Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
Satanás desde un principio quiso ser igual a la Deidad: «seré semejante al Altísimo» (Is.14:13, 14), y bíblicamente es sabido que posee un «trono, poder y autoridad» (Ap.13:2; Mt. 4:8-9). Satanás tentó a Cristo para que se arrodillara delante de él para que le adorase (Mt.4:9; Lc.4:6, 7); si Cristo hubiese fallado, la promesa del Reino venidero sería algo imposible de cumplirse, y así Satanás reinaría siempre con maldad la Tierra. Satanás busca con muchas marrullerías y trucos sostener su trono en las tinieblas en el mundo eternamente, ya que es «el príncipe de este mundo» (Jn.14:30). Para este fin, ataca directamente al ser humano, ya que no lo puede hacer con Dios. De todo lo creado, el hombre es la obra magistral de Dios. Cuando el hombre cree en Jesucristo, recibe vida eterna y la promesa del reino terrenal futuro, asunto que no es de mucha gracia para Satanás, y es por esa razón que lo arremete con desdén e ira.
Satanás emplea una variedad de métodos sucios para lastimar y destruir al ser humano. Entre estos métodos o formas se encuentran la mentira (Jn.8:44; 2Co.11:3), la tentación (Mt.4:1), el robo (Mt.13:19), el abofetear, el hostigar (2 Co.12:7; Job. ver caps. 1 y 2), el estorbar, el impedir (Zac.3:1; 1 Ts. 2:18; Ef. 6:12), el zarandear (Lc.22:31), el imitar (2 Co.11:14, 15; Mt. 13:25), el acusar (Ap.12:9, 10), el enfermar (Lc.13:16; 1 Co.5:5), el endemoniar (Jn.13:27), el matar y el devorar (Jn.8:44; 1 P. 5:8). El creyente deberá estar avispado contra las artimañas y ataques de Satanás, y no deberá permitir que tenga ventaja sobre él porque lo hará caer en un momento dado (2 Co.2:11). El creyente deberá estar sobrio y vigilante, preparado para resistir sus embates y arterías (1 P.5:8; Ef.4:27; Stg. 4:7). El creyente carece de autoridad para hablar injurias en contra de Satanás (2.P.2:10; Jud.8, 9), en vez de esto, habrá de vestirse con la armadura de Dios para vencerle y estar firmes contra sus asechanzas (Ef.6:11).
Satanás y sus emisarios observan continuamente al pueblo de Dios cuando le adora, cuando le sirve (1 Co.11:10; 1 Co.4:9); Satanás y sus lacayos se enfrascan por molestar al creyente (Sal.78:49); tratan de separar al creyente de Cristo (Ro.8:38); impiden la buena obra de los ángeles de Dios (Dn.10:13, 20; Ap.12:7); los demonios cooperan con Satanás en todo para lograr sus fines de maldad (Mt.25:41).Entre otras cosas, Satanás y sus demonios provocan enfermedades mentales: desórdenes psicológicos como la psicosis, que es un evento psiquiátrico serio y peligroso (Mr. 5:4, 5; Lc.8:35). También Satanás y su huestes de oscuridad inducen a la impureza moral (Mt.10:1; Mr.5:13), propagan además doctrinas falsas (1 R.22:21-23; 2 Ts. 2:2; 1 Ti. 4:1).
Conocemos que los espíritus inmundos de Satanás, no solamente pueden poseer seres humanos al entrar en ellos, también lo hacen con animales (Mt.4:24; Mr.5:8-14; Lc.8:2; Hech. 8:7; 16:16). Cuando hay seguridad de posesión demoníaca, el demonio deberá expulsarse en el nombre de Jesucristo (Lc.16:17).
Satanás y sus demonios han sido usados por Dios para que cumplan sus propósitos divinos (Jue.9:23; 1 S.16:14) y los usará en la Gran Tribulación Final con ese mismo fin (Ap.9:1-12; 16:13-16). En estos tiempos, en que la maldad es suprema, Satanás y sus emisarios utilizan señales, prodigios y milagros de mentira para condenar a los incautos ignorantes, y aún a los creyentes si están desprevenidos; de esa manera, pero a una escala de proporciones increíbles, será también en la Gran Tribulación Escatológica (Ap.16:14; 2 Ts. 2:9).
Hemos podido notar, que la obra de iniquidad de Satanás y sus emisarios es bastante amplia. Satanás se encuentra muy entretenido con sus demonios engañando al mundo para condenarlo y destruirlo finalmente en el Infierno de Fuego (Mt.10:28). Satanás se ha encargado de «cegar el entendimiento de los incrédulos» para que el Evangelio de Cristo no sea comprendido para que sean salvos (2 Co.4:4). La única manera de escapar del ardid de Satanás y de sus secuaces, es conociendo la Palabra de Verdad. Para esto, deberá la persona no conversa, antes, y necesariamente, creer en Jesucristo, para que el Espíritu Santo de Dios obre en su mente instruyéndolo como nueva criatura para firmeza y seguridad contra los designios malévolos de aquel que quiere verlo en derrota y destruido. Los creyentes negligentes, deberán dejar de serlo, y la Palabra tendrá que ser leída conscientemente a diario. Sólo así se conseguirá fortaleza y luz espiritual en el cristiano débil y pasivo, sin olvidarnos de una buena dosis de oración cotidiana que le ayudará, además de la Palabra, a espantar «pájaros negros que quieran anidar en su cabeza».
Amigo, amiga, que no conocen al Cristo Salvador, yo los animo a creer en él para que sean salvos, para que no se pierdan mas tengan vida eterna (Jn.3:16). Cuando esto llegue a ser, la Palabra de Dios será entendida, toda confusión y oscuridad mortal y diabólica será desenmascarada y quitada de entre los ojos, y el caminar de ustedes será siempre para el agrado del Señor del cielo.
Dios les bendiga siempre, amados míos.