tiempo. Exactamente, ¿cómo es un zombi hiperactivo? Detrás de la creencia popular yace una suposición de que los individuos imitan actos específicos de violencia que ven en la televisión. De allí los reclamos periódicos a controlar más el contenido de la televisión, en particular el horario en que los niños la miran. Es típico pensar que siempre son los otros los que sufren lo pernicioso de la televisión, y nunca nosotros mismos.1 Pero es interesante notar que los niños tienen el mismo pensamiento paternalista y piensan que los programas no les hacen daño a ellos sino que son perjudiciales para los otros niños.
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La investigación conductista
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Se necesita una investigación sólida para aclarar perspectivas tan contradictorias. Pero la calidad de los estudios acerca de la televisión ha sido a menudo muy variada, y los resultados por lo general han estado de acuerdo con las opiniones de los investigadores anteriores a ellos. La mayoría de los aproximadamente 10.000 estudios realizados acerca de la violencia en la televisión ha sido realizada dentro del marco de la teoría conductista. Tal vez los experimentos mejor conocidos son los de Bandura y sus asociados, que demostraron que los niños que miran televisión sufren un efecto directo y medible sobre su conducta hacia unos grandes muñecos Tentempié (o dominguillos) de peluche. Los niños que habían visto una película violenta con estos muñecos se comportaron en forma mucho más agresiva que los que no habían visto la película.2
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Sin embargo, aunque muchos experimentos conductistas mostraron una aparente conexión entre el mirar y la conducta, hay dudas considerables en cuanto a la validez de las conclusiones cuando se las generaliza. La investigación conductista tendía a ignorar el hecho de que mirar en una circunstancia controlada artificialmente afectaba la percepción de los televidentes y las expectativas acerca de sus reacciones. Uno de los investigadores oyó que un niño, en uno de los experimentos de Bandura, comentó: «Mira, mamá, allí está el muñeco a quien tenemos que pegarle».3
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Tal reacción no sorprende. Un niño, en un ambiente que no le era familiar, llegó a la conclusión natural de que la película estaba sirviendo de modelo para su conducta hacia muñecos idénticos a los que se le estaban mostrando. La opinión actual es que la violencia mostrada hacia los Tentempié fue, por lo menos, tanto producto de las expectativas de los experimentadores que los niños percibían como el resultado de la violencia que estaban mirando. Además, suponer que un niño en esta situación transferiría esa conducta hacia las personas, es una falacia. Demandaría que el niño dejara de reconocer la diferencia entre una conducta aceptable hacia el muñeco y hacia personas reales. De hecho, los niños comprenden la modalidad de la televisión desde una edad razonablemente temprana y distinguen en formas más bien complejas entre lo que es real y lo que no es real. Los estudios acerca de la audiencia muestran que los televidentes no adoptan automáticamente los valores que ven en un programa; más bien, generalmente resisten los valores presentados en la televisión que contradicen abiertamente sus propios valores.4
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Otros experimentos conductistas mostraron que las condiciones artificiales condujeron a resultados artificiales.5
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En resumen, la investigación conductista con demasiada frecuencia, no ha tomado en cuenta las diversas formas en que la audiencia interpreta la televisión.
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El problema de los investigadores y el público general es que es más probable que se llegue a una conclusión acerca de la violencia en la televisión si ésta apoya nuestras ideas preconcebidas. A fin de llegar a conclusiones inteligentes acerca de los efectos de mirar televisión debemos reconocer primero nuestros propios prejuicios y esperar que estos puedan ser modificados, sacudidos o contradichos.
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Investigación múltiple
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Las investigaciones que combinan las metodologías de diversas disciplinas están proporcionando las conclusiones más útiles acerca de los efectos de la violencia en la televisión. Lo que se está descubriendo es complejo, y sin embargo está más de acuerdo con el sentido común que las conclusiones previas. La lógica argumentaría que si las conclusiones de los conductistas fueran correctas acerca de los efectos inmediatos y mensurables de mirar una televisión violenta, entonces la mayor parte de las sociedades occidentales estaría llena de personas violentas. Aunque la violencia es uno de los grandes problemas de las sociedades occidentales, no alcanza un clímax después de los episodios de presentaciones violentas, ni la mayoría de los televidentes serían considerados violentos, en general.
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De cualquier manera, las representaciones de violencia en la televisión no siguen los modelos reales de la vida diaria. Por ejemplo, con frecuencia se presenta a los policías con sus armas desenfundadas, mientras que una encuesta hecha a los oficiales de policía de los Estados Unidos reveló que, mientras cumplían con su deber, dispararon sus armas, como promedio, una vez cada 27 años.6 La mayoría de la violencia real es mucho menos espectacular y generalmente más personal que la que se muestra típicamente en la televisión.
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Otra complicación es el problema que surge al tratar con la naturaleza y el grado de violencia. Aunque todos están de acuerdo en que el homicidio a sangre fría con un caño de hierro es violento, las mujeres probablemente estarían dispuestas a evaluar una confrontación verbal como violenta, mientras los hombres, más probablemente, limitarían su definición al uso de la fuerza física. En esencia, la violencia es un acto que se define socialmente, no puramente desde el punto de vista de la conducta.7 Por ejemplo, el hacerle un corte a un extraño con un instrumento podría ser considerado como violencia, a menos que la «víctima» fuera un paciente, y el «agresor» un cirujano con un escalpelo. Pero si el cirujano fuera un nazi haciendo experimentos en un campo de concentración, nuestro concepto podría cambiar otra vez. En cada caso la conducta fue la misma. Cambiar sólo el contexto social hizo la diferencia en la interpretación. Los deportes como el fútbol americano y el boxeo, en forma rutinaria, valoran una conducta violenta que sería inaceptable en la calle. Aun la violencia de un policía hacia un criminal es interpretada generalmente como menos violenta que la misma acción realizada por un criminal hacia un policía.
