“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” — Apocalipsis 14:6
LA PALABRA EVANGELIO significa buenas nuevas. El ángel que anunció el nacimiento de Jesús a los pastores dijo, “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:10, 11) Este ángel, al igual que el ángel de nuestro texto arriba, declara que las buenas nuevas son para todo pueblo.
El Apóstol Pablo nos informa que el Evangelio fue predicado de antemano a Abrahán, cuando recibió la promesa de que por medio de su simiente todas las familias de la tierra serían bendecidas. (Gen. 12:3; 22:18) Pablo explica que la “simiente” mencionada en la promesa a Abrahán fue en realidad Cristo. (Gal. 3:8, 16) Así que vemos que hubo una garantía de bendiciones para toda la humanidad en la declaración original del Evangelio hecha a Abrahán. Cuando vino la Simiente, y su nacimiento fue anunciado por el ángel, las buenas nuevas no fueron restringidas de ninguna manera — todavía fueron “buenas nuevas” a “todo pueblo.”
Pablo provee aun más información vital tocante al plan de salvación de Dios que la Biblia describe con el uso de la palabra Evangelio. Él escribió, “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” Y añade, “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gal. 3:27, 29) Hay testimonio bíblico muy abundante asegurándonos que los seguidores fieles del Maestro se asociarán con él en la gloria de su reino, y en este versículo, Pablo explica que ellos también son parte de la Simiente prometida de Abrahán. Esto significa que la iglesia verdadera, con Jesús como su Cabeza, será el canal de bendición a “todas las familias de la tierra.”
Un rasgo esencial del plan de Dios es la obra redentora de Jesús por medio de la Simiente que bendecirá todas las naciones. Fue necesario que Jesús muriera como el Redentor del hombre, si no, las bendiciones prometidas de vida no podrían alcanzar a la humanidad porque todos estaban bajo la condenación de la muerte por causa de Adán. Puesto que Jesús si murió para redimir al mundo, Pablo pudo escribir, “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” — 1 Cor. 15:22
LA PALABRA EVANGELIO significa buenas nuevas. El ángel que anunció el nacimiento de Jesús a los pastores dijo, “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:10, 11) Este ángel, al igual que el ángel de nuestro texto arriba, declara que las buenas nuevas son para todo pueblo.
El Apóstol Pablo nos informa que el Evangelio fue predicado de antemano a Abrahán, cuando recibió la promesa de que por medio de su simiente todas las familias de la tierra serían bendecidas. (Gen. 12:3; 22:18) Pablo explica que la “simiente” mencionada en la promesa a Abrahán fue en realidad Cristo. (Gal. 3:8, 16) Así que vemos que hubo una garantía de bendiciones para toda la humanidad en la declaración original del Evangelio hecha a Abrahán. Cuando vino la Simiente, y su nacimiento fue anunciado por el ángel, las buenas nuevas no fueron restringidas de ninguna manera — todavía fueron “buenas nuevas” a “todo pueblo.”
Pablo provee aun más información vital tocante al plan de salvación de Dios que la Biblia describe con el uso de la palabra Evangelio. Él escribió, “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” Y añade, “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gal. 3:27, 29) Hay testimonio bíblico muy abundante asegurándonos que los seguidores fieles del Maestro se asociarán con él en la gloria de su reino, y en este versículo, Pablo explica que ellos también son parte de la Simiente prometida de Abrahán. Esto significa que la iglesia verdadera, con Jesús como su Cabeza, será el canal de bendición a “todas las familias de la tierra.”
