Por A. Buzzard, teologo unitario.
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SI LA TRADUCCIÓN INCONSISTENTE de nephesh o "alma" en las versiones inglesas obscurece el hecho de que ambos, animales y el hombre poseen un alma, una confusión aún más seria fue introducida por el uso indiscriminado de la palabra "infierno" para verter dos términos bíblicos enteramente diferentes:5 Uno que describe la posición de todos los muertos y otro que significa un lugar de castigo futuro para los malvados, i.e, "El fuego del infierno". En el Antiguo Testamento la palabra Hebrea sheol (equivalente al Griego Hades), vertido como "infierno”, “tumba”, “hoyo," designa el lugar para el cual todos, justos e injustos, van en la muerte. Esta posición está descrita como que está bajo la tierra; pues cuando Coré, Datán, y Abiram fueron condenados a muerte, "la tierra abrió su boca y se los tragó de golpe, y sus casas y todos los hombres que le pertenecieron a Coré y todos sus bienes. Ellos y todo lo que perteneció a ellos bajaron vivos en el sheol y la tierra los tragó a ellos " (Num. 16:31, 32). No puede haber duda que según el Antiguo Testamento todas las almas, buenas y malas, del mismo modo, son consignadas en la muerte para el sheol (el Hades), el mundo de los muertos. El Salmista pregunta: “¿Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librará su vida del poder del Seol? (Sal. 89:48). La misma verdad es expresada por David, que habla de Cristo, que su alma —El mismo— no sería dejado en el Hades" (Sal. 16:10; Hechos 2:27, 31). Y Jacob, que oye acerca de la desaparición de José, rehusó ser consolado y dijo, "yo bajaré al sheol, a mi hijo, llevando luto" (Gen. 37:35). En Isaías 5:14 el profeta se refiere al sheol como que se acrecienta a sí mismo para recibir a los muertos que bajan a él. En Isaías 14:11, la pompa del rey de Babilonia; y en el verso 15, el rey mismo, son bajados al sheol. Hay otros reyes que descansan allí en sus tumbas (v. 18).6 El mismo contexto se refiere a "las carcasas" (v. 19), "el entierro" (v. 20), y todo el cuadro confirma lo que encontramos a todo lo largo de la Biblia, que sheol (el Hades) es el mundo de los muertos —lo que exactamente podríamos describir como la "tumba comunitaria". Una confirmación interesante de esto ocurre en Apocalipsis 20:13 de donde los muertos en el mar son aparentemente diferenciados de los muertos en el Hades, la tumba.
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El Sueño de la Muerte
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La condición de los muertos en el Sheol/Hades está consistentemente descrita en la Escritura como un estado de sueño. Sheol no es un lugar de tormento, pues contiene a ambos, al malvado y a los fieles. El Hebreo shachav (“dormir”) recurre una y otra vez en la expresión familiar de uno que murió y "durmió con sus padres" (1 Reyes 2:10, etc), es decir, que se unió a sus predecesores que estaban ya durmiendo. De esta frase más elocuente, tan diferente a nuestro lenguaje popular acerca de la muerte como “fallecer” o “ir a casa", aprendemos que los muertos descansan en la inconsciencia. ¡No hay ninguna insinuación que la persona real no estaba en otra parte dormida sino totalmente viva como un espíritu! De Salmo 6:5 descubrimos que "no hay memoria de Dios en la muerte"; de Eclesiastés 9:5, que “los muertos no saben nada en absoluto”. El Salmo 13:3 habla del sueño de la muerte, y el Salmo 146:4 describe el proceso de la muerte muy específicamente: "En ese mismo día perecen los pensamientos del hombre". Pues "los muertos no alaban al Señor, ni cualquiera que desciende en el silencio" (Sal. 115:17). Daniel está deseando la resurrección escatológica y ve a los muertos despiertos de su sueño en el polvo. No es que los muertos, una vez que se quedaron dormidos, se convirtieron inmediatamente en 16 espíritus partidos conscientes y destinados a unirse a sus cuerpos en la resurrección. Tal idea, posiblemente, no puede ser metida a la fuerza en el registro Bíblico, pues Daniel 12:2 describe inequívocamente la resurrección para nosotros como la revivificación de aquellos que están durmiendo en el polvo de la tierra. Están en el polvo hasta que emerjan para participar de la Vida de la Era venidera.7 Precisamente la misma verdad es enseñada en Job 14:11-15. Aquí Job contempla el prospecto de la resurrección: "Como las aguas se van del mar, y el río se agota y se seca, Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño. ¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos.
