Mezcla de Platonismo y Aristotelismo.
La tradición católica ha tomado muchos elementos del pensamiento Griego al pensar el alma. Ha tomado algo del dualismo platónico, al formular filosóficamente la idea de alma en sí misma. Y, desde santo Tomás de Aquino, ha tomado de Aristóteles la fórmula hilemórfica para entender la relación del alma con el cuerpo. Pero cree que el hombre es alma y cuerpo. Se separa de la idea de Platón de que el hombre alcanza su plenitud sin el cuerpo. Y se separa de Aristóteles cuando pensaba que el alma era mortal y ponía el fundamento de la inteligencia en otra instancia (nous). La tradición católica supone que el alma pervive tras la muerte y que realiza tanto la función de animar el cuerpo como la de entender. De esta manera combina la tesis de Platón y la de Aristóteles. Pero hay algo más. Se puede apreciar al pensar lo que el catolicismo cree sobre la muerte y la condición del alma separada.
A diferencia del platonismo, la tradición católica no quita ninguna dramaticidad a la muerte, que es considerada ‑en sí misma‑ no una liberación, sino una tragedia para la naturaleza humana. La muerte es consecuencia del pecado. La posición tradicional, que formula santo Tomás de Aquino, tiene ya una raigambre bíblica. El hombre es mortal por su corporalidad, sujeta a posible descomposición, pero, como está llamado a vivir cerca de Dios y, en esa misma medida, a tener una vida inmortal, Dios lo quiso en un ambiente especial (el paraíso, con el árbol de la vida del Génesis). De esta manera, se deja entender que la mortalidad es condición de la naturaleza en sí misma, y que la inmortalidad es un don querido por Dios y añadido a la naturaleza. Tras el pecado, el hombre queda privado de este don y abandonado a su naturaleza física.Hay que leer la idea católica sobre la muerte bajo esta perspectiva. Esto provoca, inevitablemente, una idea menos optimista con respecto a la situación del alma separada. En la platónica, el alma alcanza un cierto estado de plenitud por el solo hecho de separarse del cuerpo y, sobre todo, por la contemplación que entonces le es posible. En la católica, la plenitud se alcanza tras la resurrección, y la gloria se vive con el cuerpo. La pervivencia del alma católica no es como la platónica. En la platónica, es plenitud, en el católica es una situación antinatural: el alma ha sido hecha para el cuerpo. Pervive tras la muerte, pero en su existencia y en su psicología depende enteramente de Dios.
Según la tradición católica, la pervivencia tras la muerte es un fenómeno escatológico. Los que mueren no quedan en un estado de pervivencia puramente natural, sino que pasan a estar delante de Dios para un juicio en su presencia, que merece un estado de bienaventuranza, de condenación o de purificación. No podemos imaginar cómo se realiza esto. Pero los bienaventurados—según el romanismo- están como personas, como sujetos delante de un Dios, que es “tripersonal”, y que «no es Dios de muertos, sino de vivos» (Mc 12, 27). Y que, desde entonces, esperan la resurrección, porque están llamados a ella para vivir en plenitud.