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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

sábado, 10 de mayo de 2008

LO MATERIAL POR LO ESPIRITUAL


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

La teología de la prosperidad, es una doctrina tóxica nueva, por su aparición temprana, un tósigo letal y corrosivo como el álcali y que ha incursionado para provocar lesiones graves en los corazones de los que se hacen partícipes de ella en el ámbito cristiano: «Promueve la búsqueda primera de las añadiduras, luego, el Reino de Dios y su justicia, y muchas veces, éste último, de errada manera». Se centraliza en desacreditar la soberanía divina, haciendo de Dios un medio para la conquista, el logro, de los deseos y caprichos del corazón, «que es más engañoso y perverso que toda las cosas» como dijo el profeta Jeremías (Jer.17:9), y máxime cuando no está cimentado en las Palabra del Bendito Hacedor. El carácter santo del Señor, que no tienen sombra de variación, inmutable por su perfecta naturaleza, inquebrantable como la roca en las decisiones ya establecidas en su asombroso pensamiento y que son infinitamente correctas (Stg.1:17), es entendido mal y Dios es concebido como un esclavo al que hay que pedirle indiscriminadamente todo antojo, como se le pide al fabuloso genio de la lámpara que está dispuesto, obligadamente, a cumplir lo que venga en mente de la persona que le ordena. En esta posición se encuentra el creyente terrenal y embaucado delante de Dios que perversamente anhela lo que el mundo ama:

«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor al padre no está en él» (1 Jn.2:16).

El concepto de: «si algo pidieres en mi nombre, yo lo haré», se encuentra incorrectamente determinado en las mentes de millones que profesan el cristianismo (Jn.14:14). Esta teología, también es conocida como la teología de la «súper fe», que no tiene nada de bíblica. La fe divina, la verdadera, no es como la fe que expone la teología de la prosperidad (de la perversidad para ser más exactos). Dice la Palabra, que la fe « es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (He.11:1), debiéndose entender, que su relación es ajena con los deseos carnales que incitan la búsqueda vana de las cosas materiales, que no procede para el crecimiento espiritual, sino que por su esencia, a la mundanalidad solamente, y Dios, aquí, es la llave perfecta para su cumplimiento. No hay nada de mal en orar por el «pan de cada día» (justamente lo que se requiere para que nuestras necesidades básicas sean suplidas), lo malo, es que esto se ha hecho un extremo y una doctrina «cabeza» en las Iglesias cristianas (Y sin temor a equivocarme, miles y miles de Iglesias en todo el mundo se atiborran por esta sencilla razón):

«Respondió Jesús y les dijo: «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis» (Jn.6:26).

La fe bíblica, que es el sustantivo más propio para el verbo creer (Fe es pistis, en griego, y creer es pisteuein, en el mismo idioma), es la que tiene certidumbre en las promesas de Dios, como es la heredad terrenal que recibirán los creyentes en el futuro, punto principal, y de consecuencia final y duradera como resultado de la salvación (1 de Jn.1:25; Mt.5:5; 2 P. 3:15), a pesar de las pruebas y tentaciones más terribles y de las aflicciones más severas (Jn.16:33; Stg.1:12). Cuando Santiago se refiere a que se «pida con fe no dudando nada» (Stg.1:6) se trata de lo que estipula la voluntad divina (1 Jn.3:22). Para tristeza y desgracia, en la teología de la prosperidad, se promueve el pedir, generalmente, para deleites carnales y egoístas, promoción razonablemente fuera de la Gracia y de la voluntad celestial (Stg.4:2). La fe bíblica, es la que vence las dificultades (He.11:29-38), y la condición para este efecto, es el estar bien arraigado en la Palabra verdadera, sin esperanzarse, principalmente, en situaciones materiales efímeras y pasajeras, porque «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt.4:4). La decadencia hogaño en el cristiano promedio, se encuentra en su alcance mal logrado por las cosas fútiles del mundo (1 Jn.2:16, 17). Mucha de la culpa la tienen los líderes de la teología de la prosperidad que los han hecho encallar en esta posición naturalmente mundana. Nuestra fe deberá ser aquella misma que percibe a un Dios como diseñador perfecto del vasto e infinito universo (He.11:3), la que vence al mundo, a pesar de nuestras dificultades (1 Jn.5:5), allí radica la victoria del creyente, en el fundamento de la Palabra que da fortaleza y no en las alternativas que el mundo ofrece y que son promovidas por los «amos de la prosperidad». Cuando el neófito o el de tiempo largo en un cristianismo nada ortodoxo no reciben lo que prometen los maestros de la prosperidad pueden llegar a decepcionarse pudiendo ellos caer en estados condenatorios por una culpabilidad tomada: La excusa es, dicen los falsos maestros, que no hay la suficiente «fe» que logre mover el corazón de Dios para «llenarles la vida» de riquezas o de sanidades corporales. O a la manera farisaica, que se encuentran abrigando un pecado grave que les impide obtener lo que sólo merecen «los que están sentados con los príncipes del pueblo de Dios». Cristo fue claro en decir, que en los últimos tiempos la maldad aumentaría, y parte de ella la tenemos proyectada en esta clase de doctrinas heréticas que preparan a muchos a la eterna perdición. Los maestros de la prosperidad, no se tientan el corazón para pedir tributos financieros a las ignorantes ovejas que pastorean, haciéndolas creer que con sus aportes monetarios Dios habrá de darles más por «complacerse» con semejante acción, que es grotesca y torcida doctrinalmente hablando. Con sinceridad pura, únicamente es una gran mentira. El maquillaje es bueno: doctrina divina más materialismo, sincretismo perfecto que se acomoda de manera suave y agradable en los recónditos lugares y oscuros del corazón enfermo por el pecado (Me refiero a la mayor partes de los que profesan el cristianismo, porque «muchos son llamados y pocos los escogidos», según Mt.22:14.

Hombres como Hagin, Hinn, Cash Luna, Copeland, Price, han levantado un indigno pedestal para el verdadero cristianismo, una ofensa a Dios por esta herejía ventajosa y egoísta que han infiltrado magistralmente en las filas cristianas, llevando a los creyentes fríos e indecisos por el sendero de la negra fatalidad que culminará en el Lago de Fuego mañana, en el futuro. Y para terminar, los dejo con los siguientes versículos para reflexión:

«Yo conozco tus obras, que ni eres frió ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo» (Ap.2:15, 16).

Dios les bendiga siempre.