1 Corintios 6:2: “Ustedes saben que los santos gobernarán el mundo, verdad?” (Versión Estándar Internacional)
Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
El plan de Dios para los que reciben a Jesús
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En este pasaje de 1 Corintios 6:2, el vocablo frecuentemente usado para κρινοῦσιν (krinousin) es “juzgarán” y no “gobernarán”. Sin embargo, esta palabra “juzgarán” no sólo implica un acto de juzgar propiamente dicho, como cuando Salomón juzgaba los asuntos internos de la nación, sino que además implica ejercer la gobernación, en este caso, en el reino de David, que es el reino de Dios (1 Cró. 28:5). Salomón era juez y rey, y ejercía justicia y domino soberano sobre su pueblo. Es por eso que la Versión Estándar Internacional vierte correctamente el pasaje de 1 Corintios 6:2 como “gobernarán”.
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En el apócrifo de Sabiduría se lee:
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“Ellos regirán las naciones, y tendrán dominio sobre el pueblo, y Su Señor reinará para siempre” (Sabiduría 3:8).
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Esto concuerda perfectamente con Daniel 7:27, donde se lee:
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“Y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán”.
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Así que los santos que juzgarán el mundo, también lo regirán, pues Daniel es claro cuando dice que estos santos recibirán el reino, y el dominio y la majestad. Es decir, no sólo Jesús será Su Majestad en el reino, sino también sus colaboradores ungidos que recibirán la Majestad, el reino y el dominio para regir igualmente el mundo en su reino.
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Cristo repartirá ciudades enteras para ser regidas por sus santos siervos
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En la famosa parábola de las diez minas, Jesús se enfoca en el tema de su retorno para recompensar a sus siervos por la labor realizada durante su ausencia. El nos dice en esta parábola, que al volver, él les tomará cuentas a sus siervos sobre la forma cómo ellos habían negociado sus minas que se les había confiado para multiplicar. Aquellos que recibieron 10 minas y devolvieron 10 minas más, fueron retribuidos con el domino sobre 10 ciudades. Aquellos que habían recibido 5 minas y reprodujeron 5 minas más, recibieron como recompensa la autoridad sobre cinco ciudades. Y por supuesto aquellos que no produjeron nada, no recibieron nada, y además de eso fueron castigados por su desidia o indolencia (Lucas 19:11-27).
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Aquí, en esta parábola, no hay nada que nos insinúe un premio o retribución diferente de aquel que Jesús llama “autoridad sobre naciones”. Aquí no vemos al Señor entregándoles a algunos siervos la entrada al reino como meros súbditos que no regirán absolutamente nada y a otros siervos que son elevados como autoridades que reciben poder y majestad de reyes. O se obtiene autoridad, o simplemente se termina como los siervos inútiles e incompetentes que no merecen recibir nada sino el despido de la casa.
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En Apocalipsis 2:26 Juan escribe lo siguiente: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré AUTORIDAD sobre las naciones”. Aquí no se dice que algunos de los que venzan tendrán autoridad sobre las naciones, sino a todo aquel que venciere. ¿Pero que hay que vencer? La respuesta la da Pablo de manera muy simple: “No seas vencido de lo malo, sino VENCE con el bien el mal” (Romanos 12:21). Así que aquellos que vencen el mal con el bien, y guardan las obras que Jesús obró, tendrán autoridad sobre las naciones. Estos son los que la Biblia llama “santos”. Y Juan dice: ¿Quién es el que VENCE al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Juan 5:5). Así que vencer al mundo para Juan es vencer el mal para Pablo. En buena cuenta, los creyentes, para poder ganar autoridad en el reino de Dios, deben vencer el mal que hay en el mundo, pues sabemos todo el mundo yace bajo el poder del maligno (1 Juan 5:19, 2 Cor. 4:4).
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¿Y quiénes son los santos que gobernarán en el reino?
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Habíamos visto al comienzo de este estudio que los santos recibirán el reino y gobernarán el mundo entero. Ahora bien, es importante tomar nota que la Biblia no dice que sólo una parte de los santos reinarán con Cristo sino TODOS los santos.
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Para el catolicismo romano, y los Testigos de Jehová, los santos son sólo una élite escogida o predestinada de entre todos los fieles para una misión especial. Sin embargo, la Biblia dice que todos los que son miembros de la iglesia son santos, personas que aún son imperfectas pero que están siendo perfeccionadas día a día por creyentes “maduros”, llamados pastores y ancianos (Efesios 4:11,12).
