Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, [recibirá cien veces más], y heredará la vida eterna» (Mt.19:29).
De acuerdo a la Biblia, las recompensas no serán equitativas para todos los que ingresen en el Reino Milenario, como «reyes y sacerdotes» de Cristo (Ap.1:5-6). La parábola de las Diez Minas explica que algunas personas tendrán autoridad sobre [diez ciudades]; otros, sobre [cinco]. De tal manera que las personas asignadas como reyes en el Milenio, no poseerán, entre unas y otras, el mismo poder para gobernar. El grado de fidelidad del creyente, será cardinal para la poca o abundante recompensa en el futuro Reinado de Cristo en el mundo:
«Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades» (Lc.19:12-19).
Podemos apreciar una perfecta vincluación de estos versos con los que presento a continuación, con respecto al grado de recompensas que se otorgarán en nuestro, y tantas veces mencionado, Reino:
«Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego» (1 Co.3:11-16).
Cuando Cristo regrese por segunda vez, juzgará las naciones del mundo, en el llamado «juicio de las naciones», para juzgar a justos como a injustos (véase por favor Mt.25:31-46, y en el Antiguo Testamento Jl.3:2, 11-12). En los textos de arriba, de 1 a los Corintios, este [juicio], o parte de éste, mejor dicho, porque se juzagrá a las «ovejas» y a las «cabras» (Mt.25:32-33), le corresponde únicamente a los creyentes. En Ro.14:10 se mencionan varios puntos de importancia a cerca de las características de este juicio (bema, gr.) que se efectuará después de la gran tribulación final, «de aquellos días» (Mt.24:29-30): Sólo aparecerán ante él las personas que tengan el fundamento espiritual adecuado sobre el cual edificar la vida. El fundamento, es, naturalmente, Cristo (1 Co.3:11). Una vez colocado el fundamento, los creyentes levantan sobre éste, con el paso del tiempo, una estructura poderosa y estable, conforme Dios se los permita, ya que las capacidades del creyente para servir al Señor no son idénticamente proporcionales. Dicha estructura poderosa, o superestructura, consta en cosas de valor y perdurables como son oro, plata, piedras preciosas; o de cosas con un valor insignificante y efímeras como madrea, heno, hojarasca (1 Co.3:12). Cuando el Hijo de Dios retorne al mundo, expondrá la obra de cada creyente: «Y el fuego la probará». «Aquellas obras cristianas que tengan valor permenente subsistirán y formarán la base de la recompensa (1 Co.3:14). Las que no tengan valor serán en definitiva, desechadas. La consecuencia de esto, una recompensa reducida, aunque la persona, «será salva» (1 Co. 3:15).
Para terminar, los dejo con un oportuno comentario del Dr. Stanton Richardson:
«El creyente no será juzgado con respecto a sus pecados (Jn.5:24); pero cuando Cristo regrese, el creyente será juzgado en cuanto al uso que le ha dado a sus talentos (Mt.25:14-30), a la inversión de las minas (Lc. 19:11-27), y al aprovechamiento de las oportunidades que se le han encomendado» (Mt.20:1-6).
Así que, hermanos míos, a predicar arduamente el Evangelio de Cristo, para merecer las mejores recompensas cuando hayan sido incoporados al maravilloso Reino de Dios en la tierra milenaria.
Texto de reflexión:
«Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo» (Mt.25:34).
Dios les bendiga siempre, y muchas gracias por su fina atención.
Referencias:
Reina Valera 1960.
Biblia de Estudio, Siglo XXI, RVA.
Manual de Teología Bíblica. Dr. Stanton Richardson.
«Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, [recibirá cien veces más], y heredará la vida eterna» (Mt.19:29).
De acuerdo a la Biblia, las recompensas no serán equitativas para todos los que ingresen en el Reino Milenario, como «reyes y sacerdotes» de Cristo (Ap.1:5-6). La parábola de las Diez Minas explica que algunas personas tendrán autoridad sobre [diez ciudades]; otros, sobre [cinco]. De tal manera que las personas asignadas como reyes en el Milenio, no poseerán, entre unas y otras, el mismo poder para gobernar. El grado de fidelidad del creyente, será cardinal para la poca o abundante recompensa en el futuro Reinado de Cristo en el mundo:
«Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades» (Lc.19:12-19).
Podemos apreciar una perfecta vincluación de estos versos con los que presento a continuación, con respecto al grado de recompensas que se otorgarán en nuestro, y tantas veces mencionado, Reino:
«Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego» (1 Co.3:11-16).
Cuando Cristo regrese por segunda vez, juzgará las naciones del mundo, en el llamado «juicio de las naciones», para juzgar a justos como a injustos (véase por favor Mt.25:31-46, y en el Antiguo Testamento Jl.3:2, 11-12). En los textos de arriba, de 1 a los Corintios, este [juicio], o parte de éste, mejor dicho, porque se juzagrá a las «ovejas» y a las «cabras» (Mt.25:32-33), le corresponde únicamente a los creyentes. En Ro.14:10 se mencionan varios puntos de importancia a cerca de las características de este juicio (bema, gr.) que se efectuará después de la gran tribulación final, «de aquellos días» (Mt.24:29-30): Sólo aparecerán ante él las personas que tengan el fundamento espiritual adecuado sobre el cual edificar la vida. El fundamento, es, naturalmente, Cristo (1 Co.3:11). Una vez colocado el fundamento, los creyentes levantan sobre éste, con el paso del tiempo, una estructura poderosa y estable, conforme Dios se los permita, ya que las capacidades del creyente para servir al Señor no son idénticamente proporcionales. Dicha estructura poderosa, o superestructura, consta en cosas de valor y perdurables como son oro, plata, piedras preciosas; o de cosas con un valor insignificante y efímeras como madrea, heno, hojarasca (1 Co.3:12). Cuando el Hijo de Dios retorne al mundo, expondrá la obra de cada creyente: «Y el fuego la probará». «Aquellas obras cristianas que tengan valor permenente subsistirán y formarán la base de la recompensa (1 Co.3:14). Las que no tengan valor serán en definitiva, desechadas. La consecuencia de esto, una recompensa reducida, aunque la persona, «será salva» (1 Co. 3:15).
Para terminar, los dejo con un oportuno comentario del Dr. Stanton Richardson:
«El creyente no será juzgado con respecto a sus pecados (Jn.5:24); pero cuando Cristo regrese, el creyente será juzgado en cuanto al uso que le ha dado a sus talentos (Mt.25:14-30), a la inversión de las minas (Lc. 19:11-27), y al aprovechamiento de las oportunidades que se le han encomendado» (Mt.20:1-6).
Así que, hermanos míos, a predicar arduamente el Evangelio de Cristo, para merecer las mejores recompensas cuando hayan sido incoporados al maravilloso Reino de Dios en la tierra milenaria.
Texto de reflexión:
«Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo» (Mt.25:34).
Dios les bendiga siempre, y muchas gracias por su fina atención.
Referencias:
Reina Valera 1960.
Biblia de Estudio, Siglo XXI, RVA.
Manual de Teología Bíblica. Dr. Stanton Richardson.