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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

domingo, 6 de marzo de 2011

CUAL ES EL VERDADERO EVANGELIO EN HECH. 8:3, 4, Y 12?

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)

“Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes ANUNCIANDO EL EVANGELIO. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, LES PREDICABA A CRISTO. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hechos 8:3, 4 y 12).

Estimados amigos, les invito a leer todo el capítulo 8 de Hechos, pero en especial, los versos 3, 4 y 12, porque en estos tres versos se hacen alusiones al evangelio predicado por los primeros cristianos.

Noten ustedes que el verso 3 dice que discípulos estaban predicando EL EVANGELIO, sin decir precisamente qué evangelio era. En cambio, en el verso 4, se nos dice que Felipe individualmente estaba predicando A CRISTO. ¿Es Cristo el evangelio, entonces? ¡No necesariamente! Recordemos que él mismo apareció entre los suyos, predicándoles el evangelio del Reino de Dios, y no su persona como tal (Lc. 4:43).

Nótese que aquí hay dos situaciones diferentes: Una es la de los discípulos en general, y la otra es la de Felipe. Los discípulos predicaban el evangelio, sin que se nos revele qué contenía ese mensaje o evangelio que predicaban; y la otra es la de Felipe, que predicaba a Cristo, sin decirnos tampoco que Cristo era el evangelio.

Luego Tenemos el verso 12, en donde se especifica más sobre el contenido de la predicación de Felipe, y que Lucas llama “EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS y el nombre de Jesucristo”.

Pareciera, por tanto, que para el evangelista Lucas, predicar a Cristo equivalía a predicar el evangelio del Reino y el nombre de Jesucristo. En otras palabras, que predicar a Cristo es predicar su evangelio del Reino, y las cosas concernientes a su nombre. Y por el nombre de Jesucristo yo me imagino a la misma persona de Jesucristo como Rey del Reino y el Salvador del mundo (incluido, por supuesto, su muerte en la cruz, su sepultura, y su resurrección al tercer día para la remisión de nuestros pecados—1 Cor. 15:1-5).