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La naturaleza compleja de la violencia
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La naturaleza compleja al definir la violencia se refleja en la forma en que las audiencias interpretan la violencia. Los niños interpretan la televisión de acuerdo con su propio sentido de justicia y orden sociales. Son capaces de leer la televisión como una serie de códigos, más bien que una representación literal de la realidad. Los estudios muestran que con frecuencia los niños son conscientes de la naturaleza representada en los espectáculos de la televisión y pueden señalar su naturaleza artificial. Pueden resistir y aún oponerse al mensaje de la televisión, porque reconocen la diferencia entre una representación y la realidad. Por ejemplo, los niños aborígenes en Australia se alinearon a veces con los indios «malos» en contra de los héroes en las películas del oeste, porque empatizan con la opresión social que sufren ellos.8
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La forma en que se presenta la violencia afecta significativamente el grado de este impacto. Los niños interpretan ciertos códigos en la televisión como pura fantasía y los elementos violentos o de otra índole no son tomados literalmente. Esto es particularmente cierto en los dibujos animados, que contienen más actos de violencia por minuto que cualquier otra forma de televisión, pero también se aplica a los espectáculos con representaciones tales como la lucha, donde la causa y el efecto son obviamente exagerados. Los niños saben que la violencia es una representación exagerada de un conflicto, que en sí mismo es un elemento irremplazable de cualquier forma dramática, sea drama, espectáculos de preguntas y respuestas, o los deportes. Otros códigos son leídos en forma más literal. Un drama realista puede ejercer un fuerte impacto sobre los televidentes, especialmente en los más jóvenes, porque los códigos se parecen mucho a sus percepciones de la realidad. Aún entonces, cuando los niños crecen, son capaces de distinguir entre los actores que desempeñan sus papeles y los eventos que ellos describen. Tal vez las exhibiciones que tienen mayor impacto son la violencia documentada, como la que se ve en los noticiosos, los documentales, y los espectáculos realistas de la televisión, porque los niños saben que eso es real.9
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La ideología social también afecta la interpretación de la violencia. Mientras las escenas violentas son comunes en la televisión, la violencia generalmente no es condonada en la sociedad y generalmente es canalizada hacia formas altamente reglamentadas como en ciertos deportes. Esta estructura ideológica influye sobe la forma en que los niños comprenden la violencia que ven en la televisión y los hace menos susceptibles a ella que, digamos, los estereotipos racistas o sexistas, que a menudo son apoyados por las estructuras sociales e ideológicas en que viven los niños. La familia, la escuela, la iglesia, y en general, las circunstancias en que vive un niño tendrán un papel importante en la determinación de los efectos de la televisión sobre ese niño.10
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Debemos reconocer que la televisión no es la causa de la violencia social en los niños o en ninguna otra persona. En realidad, la vida es mucho más compleja que eso. Las sociedades violentas existieron antes de la televisión, y muchas de ellas fueron más violentas que la sociedad occidental actual. La conducta violenta es el producto de condiciones personales, sociales y económicas, y no será resuelta sencillamente prohibiendo el televisor. Por muchos años el Japón ha tenido niveles significativamente menores de violencia que los Estados Unidos. Pero la televisión japonesa es considerada generalmente como más violenta. La diferencia deberá ser explorada en las culturas de cada nación más bien que mediante un análisis de los medios masivos violentos.
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También debemos preguntarnos hasta qué punto las sociedades urbanas despersonalizan a los individuos. Un estilo de vida urbano tiende a forzar a las personas a ignorar a los que los rodean en el ómnibus, el tren, la calle y el ascensor, aun cuando se estén tocando. ¿Qué influencia es mayor: la de los códigos de los dramas ficticios de la televisión o el impacto diario de la vida real que produce el no prestar atención a los demás?
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Esto no significa que la violencia no tiene ningún efecto, o que no importa qué se muestra en la televisión, o que los niños pueden mirar cualquier cosa. Una exposición prolongada a otras formas de violencia en los medios, incluyendo las películas y los videojuegos, puede también tener un efecto perjudicial. El sentido común nos dice que no podemos mirar tanta televisión sin que produzca algún efecto, porque, como 2 Corintios 3:18 nos recuerda, por la contemplación somos transformados.
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La televisión: una fuerza formadora
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La televisión actúa como una poderosa fuerza formadora por derecho propio y afecta a los niños. En particular, la televisión puede tener efectos poderosos sobre los niños menores de siete años. En los primeros años, los niños reaccionan a las imágenes de la televisión exactamente como lo hacen con las personas reales y no comprenden que una cosa es la imagen y otra es la realidad. Los niños muy pequeños necesitan ser protegidos de representaciones de violencia. A los niños pequeños les resulta difícil comprender cómo los padres pueden aclamar un «tacle» en el fútbol americano y al mismo tiempo castigarlos por hacer lo mismo con sus hermanos.
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Desafortunadamente, aun muchos programas para niños tienen niveles de conflicto demasiado intensos para los niños pequeños, quienes pueden ser afectados por un acto de violencia tan suave como una discusión. Para los niños preescolares, se recomienda la programación más benigna.
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Los niños también desarrollan la discriminación a tasas diferentes, y los padres necesitan observar a sus hijos en forma individual, evaluando sus etapas de desarrollo. La mayoría de los padres son demasiado optimistas con respecto a la capacidad de sus niños de manejarse con la violencia, a menudo por razones egoístas ocultas. Evitar que el niño vea algo violento podría forzar a los adultos a no mirar televisión.