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La Resurrección de Lázaro
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Con el más grande énfasis en la resurrección en el Nuevo Testamento va un énfasis paralelo en el sueño o en el dormir como la condición que la precede. En Mateo 27:52 leemos que "muchos cuerpos de los santos dormidos ascendieron", es decir, los santos se despertaron del sueño de la muerte. En Juan 11:11, texto que ya nos hemos referido brevemente, la historia de Lázaro nos da el informe más claro posible de las "mecánicas" de la muerte por parte del Señor Mismo. Jesús, en su completo conocimiento de la muerte de Lázaro, dice: "Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy a despertarle”. Jesús, dice Juan, “había hablado de la muerte de Lázaro", aunque sus discípulos habían tomado sus palabras como que significaban el sueño natural. Así es que Jesús luego les dijo a ellos explícitamente: "Lázaro ha muerto". El informe bien conocido que sigue describe cómo el Señor llamó al hombre difunto para que salga de la tumba: "y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas”. Imponer en este informe sin igual la idea extraña de que Lázaro, el espíritu partido, había estado durante cuatro días totalmente consciente en otro lugar, es ciertamente una parodia de la sana exégesis. La simplicidad de la noción Hebrea de la muerte como la cesación de la vida, y la suspensión de la conciencia, se posiciona en agudo contraste con el sistema dualístico Griego que niega la realidad de la muerte suponiendo que el hombre real ha sobrevivido como un espíritu incorpóreo. Hechos 7:60 debe igualmente ser conservado en contra de las invasiones de la tradición que a menudo nos ha conducido a divorciar el pronombre personal de la persona verdadera! Esteban, se dice, encomendó su espíritu a Dios, y él, Esteban, durmió. La muerte de David está descrita muy inequívocamente, porque "murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy" (Hechos 2:29). "Él durmió", dice Pablo, "y fue añadido a sus padres, quienes ellos mismos habían muerto sin haber recibido su prometida recompensa —[Heb. 11:13, 39], y él vio corrupción" (Hechos 13:36). "David no ha ascendido a los cielos" (Hechos 2:34). ¡Nosotros aquí manifestamos nuestro desacuerdo con los intentos que han sido hechos por los comentaristas para insistir que David ascendió al cielo en espíritu pero no en cuerpo! Tal exégesis debe equivaler a una contradicción lacónica de la declaración del apóstol. Un uso adicional consistente del vocablo "dormir" como la descripción de la condición de la muerte es hallado en 2 Pedro 3:4 "Desde que los padres durmieron”; 1 Tesalonicenses 4:13: Los Cristianos muertos están durmiendo; 1 Corintios 7:39: "La esposa está atada por la ley mientras su marido vive; Pero si su marido muriere [lit . ’si durmiere’] ella tiene libertad para casarse". En 1 Corintios 11:30 muchos de los miembros de la iglesia “duermen" (el tiempo presente es significativo), es decir, están muertos. En de 1 Corintios 15:6 muchos de aquellos que habían 17 visto al Señor han dormido. En 1 Corintios 15:18, Pablo afirma la necesidad de una resurrección futura al sostener que sin ella aquellos que han muerto (dormido) han perecido. ¡Semejante argumentación es ciertamente una fuerte evidencia en contra de que Pablo había sostenido la idea de que los muertos estaban ya vivos!
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La Protesta de Tyndale
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Nuestra conclusión debe ser que los muertos en ambos, Antiguo y Nuevo Testamentos están muertos, sin distinción, esperando la vida en la resurrección. Tal proposición es, de hecho, la única que está de acuerdo con la idea de una resurrección futura para juicio del malvado. ¿Pues qué sentido puede haber en un castigo presente para los impíos muertos si de hecho deben ser juzgados en el futuro? Esto sería colocar el castigo antes de la sentencia. Igualmente, para el justo, la noción de una dicha consciente presente invalida completamente la insistencia del Nuevo Testamento en la resurrección futura la cual únicamente confiere la inmortalidad. Fue esta importante consideración que apremió a William Tyndale, un defensor inquebrantable (como lo fue Wycliffe antes que él) del punto de vista para el cual contendemos, para protestar: "Y ustedes Católicos Romanos, al meter las almas recién idas en el cielo, el infierno, y el purgatorio, destruyen las discusiones con las que Cristo y Pablo prueban la resurrección. La fe verdadera establece la resurrección, hacia la cual somos advertidos a mirar a cada hora. Los filósofos paganos, al negar esto, enseñaron que las almas siempre vivieron. Además, el Papa incorporó juntas la doctrina espiritual de Cristo y la doctrina carnal de los filósofos; cosas tan contrarias que no pueden convenir. Y porque el Papa mentalmente carnal consintió las doctrinas paganas, él corrompió, por consiguiente, las Escrituras para establecer la inmortalidad del alma…y otra vez, si las almas están en el cielo... ¿Qué razón hay entonces para la resurrección"? (An Answer to Sir Thomas More’s Dialogue, Libro 4, ch. 2, pp. 180, 181). La misma advertencia en contra del peligro de los puntos de vista Griegos de la muerte en la Biblia ha venido de muchos campos teológicos diferentes. El erudito evangélico G.E. Ladd se refiere a la tesis comúnmente sustentada de que "cuando morimos vamos al cielo”. "Semejante pensamiento", afirma él, "popular como es, es más una expresión del pensamiento Griego que de la teología Bíblica" (The Last Times, p. 29). Es nuestro deseo de que este hecho sea ampliamente reconocido a fin de que las tradiciones que han sido absorbidas de la filosofía Griega puedan ser rechazadas a favor de la enseñanza Bíblica.
