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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

martes, 16 de septiembre de 2008

EL DIABLO Y LA TENTACIÓN: GIOVANNI PAPINI

Jesús rechazó, pues, las tentaciones del Diablo: pruebas que eran, además, el prólogo necesario -impuesto por el Espíritu- de su actividad liberadora. Pero es bueno advertir que Jesús no da señal alguna de animosidad o de cólera contra el Tentador. Le contesta con frases breves, serenas; no con frases suyas, sino con aquellas con que el Padre ya había inspirado a sus amanuenses terrestres. En la actitud de Jesús no hay nada que haga pensar en repugnancia, en repulsión, en horror. Cristo no es un amigo de Satanás, ni podía serlo. Rebate seca y resueltamente sus proposiciones, pero después de haberse confiado dócilmente al enemigo que lo lleva en vuelo a la cima de la montaña y a la cima del Templo. Hubiera podido huir, hubiera podido injuriarlo-como hará más tarde con los fariseos y con los mercaderes-; hubiera podido fulminarlo con un solo movimiento de su mano. El se comporta de modo más humano y divino. Tolera pacientemente, durante cuarenta largos días, su compañía; escucha, sereno, sus propósitos; replica a sus palabras con otras precisas. Eso confirma que las relaciones entre él y Satanás no han quedado interrumpidas luego de la caída, y que Cristo está dispuesto a impartirle Su enseñanza como se la imparte a los hombres.

Se podría ir más lejos. Se podría pensar que Cristo no olvidó las tentaciones de Satanás, y que quiso, en seguida, hacerlas efectivas por su propia cuenta, si bien en forma muy distinta e infinitamente más sublime. Piénsese en la primera tentación. El Diablo pide una transmutación, un milagro: que las piedras se conviertan en pan. Cristo no quiso realizar ese milagro…

La segunda tentación fue, como hemos visto, una invitación a precipitarse desde lo alto. Jesús no se dignó a realizar aquel fácil portento; pero más tarde, cuando hubo dado a los Discípulos la prueba de su resurrección de entre los muertos, quiso levantarse en el aire. Pero en vez de volar, como se lo había pedido Satanás, de arriba abajo, hizo lo contrario: se elevó de la tierra al cielo. Al descendimiento que le propuso el Tentador contestó triunfalmente con la Ascensión.

En la tercera tentación, el Diablo ofrece a Jesús todos los reinos de la tierra "y su esplendor". Jesús no ha querido nunca ser monarca (de este mundo). Una vez que quisieron hacerlo rey -cuenta Juan (VI, 15)- se escondió y huyó. Y a Pilatos, que lo interroga, contestará con las famosas palabras: "Mi reino no es de este mundo".
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Sin embargo, Jesús ha querido igualmente ser emperador de todos los pueblos. Ordenará a los Apóstoles y a los Discípulos que vayan a todos los países de la tierra llevando Su mensaje. Quería -y aún lo quiere- apoderarse de todas las almas de los hombres, ser reconocido en todas partes como Señor. Nada le importan los cetros, las coronas y las riquezas de los Príncipes (de este mundo); pero quiere conquistar ese "esplendor" más real y más cierto que aparece o puede aparecer en los espíritus humanos. Cuando sea el Dominador de todas las almas, de los habitantes de todos los reinos de la tierra, ¿no habrá llegado a ser, en verdad, más rey que los reyes, más emperador que los emperadores? Éstos sólo poseen las tierras, las casas, las vestiduras, los cuerpos de los súbditos; pero cuando la Ciudad de Dios llegue a ser tan grande como el mundo, Cristo será más poderoso que los poderosos, porque poseerá las almas, a las cuales todas las formas de vida obedecen.

Una tras otra, las tentaciones del Diablo quedan o quedarán sublimadas y transfiguradas por Cristo, con un sentido nuevo, en un orden inefablemente más excelso. Las burdas trampas de Satanás se convierten, para vergüenza y a despecho de éste, en realidades divinas. Pero quizás la torpeza materialista de las tres tentaciones no sea totalmente ingenua y sí signo de refinada malicia. Según el testimonio divino y humano, Satanás es un espíritu astuto, y no hubiera propuesto aquellos prodigios, más dignos de un mago que de un Dios, si no hubiese tenido una intención más pérfida. No estaba totalmente seguro de que el Hijo de María fuese el Hijo de Dios; y pensó que Éste, si hubiese realizado los prodigios que él le sugería, habría revelado su naturaleza inferior, demasiado humana, y habría quedado disminuido ante sus ojos y le habría dado la prueba de que en aquel solitario famélico no se hospedaba la divinidad. Jesús dio a Satanás la prueba de Su divinidad, al rehusarse a cumplir aquellos milagros; y, como hemos visto, sólo más tarde se inspiró en aquellas tentaciones, pero respondiendo a ellas en forma totalmente distinta, con esa elevación de estilo propia de un verdadero Poderoso.

