Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«Prefiero hacerme de enemigos para seguir siendo amigo de Dios».
El método literal se define como:
«el método de interpretación que da a cada palabra el mismo significado básico y exacto que se le daría en su uso normal, ordinario, acostumbrado, bien sea empleado en escrito, al hablar o al pensar. Se le denomina método gramático-histórico para hacer hincapié en el hecho de que el significado debe determinarse tanto por sus consideraciones gramaticales como históricas».
Hay poderosos argumentos que demuestran que el método literal es el más indicado para la interpretación bíblica. Bernard Ramm nos los simplifica como sigue:
«Que el significado literal de las oraciones es la forma normal de todos los idiomas».
«Que todos los significados secundarios de documentos, parábolas, tipos, alegorías y símbolos dependen para su propia [existencia], del significado literal de los términos».
«Que la mayor parte de la Biblia tiene sentido adecuado cuando se interpreta literalmente».
«Que el enfoque literal no descarta ciegamente las figuras de dicción, símbolos, alegorías y tipos; sino, que, si la naturaleza de la oración así lo requiere, fácilmente acepta el segundo sentido».
«Que este método es el único obstáculo cuerdo y seguro para las imaginaciones del hombre».
«Que este método es el úncio cónsono con la naturaleza de la inspiración. La inspiración plenaria de la Biblia enseña que el espíritu santo guió a los hombres a la verdad y los apartó del error. En este proceso, el espíritu santo uso el lenguaje y las uniades del lenguaje (como significado, no como sonido) que son las palabras y los pensamientos. El pensamiento es el hilo que hilvana las palabras unas con otras. Por lo tanto, nuestra exégesis misma debe comenzar con un estudio de las palabras y gramática, los dos fundamentos de todo discurso significativo».
Teniendo en cuenta esta [definción], se comprenderá que las cuestiones espirituales auténticas tendrán como producto un significado literal para que puedan consolidarse como tales. La Biblia está saturada de simbolismos y de figuras literarias que auxilian al estudiante serio a entender mucho mejor el mensaje de Dios en su Palabra. Cuando se alegorizan las figuras literarias y los símbolos hallados en la Biblia se pierde el significado correcto de lo que Dios desea trasmitir. Si somos atentos, en el libro de Apocalipsis el ángel celestial descifra él mismo los símbolos llana y objetivamente para que sean entendidos de modo fácil. Para esto, mírese para que no le quepa la menor duda al amable lector Ap. 1:20; 11:8; 12:9; 17:12, 15.
.
La efectividad del simbolismo se hace manifiesta cuando la interpretación se efectúa literalmente y no simbólicamente, porque de ser de esta última manera el mensaje permanecerá en su totalidad nublado y confuso. En en libro de Apocalipsis se utilizan números para esclarecer un misterio. En éste libro de revelaciones del porvenir encontramos los números 2, 3, 3½, 4, 5, 6, 7, 10, 12, 24, 42, 144, 666, 1000, 1260, 1600, 7000, 12000, 100.000, y 200.000. El significado de dichos números se expone con literalidad. No es posible alegorizarlos, al menos de que exista una indiscutible y evidente razón para tomar otro camino interpretativo. Hay reglas precisas para el caso.
Habrá de tenerse en mente que la interpretación bíblica se realizará de acuerdo al ambiente literario, histórico, cultural y teológico de lo que se intenta o desea [interpretar]. Por ejemplo: el libro de Apocalipsis está destinado a «las siete iglesias de Asia» que aparecen simbolizadas por «siete candeleros». «Los ángeles» o mensajeros humanos que presiden estas iglesias, lo están por «siete estrellas». Son «siete mil personas» las que mueren en el terremoto de Ap. 11:3. Son «dos testigos» los que profetizarán por «1260 días», es decir, por «tres años y medio» de los «siete» que componen la gran tribulación final. Estos tres años y medio es «el tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo» que Juan menciona en Ap.12:14, los «42 meses» de Ap. 13:4 (véase además Dn. 7:25). En el libro de Daniel la gran tribulación escatológica corresponde a la «septuagésima semana» o última semana de las «setenta» profetizadas por el ángel (Dn. 9:24-27). El anticristo final romperá con el pacto hecho con Israel en los últimos tres años y medio de la gran tribulación, es decir, en la «mitad de la septuagésima semana» (mírese para esto Dn. 9:27). «La bestia (que representa en esta figura grotesca la persona del anticristo y su reinado de tinieblas) que sale del mar» tiene «siete cabezas». Cada «cabeza» representa un «reino terenal» (ver Ap. 13:1; 17:9), así como los «diez cuernos» que están en la cabeza de la bestia representan literalmente «diez naciones» del mundo, «naciones» que serán coalicionadas políticamente en un súper imperio por el anticristo escatólogico un poco antes del derrumbamiento de los sistemas mundiales, en la parusía del Señor (Ap. 17:12, 13; Ap. cap. 19). Es importante que el amable lector lea los textos para que corrobore con certeza lo que se escribe en este interesante artículo. Aunque hay más ejemplos, éstos pocos nos ofrecen una idea muy transparente que la numerología habida en la Bblia es una que comúnmente posee un significado literal.