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La Muerte de Jesús
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La noción tradicional de un alma /espíritu consciente separado que sobrevive a la muerte, en ninguna parte infligió mayor estrago en el relato de la Escritura que en la materia de la muerte de Jesús. No es inusual encontrar análisis de la muerte de Señor en los cuales es propuesto que su cuerpo fue a la tumba, su espíritu al cielo, y su alma al Hades. En este punto uno está obligado a preguntarse, ¿dónde estaba Jesús? La pregunta, sin embargo, no se les habría ocurrido a los escritores Hebreos del Nuevo Testamento, pues no se acercaron al tema con las presuposiciones Griegas acerca de la naturaleza del hombre que han venido a estar profundamente arraigadas en nuestra teología. El hecho Bíblico es que Jesús murió. Él, Jesús, estaba en el Hades, la tumba; ya hemos visto que "su alma" es el Hebraísmo para "sí mismo". En Hechos 2:27, Pedro da la prueba de la resurrección de Jesús diciendo que "su alma no fue dejada en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción". El paralelismo Hebreo común confirma la ecuación de "su alma" con “tu Santo”. El mensaje es simplemente que Jesús no se quedó muerto en la tumba, como Pedro procede a explicar. David, en los Salmos, previendo la resurrección del Mesías, manifestó que su 18 alma (él mismo) no fue dejado en el Hades, el mundo de los muertos, sino que fue resucitado a la vida. Este informe de la muerte y resurrección de la personalidad indivisible de Jesús de Nazaret ayudará a aclarar la referencia en 1 Pedro 3:19 a su “ida para predicarles a los espíritus en prisión”. Se dice que esta predicación fue cumplida por Cristo cuando El fue "hecho vivo en el Espíritu". Éste es claramente el lenguaje descriptivo del estado de la resurrección (Juan 5:21: "el Padre levanta a los muertos, y les da vida"; Rom. 8:11: "el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros"; 1 Corintios 15:22: "En Cristo todos serán vivificados" —resucitados). Así fue que cuando recién resucitó de la tumba, El anunció este triunfo a los espíritus — que acá es más claramente entendido como los ángeles caídos de 2 Pedro 2:4.8 El término "alma" usado de las ocho almas salvadas en el diluvio (1 Pedro. 3:20) es para designar, en contraste con el "espíritu", a una persona humana. La confusión de estos términos se debe, sugerimos, a la introducción de la idea foránea del hombre como que sobrevive a la muerte como un espíritu incorpóreo. Este concepto, tan repugnante para la mente Hebrea, como dice Alan Richardson, debe ser descartado antes de que podamos acercarnos a las Escrituras en simpatía con la antropología Bíblica.
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La Necesidad para una Doctrina Bíblica Sólida del Hombre
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Nuestro propósito hasta aquí ha sido desafiar el punto de vista extendido del hombre como innatamente inmortal. Aquellos que sostienen este punto de vista verán naturalmente a la muerte como que afecta sólo al hombre físico —el ego real no morirá: Meramente pasará a una existencia completamente consciente en otro plano. Consideramos que nada como esta clase de análisis del futuro del hombre es hallada en La Escritura. La esperanza Bíblica está relacionada exclusivamente a la inmortalidad como un regalo para ser conferido en el hombre mortal a través de la resurrección. La noción de la inmortalidad innata representa una interferencia peligrosa con la doctrina Bíblica de la resurrección, ciertamente con todo el plan divino para la salvación. Es un hecho poco conocido que los expertos de campos teológicos ampliamente divergentes, y que abarcan toda la historia de la Cristiandad, han expresado el más fuerte apoyo para el punto de vista Bíblico del hombre como una unidad compleja. Con todo, la teología tradicional ha sido obstaculizada tan a menudo por la influencia toda penetrante de Platonismo Agustino. Esta intrusión de una metafísica ajena debe ser tomada, creemos, seriamente. Si Pedro, el apóstol, nos insta a crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo, y si la ignorancia nos aliena de Dios (Efe. 4:18), no puede ser correcto que la creencia universalmente apreciada de la inmortalidad del alma sea admitida para que persista como una tesis de la fe Cristiana. J.A.T. Robinson dice, "descansa en suposiciones teológicas que están fundamentalmente en discordia con la doctrina Bíblica del hombre".9 Cuando la iglesia de Inglaterra produjo su plan dedicado a la memoria de William Temple, Towards The Conversión of England, se hizo la siguiente declaración (1945):
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"La indestructibilidad inherente del alma humana (o la conciencia) le debe su origen a las fuentes Griegas, no a las de la Biblia. El tema central del Nuevo Testamento es la vida eterna, no para cualquiera y todos sino el creyente en Cristo como resucitado de la tumba. La elección es antepuesta al hombre aquí y ahora". B.F.C. Atkinson hizo su contribución para el debate cuando él escribió: "Ambos, el hombre y los animales, son almas; no son criaturas bipartitas consistentes en un alma y un cuerpo que pueden ser separados y seguir subsistiendo. Su alma es el todo de ellos y comprende su cuerpo así como también sus poderes mentales. Se dice de ellos como que tienen alma, es decir, un ser consciente" (Life and Immortality, p. 2). Ha sido aceptado por mucho tiempo sin cuestionar nada que el "estado intermedio", con el cual es usual consolar al afligido, cabe naturalmente dentro del esquema escatológico de los 19 escritores Bíblicos. Causa un gran impacto emocional descubrir, por la autoridad no sólo de la Biblia, sino de tantos comentaristas autoritativos, que la noción de la conciencia incorpórea para el hombre es muy disonante realmente con el pensamiento Bíblico. Esto nos debería impedir que enseñemos a nuestros niños, y que prediquemos en los entierros, la supervivencia presente de los muertos "más allá de los cielos". Un destacado ex-Profesor de teología nos advierte que "la fe Cristiana no divide u opone el cuerpo y el alma como partes corruptibles e incorruptibles de una naturaleza híbrida. El hombre completo muere, como el Cristo completo murió, y el hombre completo será resucitado ‘en Cristo’ para la vida… La resurrección de Jesús no fue un escape del alma del cuerpo. Fue el levantamiento de uno que murió y fue sepultado" (The Belief of Christendom, John Burnaby, p. 189). Semejantes declaraciones como éstas asestan a la misma raíz de una condición intermedia consciente entre la muerte y la resurrección, pues ellas afirman que el hombre está simplemente muerto y sepultado, si bien en la custodia de Cristo, esperando una resurrección de la tumba.