Un rasgo esencial del plan de Dios es la obra redentora de Jesús por medio de la Simiente que bendecirá todas las naciones. Fue necesario que Jesús muriera como el Redentor del hombre, si no, las bendiciones prometidas de vida no podrían alcanzar a la humanidad porque todos estaban bajo la condenación de la muerte por causa de Adán. Puesto que Jesús si murió para redimir al mundo, Pablo pudo escribir, “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” — 1 Cor. 15:22
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Ya que los seguidores verdaderos de Jesús se asociarán con él como el canal de bendición para todo el mundo, las Escrituras revelan que la obra de bendición no empezará hasta que todos ellos hayan sido llamados y se hayan probados dignos. Se dice de ellos que son “llamados y elegidos y fieles.” Pedro habla de ellos como los que han hecho firmes su “vocación y elección,” y, por eso, tienen una entrada abundante en el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. — Apoc. 17:14; 2 Ped. 1:10, 11
Los primeros discípulos, al hacerse seguidores de Jesús, lo hicieron con la creencia que él fue el Mesías prometido, el gran rey que vendría para establecer un reino mundial. (Isa. 9:6, 7) Tuvieron razón, pero fueron equivocados al creer que el reino predicho se establecería de inmediato. Jesús corrigió este punto de vista para ellos al relatar una parábola acerca de un hombre noble, que se fue a un “país lejano” para recibir un reino y volver. (Luc. 19:11, 12) De esto, es claro que Cristo no supuso establecer su reino hasta que volviera de ese “país lejano”, es decir, el cielo. Esto, por supuesto, tendría lugar durante su Segundo Advenimiento.
Por eso, debemos esperar un cumplimiento de las promesas de Dios para bendecir a “todas las familias de la tierra” por medio de la Simiente de Abrahán solamente después del regreso de nuestro Señor. Muchos estudiantes de la Biblia han perdido de vista este hecho, y han adoptado un punto de vista restringido de que no habrá ninguna oportunidad para aceptar a Cristo y ser bendecido después de su regreso. En vez de regocijarse en anticipación del cumplimiento de las promesas de Dios en cuanto a la bendición de las personas bajo la gobernación del reino de Cristo, algunos han llegado a creer, y enseñar, que la tierra será un desierto desolado durante los mil años cuando Cristo y sus santos estén reinando sobre ella.
www.yeshuahamashiaj.org
www.elevangeliodelreino.org
Ya que los seguidores verdaderos de Jesús se asociarán con él como el canal de bendición para todo el mundo, las Escrituras revelan que la obra de bendición no empezará hasta que todos ellos hayan sido llamados y se hayan probados dignos. Se dice de ellos que son “llamados y elegidos y fieles.” Pedro habla de ellos como los que han hecho firmes su “vocación y elección,” y, por eso, tienen una entrada abundante en el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. — Apoc. 17:14; 2 Ped. 1:10, 11
Los primeros discípulos, al hacerse seguidores de Jesús, lo hicieron con la creencia que él fue el Mesías prometido, el gran rey que vendría para establecer un reino mundial. (Isa. 9:6, 7) Tuvieron razón, pero fueron equivocados al creer que el reino predicho se establecería de inmediato. Jesús corrigió este punto de vista para ellos al relatar una parábola acerca de un hombre noble, que se fue a un “país lejano” para recibir un reino y volver. (Luc. 19:11, 12) De esto, es claro que Cristo no supuso establecer su reino hasta que volviera de ese “país lejano”, es decir, el cielo. Esto, por supuesto, tendría lugar durante su Segundo Advenimiento.
Por eso, debemos esperar un cumplimiento de las promesas de Dios para bendecir a “todas las familias de la tierra” por medio de la Simiente de Abrahán solamente después del regreso de nuestro Señor. Muchos estudiantes de la Biblia han perdido de vista este hecho, y han adoptado un punto de vista restringido de que no habrá ninguna oportunidad para aceptar a Cristo y ser bendecido después de su regreso. En vez de regocijarse en anticipación del cumplimiento de las promesas de Dios en cuanto a la bendición de las personas bajo la gobernación del reino de Cristo, algunos han llegado a creer, y enseñar, que la tierra será un desierto desolado durante los mil años cuando Cristo y sus santos estén reinando sobre ella.
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