Los símbolos en la Biblia, como son los representados por animales, cosas y objetos, son propios de lenguaje figurado y cuya interpretación deberá ser completamente literal. Esto es igual para los números.
El símbolo es una figura de dicción, una forma literaria que quiere comunicar algo. Los símbolos representan situaciones materiales diferentes y conocidas por los hombres (oso, llaves, seres vivientes, bestia, cuernos, diademas, trueno, rana, granizo, león, mujer, montes, hierbas, langostas, leopardo, lluvia de fuego, cordero, etc.) con el propósito que se asimile una verdad ética, moral, y espirtual.
El éter pestilente de la escuela alegórica de Alejandría se escabulló con gran disimulo y discreción en el cristianismo. Esta escuela resguardó celosamente los mortales engendros dogmáticos de la filosofía griega, producto de las elucubraciones metafíscas de la mentes paganas e inconversas que vinieron a dar un sincretismo que prevalece exultante hasta estos días de la era moderna cuando se mezclaron desde un principio con la santas verdades escriturales. La distrosión fue terrible, y el catolicismo y el protestantismo se regocijaron entenebrecidos en ella.
La escela alegórica de Alejandría concibió pésimamente el simbolismo bíblico. El simbolismo fue despojado de su literalidad, siendo desbocado a una espirtualización extravagante, indecifrable y contradictoria. El método alegórico privó a la Biblia de sus realidad históricas más importantes, relegándolas con descuido a un plano de menor relevancia, desatendiéndolas con crueldad, degenerando su sentido literal al intentar buscar un signifcado más profundo en la espiritualización. Todo terminó en un fabuloso misticismo ilógico e inconsecuente.
La escuela de Alejandría fue escalonada hacia la cumbre del heretismo por Clemente de Alejandría y Orígenes. El pensamiento de Tyconio, donatista y alegorizador del siglo IV de nuestra era, fue asido por Agustín de Hipona que tergiversó el sentido literal del reinado milenario de Cristo en la tierra por uno espiritual (Sal. 2; Mt. 5:5; Ap. 20.4, 6). Con esto, la doctrina amilenarista se cristaliza con empecinada solidez, desalojando el premilenarismo de la Iglesia prístina. Su auge ha sido muy impresionante y su constancia duradera con el paso de los siglos. Los mil años para Agustín fueron “indefinidos” y no una cantidad númerica de [inicio y conclusión] (Ap. 20:2, 3, 7).
Agustín no concibió dos resurrecciones físicas venideras, para justos e injustos, sino una “general” (Ap. 20:11-15), ya que espiritualizó a su caprichoso antojo Ap. 20: 5, 6. De paso, “encerró al diablo en el abismo” mientras destruía y pervertía al mundo con magistral farsa (Lc. 22:3; Jn. 8:44; 10:10; 1 P. 5:8; 2 Co. 2:11; 4:4).
¡Qué pasmosa y desatinada contrariedad!
Los dejo con un excelente comentario de un reconocido teólogo:
«Por cuanto Dios dio su Palabra como revelación al hombre, es de esperarse que su revelación fuese dada en términos tan exactos y específicos que sus pensamientos fueron comunicados y comprendidos con exactitud cuando fuesen interpretados de acuerdo a las leyes de la gramática y dicción. Tal presunta evidencia favorece la [interpretación literal], ya que el método alegórico de interpretación nublaría el significado del mensaje dado por Dios a los hombres».
Que Dios les bendiga siempre.
[ ] . . . énfasis míos.
Referencias:
«Eventos del Porvenir». J. Dwight Pentecost.
«Apocalipsis: La Consumación del Plan Eterno de Dios».
Evis L. Carballosa.
«La Enciclopedia Católica».