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Otros Eruditos Bíblicos
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Otro erudito prominente, F.F. Bruce, no es menos enfático al afirmar que la noción de la separación del alma del cuerpo, en la cual nuestra idea del estado intermedio está fundada, es inconcebible para Pablo: Pablo evidentemente no podría contemplar la inmortalidad aparte de la resurrección; Para él, un cuerpo de alguna clase era esencial para la personalidad. Nuestro pensar tradicional acerca del alma "que nunca muere", que le debe mucho a nuestra herencia Greco-Romana, nos hace difícil imaginarnos el punto de vista de Pablo… estar sin un cuerpo de cualquier clase era un tipo de aislamiento o desnudez espiritual del cual su mente se contrajo… él no podría imaginarse la comunicación y existencia consciente con su ambiente en un estado incorpóreo (Drew Lecture on inmortality, 1970, pp. 469-471).
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Es un hecho muy singular que la única aparición en la Escritura del término Griego que denota incorporeidad ocurre en un contexto en el cual Pablo manifiesta su horror ante semejante condición. Sin embargo, estamos aparentemente comprometidos a una creencia justamente en tal estado post-mortem para el difunto. Sin duda en nuestros corazones nosotros compartimos la renuencia de Pablo para entretener seriamente la idea de la existencia consciente sin un cuerpo; pero nuestros credos parecen requerir que el difunto sea confortado inmediatamente, incluso mientras que los vivos permanecen en la carne. La pregunta de mucha importancia es si así perpetuamos una enseñanza tradicional que no puede ser lógicamente cuadrada con la enseñanza Bíblica acerca de la naturaleza del hombre y su resurrección futura de la tumba. El corazón de la consolación Bíblica para los muertos no descansa en una presente partida del alma del cuerpo, sino en una resurrección futura a la gloria. Lo que es necesario es la fe en la certeza de ese acontecimiento venidero.
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John Burnaby se refiere también al gran peligro de mantener un concepto que se desvía de la resurrección que depende en el regreso de Cristo. En lo referente al estado intermedio tradicional, él dice, "esto proporciona consuelo al individuo que encara la muerte, y aun más para aquellos que él deja atrás, los cuales deben estar carentes de la simple expectativa ’en el fin’. Pero no es fácil de combinarse con la resurrección. Pues si puedo estar con Cristo sin mi cuerpo, ¿qué propósito tiene el nuevo cuerpo cuando venga"? (The Belief of Christendom, p. 192). Sí, exactamente De hecho, sus advertencias son más que justificadas cuando uno considera que ese gran acontecimiento que señala a la resurrección, a la Parusía (la segunda venida), ha sido 20 trágicamente descuidado en mucha predicación. ¿Pudo quizás haber ocurrido esto si ese evento hubiera sido entendido, junto con el Nuevo Testamento, como el momento glorioso cuando los muertos vienen primero a la presencia de Cristo conscientemente?
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Hay por eso dos mayores dificultades en colocar sobre la base en la Escritura un estado intermedio consciente. La primera es que la posibilidad de la separación del alma del cuerpo tiene que ser importada en la Escritura. Es, como hemos visto, ajena a la esperanza de los escritores del Nuevo Testamento que buscan un clímax de la aventura Cristiana —la resurrección de todo el hombre en la venida de Cristo. La segunda es que la noción de que en la muerte la meta es lograda aparte de la resurrección en la Parusía reduce la resurrección a un mero apéndice en el esquema escatológico Cristiano. La resurrección se convierte así en una idea tardía, la Parusía, y ciertamente el Reino que debe seguirla, dejan de tener algún significado verdadero en la mente del creyente. ¿Quién negará que los resultados de un punto de vista escatológico tan empobrecido no son fácilmente reconocibles en las iglesias hoy? No es seguramente sin razón que las palabras finales de Pablo a Timoteo involucran una declaración solemne ante Dios y el Señor Jesucristo de su esperanza por la aparición del Mesías y su Reino (2 Tim. 4:1). De que esos acontecimientos, incluyendo la resurrección de los muertos, son el centro real de interés en la teología bíblica, no puede ser negado. No debe haber desviación del interés sobre un supuesto estado intermedio.
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Es la mentira de la serpiente, quien dijo: "de seguro que no morirás", que ha molestado repetidamente a mucha discusión acerca del estado de los muertos. El contraste sombrío entre la vida y la muerte ha sido empañado de tal forma en cuanto a que excluye la posibilidad de la muerte real de la personalidad. Pero la muerte en la Biblia es la cesación de la existencia consciente. ¡El cambio de rumbo de ese estado atroz sólo puede ser logrado por la resurrección de los muertos a la vida! Cualquier teología que no sostiene la resurrección en el mismo corazón de su mensaje ha perdido el contacto con la revelación Bíblica. El poder de la teología tradicional para imponerse a sí misma como el único punto de vista razonable ha significado que cualquier idea que se levanta para desafiar su supremacía aparece como un intruso no deseado.
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La negación del estado intermedio consciente antes de la resurrección ha venido a estar asociada con la mente sectaria, y no con las iglesias dominantes.10 ¿Pero estamos en lo correcto al rechazar una súplica para un regreso al pensamiento Bíblico, especialmente cuando está endosada por tantos exponentes distinguidos, incluyendo Wycliffe, Tyndale, y un montón de otros eruditos Bíblicos?
