“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo del altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (Apo 6:9-11).
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años (Apo 20:4).
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Si comparamos ambos textos, veremos que Juan ve sólo las almas de los mártires, de aquellos que fueron asesinados por la Palabra y el testimonio de Jesús. Nos preguntamos si Juan sólo vio a los mártires asesinados en el periodo de la gran tribulación final y no a los de las otras épocas (especialmente a los que fueron martirizados por el romanismo en la Edad Media). Y qué hay de aquellos cristianos que murieron en buena vejez, ¿acaso no aparecen sus almas bajo el altar?¿Qué pasó con esas almas? En fin, ese es un asunto para otra conversación.
Lo de Apocalipsis 6:9-11 lo explica el teólogo anglicano E.W. Bullinger, un creyente en la doctrina de la inmortalidad del alma, de la siguiente manera: “En Apoc. 6:9, este tiempo de persecución no ha llegado todavía, y aquellos que han sido decapitados son representados, por prosopopeya, como si hablaran y preguntaran… Tienen ropas blancas que les fueron dadas, y así se mantiene la prosopopeya. La palabra almas se pone aquí por sinécdoque. Además los muertos no pueden hablar. Véase Sal. 115:17; 146:4, etc” (Figuras de dicción usadas en la Biblia).
Se dice en la Biblia que la sangre de Abel clama. Es evidentemente que es una figura literaria, pues la sangre de nadie clama realmente. Del mismo modo, las almas que Juan ve bajo el altar, es una figura literaria, pues lo que hay debajo del altar es sangre, y las almas no están confinadas bajo el altar literalmente. Y así como la sangre de Abel clamaba, así mismo clamaba la sangre de los decapitados por Cristo. Todo es un cuadro simbólico que no debería confundirnos, si estamos familiarizados con la narrativa bíblica. La respuesta es que claman por venganza en la misma forma como la sangre de Abel clamaba por venganza después de que su hermano Caín lo asesinó. Dios le dijo a Caín: “Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo” (Génesis 4: 10).
Los mártires, por sí mismos, no están pidiendo venganza. En la hora de su supremo sufrimiento posiblemente murieron perdonando a sus perseguidores tal como lo hicieron Jesús y Esteban. (Véase S. Lucas 23: 34; Hechos 7: 60.) Es la monstruosa falta de humanidad de sus asesinos la que demanda castigo, que “clama a Dios” por venganza. El mero hecho de que alguien obligó a esas almas a permanecer “bajo el altar” reclama justicia.
Finalmente, si esas almas eran realmente las almas inmortales de los mártires de Cristo, ¿debemos suponer que esas almas estaban ya en el cielo y en la gloria con Dios y con Cristo?¿bajarán nuevamente para la tierra, tomando sus cuerpos humanos para luego dejarlos y volver al cielo como almas desencarnadas?… ¿A round trip ticket?