Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«La responsabilidad de demostrar que los textos no pueden ser explicados dentro de su propio contexto Judío recae sobre aquellos que creen en la preexistencia literal».
Sir. Anthony Buzzard, teólogo unitario.
Jun. 17:5 «Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese».
Cuando Cristo ora diciendo que «tuvo la gloria con el Padre antes de todas las cosas», se refiere, poéticamente hablando, a la gloria que conoció siendo un individuo humano en este mundo, entendiéndola como la que estaba preparada para él dentro del plan de Dios antes de que el cosmos infinito tuviera razón de ser. No significa una gloria vivida o experimentada por el Señor en un estado preexistente, ni tampoco indica una comunión previa de Cristo con el Padre en el tercer cielo, mucho antes de su engendramiento, sino que habla del designio preordenado, es decir, «que tuve», hëi eichon, gr., y que fue expresado de modo palpable en la resurrección gloriosa y ascenso de Cristo al cielo, quien tomó posición excelsa en este lugar a la Diestra de Dios: es por eso que dice «al lado tuyo» (para seautöi, gr.). Cristo espera con paciencia la señal del Divino para descender y establecer su gobierno mundial de mil años, para que el nombrado designio eterno, «aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fueses», sea consumado de una vez por todas. Un buen ejemplo para comprender lo ya explicado, se encuentra en Mr. 10:21. Este verso sugiere con gran claridad que aquel que sigue al Señor es poseedor, como si lo dicho por el Señor estuviera conjugado en tiempo presente, de un «tesoro en le cielo». Aquí la figura de dicción, que es proléptica, anticipa como «si ya lo tuviera», pero el cumplimiento de «tenerlo» no se llevará a cabo sino hasta que los cristianos genuinos entren al Reino milenial, que el mejor «tesoro» que cualquiera pudiera obtener:
Is. 61:4-7 «Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones. Y extranjeros apacentarán vuestras ovejas, y los extraños serán vuestros labradores y vuestros viñadores. Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados; comeréis las riquezas de las naciones, y con su gloria seréis sublimes. En lugar de vuestra doble confusión y de vuestra deshonra, os alabarán en sus heredades; por lo cual en sus tierras poseerán doble honra, y tendrán perpetuo gozo».
Este «tesoro» de “hechura” celestial habrá de ser poseído por los creyentes en el Señor, en el tiempo en que hereden la próxima tierra milenial, exactamente después de que Cristo juzgue sentado en su trono de gloria a las naciones del mundo:
Mt. 25:31-34 «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo».
Está claro que la «preordenación» de Cristo fue parte del plan de Dios establecido antes de su existir como agente humano. Esta «preordenación» ha sido siempre un punto aprobado dentro de la teología judía del Antiguo Testamento. La preexistencia literal de Cristo, por otro lado, es un asunto en la que está implicada sin lugar a dudas la filosofía griega antigua. Justino Mártir, padre de la iglesia primitiva, bajo la nefasta influencia de la religión griega, dijo que Cristo vino “por medio” de su madre, la virgen María, tomándola en este sentido como un “vehículo” para su “encarnamiento” sobrenatural. ¡Qué tan cruel falsedad tal cosa es!
La Biblia Hebrea vaticina la venida de Cristo, pero no lo hace considerándolo como un ser preexistente que estaba predestinado para dejarse ver como una persona humana.
El Nuevo Testamento, con el apóstol Juan, se muestra que Cristo existía como una idea en el corazón de Dios antes de todos los siglos. La palabra griega que nos pudo haber mostrado con certeza una literal preexistencia de Cristo, según la creencia trinitaria-pagana, no existe en realidad (prouparchon, gr.). Esta palabra nunca es aplicada para el Señor Jesús para hacer notar semejante situación. De haber sido así, compaginaríamos en este aspecto con la doctrina trinitaria.
Dios les bendiga siempre.
Referencias:
Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento.
De A.T. Robertson.
Reina Valera 1960.
La Doctrina de la Trinidad:
La Herida Auto Infligida del Cristianismo.
De Sir. Anthony Buzzard.