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SI LA TRADUCCIÓN INCONSISTENTE de nephesh o "alma" en las versiones inglesas obscurece el hecho de que ambos, animales y el hombre poseen un alma, una confusión aún más seria fue introducida por el uso indiscriminado de la palabra "infierno" para verter dos términos bíblicos enteramente diferentes:5 Uno que describe la posición de todos los muertos y otro que significa un lugar de castigo futuro para los malvados, i.e, "El fuego del infierno". En el Antiguo Testamento la palabra Hebrea sheol (equivalente al Griego Hades), vertido como "infierno”, “tumba”, “hoyo," designa el lugar para el cual todos, justos e injustos, van en la muerte. Esta posición está descrita como que está bajo la tierra; pues cuando Coré, Datán, y Abiram fueron condenados a muerte, "la tierra abrió su boca y se los tragó de golpe, y sus casas y todos los hombres que le pertenecieron a Coré y todos sus bienes. Ellos y todo lo que perteneció a ellos bajaron vivos en el sheol y la tierra los tragó a ellos " (Num. 16:31, 32). No puede haber duda que según el Antiguo Testamento todas las almas, buenas y malas, del mismo modo, son consignadas en la muerte para el sheol (el Hades), el mundo de los muertos. El Salmista pregunta: “¿Qué hombre vivirá y no verá muerte? ¿Librará su vida del poder del Seol? (Sal. 89:48). La misma verdad es expresada por David, que habla de Cristo, que su alma —El mismo— no sería dejado en el Hades" (Sal. 16:10; Hechos 2:27, 31). Y Jacob, que oye acerca de la desaparición de José, rehusó ser consolado y dijo, "yo bajaré al sheol, a mi hijo, llevando luto" (Gen. 37:35). En Isaías 5:14 el profeta se refiere al sheol como que se acrecienta a sí mismo para recibir a los muertos que bajan a él. En Isaías 14:11, la pompa del rey de Babilonia; y en el verso 15, el rey mismo, son bajados al sheol. Hay otros reyes que descansan allí en sus tumbas (v. 18).6 El mismo contexto se refiere a "las carcasas" (v. 19), "el entierro" (v. 20), y todo el cuadro confirma lo que encontramos a todo lo largo de la Biblia, que sheol (el Hades) es el mundo de los muertos —lo que exactamente podríamos describir como la "tumba comunitaria". Una confirmación interesante de esto ocurre en Apocalipsis 20:13 de donde los muertos en el mar son aparentemente diferenciados de los muertos en el Hades, la tumba.
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El Sueño de la Muerte
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La condición de los muertos en el Sheol/Hades está consistentemente descrita en la Escritura como un estado de sueño. Sheol no es un lugar de tormento, pues contiene a ambos, al malvado y a los fieles. El Hebreo shachav (“dormir”) recurre una y otra vez en la expresión familiar de uno que murió y "durmió con sus padres" (1 Reyes 2:10, etc), es decir, que se unió a sus predecesores que estaban ya durmiendo. De esta frase más elocuente, tan diferente a nuestro lenguaje popular acerca de la muerte como “fallecer” o “ir a casa", aprendemos que los muertos descansan en la inconsciencia. ¡No hay ninguna insinuación que la persona real no estaba en otra parte dormida sino totalmente viva como un espíritu! De Salmo 6:5 descubrimos que "no hay memoria de Dios en la muerte"; de Eclesiastés 9:5, que “los muertos no saben nada en absoluto”. El Salmo 13:3 habla del sueño de la muerte, y el Salmo 146:4 describe el proceso de la muerte muy específicamente: "En ese mismo día perecen los pensamientos del hombre". Pues "los muertos no alaban al Señor, ni cualquiera que desciende en el silencio" (Sal. 115:17). Daniel está deseando la resurrección escatológica y ve a los muertos despiertos de su sueño en el polvo. No es que los muertos, una vez que se quedaron dormidos, se convirtieron inmediatamente en 16 espíritus partidos conscientes y destinados a unirse a sus cuerpos en la resurrección. Tal idea, posiblemente, no puede ser metida a la fuerza en el registro Bíblico, pues Daniel 12:2 describe inequívocamente la resurrección para nosotros como la revivificación de aquellos que están durmiendo en el polvo de la tierra. Están en el polvo hasta que emerjan para participar de la Vida de la Era venidera.7 Precisamente la misma verdad es enseñada en Job 14:11-15. Aquí Job contempla el prospecto de la resurrección: "Como las aguas se van del mar, y el río se agota y se seca, Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño. ¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos.
