Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle (Mt.2:1-2).
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Los historiadores Josefo, Tácito y Suetonio, así como el poeta Virgilio, dieron fe en el pasado sobre la expectativa del advenimiento de un Mesías Redentor al mundo. Posiblemente este conocimiento lo hayan obtenido de los magoi que estaban familiarizados con la profecía de las Setenta Semanas de Daniel en el tiempo en que Israel se encontraba bajo el dominio Persa, dominio que inició con la deportación babilónica auspiciada por el rey pagano Nabucodonosor en el año 586 a. C. y que terminó el año 538 a.C. cuando Ciro el Grande, rey de Persia, dominaba el mundo antiguo en ese entonces, promulgando un decreto para Israel que implicaba el regreso a su país natal, dándose fin al penoso éxodo que duró 70 años y que el profeta Jeremías había profetizado atrás a un pueblo hebreo desobediente (Esd.1:1, 2; Jer.25:11). Los magoi, o «magos», como se menciona en Mt.2:1, eran sabios o videntes que provenían de las regiones de Media, en Persia. Ellos interpretaban sueños y formaban una casta sacerdotal parecida a la de los levitas de Israel. Aunque no eran reyes, como falsamente se ha creído, tenían funciones de liderazgo. Es casi seguro que los magoi conocían la profecía de las Setentas Semanas o «Setenta Hebdómadas» que hablaba de la salida de un Mesías Príncipe (el Hijo de Dios, Jesucristo) que vendría a terminar con el pecado, a expiar la iniquidad y traer justicia eterna en la tierra (Dn.9:25), pero que habría de ser muerto al finalizar la 62va Semana profética:
«Después de las sesenta y dos semanas se quitara la vida al Mesías, mas no por sí. . . » (Dn.9:26a).
Con la revelación profética de las Setenta Semanas de Daniel, para ser especifico, con las primeras Sesenta y Dos, como antes dije, los magoi con un simple cálculo matemático pudieron entender el tiempo preciso de la muerte del Mesías y así estar expectantes para el tiempo aproximado de su llegada a la tierra.
La profecía de las Setenta Semanas inicia así:
«Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos» (Dn.9:25).
El fiel Jeremías había predicado desde hace 23 años con seria advertencia a la nación de Judá que habría de ser llevada al cautiverio por setenta años a Babilonia si no desistía de sus abominables idolatrías y de sus maldades de todas clases. Nabucodonosor sería el instrumento de ira de parte de Dios para castigar a Judá. No hubo arrepentimiento en ella y sus habitantes fueron llevados encadenados a las comarcas paganas del dios Bel (Jer.25:11). Al término de los setenta años del exilio en Babilonia, el rey Ciro pone de manifiesto un decreto que promulga la liberación del pueblo israelita para el regreso a su tierra de origen (2 Cr.36:23). Pero es con Nehemías que se promulga un decreto de parte del rey Artajerjes para restaurar y reedificar Jerusalén. Este decreto se promulgó en el año veinte de su reinado, en el mes de Nisán, y corresponde al 14 de Marzo del 445 a. C. (Neh.2:1-8), tiempo que marca el comienzo de las Setenta Semanas proféticas dadas a Daniel por el ángel Gabriel (Dn.9:20-27).
Así, a partir de 445 a.C. se inicia la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén que finaliza en 49 años, tiempo que corresponde a las primeras Siete Semana de la Setenta proféticas (Dn.9:25a). Ahora, desde el tiempo que finalizó la reconstrucción de Jerusalén hasta la muerte del Mesías Príncipe, es decir, después 62va semana (que son 434 años en total, tomando en cuenta el año judío lunar de 360 días, y no el año solar gregoriano que es de 365 días) corresponde a la fecha de crucifixión de nuestro Señor Jesucristo, en el año 33 d. C. Esto colocó a los magoi en una posición expectante, esperando una señal que les mostrara con seguridad que el Mesías de Dios había nacido ya en la tierra de los hombres perdidos y que venía a darles luz gloriosa y salvadora (Jn.1:4-5, 9). Posiblemente la señal de aviso tiene relación con la profecía de Núm.24:17, por boca de Balaam, el más reconocido adivino de Oriente (Núm. cap. 22):
«Y lo veré, pero no ahora; lo contemplaré, pero no de cerca: Una estrella saldrá de Jacob, se levantará un cetro de Israel. Aplastará los sienes de Moab y los cráneos de todos los hijos de Set».
