Sal. 8:3-4 «Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?».
A decir verdad, la teoría de la evolución, no es una a la que deberíamos de llamar como científica, más bien, por sus caraterísticas, tendríamos que verla como una religión, como una doctrina. Sus ideas se fundamentan en meras suposiciones, y no en hechos verídicos o comprbados.
Mientras la ciencia, en muchas de sus ramas, da sobradas pruebas y evidencias fidedignas a través de la objetividad del método científico, el “evolucionismo ateo”, que aprueba tal método, no ha sido capaz de sustentar sus extravagantes conjeturas como reales, porque le es inviable aplicarlo para sus propósitos: el resultado, un empirismo irrevocable, como el de la medicina alternativa, como el de la vieja alquimia; de tal forma, que lo que defiende, no deja de ser algo groseramente insostenible.
El método científico procede a dar testimonio incuestionable de lo que presume al reproducir, dentro de sus reglas y normas establecidas, un fenómeno palpable y visible, dándole un valor racionalmente genuino; se le estima, por lo tanto, como científico.
El evolucionismo, como las filosofía seglar y la astrología, preconcibe lo falso y lo eyecta convencido como cierto, en su nebulosa pretensión. Ningún científico puede asegurar con certidumbre, por ejemplo, que el universo se originó como producto de una “gran explosión” (Big Bang) hace unos 15 0 20 billones de años. En primer lugar, porque jamás estuvo allí para averiguarlo. Una parte del método científico, es la observación. La observación consiste en un examen crítico y cuidadoso de los fenómenos, notando y analizando los diferentes factores y circunstancias que parecen influenciarlos. ¿Cómo sostener con solidez la teoría de una explosión cósmica qué supone el origen de todas las cosas, sin qué nadie la haya presenciado? Sin la observación, el método científico se derrumba para verificar hechos concretos.
La Biblia describe el acto de la creación desde la perspectiva de «alguien» que se halla en la superficie de la tierra, mirando con lujo de detalle los acontecimientos de cada día. Por otra parte, no es posible repetir este hecho, el supuesto Big Bang, con el método científico, ni tan siquiera a menor escala, para confirmar su veracidad. La premisa para que este “suceso cosmológico” sea con propiedad aceptado como uno científico, es que su «fenomenología», de inicio hasta el final, sea repetida ordenadamente. ¿Hay manera de ratificar con exactitud qué hace 65 millones de años un asteroide de dimensiones colosales destruyó casi la totalidad de la vida del planeta tierra? La respuesta es, ¡no! ¿Tiene la tierra 4.5 billones de años? ¿Hay pruebas fehacientes de esto, conforme los lineamientos del método científico? Las contestación a estas dos preguntas, sale por mucho, sobrando.
La verdadera evidencia científica se encuentra ahora, en el presente, y no en el pasado. Los huesos de fósiles nos hablan de animales que una vez estuvieron vivos en la tierra, pero no nos dicen que sus dueños caminaron sobre ella hace “millones de años”. Como la evolución es un sistema de doctrinas no demostradas, queda anulada como científica. La evolución, es, indudablemente, por esto, una religión, porque es un «sistema de creencias que se apoya o se mantienen con fervor y fe»» (Diccionario Weber).
La columna geológica y la Biblia.
Chales Lylle (1797-1875), en su obra «Principios de la Geología», expuso que la corteza terrestre se hallaba estructurada por una “columna geológica” que se dividía en 4 “eras”, y cada “era” subdividida en varios estratos a los que llamó “períodos”. Para Lylle, estos estratos se disponían secuencialmente, depositados unos sobre otros, de manera que los estratos más antiguos estaban asentados primeramente, mientras los más recientes o tardíos, en las capas superiores. Esa idea, que parece tan convincente es su lógica y apariencia, en realidad, no es más que una descomunal patraña. Por ejemplo: se ha verificado que los estratos del Gran Cañon del Colorado, únicamente se aprecian la mitad de éstos. Casi el 77 por ciento de la superficie continental y del fondo marino carece de siete o más estratos. El 94 por ciento carece de tres o más estratos. El 96 por ciento, hasta un estrato le hace falta. La superficie terrestre tienen sus estratos mal definidos, al menos en un 0.4%. Es claro que la sucesión de estratos no es «homóloga» en los diferentes lugares de la tierra, quedando demostrado con esto que la “columna estratográfica” es una maligna fullería que ha reinado poderosa, y no se diga, en las escuelas donde van nuestros amados hijos. Un producto de las mentes elucubradoras y volantes de ciertos hombres que pratican una ciencia sin bases, que no se tientan el corazón para nada... deshonestos a más no poder. Pero vendrá la hora en que Dios, un día, los pondrá en el sitio que merecen; ya lo verán, de persistir confundiendo y engañando con monumental cuento a las pobres gentes.
La Biblia nos muestra que el universo, sus planetas, sus lumbreras, la tierra, la vida animal y vegetal, por supuesto, el hombre, fueron creados por Dios en «seis días» (Gen. 1:1-31). La tierra y sus estratos, sus cordilleras, sus elevaciones rocosas, sus continentes, todos sus relieves, son el resultado actual de una catástrofe mundial que ocurrió hace aproximadamente unos 3000 años a. C. No es necesario que hayan pasado miles y miles de años para que los estratos terrestres se hayan configurado por completo, como lo proponen los pseudocientíficos “evolucionistas”. Se observa una rápida formación de estratos después de notables inundaciones, en los lechos de los ríos desbordados. El Monte Santa Helena, el 18 de Mayo de 1980, dio una pronta formación de estratos , después que hubo hecho erupción. Es muy importante comentar, que la fosilización, la formación de yacimientos de petróleo, de carbón y gas, a partir de materia orgánica, como son de animales, plantas y vegetales, sólo se llevaría a cabo en una inmediata superposición de estratos que frenara su descomposición. El depósito lento, gradual, de estratos, por millones de años, no ocasiona fosilización de elementos orgánicos. Gracias.
Textos de reflexión: Gen. 1:1 «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Sal. 14:1 «Dice el necio en su corazón: No hay Dios». Sal. 90:2 «Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios». Ro. 1:20 «Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa».
Fuentes: «La Mentira: La Evolución». Ken Ham.
«La Columna Geológica». Dr. Ernesto Contreras.
«Reina Valera 1960».
«Biblia de Estudio Siglo XXI, RVA».
«Holger H. Veintimilla». Estudiante universitario de la Facultad de Ciencias Administrativas de la Universidad Central del Ecuador.