«Prefiero hacerme de enemigos para seguir siendo amigo de Dios».
El método literal se define como:
«el método de interpretación que da a cada palabra el mismo significado básico y exacto que se le daría en su uso normal, ordinario, acostumbrado, bien sea empleado en escrito, al hablar o al pensar. Se le denomina método gramático-histórico para hacer hincapié en el hecho de que el significado debe determinarse tanto por sus consideraciones gramaticales como históricas».
Hay poderosos argumentos que demuestran que el método literal es el más indicado para la interpretación bíblica. Bernard Ramm nos los simplifica como sigue:
«Que el significado literal de las oraciones es la forma normal de todos los idiomas».
«Que todos los significados secundarios de documentos, parábolas, tipos, alegorías y símbolos dependen para su propia [existencia], del significado literal de los términos».
«Que la mayor parte de la Biblia tiene sentido adecuado cuando se interpreta literalmente».
«Que el enfoque literal no descarta ciegamente las figuras de dicción, símbolos, alegorías y tipos; sino, que, si la naturaleza de la oración así lo requiere, fácilmente acepta el segundo sentido».
«Que este método es el único obstáculo cuerdo y seguro para las imaginaciones del hombre».
«Que este método es el úncio cónsono con la naturaleza de la inspiración. La inspiración plenaria de la Biblia enseña que el espíritu santo guió a los hombres a la verdad y los apartó del error. En este proceso, el espíritu santo uso el lenguaje y las uniades del lenguaje (como significado, no como sonido) que son las palabras y los pensamientos. El pensamiento es el hilo que hilvana las palabras unas con otras. Por lo tanto, nuestra exégesis misma debe comenzar con un estudio de las palabras y gramática, los dos fundamentos de todo discurso significativo».
Teniendo en cuenta esta [definción], se comprenderá que las cuestiones espirituales auténticas tendrán como producto un significado literal para que puedan consolidarse como tales. La Biblia está saturada de simbolismos y de figuras literarias que auxilian al estudiante serio a entender mucho mejor el mensaje de Dios en su Palabra. Cuando se alegorizan las figuras literarias y los símbolos hallados en la Biblia se pierde el significado correcto de lo que Dios desea trasmitir. Si somos atentos, en el libro de Apocalipsis el ángel celestial descifra él mismo los símbolos llana y objetivamente para que sean entendidos de modo fácil. Para esto, mírese para que no le quepa la menor duda al amable lector Ap. 1:20; 11:8; 12:9; 17:12, 15.
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La efectividad del simbolismo se hace manifiesta cuando la interpretación se efectúa literalmente y no simbólicamente, porque de ser de esta última manera el mensaje permanecerá en su totalidad nublado y confuso. En en libro de Apocalipsis se utilizan números para esclarecer un misterio. En éste libro de revelaciones del porvenir encontramos los números 2, 3, 3½, 4, 5, 6, 7, 10, 12, 24, 42, 144, 666, 1000, 1260, 1600, 7000, 12000, 100.000, y 200.000. El significado de dichos números se expone con literalidad. No es posible alegorizarlos, al menos de que exista una indiscutible y evidente razón para tomar otro camino interpretativo. Hay reglas precisas para el caso.
Habrá de tenerse en mente que la interpretación bíblica se realizará de acuerdo al ambiente literario, histórico, cultural y teológico de lo que se intenta o desea [interpretar]. Por ejemplo: el libro de Apocalipsis está destinado a «las siete iglesias de Asia» que aparecen simbolizadas por «siete candeleros». «Los ángeles» o mensajeros humanos que presiden estas iglesias, lo están por «siete estrellas». Son «siete mil personas» las que mueren en el terremoto de Ap. 11:3. Son «dos testigos» los que profetizarán por «1260 días», es decir, por «tres años y medio» de los «siete» que componen la gran tribulación final. Estos tres años y medio es «el tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo» que Juan menciona en Ap.12:14, los «42 meses» de Ap. 13:4 (véase además Dn. 7:25). En el libro de Daniel la gran tribulación escatológica corresponde a la «septuagésima semana» o última semana de las «setenta» profetizadas por el ángel (Dn. 9:24-27). El anticristo final romperá con el pacto hecho con Israel en los últimos tres años y medio de la gran tribulación, es decir, en la «mitad de la septuagésima semana» (mírese para esto Dn. 9:27). «La bestia (que representa en esta figura grotesca la persona del anticristo y su reinado de tinieblas) que sale del mar» tiene «siete cabezas». Cada «cabeza» representa un «reino terenal» (ver Ap. 13:1; 17:9), así como los «diez cuernos» que están en la cabeza de la bestia representan literalmente «diez naciones» del mundo, «naciones» que serán coalicionadas políticamente en un súper imperio por el anticristo escatólogico un poco antes del derrumbamiento de los sistemas mundiales, en la parusía del Señor (Ap. 17:12, 13; Ap. cap. 19). Es importante que el amable lector lea los textos para que corrobore con certeza lo que se escribe en este interesante artículo. Aunque hay más ejemplos, éstos pocos nos ofrecen una idea muy transparente que la numerología habida en la Bblia es una que comúnmente posee un significado literal.
