Cuando, a raíz de los escándalos de pederastia que sacuden a la iglesia católica, se comenzó a discutir en los medios la posibilidad de que el Papa Benito XVI renunciase, el famoso biólogo Richard Dawkins escribió:
No, el Papa Ratzinger no debe renunciar. Debe permanecer a cargo de todo ese edificio putrefacto –esa institución usurera, temerosa de las mujeres, hambrienta de culpa, enemiga de la verdad, violadora de niños– hasta que, en medio de un hedor a incienso y una lluvia de cursis corazoncitos sagrados para turistas y vírgenes ridículamente coronadas, se derrumbe alrededor de sus orejas.
Hoy Dawkins, una de las voces más respetadas en biología evolutiva, además de entusiasta defensor y promotor del ateísmo, pide que Ratzinger sea arrestado y juzgado en septiembre, cuando visite Inglaterra, por haber evitado que sacerdotes abusadores de menores fueran juzgados en cortes civiles, siguiendo la vieja práctica de la iglesia de simplemente mudarlos de diócesis.
Razones no faltan para perder toda fe en la iglesia, y hasta para llegar a aborrecerla. En México indignan los abusos sexuales de Marcial Maciel, ocultados y negados por sus poderosos Legionarios de Cristo. La indignación crece al saber que Maciel, además de pederasta, fue un sacerdote cínico y corrupto que mantuvo relaciones y tuvo hijos con dos mujeres, desdeñando su voto de castidad –valor en el que la iglesia hace tanto énfasis. Burlas, descalificaciones y represalias contra quienes se atrevieron a denunciarlo aumentan el desengaño.
A nivel mundial, los escándalos por pederastia sacerdotal siguen creciendo. En varios países la iglesia se ve obligada a pagar indemnizaciones a las víctimas. Y los agravios se acumulan: el secretario del estado Vaticano, Tarcisio Bertone, afirma en Chile que la pederastia (es decir, abuso sexual de menores, a diferencia de la paidofilia, que es la atracción hacia menores, y no implica abuso alguno) está vinculada con la homosexualidad, no con el celibato (ese sí inexistente en la naturaleza, a diferencia de la atracción entre individuos del mismo sexo, que se encuentra en prácticamente todo el reino animal).
En México el obispo de San Cristóbal, Felipe Arizmendi,, declara que “la liberalidad sexual (…) ha disminuido las fuerzas morales con las que tratamos de educar a los jóvenes en los seminarios(…). Ante tanta invasión de erotismo no es fácil mantenerse fiel tanto en el celibato como en el respeto a los niños”. ¡Pobrecitos sacerdotes, la sociedad los obliga a ser abusadores!
Ante todo esto, la demanda de Dawkins no parece exagerada, aunque quizá sí ingenua. En México sorprende oír a la líder panista Josefina Vázquez Mota afirmar que Maciel “debe ser tratado como lo que fue, un delincuente”, y pedir castigo para sus cómplices. Y el cardenal Norberto Rivera es nuevamente acusado, ante una corte de Los Ángeles, por el encubrimiento de un cura pederasta. ¿Quién sabe? Quizá el destino nos prepare algunas sorpresas.