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Puede ser difícil aceptar que tal vez la violencia en la televisión no es tan devastadora como la evaluación popular nos quiere hacer creer. Surge la pregunta: Si la televisión no tiene tanta influencia, ¿cómo es que se gastan miles de millones de dólares por año para apropiarse de sus poderes de persuasión? La respuesta se encuentra otra vez en el proceso de mirar la televisión. Es más efectiva cuando le dice a la gente lo que ésta ya cree, y la publicidad refuerza la conducta socialmente aceptable, y en realidad, la que es socialmente recompensada. Sin embargo, la violencia en la televisión tiene un impacto reducido sobre la conducta de las personas. Porque cuando vivimos en una sociedad que en general no condena la violencia, aprendemos que la violencia en la pantalla es un código mediante el cual se cuentan historias, pero no un código con el cual uno se conduce en la vida real. La excepción sería, por supuesto, los niños que crecen en un hogar violento. Ellos aprenden que la violencia es una manera efectiva para que el más fuerte consiga lo que quiere. En tales casos, la televisión confirma sus creencias. Pero debemos reconocer que su conducta violenta fue aprendida en el hogar y su ambiente social y meramente reforzada por la pantalla. A menudo son estas personas las que proporcionan la evidencia popularizada en los medios de que la televisión provoca la violencia. Algunos hasta testifican que fue una película o un programa específico los que los condujeron a crímenes determinados. Tenemos que examinar cuidadosamente tales afirmaciones en busca de otros factores que hayan producido la violencia. Porque mientras la televisión puede contribuir a la conducta de las personas violentas, argumentar que es la causa de ella, es dejar de comprender la influencia de la experiencia de la vida real en la formación de las actitudes hacia la violencia. También debemos recordar el concepto cristiano de la elección, ya que aun Adán y Eva en un ambiente perfecto hicieron una mala decisión. Es tan fácil echarle la culpa a la televisión por elecciones que, en última instancia, son responsabilidad nuestra.
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El hecho de que los mismos medios promueven un concepto de que ellos son la causa de los crímenes parece ser un argumento poderoso que apoya el impacto de la violencia en la televisión, pero en realidad los medios tienen interés en promover este concepto. Irónicamente, al echarse la culpa a sí mismos, los medios protegen sus ganancias. Los medios nunca llegarían a nada si contradijeran las creencias populares. Además, si los medios señalaran las causas reales de la violencia, eso distraería a las personas de la publicidad que las anima a gastar más en favor de ellas. La forma más efectiva de reducir el crimen no es mediante sentencias más drásticas, más policías, y la eliminación de los programas violentos, sino mediante la promoción de relaciones efectivas entre las personas. Si más personas estuvieran comprometidas con la acción social cristiana, ayudando a los desempleados a encontrar un trabajo significativo, creando actividades valiosas para los grupos más desposeídos, gastando sus propios excedentes en aquellos menos privilegiados que en ellos mismos, en el contexto de compartir el amor de Cristo, el crimen disminuiría significativamente. Pero esta conducta interferiría con la meta de la televisión de que gastemos más dinero en nosotros mismos.
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La solución para la violencia
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Los cristianos reconocen específicamente que la violencia es un producto de nuestra naturaleza pecaminosa, y no puede ser curada sencillamente proscribiendo influencias externas tales como las películas. Aun la acción social sólo podría reducir el crimen, pero no erradicarlo. Pero la solución real del crimen, que es el cambio del corazón que produce el evangelio de Jesús, es impopular. Es más fácil echar la culpa a los medios de comunicación que aceptar la responsabilidad personal. Desde el punto de vista cristiano, tal vez la violencia en la televisión es el menor de los males de ella, sencillamente por la razón de que la mayoría comprende que es una conducta socialmente inaceptable. Corremos un riesgo mayor cuando estamos de acuerdo con los medios, porque la televisión tiene más poder al coincidir con nuestros valores, y entonces, con frecuencia, no somos conscientes de su influencia. La relativa ausencia de protestas de parte de los cristianos acerca del materialismo, del culto a la belleza y del racismo y sexismo de los medios sugiere que tal vez estos valores forman parte de nuestras actitudes y la televisión sólo las refuerza. La religión de Jesús estaba profundamente opuesta a la discriminación sobre la base del sexo, la raza, la edad, la apariencia o la riqueza, y se debería mantener esta oposición. Hasta cierto punto, el debate sobre la violencia es una pantalla de humo que esconde el verdadero daño que causa la televisión al confirmar nuestros prejuicios, al mismo tiempo que nos hace sentir bien porque condenamos un mal menor.
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Daniel Reynaud (Ph.D., University of Newcastle) enseña medios de comunicación e inglés en el Colegio de Avondale, y ha publicado artículos sobre diversos medios y es el autor de Reading With New Eyes: Exploring Scripture Through Literary Genre. Este artículo fue adaptado de su libro reciente: Media Values. Su dirección es: P.O. Box 19, Cooranbong, 2265, N. S. W., Australia. Email:
daniel.reynaud@avondale.edu.az
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Notas y Referencias:
1. Jane Root: Open the Box (London: Comedia, 1986), p. 12; Mike Clarke, Teaching Popular Television (London: Heinemann, 1987), p. 175.
2. Bob Hodge y David Tripp: Children and Television (Cambridge, England: Polity Press, 1986), pp. 193, 204, 205.
3. Ibid., p. 207.
4. John Fiske: Television Culture (London: Methuen, 1987), p. 71; Hodge y Tripp, p., 140. Ver también el capítulo “Audiences Studies”, en mi Media Values (Cooranbong, NSW, Australia: Avondale Academic Press), pp. 75 ff.
5. John Tulloch y Graeme Turner (edit.): Australian Television (Sydney, Australia: Allen & Unwin, 1989), p. 169.
6. Colin Stewart: The Media: Ways and Meaning (Milton, Qld.: Jacaranda, 1990), p. 132.
7. Hodge y Tripp, p. 20.
8. Tulloch y Turner, p. 170; Hodge y Tripp, pp. 213-218.
9. Fiske, p. 288.
10. Tulloch y Turner, p. 169.