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EL DIABLO Y SU REALIDAD

ANDRÉS GONZÁLEZ-BARBA
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Monseñor Balducci durante su intervención en el Aula de Cultura de ABC con una sala abarrotada de público. J. M. SERRANO SEVILLA. El teólogo y demonólogo Corrado Balducci abrió ayer el Aula de Cultura de ABC de Sevilla de la temporada 2003-2004 con la conferencia «El Diablo: quién es, existencia, su actividad, criterio diagnóstico y terapia», en la que este experto defendía la existencia del Diablo frente a las corrientes de los teólogos que surgieron a partir de los años sesenta del siglo XX, que identificaban al Demonio con el mal en abstracto, y no como un mal.

Monseñor Balducci definió a los diablos como «ángeles que se han vuelto libremente malos», a lo que añadió que «son seres espirituales que no tienen nada que sea material». En este sentido, este experto defendió la tesis que tradicionalmente ha sostenido la Iglesia Católica de que Dios creó a los ángeles «y ellos fueron conscientes de su situación y de sus posibilidades de conocimiento. Mientras la mayoría alababa al Creador, otros se dirigieron hacia su propia naturaleza, autosuficiente, sin necesitar a Dios». Esta situación condujo a los demonios, según este experto, «a una autoidolatría, por lo que renunciaron al Ser Supremo y se vieron inmersos en el odio a Dios».

La existencia del Diablo

Uno de los puntos centrales de la conferencia de Monseñor Balducci se centró en la confirmación de la existencia del Diablo, a la vez que afirmó que «no podemos saber nada de él porque la razón humana no puede afirmar la existencia del Diablo». A continuación señaló que desde hace unas décadas ha existido un «concepto erróneo» de la naturaleza del Demonio ya que se compara a éste con el mal, algo que «tiene graves consecuencias». Según aseguró este demonólogo, «el mal es un concepto abstracto y se presupone que el Diablo no existe, pero el Diablo es un ser autónomo, y no se puede considerar como el mal, sino un mal». Continuando con esta tesis, citó una frase de Baudelaire en la que decía que «la astucia más grande del Diablo es que no se dé a conocer como existencia», por lo que concluyó que «negando la existencia del Demonio, se le hace un favor».

Con esta postura del reconocimiento de la existencia del Diablo, Monseñor Balducci se contrapuso a aquellos teólogos que hace unos 20 años defendieron la no existencia de Satanás. De hecho, esta rama teológica duró hasta finales de los años ochenta y tuvo su epígono en la publicación del libro «El Diablo, mi hermano».

A modo de ejemplo, Balducci citó el Nuevo Testamento, en donde se habla del Demonio en unas 300 ocasiones, «nombrándosele mucho más que al Espíritu Santo», señaló.

Incluso este demonólogo apeló a una frase pronunciada por el Papa Pablo VI en la que éste defendía la existencia del Diablo, por lo que «no se le puede ver como algo autónomo que no tiene su origen en Dios».

Otro de los puntos en los que Corrado Balducci centró su conferencia fue las actividades de los diablos. En este sentido comentó que estos seres únicamente realizan «actividades maléficas» que sólo pueden dañar al ser humano, «porque no pueden hacer nada contra Dios ni los ángeles». Así, existe un tipo de actividades ordinarias, que son las más corrientes y menos espectaculares. También hay unas actividades extraordinarias que son espectaculares e infrecuentes. Este tipo de actividades pueden manifestarse como infectaciones animale, vegetale, y personales. Así, comentó que los santos «son víctimas de estas infectaciones personales».

Posesiones

Llegados a este punto habló sobre las posesiones y las definió como «un trastorno que nace en el individuo que pierde la consciencia de lo que sucede». Sobre esta cuestión reconoció «los verdaderos endemoniados son muy pocos», además comentó que las personas que mejor fingen son las mujeres, porque «están más cercanas a la patología de la emotividad». Sobre el tema de las posesiones diabólicas, moBalducci matizó que éstas afectan al cuerpo, no al alma. Por eso, admitió que «si el Diablo se apropia del cuerpo, el alma no puede hacer sus actividades. En el caso del poseído, el Demonio actúa, y ahí no actúa el individuo».

Llegados a este punto criticó la imagen que sobre el tema de las posesiones ha realizado el cine. En concreto comentó que en la película «El exorcista», «la niña parecía una catatónica, algo que no tenía nada que ver con un poseído». Asimismo, reconoció que «Dios no puede consentir la muerte de nadie», por lo que sentenció que «del Demonio no se muere nadie». Igualmente admitió que en las posesiones hay períodos de calma y de crisis. «Algunas veces el Señor obliga al Demonio a que se pare. Esos períodos de crisis surgen cuando al individuo se le pone en contacto con lo sagrado, por lo que se produce un desdoblamiento de personalidad».

Este acto, primero del Aula de Cultura de ABC de Sevilla en esta temporada, contó con la asistencia de un numeroso público que abarrotó la sala de conferencias. El acto fue presentado por el director del Aula de Cultura, Fernando Iwasaki.

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