Mientras el Imperio gasta y debe gastar más de un trillón de dólares en sus guerras, el pueblo de Estados Unidos paga las consecuencias. Jamás desde la Gran Depresión que comenzó con el crash bancario de 1929, un gobierno ha sido más enemigo del pueblo, ni más hostil al trabajador, ni más amigo del que explota el trabajo.
Se han eliminado programas sociales que existían desde la época de Franklyn Delano Roosevelt que han afectado la salud, la educación, la familia, las artes, las investigaciones científicas, el cuidado de los niños, y se están gastando los fondos del Seguro Social, con lo que se pone en peligro el retiro de los que hoy aún trabajan y de los que ya lo disfrutan después de haber trabajado toda una vida.
Los salarios se han mantenido fijos por muchos años, pero los precios de todo se han duplicado y triplicado –comida, medicina, alquiler, ropa, gasolina, seguros obligatorios, transporte, diversiones, etc–, por lo que, en rigor, el salario es la mitad o la tercera parte de lo que era hace unos años.
Cientos de miles de personas han perdido sus casas, que financiaban con el banco, y otros tantos las viviendas que alquilaban, por lo que la población desamparada –homeless— ha llegado a límites históricos (Nota: un diario de Miami publicó ayer, 15 de julio del 2,010, en cintillo desplegado de primera, “Un millón de casas serán reposeídas”).
El delito, violento o no, ha aumentado en forma alarmante. Los jueces, fiscales y abogados defensores no dan abasto. Las cárceles están repletas. La inseguridad en las calles es la peor desde la era de Al Capone. Graves secuestros y asaltos bestiales suceden ahora todos los días. La policía de varias ciudades ha amenazado con irse a la huelga porque sus miembros están trabajando muchas horas, de día y de noche, y tienen que hacerlo con sueño … con el sueño “americano”.
Se han eliminado programas sociales que existían desde la época de Franklyn Delano Roosevelt que han afectado la salud, la educación, la familia, las artes, las investigaciones científicas, el cuidado de los niños, y se están gastando los fondos del Seguro Social, con lo que se pone en peligro el retiro de los que hoy aún trabajan y de los que ya lo disfrutan después de haber trabajado toda una vida.
Los salarios se han mantenido fijos por muchos años, pero los precios de todo se han duplicado y triplicado –comida, medicina, alquiler, ropa, gasolina, seguros obligatorios, transporte, diversiones, etc–, por lo que, en rigor, el salario es la mitad o la tercera parte de lo que era hace unos años.
Cientos de miles de personas han perdido sus casas, que financiaban con el banco, y otros tantos las viviendas que alquilaban, por lo que la población desamparada –homeless— ha llegado a límites históricos (Nota: un diario de Miami publicó ayer, 15 de julio del 2,010, en cintillo desplegado de primera, “Un millón de casas serán reposeídas”).
El delito, violento o no, ha aumentado en forma alarmante. Los jueces, fiscales y abogados defensores no dan abasto. Las cárceles están repletas. La inseguridad en las calles es la peor desde la era de Al Capone. Graves secuestros y asaltos bestiales suceden ahora todos los días. La policía de varias ciudades ha amenazado con irse a la huelga porque sus miembros están trabajando muchas horas, de día y de noche, y tienen que hacerlo con sueño … con el sueño “americano”.