SATANÁS Y LOS DEMONIOS

¿SON REALES SATANÁS Y LOS DEMONIOS?
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¡Una Refutación Contundente a la Tesis Cristadelfiana del diablo como la Personificación del pecado!


Por Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

"La concepción más extendida en
Occidente es la judeo-cristiana, según la cual, los demonios son espíritus del mal con la potestad de poseer a los seres humanos. Para el cristianismo, en particular, los demonios son espíritus inmundos, vale decir, esbirros de Satanás, príncipe de este mundo y enemigo declarado de Dios y sus ángeles, cuya morada es el regnum caelorum [reino de los cielos]. Se le identifica con el Ángel caído, que se rebeló contra Dios". Tomado de Wikipedia.

Satanás latín satâna, arameo שטנא shatán (‘adversario, enemigo, acusador’).
Probablemente el nombre proviene de la traducción
griega del término bíblico hebreo ha-shatán, entidad mencionada como un espía errante de Dios sobre la Tierra.
La raíz shtn significa ‘impedir’, ‘hostigar’, ‘oponerse’, y el sentido primario de shatán es simplemente ‘enemigo’, ‘adversario’ (1
Sam 29, 4; 1Re 5, 18; 1Re 11, 14-25). Tomado de Wikipedia.

El sustantivo Satanás, significa «adversario» (véanse Job 2:1-7; Zac. 3:1, 2). Es el más elevado de los seres caídos. Es el rey del reino de las tinieblas. En las Escrituras se le dan varios calificativos que describen su carácter: Diablo, Dragón, el Maligno, el príncipe de este siglo, el príncipe de la potestad del aire. . .su fin será en el lago de fuego (Ap.20:10).

Los demonios: Son los ángeles, ahora caídos, que se rebelaron contra Dios y siguieron a Lucifer. Un número indeterminado de ellos ha sido retenido en prisión y será suelto durante la tribulación final (Ap. cap. 9). Evidentemente, los demonios tendrán un papel importante en las actividades de satánicas de los postreros tiempos (véase Ap. 16:13, 14; 18:2).Para que el lector logre comprender con facilidad y sin torpeza el presente artículo, nos hemos visto obligados, por la necesidad de la circunstancia, ante que todo, de explicar ciertos detalles que consideramos importantes para esta causa o propósito. Ahora, empecemos, pues:

La importancia de los símbolos.

