Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Introducción
Introducción
El mensaje central que Jesús vino a anunciar por encargo de Su Padre fue ‘el reino de Dios’, un gobierno divino universal justo y perfecto que traerá la paz y la justicia eterna a la humanidad (ver Lucas 4:43). En Daniel 7 tenemos la visión que recibió el profeta Daniel de un Mesías triunfante que es traído ante la presencia de Dios (el Anciano de días) y honrado con la entrega de dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran…un reino que nunca será destruido (v.14). Pedro dice que Cristo fue coronado, después de haber padecido, muerto, sepultado y resucitado de entre los muertos en victoria. Dice el escritor de Hebreos, así: “…a Jesús, coronado de …” gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte” (Hebreos 2:9). Tome nota que Cristo no fue glorificado sin méritos, sino más bien A CAUSA (¡así dice el texto!) de haber padecido hasta su muerte. Y en Filipenses 2:8,9, leemos: “…y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual (¡o por esta razón!) Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”. Así que nuestro Señor hizo méritos propios para ser exaltado hasta lo Sumo, un hecho que pone en aprietos a los trinitarios que creen que Cristo era Dios mismo antes de ser un hombre, excelso hasta lo Sumo como la Segunda persona de la Trinidad.
La glorificación y reinado de los santos
Luego, a su debido momento, todos aquellos que recibieron con alegría el mensaje del reino (el evangelio) y se apartaron del mundo para vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios, serán igualmente honrados con la entrega y participación de este glorioso reino del cielo una vez que hayan demostrado ser dignos de él por sus propios padecimientos. El verso 18 dice muy claramente: “Después recibieron el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre”. El verso 22 dice: “…y se dio el juicio a los santos del Altísimo, y llegó el tiempo, y los santos del Altísimo recibieron el reino”. Así que los santos, es decir, los fieles, recibirán el reino una vez que se les juzgue dignos.
Padecimientos antes de recibir el Reino
Sin duda alguna, los creyentes reciben el reino después de que el rey Soberano, el Señor Jesucristo, lo haya recibido, y no sin antes haber padecido como él padeció (“la participación de sus padecimientos” –Fil. 3:10). Así que si padecemos con Cristo y vencemos, seremos dignos de su reino como reyes y sacerdotes, o como los otros “cristos” o ungidos que lo asistirán en su gobernación mundial. Dice Pedro, así: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna (su reino) en Jesucristo, después de que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10).
Los primeros cristianos jamás creyeron que la vida cristiana sería un lecho de rosas, o que sería una existencia libre de penurias, pruebas y luchas constantes. Al contrario, ellos sabían que sus principales enemigos serían el mundo, la carne y el diablo, los cuales serían sus obstáculos constantes en su derrotero hacia la meta gloriosa. Así lo confirmó Pablo en Hechos 14:22, cuando escribió: “… Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Así que para entrar en el reino es necesario padecer, soportar y vencer una serie de tribulaciones que el diablo y sus agentes angélicos y humanos nos pongan en el camino.
Cristianos confortables
Sin embargo, muchos cristianos no desean padecer, y buscan confundirse con el mundo, viviendo como los infieles, haciéndose amigos de los pecadores impenitentes para evitar la mofa, los agravios y todas las contrariedades que se suscitan por causa de la santidad (separación del mundo). Incluso teólogos cristianos han inventado la tesis de un rapto pre-tribulacional para justificar un pueril escape de las horrendas tribulaciones venideras que deben sobrevenir sobre este mundo y sobre los fieles. Estos cristianos indolentes se olvidan que millones de sus colegas cristianos durante los últimos veinte siglos han padecido horrendas persecuciones y tribulaciones por su fe hasta el final de sus vidas. Pero ellos no quieren afrontar sus propias pruebas que se les advierte que padecerán por causa de la justicia. Y lo más grave de todo es que ellos están empujando a millones de cristianos a bajar la guardia, a sentirse confiados y seguros de que “volarán” de este mundo antes de que aparezca el hombre de pecado, el anticristo, el hijo de Satán. Estos creyentes no se están preparando mentalmente y espiritualmente para soportar las pruebas, alimentando su fe y su conocimiento del Señor.
Pero si los primeros cristianos sufrieron espantosamente a manos de sus viles detractores, ¿por qué tendría que ser diferente con la iglesia de los últimos días?¿No parecería ser Yahweh un Dios injusto al permitir el escape de los cristianos contemporáneos y no de los primitivos?¿Y qué diremos de todos aquellos cristianos que murieron bajo la autoridad de Roma a través de su “Santa Inquisición”? Si ellos no escaparán a su fatal y cruel destino, ¿por qué tendría que lograrlo la iglesia contemporánea a través de un rapto secreto?
Debemos tomar conciencia de que el premio de la vida eterna en el reino de Cristo es un regalo de Dios, pero se requiere que hagamos mucho de nuestra parte, es decir, trabajar perseverantemente para nuestra salvación. Y recuerde que salvación es entrar al reino de Dios con vida eterna (Véase Mateo 19:16-25). Usted y yo debemos, entretanto, estar buscando y pidiendo por la venida del reino de Dios a la tierra (Mat. 6:10,33), pues ésta es la verdadera esperanza que Dios tiene reservada para todos los que le aman de todo corazón. ¿Lo está haciendo usted así?