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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

domingo, 17 de junio de 2012

EL BAUTISMO

Como uno que ha aprendido casi todo al ser retado sobre varios temas bíblicos por 40 años, me aventuro a estimular el pensamiento de algunos colegas creyentes sobre la cuestión del bautismo.
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Estos son amigos, cuyo celo por la Biblia es indudable, y que han sido aleccionados que el bautismo en agua es un ritual sin sentido que no es aplicable ahora a los cristianos.
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El argumento ha sido expresado de esta manera: “Hay dos bautismos principales en el Nuevo Testamento: a) el bautismo en agua iniciado por medio de Juan el Bautista; b) bautismo en el espíritu- --el bautismo con que Jesucristo bautiza y que lo convierte a alguno en Cristiano.”
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Observen cuidadosamente la declaración de arriba. No es una cuenta justa de lo que la Biblia enseña. Hay un factor principal perdido. Los hechos son que Jesús también bautizó en agua. Hay por tanto tres bautismos, no dos: a) el bautismo en agua de Juan; b) el bautismo autorizado por Jesús; c) el bautismo en el espíritu.
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Todos están familiarizados con el bautismo de Juan. Este claramente ha sido proseguido por el bautismo Cristiano (Hechos 19:1-7). El bautismo Cristiano Apostólico es ambos por agua y por el espíritu. En Juan 4:1,2 aprendemos que “Jesús estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan (aunque Jesús mismo no estaba bautizando, sino que sus discípulos lo estuvieron haciendo).” Juan 3:22 dice que “Jesús y sus discípulos vinieron a la tierra de Judea, y allí Jesús estaba pasando el tiempo con ellos y bautizando.” No hay duda por tanto que Jesús bautizaba en agua (aunque el acto de inmersión fue llevado a cabo por sus agentes, los discípulos). Esta ceremonia de iniciación fue bautismo llevado a cabo por Jesús---Bautismo Cristiano en agua.
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La gran comisión manda que los discípulos hasta el fin de la era vayan a todas las naciones y enseñen lo que sea que Jesús enseñó. Parte de ese proceso de discipulado ordenado es “bautizándolos en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Ese es un claro mandato proveniente de los labios de Jesús, y constituye un elemento esencial de las órdenes de marcha de la iglesia.
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Los Apóstoles claramente lo entendieron de esa forma. La solicitud de Pedro a su audiencia del primer siglo no se ha convertido en obsoleto: “Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). La iniciación típica dentro de la iglesia es por el arrepentimiento, creyendo en el evangelio del Reino y en el nombre de Jesucristo y el bautismo en agua. Hechos 8:12 provee un credo claro: “Cuando creyeron a Felipe que proclamaba el Evangelio acerca del Reino y el nombre de Jesucristo, ellos fueron bautizados, ambos hombres y mujeres.”
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Como para no dejar ninguna posibilidad de escapatoria, Lucas informa que incluso después de la recepción del espíritu Santo, los gentiles debían ser bautizados en agua. Esto fue expresamente ordenado por Pedro, quien estaba concientemente siguiendo las órdenes de Jesús en Mateo 28. El los llamó para el agua y “les ordenó a que se bautizaran los que habían recibido el espíritu santo” (Hechos 10:47,48). Cuando Pablo descubrió a convertidos que habían recibido solo el bautismo de Juan, él inmediatamente les administró el bautismo de agua Cristiano en el nombre del Señor Jesús (Hechos 19:5). La iglesia del Nuevo Testamento ciertamente no enseñó que ese bautismo del espíritu reemplazó al bautismo de agua Cristiano. Los dos anduvieron juntos como una manera estándar o patrón por la cual una persona es unida al cuerpo de Cristo. Más tarde en su carrera Pedro pudo aún hablar del “bautismo que nos salva”, como “una petición de Dios para una buena conciencia” (1Pedro 3:21). Por supuesto, nadie está sugiriendo que hay algo “mágico” en el agua. Lo que cuenta es la sumisión como un niño a la ordenanza prescrita por Jesús. Es un simple asunto de obediencia y obediencia es fundamental para la fe, “la obediencia de fe.” “Aquel que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no podrá ver la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
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El bautismo sin una persistente continuación en la vida cristiana no puede salvar más a la persona que una decisión antigua que no es seguida por un compromiso para toda la vida. La salvación es por gracia y fe, que significa también (en las palabras de Pablo) “obediencia de corazón a esa forma de doctrina a la cual fuisteis entregados” (Rom. 6:17). Esa doctrina incluye el bautismo. Esta forma de 56 invitar a los conversos a volverse cristianos es una parte de lo que significó la salvación por fe para los Apóstoles. Ellos inculcaron la “obediencia de fe” por todas partes Romanos 1:5; 16:26).
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Dios nos ha dado un procedimiento correcto para la admisión a Su iglesia. El bautismo en agua es una renunciación pública del pecado y una determinación de servir a Dios y al Mesías. Las etiquetas como “ordenanza carnal” o “legalismo” distorsionan la enseñanza apostólica acerca del bautismo en agua cristiano. Jesús mismo fue bautizado en agua (Lucas 3:21). El hizo y bautizó a conversos (Juan 4:1), y ordenó a sus seguidores a hacer y bautizar conversos (Mat. 28:19,20) hasta su regreso en el fin de la era.
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No hay necesidad para la división o diferencia sobre este mismo asunto simple, el cual no ha sido un tema problemático por muchos siglos para millones de lectores bíblicos, y miles de comentaristas entrenados en la Escritura.
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Los evangélicos reconocen que la petición de Pedro para el arrepentimiento y el bautismo es asombrosamente diferente de las modernas fórmulas evangélicas. Escribiendo sobre “Conversión en la Biblia,” R.T. France señala que:
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Nuestra tendencia de ver el bautismo como una opción simbólica extra, o como un abochornamiento por la inclusión de un acto físico como parte del proceso espiritual de conversión, contrasta con el lenguaje profundamente “realista” del Nuevo Testamento sobre el significado salvador del bautismo (e.g., Juan 3:5; Rom. 6:3,4; Gál. 3:27; Col. 2:12; Tit. 3:5; 1 Pet. 3:20-21). Mientras que no hay terrenos en el Nuevo Testamento para creer que el bautismo por sí mismo hace a una persona cristiana, la idea de un cristiano no bautizado es igualmente ajena a su pensamiento. “Sin él (bautismo) un creyente no entraba a la comunidad de fe primitiva” (S. Smalley).83 Apelamos, por tanto, a nuestros colegas estudiantes de la Biblia que han sido atrapados en el punto de vista “espiritual” falso de que el acto físico del bautismo no es parte del discipulado Cristiano a que reconsideren el asunto. Fueron los Gnósticos quienes crearon la división errada entre lo que es físico y lo que es espiritual. Los Apóstoles, al ordenar el bautismo en agua, fueron obedientes, como debiéramos de serlo nosotros, al mandamiento de Cristo. Y el reconocimiento del Señorío de Jesús es el corazón de lo que significa ser un creyente. No hay una confesión genuina de Jesús como Señor sin obediencia (Rom. 10:9).
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A. Buzzard, Teologo Unitario.