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La Resurrección de Lázaro
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Con el más grande énfasis en la resurrección en el Nuevo Testamento va un énfasis paralelo en el sueño o en el dormir como la condición que la precede. En Mateo 27:52 leemos que "muchos cuerpos de los santos dormidos ascendieron", es decir, los santos se despertaron del sueño de la muerte. En Juan 11:11, texto que ya nos hemos referido brevemente, la historia de Lázaro nos da el informe más claro posible de las "mecánicas" de la muerte por parte del Señor Mismo. Jesús, en su completo conocimiento de la muerte de Lázaro, dice: "Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy a despertarle”. Jesús, dice Juan, “había hablado de la muerte de Lázaro", aunque sus discípulos habían tomado sus palabras como que significaban el sueño natural. Así es que Jesús luego les dijo a ellos explícitamente: "Lázaro ha muerto". El informe bien conocido que sigue describe cómo el Señor llamó al hombre difunto para que salga de la tumba: "y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas”. Imponer en este informe sin igual la idea extraña de que Lázaro, el espíritu partido, había estado durante cuatro días totalmente consciente en otro lugar, es ciertamente una parodia de la sana exégesis. La simplicidad de la noción Hebrea de la muerte como la cesación de la vida, y la suspensión de la conciencia, se posiciona en agudo contraste con el sistema dualístico Griego que niega la realidad de la muerte suponiendo que el hombre real ha sobrevivido como un espíritu incorpóreo. Hechos 7:60 debe igualmente ser conservado en contra de las invasiones de la tradición que a menudo nos ha conducido a divorciar el pronombre personal de la persona verdadera! Esteban, se dice, encomendó su espíritu a Dios, y él, Esteban, durmió. La muerte de David está descrita muy inequívocamente, porque "murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy" (Hechos 2:29). "Él durmió", dice Pablo, "y fue añadido a sus padres, quienes ellos mismos habían muerto sin haber recibido su prometida recompensa —[Heb. 11:13, 39], y él vio corrupción" (Hechos 13:36). "David no ha ascendido a los cielos" (Hechos 2:34). ¡Nosotros aquí manifestamos nuestro desacuerdo con los intentos que han sido hechos por los comentaristas para insistir que David ascendió al cielo en espíritu pero no en cuerpo! Tal exégesis debe equivaler a una contradicción lacónica de la declaración del apóstol. Un uso adicional consistente del vocablo "dormir" como la descripción de la condición de la muerte es hallado en 2 Pedro 3:4 "Desde que los padres durmieron”; 1 Tesalonicenses 4:13: Los Cristianos muertos están durmiendo; 1 Corintios 7:39: "La esposa está atada por la ley mientras su marido vive; Pero si su marido muriere [lit . ’si durmiere’] ella tiene libertad para casarse". En 1 Corintios 11:30 muchos de los miembros de la iglesia “duermen" (el tiempo presente es significativo), es decir, están muertos. En de 1 Corintios 15:6 muchos de aquellos que habían 17 visto al Señor han dormido. En 1 Corintios 15:18, Pablo afirma la necesidad de una resurrección futura al sostener que sin ella aquellos que han muerto (dormido) han perecido. ¡Semejante argumentación es ciertamente una fuerte evidencia en contra de que Pablo había sostenido la idea de que los muertos estaban ya vivos!
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La Protesta de Tyndale
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Nuestra conclusión debe ser que los muertos en ambos, Antiguo y Nuevo Testamentos están muertos, sin distinción, esperando la vida en la resurrección. Tal proposición es, de hecho, la única que está de acuerdo con la idea de una resurrección futura para juicio del malvado. ¿Pues qué sentido puede haber en un castigo presente para los impíos muertos si de hecho deben ser juzgados en el futuro? Esto sería colocar el castigo antes de la sentencia. Igualmente, para el justo, la noción de una dicha consciente presente invalida completamente la insistencia del Nuevo Testamento en la resurrección futura la cual únicamente confiere la inmortalidad. Fue esta importante consideración que apremió a William Tyndale, un defensor inquebrantable (como lo fue Wycliffe antes que él) del punto de vista para el cual contendemos, para protestar: "Y ustedes Católicos Romanos, al meter las almas recién idas en el cielo, el infierno, y el purgatorio, destruyen las discusiones con las que Cristo y Pablo prueban la resurrección. La fe verdadera establece la resurrección, hacia la cual somos advertidos a mirar a cada hora. Los filósofos paganos, al negar esto, enseñaron que las almas siempre vivieron. Además, el Papa incorporó juntas la doctrina espiritual de Cristo y la doctrina carnal de los filósofos; cosas tan contrarias que no pueden convenir. Y porque el Papa mentalmente carnal consintió las doctrinas paganas, él corrompió, por consiguiente, las Escrituras para establecer la inmortalidad del alma…y otra vez, si las almas están en el cielo... ¿Qué razón hay entonces para la resurrección"? (An Answer to Sir Thomas More’s Dialogue, Libro 4, ch. 2, pp. 180, 181). La misma advertencia en contra del peligro de los puntos de vista Griegos de la muerte en la Biblia ha venido de muchos campos teológicos diferentes. El erudito evangélico G.E. Ladd se refiere a la tesis comúnmente sustentada de que "cuando morimos vamos al cielo”. "Semejante pensamiento", afirma él, "popular como es, es más una expresión del pensamiento Griego que de la teología Bíblica" (The Last Times, p. 29). Es nuestro deseo de que este hecho sea ampliamente reconocido a fin de que las tradiciones que han sido absorbidas de la filosofía Griega puedan ser rechazadas a favor de la enseñanza Bíblica.