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Pablo dice que quien no sigue la paz y la santidad no verá al Señor (Heb. 12:14), lo que equivale a no ver la vida (Juan 3:36). Estos santos son personas con el corazón limpio, y por eso verán a Dios (Mateo 5:8). Si alguno dice no ser un santo, entonces lo que está reconociendo es que no tiene un corazón limpio, porque seguramente aún sigue en sus andanzas pasadas. En resumen, los santos no son otros que aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Apo. 14:12). Pero si alguno dice que no ha alcanzado el “nivel” de santidad requerido por Dios, lo que está afirmando es que no ha llegado al punto de guardar todo los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Es simplemente un cristiano mediocre, uno que es tibio, digno de que Dios le vomite de su boca (Apo. 3:16).
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Recuerden esto, si los santos son sólo algunos cristianos piadosos o devotos, personas notables seleccionadas para funcionar como mediadores o como autoridades en la jerarquía divina, entonces sólo estos notables podrán hoy y siempre leer o escuchar la primera carta de Pablo a los Tesalonicenses, pues el apóstol manda “…que esta carta se lea a todos los SANTOS hermanos” (1 Tes. 5:27).
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Estamos demostrando que todos los cristianos son santos aunque aún necesiten ser perfeccionados por los líderes. Eso lo leímos en la carta de Pablo a los Efesios 4:11,12, versículos clave que demuestran que un santo es un individuo que va creciendo hasta alcanzar la estatura de Cristo (Efesios 4:13).
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También vimos que sólo los santos verán a Dios, y dijimos que ver a Dios equivale a ver la vida, y la salvación misma (ver Mateo 5:8; Juan 3:36; Judas 1:3). Así que si alguno que se llama cristiano dice no ser un santo de Dios, no podrá ver a Dios, y que es lo mismo que no ver la vida y la salvación.
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Recordemos que la iglesia del Señor es santa, pues así lo dijo Pablo a los efesios con estas palabras: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese SANTA y sin mancha” (Efesios 5:26,27). ¿Pero es la iglesia sólo el clero católico o la clase “ungida” de los Testigos de Jehová, los llamados 144,000 o “manada pequeña”? ¡Pues claro que no! En Hechos 2:41 leemos: “Así que, los que recibieron su palabra fueron BAUTIZADOS; y se AÑADIERON aquel día como tres mil personas. ¿A dónde fueron añadidas estas 3,000 personas que fueron bautizadas por haber creído en la palabra del reino? Dice el verso 47: “Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor AÑADÍA cada día A LA IGLESIA los que habían de ser salvos. Y si estos individuos bautizados fueron añadidos a la iglesia santa, entonces estos creyentes venían a ser miembros santos del cuerpo santo (= iglesia santa) de Cristo.
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Lo sorprendente del caso es que todos los católicos y testigos de Jehová practicantes han sido bautizados para supuestamente pertenecer a la congregación o iglesia santa que han elegido. ¿Cómo es que ahora ellos nos dicen que no todos los devotos cristianos son santos? ¿Cómo se puede ser un cristiano practicante y no un santo? ¿Cómo se puede ser miembro de una iglesia santa sin ser un santo? ¿Acaso la iglesia santa no es la misma santa membresía? Se supone que el cristiano que practica su fe es un hombre que vive en rectitud, y no en las corrupciones pasadas que lo convertían en un enemigo de Dios y de Cristo.
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Finalmente, nótese que Hechos 2:37 se nos informa también que los que se bautizaban para ser miembros de la iglesia serían salvos. Esto quiere decir que sólo siendo parte del cuerpo de Cristo (la iglesia) se puede obtener la salvación que traerá Cristo en su segunda venida (Heb. 9:28, 1 Pedro 1:5). No hay otra forma.
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Concluimos, entonces, que la iglesia santa está llamada a reinar con Cristo en su reino milenario de justicia sobre los sobrevivientes de todas las naciones que serán aún mortales (Zac. 14:16). Estos necesitarán ser regidos con “vara de hierro”, o con mano firme, pues aún no son personas mansas y humildes de corazón como para heredar el reino como inmortales, ya que requerirán ser probados aún para hacerse merecedores de la inmortalidad al final de los mil años.