Los símbolos en la Biblia, como son los representados por animales, cosas y objetos, son propios de lenguaje figurado y cuya interpretación deberá ser completamente literal. Esto es igual para los números.
El símbolo es una figura de dicción, una forma literaria que quiere comunicar algo. Los símbolos representan situaciones materiales diferentes y conocidas por los hombres (oso, llaves, seres vivientes, bestia, cuernos, diademas, trueno, rana, granizo, león, mujer, montes, hierbas, langostas, leopardo, lluvia de fuego, cordero, etc.) con el propósito que se asimile una verdad ética, moral, y espirtual.
El éter pestilente de la escuela alegórica de Alejandría se escabulló con gran disimulo y discreción en el cristianismo. Esta escuela resguardó celosamente los mortales engendros dogmáticos de la filosofía griega, producto de las elucubraciones metafíscas de la mentes paganas e inconversas que vinieron a dar un sincretismo que prevalece exultante hasta estos días de la era moderna cuando se mezclaron desde un principio con la santas verdades escriturales. La distrosión fue terrible, y el catolicismo y el protestantismo se regocijaron entenebrecidos en ella.
La escela alegórica de Alejandría concibió pésimamente el simbolismo bíblico. El simbolismo fue despojado de su literalidad, siendo desbocado a una espirtualización extravagante, indecifrable y contradictoria. El método alegórico privó a la Biblia de sus realidad históricas más importantes, relegándolas con descuido a un plano de menor relevancia, desatendiéndolas con crueldad, degenerando su sentido literal al intentar buscar un signifcado más profundo en la espiritualización. Todo terminó en un fabuloso misticismo ilógico e inconsecuente.
La escuela de Alejandría fue escalonada hacia la cumbre del heretismo por Clemente de Alejandría y Orígenes. El pensamiento de Tyconio, donatista y alegorizador del siglo IV de nuestra era, fue asido por Agustín de Hipona que tergiversó el sentido literal del reinado milenario de Cristo en la tierra por uno espiritual (Sal. 2; Mt. 5:5; Ap. 20.4, 6). Con esto, la doctrina amilenarista se cristaliza con empecinada solidez, desalojando el premilenarismo de la Iglesia prístina. Su auge ha sido muy impresionante y su constancia duradera con el paso de los siglos. Los mil años para Agustín fueron “indefinidos” y no una cantidad númerica de [inicio y conclusión] (Ap. 20:2, 3, 7).
Agustín no concibió dos resurrecciones físicas venideras, para justos e injustos, sino una “general” (Ap. 20:11-15), ya que espiritualizó a su caprichoso antojo Ap. 20: 5, 6. De paso, “encerró al diablo en el abismo” mientras destruía y pervertía al mundo con magistral farsa (Lc. 22:3; Jn. 8:44; 10:10; 1 P. 5:8; 2 Co. 2:11; 4:4).
¡Qué pasmosa y desatinada contrariedad!
Los dejo con un excelente comentario de un reconocido teólogo:
«Por cuanto Dios dio su Palabra como revelación al hombre, es de esperarse que su revelación fuese dada en términos tan exactos y específicos que sus pensamientos fueron comunicados y comprendidos con exactitud cuando fuesen interpretados de acuerdo a las leyes de la gramática y dicción. Tal presunta evidencia favorece la [interpretación literal], ya que el método alegórico de interpretación nublaría el significado del mensaje dado por Dios a los hombres».
Que Dios les bendiga siempre.
[ ] . . . énfasis míos.
Referencias:
«Eventos del Porvenir». J. Dwight Pentecost.
«Apocalipsis: La Consumación del Plan Eterno de Dios».
Evis L. Carballosa.
«La Enciclopedia Católica».