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La Muerte de Jesús
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La noción tradicional de un alma /espíritu consciente separado que sobrevive a la muerte, en ninguna parte infligió mayor estrago en el relato de la Escritura que en la materia de la muerte de Jesús. No es inusual encontrar análisis de la muerte de Señor en los cuales es propuesto que su cuerpo fue a la tumba, su espíritu al cielo, y su alma al Hades. En este punto uno está obligado a preguntarse, ¿dónde estaba Jesús? La pregunta, sin embargo, no se les habría ocurrido a los escritores Hebreos del Nuevo Testamento, pues no se acercaron al tema con las presuposiciones Griegas acerca de la naturaleza del hombre que han venido a estar profundamente arraigadas en nuestra teología. El hecho Bíblico es que Jesús murió. Él, Jesús, estaba en el Hades, la tumba; ya hemos visto que "su alma" es el Hebraísmo para "sí mismo". En Hechos 2:27, Pedro da la prueba de la resurrección de Jesús diciendo que "su alma no fue dejada en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción". El paralelismo Hebreo común confirma la ecuación de "su alma" con “tu Santo”. El mensaje es simplemente que Jesús no se quedó muerto en la tumba, como Pedro procede a explicar. David, en los Salmos, previendo la resurrección del Mesías, manifestó que su 18 alma (él mismo) no fue dejado en el Hades, el mundo de los muertos, sino que fue resucitado a la vida. Este informe de la muerte y resurrección de la personalidad indivisible de Jesús de Nazaret ayudará a aclarar la referencia en 1 Pedro 3:19 a su “ida para predicarles a los espíritus en prisión”. Se dice que esta predicación fue cumplida por Cristo cuando El fue "hecho vivo en el Espíritu". Éste es claramente el lenguaje descriptivo del estado de la resurrección (Juan 5:21: "el Padre levanta a los muertos, y les da vida"; Rom. 8:11: "el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros"; 1 Corintios 15:22: "En Cristo todos serán vivificados" —resucitados). Así fue que cuando recién resucitó de la tumba, El anunció este triunfo a los espíritus — que acá es más claramente entendido como los ángeles caídos de 2 Pedro 2:4.8 El término "alma" usado de las ocho almas salvadas en el diluvio (1 Pedro. 3:20) es para designar, en contraste con el "espíritu", a una persona humana. La confusión de estos términos se debe, sugerimos, a la introducción de la idea foránea del hombre como que sobrevive a la muerte como un espíritu incorpóreo. Este concepto, tan repugnante para la mente Hebrea, como dice Alan Richardson, debe ser descartado antes de que podamos acercarnos a las Escrituras en simpatía con la antropología Bíblica.
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La Necesidad para una Doctrina Bíblica Sólida del Hombre
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Nuestro propósito hasta aquí ha sido desafiar el punto de vista extendido del hombre como innatamente inmortal. Aquellos que sostienen este punto de vista verán naturalmente a la muerte como que afecta sólo al hombre físico —el ego real no morirá: Meramente pasará a una existencia completamente consciente en otro plano. Consideramos que nada como esta clase de análisis del futuro del hombre es hallada en La Escritura. La esperanza Bíblica está relacionada exclusivamente a la inmortalidad como un regalo para ser conferido en el hombre mortal a través de la resurrección. La noción de la inmortalidad innata representa una interferencia peligrosa con la doctrina Bíblica de la resurrección, ciertamente con todo el plan divino para la salvación. Es un hecho poco conocido que los expertos de campos teológicos ampliamente divergentes, y que abarcan toda la historia de la Cristiandad, han expresado el más fuerte apoyo para el punto de vista Bíblico del hombre como una unidad compleja. Con todo, la teología tradicional ha sido obstaculizada tan a menudo por la influencia toda penetrante de Platonismo Agustino. Esta intrusión de una metafísica ajena debe ser tomada, creemos, seriamente. Si Pedro, el apóstol, nos insta a crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo, y si la ignorancia nos aliena de Dios (Efe. 4:18), no puede ser correcto que la creencia universalmente apreciada de la inmortalidad del alma sea admitida para que persista como una tesis de la fe Cristiana. J.A.T. Robinson dice, "descansa en suposiciones teológicas que están fundamentalmente en discordia con la doctrina Bíblica del hombre".9 Cuando la iglesia de Inglaterra produjo su plan dedicado a la memoria de William Temple, Towards The Conversión of England, se hizo la siguiente declaración (1945):
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"La indestructibilidad inherente del alma humana (o la conciencia) le debe su origen a las fuentes Griegas, no a las de la Biblia. El tema central del Nuevo Testamento es la vida eterna, no para cualquiera y todos sino el creyente en Cristo como resucitado de la tumba. La elección es antepuesta al hombre aquí y ahora". B.F.C. Atkinson hizo su contribución para el debate cuando él escribió: "Ambos, el hombre y los animales, son almas; no son criaturas bipartitas consistentes en un alma y un cuerpo que pueden ser separados y seguir subsistiendo. Su alma es el todo de ellos y comprende su cuerpo así como también sus poderes mentales. Se dice de ellos como que tienen alma, es decir, un ser consciente" (Life and Immortality, p. 2). Ha sido aceptado por mucho tiempo sin cuestionar nada que el "estado intermedio", con el cual es usual consolar al afligido, cabe naturalmente dentro del esquema escatológico de los 19 escritores Bíblicos. Causa un gran impacto emocional descubrir, por la autoridad no sólo de la Biblia, sino de tantos comentaristas autoritativos, que la noción de la conciencia incorpórea para el hombre es muy disonante realmente con el pensamiento Bíblico. Esto nos debería impedir que enseñemos a nuestros niños, y que prediquemos en los entierros, la supervivencia presente de los muertos "más allá de los cielos". Un destacado ex-Profesor de teología nos advierte que "la fe Cristiana no divide u opone el cuerpo y el alma como partes corruptibles e incorruptibles de una naturaleza híbrida. El hombre completo muere, como el Cristo completo murió, y el hombre completo será resucitado ‘en Cristo’ para la vida… La resurrección de Jesús no fue un escape del alma del cuerpo. Fue el levantamiento de uno que murió y fue sepultado" (The Belief of Christendom, John Burnaby, p. 189). Semejantes declaraciones como éstas asestan a la misma raíz de una condición intermedia consciente entre la muerte y la resurrección, pues ellas afirman que el hombre está simplemente muerto y sepultado, si bien en la custodia de Cristo, esperando una resurrección de la tumba.