Un autor habla así a lo concerniente:
«Una estrella (kokav, heb; astron, gr., que también se usa para constelaciones, meteoros y cometas). . . Era común que los que en Mesopotamia se ocupaban de observar las estrellas usaran la palabra estrella para referirse a un rey (comp. Isa.14:12, Mat.2:2). . . ».
Así que los magoi observaron el cielo, y en un momento dado, apareció la señal de la Estrella de Oriente que anunciaba el nacimiento del Mesías Salvador en el mundo:
« ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido para adorarle» (Mt.2:2).
Podemos ver por el texto de arriba, que los magoi ignoraban el lugar del nacimiento del Mesías de tal forma que lo ignoraba Herodes el Grande cuando los magoi se lo preguntaron. Los principales sacerdotes y escribas de Israel fueron convocados por el rey Herodes para averiguar el sitio exacto del nacimiento del Mesías que se revela en la profecía de Miq. 5:2 en la ciudad de Belén Efrata y que el mismo rey Herodes lo da a conocer a los magoi al saberlo de los principales de Israel (Mt.2:3-12).
Para terminar con broche de oro, los dejo con un comentario acertado de un autor bíblico de acuerdo a lo explicado:
«Mateo demuestra que Jesús cumplía las expectativas mesiánicas tanto en cuanto al lugar de su nacimiento, Belén, como a los portadores de regalos, que eran gentiles (Sal.68:18, 29; 72:10; Is. 60:3-6), quienes iban a responder a aquel al cual los sumos sacerdotes y escribas iban a rechazar. Los magos descubrieron por fe aquello que Herodes y los líderes del judaísmo, que poseían las escrituras, pasaron por alto».
Increíble, ¿no?
Dios les bendiga siempre, mis hermanos y amigos que nos visitan siempre.
Amén.
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Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle (Mt.2:1-2).
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Los historiadores Josefo, Tácito y Suetonio, así como el poeta Virgilio, dieron fe en el pasado sobre la expectativa del advenimiento de un Mesías Redentor al mundo. Posiblemente este conocimiento lo hayan obtenido de los magoi que estaban familiarizados con la profecía de las Setenta Semanas de Daniel en el tiempo en que Israel se encontraba bajo el dominio Persa, dominio que inició con la deportación babilónica auspiciada por el rey pagano Nabucodonosor en el año 586 a. C. y que terminó el año 538 a.C. cuando Ciro el Grande, rey de Persia, dominaba el mundo antiguo en ese entonces, promulgando un decreto para Israel que implicaba el regreso a su país natal, dándose fin al penoso éxodo que duró 70 años y que el profeta Jeremías había profetizado atrás a un pueblo hebreo desobediente (Esd.1:1, 2; Jer.25:11). Los magoi, o «magos», como se menciona en Mt.2:1, eran sabios o videntes que provenían de las regiones de Media, en Persia. Ellos interpretaban sueños y formaban una casta sacerdotal parecida a la de los levitas de Israel. Aunque no eran reyes, como falsamente se ha creído, tenían funciones de liderazgo. Es casi seguro que los magoi conocían la profecía de las Setentas Semanas o «Setenta Hebdómadas» que hablaba de la salida de un Mesías Príncipe (el Hijo de Dios, Jesucristo) que vendría a terminar con el pecado, a expiar la iniquidad y traer justicia eterna en la tierra (Dn.9:25), pero que habría de ser muerto al finalizar la 62va Semana profética:
«Después de las sesenta y dos semanas se quitara la vida al Mesías, mas no por sí. . . » (Dn.9:26a).
Con la revelación profética de las Setenta Semanas de Daniel, para ser especifico, con las primeras Sesenta y Dos, como antes dije, los magoi con un simple cálculo matemático pudieron entender el tiempo preciso de la muerte del Mesías y así estar expectantes para el tiempo aproximado de su llegada a la tierra.