Los símbolos se encuentran desde épocas ancestrales en las culturas del mundo, sin excepción. Se utilizan en nuestra sociedad para mostrarnos, por medio de ideas abstractas, o imágenes, algo concreto, haciéndolo prácticamente comprensible. Los símbolos nos muestran como conducirnos adecuadamente. Los vemos en las señales de tránsito; existen además en los aviones, en los negocios, en las cercas de las casas, en las escuelas, en las carreteras, en terrenos que ofrecen peligro, ejemplo en áreas en que hay trasformadores de alta tensión, en partes elevadas y con poca protección a las caídas, en las botellas de veneno, de álcalis y ácidos, etc. También el exceso vano de palabras, o sea, el retorismo, sale sobrando por medio de los símbolos. Los símbolo son parte de las figuras de dicción que tienen como finalidad el aclarar algo, mas no nublarlo en confusión.

En todo tiempo, la Biblia ha sido sometida con arbitrariedad por voluntad humana a distintas maneras de interpretación que rompen con su congruencia, dándole una dirección desordenada y desequilibrada. Las figuras literarias, en general, deben interpretarse en el ambiente del libro que se lee, como un escritor teológico lo ha sugerido. Comenta, que estas figuras "deberán interpretarse de manera normal, natural y llana, sin espiritualizase, ni alegorizarse".

Por falta de una correcta sistematización teológica, muchos teólogos y estudiosos, como en el caso de los "idealistas", entienden mal los sucesos históricos que en ella hay, dándole una conceptualización subjetiva que esconde su realidad literal. Niegan cualquier cumplimiento de la historia que se encuentre en la Biblia. Su sistema hermenéutica de alegorización descarta su historicidad sin establecerse un control adecuado y firme de interpretación.
En el evangelio según San Marcos, capítulo cinco, leemos:

"Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos. Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras. Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región. Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron. Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido. Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos. Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos. Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban" (Mr.5:1-20).

En el capítulo cinco del evangelio de San Marcos se relata la historia de un hombre poseído por poderosas entes externas de maldad, es decir, por demonios. Se deberá tomar en cuenta, que este relato no es ni una alegoría ni tampoco una parábola. Es un relato bien detallado un hombre de Dios llamado Marcos. El contenido de los textos apunta a un suceso histórico y verídico. Si alguien tiene pensado que esto no fue un acontecimiento real en el pasado, inferiría que el ministerio de Jesucristo no dejaría de ser tan solo una fantástica y quimérica leyenda.

Los cristadelfianos sostienen con frágiles y débiles argumentos que Satanás y los demonios son una representación simbólica o alegórica del pecado que existe en el hombre y que lo empuja a realizar un harto número de iniquidades y detracciones que injurian el carácter inmaculado de Dios. No cabe duda que existen varios puntos razonables y convincentes, sin olvidarnos de decir, con base bíblica, en contra de esta postura doctrinal extraña del concepto verdadero y literal de la persona del diablo.
La narración en Marcos cinco refiere que había un hombre poseído por una "legión" de demonios que le obligaba a morar en los sepulcros y el cual era imposible sujetarlo físicamente y con seguridad por "terceros" para protegerlo contra el daño que se auto infligía con piedras; los grillos y cadenas que se le colocaban, eran desechos con suma facilidad como si fueran "delgadas cuerdas de papel". Es evidente que los seres humanos no poseen una fuerza tal para efectuar "soberana" cosa; había algo más allí, y era, por supuesto, el poder supra humano de los demonios que habitaban dentro de él ("legión"), dándole una poder desmedido e increíble al hombre atormentado. Como comentamos, dice la historia que el endemoniado fue atado en muchas ocasiones (gr. "pollakis dedesthai), con grilletes ("pedais") en pies y manos, pero sin un esperado éxito.

Alguien podría decir que se trataba de un ser humano completamente loco y que su estado le confería una fuerza descomunal para deshacer sus fortísimas ataduras, porque sabemos las personas desquiciadas y violentas en una condición psíquica desbordada pudieran desarrollar una gran pero limitada fuerza que sería controlable de algún modo (fármacos antipsicóticos, camisas de fuerza, electrochoque). Es cierto que las personas endemoniadas podrán presentar alteraciones mentales que las hacen ver como si sufrieran alguna psicosis muy severa, pero no todos aquellos individuos que estén padeciendo una determinada clase de locura tendrían que estar necesariamente endemoniados. La Biblia hace una notable separación entre un individuo "lunático" de uno que está "endemoniado":

"Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, «los endemoniados», «lunáticos» y paralíticos; y los sanó" (Mt. 4:24).

La Biblia no menciona que el hombre posea o pueda desarrollar poderes sobrenaturales como el de la "adivinación" y que procede sin duda de Satanás. La Biblia relata de una joven que tenía un "espíritu de adivinación" y que Pablo exorcizó en el Nombre de Jesucristo:

«Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía "espíritu de adivinación", la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora" (Hech.16:16-18).
Note que Pablo no se dirigió directamente a la joven para reprenderla, sino al espíritu o demonio que cargaba, mandándole a salir de ella. Despojada ya del impío y bruno ente que la dominaba, habilitándola para "adivinar", la reacción no se hizo esperar: hay protestas de parte de los amos de la joven esclava que les daba a ganar mucho dinero en esa condenable situación, y Pablo y compañía son prendidos a causa de ellos, acusados delante de las autoridades, para ser azotados con varas y encerrados en la cárcel:

"Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad" (Hech.16:19-23). "Pero había en la sinagoga de ellos un hombre "con espíritu inmundo", que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios" (Mr.1:23-24).