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Otros Eruditos Bíblicos
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Otro erudito prominente, F.F. Bruce, no es menos enfático al afirmar que la noción de la separación del alma del cuerpo, en la cual nuestra idea del estado intermedio está fundada, es inconcebible para Pablo: Pablo evidentemente no podría contemplar la inmortalidad aparte de la resurrección; Para él, un cuerpo de alguna clase era esencial para la personalidad. Nuestro pensar tradicional acerca del alma "que nunca muere", que le debe mucho a nuestra herencia Greco-Romana, nos hace difícil imaginarnos el punto de vista de Pablo… estar sin un cuerpo de cualquier clase era un tipo de aislamiento o desnudez espiritual del cual su mente se contrajo… él no podría imaginarse la comunicación y existencia consciente con su ambiente en un estado incorpóreo (Drew Lecture on inmortality, 1970, pp. 469-471).
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Es un hecho muy singular que la única aparición en la Escritura del término Griego que denota incorporeidad ocurre en un contexto en el cual Pablo manifiesta su horror ante semejante condición. Sin embargo, estamos aparentemente comprometidos a una creencia justamente en tal estado post-mortem para el difunto. Sin duda en nuestros corazones nosotros compartimos la renuencia de Pablo para entretener seriamente la idea de la existencia consciente sin un cuerpo; pero nuestros credos parecen requerir que el difunto sea confortado inmediatamente, incluso mientras que los vivos permanecen en la carne. La pregunta de mucha importancia es si así perpetuamos una enseñanza tradicional que no puede ser lógicamente cuadrada con la enseñanza Bíblica acerca de la naturaleza del hombre y su resurrección futura de la tumba. El corazón de la consolación Bíblica para los muertos no descansa en una presente partida del alma del cuerpo, sino en una resurrección futura a la gloria. Lo que es necesario es la fe en la certeza de ese acontecimiento venidero.
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John Burnaby se refiere también al gran peligro de mantener un concepto que se desvía de la resurrección que depende en el regreso de Cristo. En lo referente al estado intermedio tradicional, él dice, "esto proporciona consuelo al individuo que encara la muerte, y aun más para aquellos que él deja atrás, los cuales deben estar carentes de la simple expectativa ’en el fin’. Pero no es fácil de combinarse con la resurrección. Pues si puedo estar con Cristo sin mi cuerpo, ¿qué propósito tiene el nuevo cuerpo cuando venga"? (The Belief of Christendom, p. 192). Sí, exactamente De hecho, sus advertencias son más que justificadas cuando uno considera que ese gran acontecimiento que señala a la resurrección, a la Parusía (la segunda venida), ha sido 20 trágicamente descuidado en mucha predicación. ¿Pudo quizás haber ocurrido esto si ese evento hubiera sido entendido, junto con el Nuevo Testamento, como el momento glorioso cuando los muertos vienen primero a la presencia de Cristo conscientemente?
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Hay por eso dos mayores dificultades en colocar sobre la base en la Escritura un estado intermedio consciente. La primera es que la posibilidad de la separación del alma del cuerpo tiene que ser importada en la Escritura. Es, como hemos visto, ajena a la esperanza de los escritores del Nuevo Testamento que buscan un clímax de la aventura Cristiana —la resurrección de todo el hombre en la venida de Cristo. La segunda es que la noción de que en la muerte la meta es lograda aparte de la resurrección en la Parusía reduce la resurrección a un mero apéndice en el esquema escatológico Cristiano. La resurrección se convierte así en una idea tardía, la Parusía, y ciertamente el Reino que debe seguirla, dejan de tener algún significado verdadero en la mente del creyente. ¿Quién negará que los resultados de un punto de vista escatológico tan empobrecido no son fácilmente reconocibles en las iglesias hoy? No es seguramente sin razón que las palabras finales de Pablo a Timoteo involucran una declaración solemne ante Dios y el Señor Jesucristo de su esperanza por la aparición del Mesías y su Reino (2 Tim. 4:1). De que esos acontecimientos, incluyendo la resurrección de los muertos, son el centro real de interés en la teología bíblica, no puede ser negado. No debe haber desviación del interés sobre un supuesto estado intermedio.
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Es la mentira de la serpiente, quien dijo: "de seguro que no morirás", que ha molestado repetidamente a mucha discusión acerca del estado de los muertos. El contraste sombrío entre la vida y la muerte ha sido empañado de tal forma en cuanto a que excluye la posibilidad de la muerte real de la personalidad. Pero la muerte en la Biblia es la cesación de la existencia consciente. ¡El cambio de rumbo de ese estado atroz sólo puede ser logrado por la resurrección de los muertos a la vida! Cualquier teología que no sostiene la resurrección en el mismo corazón de su mensaje ha perdido el contacto con la revelación Bíblica. El poder de la teología tradicional para imponerse a sí misma como el único punto de vista razonable ha significado que cualquier idea que se levanta para desafiar su supremacía aparece como un intruso no deseado.
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La negación del estado intermedio consciente antes de la resurrección ha venido a estar asociada con la mente sectaria, y no con las iglesias dominantes.10 ¿Pero estamos en lo correcto al rechazar una súplica para un regreso al pensamiento Bíblico, especialmente cuando está endosada por tantos exponentes distinguidos, incluyendo Wycliffe, Tyndale, y un montón de otros eruditos Bíblicos?