La profecía de las Setenta Semanas inicia así:
«Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos» (Dn.9:25).
El fiel Jeremías había predicado desde hace 23 años con seria advertencia a la nación de Judá que habría de ser llevada al cautiverio por setenta años a Babilonia si no desistía de sus abominables idolatrías y de sus maldades de todas clases. Nabucodonosor sería el instrumento de ira de parte de Dios para castigar a Judá. No hubo arrepentimiento en ella y sus habitantes fueron llevados encadenados a las comarcas paganas del dios Bel (Jer.25:11). Al término de los setenta años del exilio en Babilonia, el rey Ciro pone de manifiesto un decreto que promulga la liberación del pueblo israelita para el regreso a su tierra de origen (2 Cr.36:23). Pero es con Nehemías que se promulga un decreto de parte del rey Artajerjes para restaurar y reedificar Jerusalén. Este decreto se promulgó en el año veinte de su reinado, en el mes de Nisán, y corresponde al 14 de Marzo del 445 a. C. (Neh.2:1-8), tiempo que marca el comienzo de las Setenta Semanas proféticas dadas a Daniel por el ángel Gabriel (Dn.9:20-27).
Así, a partir de 445 a.C. se inicia la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén que finaliza en 49 años, tiempo que corresponde a las primeras Siete Semana de la Setenta proféticas (Dn.9:25a). Ahora, desde el tiempo que finalizó la reconstrucción de Jerusalén hasta la muerte del Mesías Príncipe, es decir, después 62va semana (que son 434 años en total, tomando en cuenta el año judío lunar de 360 días, y no el año solar gregoriano que es de 365 días) corresponde a la fecha de crucifixión de nuestro Señor Jesucristo, en el año 33 d. C. Esto colocó a los magoi en una posición expectante, esperando una señal que les mostrara con seguridad que el Mesías de Dios había nacido ya en la tierra de los hombres perdidos y que venía a darles luz gloriosa y salvadora (Jn.1:4-5, 9). Posiblemente la señal de aviso tiene relación con la profecía de Núm.24:17, por boca de Balaam, el más reconocido adivino de Oriente (Núm. cap. 22):
«Y lo veré, pero no ahora; lo contemplaré, pero no de cerca: Una estrella saldrá de Jacob, se levantará un cetro de Israel. Aplastará los sienes de Moab y los cráneos de todos los hijos de Set».
Un autor habla así a lo concerniente:
«Una estrella (kokav, heb; astron, gr., que también se usa para constelaciones, meteoros y cometas). . . Era común que los que en Mesopotamia se ocupaban de observar las estrellas usaran la palabra estrella para referirse a un rey (comp. Isa.14:12, Mat.2:2). . . ».
Así que los magoi observaron el cielo, y en un momento dado, apareció la señal de la Estrella de Oriente que anunciaba el nacimiento del Mesías Salvador en el mundo:
« ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido para adorarle» (Mt.2:2).
Podemos ver por el texto de arriba, que los magoi ignoraban el lugar del nacimiento del Mesías de tal forma que lo ignoraba Herodes el Grande cuando los magoi se lo preguntaron. Los principales sacerdotes y escribas de Israel fueron convocados por el rey Herodes para averiguar el sitio exacto del nacimiento del Mesías que se revela en la profecía de Miq. 5:2 en la ciudad de Belén Efrata y que el mismo rey Herodes lo da a conocer a los magoi al saberlo de los principales de Israel (Mt.2:3-12).
Para terminar con broche de oro, los dejo con un comentario acertado de un autor bíblico de acuerdo a lo explicado:
«Mateo demuestra que Jesús cumplía las expectativas mesiánicas tanto en cuanto al lugar de su nacimiento, Belén, como a los portadores de regalos, que eran gentiles (Sal.68:18, 29; 72:10; Is. 60:3-6), quienes iban a responder a aquel al cual los sumos sacerdotes y escribas iban a rechazar. Los magos descubrieron por fe aquello que Herodes y los líderes del judaísmo, que poseían las escrituras, pasaron por alto».
Increíble, ¿no?
Dios les bendiga siempre, mis hermanos y amigos que nos visitan siempre.
Amén.