Con indiscutible y clara literalidad, el texto habla que "había un hombre con un espíritu inmundo". El comentario al texto griego del Nuevo Testamento de A.T. Robertson, dice lo siguiente en apoyo a lo anterior:

"Con espíritu inmundo» (gr. "en neumati akathartöi"). Este empleo de "en", con, es común en la LXX, como en el hebreo "be", pero también aparece en los papiros. Es el mismo modismo que «en Cristo», «en el Señor», tan comunes en Pablo. . . El espíritu inmundo estaba en el hombre y el hombre en el espíritu inmundo, un hombre bajo el poder del espíritu inmundo. . . Espíritu inmundo se emplea como sinónimo de «demonio» ("daimonion"). . . Por lo general, la posesión demoníaca iba acompañada de enfermedades físicas o mentales. . ."

Regresando al capítulo cinco del evangelio de San Marcos nos percatamos que el endemoniado ha visto de lejos al Señor Jesucristo, y sin haberle conocido antes, corre, llega, se le aproxima, y arrodillándosele, lo llama, con asombro, por su nombre:
"Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes".

La pregunta es, ¿cómo es qué este turbado hombre sabía qué la persona qué estaba delante de él era con seguridad el Hijo del Altísimo Dios? Sencillamente porque no era dicha persona la que declaraba esta verdad sino el demonio que en su interior moraba.

Los evangelios enseñan que Jesús en el inicio de su ministerio terrenal, mandaba "silenciar", "callar" a los demonios porque sabían precisamente quien era. Cristo evitaba con autoridad que interfirieran en su ministerio. Vemos esto:

"Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba «hablar» a los demonios, porque le conocían" (Mr.1:32-34).

No cabe duda que el pecado en el hombre viene a formar parte de él como cosa natural a causa de la caída de los primeros padres en el Huerto del Edén (Gn. cap. 3).
A pesar de haber sido justificado en la Sangre de Cristo y en un vivir conforme la Palabra de Dios, es posible que el creyente sincero pueda retroceder para caminar las mismas sendas mundanas que una vez recorrió, porque su naturaleza depravada no ha sido abolida sino sujetada en un momento dado de su vida, como buen cristiano, a la obediencia que demandan los divinos estatutos. Por esta razón, el creyente deberá fortalecerse en la Palabra de Dios y resistir en grande fe los delicados y sensuales ofrecimientos de su mente engañosa, del mundo, y del astuto e incansable hacedor de desatinos llamado Satanás. De no ser así, el resultado sería por ley espiritual muy desastroso y trágico (Por favor, lean los textos, es importante para que se entienda bien el escrito presente):

"Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno" (2 P.2:15-22).

La cuestión es, si el pecado es un estado inherente en la humanidad caída en general, teniéndose en cuenta lo que afirman los cristadelfianos, que el diablo es una representación alegórica del pecado, ¿cómo es posible que Cristo, si esto es verdad, mande repetidamente a ese "pecado" a salir de aquel garadeno indomable como si fuera una ser consciente e inteligente, es decir, una persona (a propósito, se dirige el Señor en «segunda persona») ¿Acaso, cuando fue expulsado por Cristo ese "pecado", al que llaman "demonios" o "Satanás" los cristadelfianos, vino a ser aquel hombre de conducta bizarra una persona instantáneamente "pura" y "sin mancha" en lo absoluto? Pregunto, otra vez: ¿Dejó de ser una persona pecadora por siempre este hombre castigado por un mal deliberado?

Al parecer, los cristadelfianos no se han detenido a analizar con muy conciente seriedad este delicado asunto, aceptando con increíble conformismo la creencia dislocada de que Satanás, el diablo, es tan solo un símbolo de la maldad humana. La Biblia, desafortunadamente para ellos, no concuerda con su idea o pensar.
La Biblia sostiene que el cristiano continuará llevando en sí mismo una naturaleza pecadora, aun a pesar de ser una «nueva criatura» en Cristo (2 Co. 5:17). El cristiano fiel, apegado a los mandamientos de Dios, dejará de ser un agente que lleva la semilla del pecado en el momento que sea perfeccionado en la resurrección de los muertos, o en la transformación de los vivos en «el día de Jesucristo», en la segunda venida del Señor al mundo (1 Ts. cap. 4; 1 Co. cap. 15). Pablo resuelve con inteligencia y facilidad la inherencia del pecado en el hombre convertido a Cristo:

"Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado" (Ro.7:14-25).

Y en 1 de Juan:

"Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros" (1 Jn.1:10).

"Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región" (Mr.5:10).

En esta parte del suceso histórico, según este último versículo, el demonio que moraba en el hombre le "rogaba", le "suplicaba" al Señor "para que no lo enviase fuera de aquella región". Aunque Marcos no lo especifica, Lucas menciona que era el "abismo" el lugar donde el demonio, o los demonios con mucho temor, rogaban al Señor para que no los enviase:

"Y le rogaban que no los mandase ir al abismo" (Lc.8:31).

En el comentario al texto griego de A.T. Robertson, se habla de lo qué significa efectivamente este lugar tan terrorífico:

"Al Abismo" ("eis tën abusson"). Una palabra antigua e infrecuente, aunque común en la LXX, de "a", privativo y "bathüs" (profundo). Por ello lugar sin fondo (súplase "chöra"). El profundo mar de Génesis 1:2; 7:11. El receptáculo común de los muertos en Romano 10:7. y especialmente la morada de los demonios, como aquí y en Apocalipsis 9:1-11; 11:7; 17:8; 20:1, 3".

En la epístola de Judas se refiere a este "abismo" como un lugar de "prisiones eternas", en el "que los ángeles caídos que no guardaron su dignidad" y encarcelados en las más oscuras de las tinieblas esperan el día de fatal juicio:

"Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día. . ." (Jud.1:6).

¿Suena qué sea esto una alegoría o un simbolismo? Se requiere estar muy insensible en el discernimiento espiritual para no darse cuenta uno de esta verdad tan literal y contundente. Lo que sostenemos rompe con bastantes pruebas la irrazonable teoría cristadelfina que refuta la verdadera doctrina de la persona de Satanás y de sus entidades malignas e inteligentes.

¿Una pregunta tan sencilla y simple? ¿Cuál es la explicación qué dan los cristadelfianos de los demonios que han sido expulsados del hombre para ir a posesionarse en los cerdos que pastaban en esos momentos de portento y asombro? ¿Dejó el "pecado" al gadareno para instalase ahora en estos burdos y sucios animales? ¿O era en realidad demonios literales que fueron expulsados por el Señor Jesucristo para dar testimonio del poder Dios, por amor y misericordia, a un hombre que era atormentado por esos seres invisibles repulsivos y conscientes?
Creo yo, que la respuesta, es muy sencilla y racional.

El problema de Ap. 20:2.

"Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años. . . " (Ap.20:2).

Los cristadelfianos le han dado al texto una explicación alegórica únicamente desvirtuando la racionalidad de su sentido literal. El siguiente comentario de un teólogo de gran reputación, desfavorece con gravedad la mala interpretación que han hecho del contenido del presente texto apocalíptico:

"Y prendió al dragón" ("kai ekráteisen toi drákonta): "El verbo «prendió» ("ekráteisen") es el aoristo indicativo, voz activa de "kratéo", que significa «ejercer poder». El aoristo tiene aquí una función dramática. El modo indicativo señala la realidad de la acción. El citado verbo destaca el hecho que Satanás es apresado. El ángel celestial se apodera de él. Obsérvese los sustantivos que el apóstol usa para describir al maligno: «dragón», por su carácter repulsivo; «serpiente antigua», por su relación con el huerto del Edén y su sutileza en la tentación (véase 2 Co.11:13); «diablo», porque es calumniador por excelencia (Jn.8:44); y «Satanás», porque es el adversario de Dios y el acusador de los redimidos (véase Zac. 3:1, 2)".
"También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas. . ." (Ap.13:3).
Aquí el «dragón», el diablo, se describe como «Grande» ("megas", gr.). Satanás ha sido la más excelsa de las criaturas hechas por Dios, por lo tanto, su obra de maldad en la tierra es sideralmente gigantesca, y desde un principio, mucho antes de la fundación del mundo, ha resistido con vehemencia la voluntad divina. El color «escarlata» ("pyrrós", gr.) en el «dragón», denota ira, furor, sangre y muerte. El color rojo simboliza que "Satanás es homicida desde el principio" (Jn. 8:44), y el primer homicidio incitado por él lo vemos en el libro del Génesis, con Caín y Abel (Gn. cap. 4). Guerras y asesinatos en masa, han sido instigados por el inmisericorde Satanás. El color escarlata, presenta a Satanás como un ser sediento de sangre. El «dragón» representa al diablo como un monstruo, una bestia, un ser detestable y deformado. El «dragón» como símbolo de Satanás, representa nada menos que su carácter animalesco y salvaje, «una distorsión de la creación», como dice el Dr. Evis L. Carballosa.

El vocablo «dragón» fue tomado del Antiguo Testamento (véase Is.27:1; 51:9). Está relacionado con el «leviatán» o monstruo marino gigantesco. El «dragón» y el «leviatán» representan las formas más perversas y abigarradas del mal.
En ese mismo texto se describe al «dragón» con «siete cabezas». Las «cabezas» representan naciones, gobiernos, reinos, reinados. Estas «siete cabezas» que están en el «dragón» son "siete imperios gentiles mundiales" bajo el dominio de Satanás y son, lo seis primeros, el egipcio, el asirio, el babilónico, el medo persa, el greco macedonio, y el romano. El último, el "séptimo", es uno escatológico y que presidirá el Anticristo bajo la autoridad y el poder del diablo, que lo regirá en las más densas tinieblas terrenales:

"Y la bestia (el Anticristo) que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad" (Ap.13:2).

Cada uno de los diez cuernos del «dragón» o del diablo, representan una nación o reino que habrán de coalicionares para formar un solo reino o súper imperio mundial y futuro el cual gobernará el Anticristo. Pero detrás del telón, estará el diablo manipulándolo a voluntad propia como a una insignificante y vil marioneta de hilos para recibir a través de este agente humano, el «hijo de perdición» (ver 2 Ts. cap. 2), adoración por los que habitarán la tierra en ese entonces:

«. . . y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?" (Ap.13:4).

Vimos, pues, que el «dragón» es un simbolismo nítido que nos lleva a comprender la naturaleza de la persona del diablo, que es asesina, perversa e impía. Nada bueno hay en ella. Ese es el estado natural corrompido de Satanás.

Por otro lado, en un paralelismo comparable, pero opuesto y negativo, la persona de Cristo muestra su carácter mesiánico por medio de figuras de dicción. Ejemplo tenemos:

Cristo como «el pan de vida», porque ofrece alimento espiritual (Jn.6:35, 41, 48, 51); como «la luz del mundo» (Jn.8:12), porque da entendimiento para salvación; como «la puerta de las ovejas» (Jn.10: 7, 9) porque por medio de Cristo se logrará entrar al reino de Dios en la tierra en el futuro (véase además Jn. 10:4, 14; 11:25; 14:6; 15:1, 5).

«El príncipe de la potestad del aire»:

". . . en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. . . " (Ef. 2:2).

Este concepto del diablo, como «príncipe de la potestad del aire», tampoco se ajusta, ni corresponde, con la idea de que el diablo es una representación alegórica o simbólica del pecado del hombre. No existe ninguna relación entre una cosa y otra. Ajenas y distantes son, no ahy discusiones que valgan la pena para refutar nuestro argumento.

"Al príncipe de la potestad del aire" ("tou archonta tës exousais tou aeros"). En la antigüedad "aër" se utilizaba para señalar la atmósfera más baja y densa, y "aithër" para la más elevada y enrarecida, términos relacionados donde habita invisible Satanás y su sarta de demonios engañadores. Pablo, en el capítulo seis de la carta a los efesios le nombra a este "escondrijo" espiritual «lugares celestiales»:

"Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad «en las regiones celestes»" (Ef.6:12).

Es importante hacer saber que en griego no hay un término para «huestes» ("ta neumatika tës ponërias": «huestes espirituales de maldad»). Posiblemente el texto se refiera a «los espirituales de maldad». "Ponëria", de "ponëros", que significa "depravación" (Mt. 22:18; 1 Co. 5:8). «En las regiones», o «celestiales» ("en tois epouraniois"), es sin objeción la esfera o dimensión ignota en la que maquinan sus fechorías y maldades el diablo y sus sumisos esclavos sin jamás desistir ni descansar.
"No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí" (Jn.14:30).

Cristo afirmó que Satanás es «el príncipe de este mundo» y que ninguna influencia negativa de este depravado ente de la oscuridad fue capaz de afectarlo un momento dado de su vida, ni en su ministerio terrenal (Mt.4:1-11). Si Cristo no poseía la naturaleza pecadora que nosotros tenemos, es extraño que haya sido tentado a pecar sin una causa aparente, porque si aprobamos la teoría cristadelfiana que Satanás representa el pecado de los hombres, sería entonces imposible concebir cómo Cristo fue "tentado", porque cada uno de los seres humanos, por causa de la propia "concupiscencia", es «seducido y atraído» a la práctica inicua. Cristo carecía de este problema. No creo que los cristadelfianos tengan una justificación racionalizada para el caso (véase Stg. 1:13-15). Lo que sí queda pero bien claro, es que necesariamente hubo "algo", mejor dicho, "alguien", lógicamente externo, que lo instigó a la "caída" a "pecar", por medio de la "tentación", y como sabemos, fracasó rotundamente. Las palabras, salen sobrando.

"Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser «tentado» por el diablo" (Mt. 4:1).

"Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt. 4:3-4).

La misma sucia y engañadora táctica que usó el diablo con Cristo, fue aplicada en el Edén paradisíaco. Puros y sin mancha, la primera pareja humana, fue seducida por la «Serpiente», el «diablo» y «Satanás», cayendo en condenación por efecto de sus brunas y mortales pretensiones. De ese modo se adjudicaron el pecado que pasaría a la humanidad en general y que la llevó a ofender a Dios, por esta razón, en tantas detracciones, maldades y tenebrosas depravaciones.

"Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda «alrededor» buscando a quien devorar. . ." (1 P. 5:8).

Así como Cristo es presentando como «el León de la Tribu de Judá» (Ap. 5:5). El diablo (" diabolos") es presentado como un «león rugiente» ("hös öruomenos leön"). Como un animal de caza que busca la presa más fácil, el diablo asecha al creyente débil para abalanzarse y destruirlo, para «devorarlo» ("katapiein"), estando a su "alrededor" ("peripatei"), a semejanza de los filósofos que enseñaban cuando deambulaban alrededor, de un lugar a otro.

Dios les bendiga siempre.