Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Jn.8:36).
El Diccionario del la RAE, define la «homosexualidad» de la siguiente manera: Homosexualidad. f. Inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo. 2. Práctica de dicha relación.
Y para « homosexual»:
Homosexual. (De homo- y sexual). adj. Dicho de una persona: Con tendencia a la homosexualidad. U. t. c. s. 2. Dicho de una relación erótica: Que tiene lugar entre individuos del mismo sexo. 3. Perteneciente o relativo a la homosexualidad.
Las causas de «homosexualidad» son diversas y van desde un afecto disminuido o carente del padre para con los hijos varones, o de la madre con las hijas, traumas emocionales de muchas índoles desde la infancia y la adolescencia, abuso sexual a temprana edad. Estos son factores de suma importancia para el desarrollo posterior de individuos homosexuales. Se ha investigado, no poco, si hay una relación genética-hormonal detonante, y ninguna conclusión convincente hay al respecto. Es una mentira decir que Dios se equivocó en haber creado seres humanos homosexuales («Dios así me hizo» excusa muy escuchada). El problema radica en el pecado del Edén paradisíaco, cuando la semilla de maldad fue esparcida a toda la humanidad (Ro.5:12).
Una de las muchas formas que tiene el pecado de manifestarse es a través de la denigrante homosexualidad. Así como hay pecado de narcomanía, de etilismo consuetudinario, de orgullo, de soberbia, de adulterio, de lascivia, de idolatría, de hechicería, de contienda, de ambición, de envidia, de homicidio, de religiosidad profana, de sadomasoquismo (hay muchos más), la homosexualidad es un pecado, una «obra de la carne» también (Ga. 5:19.21), un problema serio emocional donde la identidad sexual del hombre ha sido confundida por una incorrecta, tanto en los caracteres primarios (manera de pensar), como secundarios (aspecto físico), sexualmente hablando. Desde un principio, Dios creo al primer hombre y la mujer con identidades sexuales bien definidas, con funciones diferentes entre un sexo y otro (Gn.2:18-25; 3:16-20). Vimos en un inicio del escrito que siempre hay un factor primordial para el desarrollo de esta perversión que ante Dios es abominación absoluta. Veremos algunos textos que nos indican cómo Dios aborrece este estado tan ominoso y horrible:
«No te echarás con varón como con mujer; es abominación» (Lv.18:22). Dios adversa también la transexualidad:
«No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace» (Dt.22:5).
El Nuevo Testamento, Pablo concibe que la homosexualidad es una insana distorsión del propósito creador de Dios para con el hombre (me refiero en el concepto universal de hombre), tanto en el aspecto biológico, psicológico y emocional. En el capítulo 1 del libro a los Romanos, Pablo aplica los términos «impureza», «pasiones», «deshonra», «pasiones vergonzosas», «contra la naturaleza», «actos vergonzosos», para explicar la naturaleza inicua de la homosexualidad:
«Por esta causa, Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por relaciones contra naturaleza. De la misma manera también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se encendieron en sus pasiones desordenadas unos con otros, cometiendo actos vergonzosos, hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución que corresponde a su extravió» (Ro.1:26, 27).
Pablo advierte que hay juicio severo para los que practican la homosexualidad, sin ninguna excusa:
« ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios» (1 Co.6: 9, 10).
Amigo y amiga que te encuentras con tristeza bajo el influjo mortal de la homosexualidad, situación torcida de tu identidad sexual verdadera, la cual ha sido corrompida por el mismo diablo engañador y tramposo desde tiempo atrás: Te digo con toda mi alma, que solamente Dios es capaz de quitar de ti tan pavorosa e infernal perversidad que consume cada día tu corazón con angustia en demasía, con desesperación y decepción, para dejarte indefenso, sin paz, ni luz, ni esperanza, en un callejón en el que parece que no hay puerta alguna para que puedas escapar de su devastadora crueldad. La Biblia dice que el diablo es un «ladrón» que ha venido a «hurtar y matar y destruir», y él te ha robado tu identidad sexual para condenarte, para enviarte al Lago de Fuego para una total y definitiva aniquilación (Mt. 10:28; Jn.10:10).
La Palabra de Dios, amigo o amiga mía, habrá de ubicarte en forma correcta en esa identidad sexual que distinge al hombe de la mujer, o viceversa, y no tan sólo esto, las poderosas Escrituras además desharán todas las cadenas y fortalezas de mentira al extremo arraigadas que aprisionan con oscuridad nebulosa tu mente que ha sido lastimada por el pecado, haciéndote libre de cualquier perversión a la que estés atado, aparte de la homosexualidad. El poder de Dios, por medio de su Palabra, se manifiestará maravillosamente contigo amigo y amiga padecientes de tal cuestión y que lees el actual escrito. Mira lo que dice el Señor Jesucristo en cuanto a esto:
«. . . y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn.8:32).
La verdad que liberta, es la Palabra de Dios, la hallada en la Biblia. La Palabra de Dios, es justa, pura, verdadera, sin contradicciones, santa y, como ya dijimos, libertadora. Para que la Palabra de Dios tenga un profundo efecto en la vida de los que están enlazados en las «mil formas» de pecado, incluso, en el de homosexualidad, es imprescindible entregarse con tremenda pasión y amor (inmediatamente después de la conversión de uno a Cristo) al estudio bíblico dedicado y constante, sistematizado, no desorganizado, para no caer en heretismos confusos y diabólicos. Fuera de esto, se tendrá en cuenta con mucha conciencia que no habrá a la mano otra opción más para cambiar, para despojarse del hombre viejo grotescamente viciado por la mentira, por el pecado, para llegar a ser una Nueva Criatura en Cristo, y lo más importante, para salvarse (Jn.cap. 3).
Dios les bendiga siempre mis hermanos y amigos que nos visitan.
«Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Jn.8:36).
El Diccionario del la RAE, define la «homosexualidad» de la siguiente manera: Homosexualidad. f. Inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo. 2. Práctica de dicha relación.
Y para « homosexual»:
Homosexual. (De homo- y sexual). adj. Dicho de una persona: Con tendencia a la homosexualidad. U. t. c. s. 2. Dicho de una relación erótica: Que tiene lugar entre individuos del mismo sexo. 3. Perteneciente o relativo a la homosexualidad.
Las causas de «homosexualidad» son diversas y van desde un afecto disminuido o carente del padre para con los hijos varones, o de la madre con las hijas, traumas emocionales de muchas índoles desde la infancia y la adolescencia, abuso sexual a temprana edad. Estos son factores de suma importancia para el desarrollo posterior de individuos homosexuales. Se ha investigado, no poco, si hay una relación genética-hormonal detonante, y ninguna conclusión convincente hay al respecto. Es una mentira decir que Dios se equivocó en haber creado seres humanos homosexuales («Dios así me hizo» excusa muy escuchada). El problema radica en el pecado del Edén paradisíaco, cuando la semilla de maldad fue esparcida a toda la humanidad (Ro.5:12).
Una de las muchas formas que tiene el pecado de manifestarse es a través de la denigrante homosexualidad. Así como hay pecado de narcomanía, de etilismo consuetudinario, de orgullo, de soberbia, de adulterio, de lascivia, de idolatría, de hechicería, de contienda, de ambición, de envidia, de homicidio, de religiosidad profana, de sadomasoquismo (hay muchos más), la homosexualidad es un pecado, una «obra de la carne» también (Ga. 5:19.21), un problema serio emocional donde la identidad sexual del hombre ha sido confundida por una incorrecta, tanto en los caracteres primarios (manera de pensar), como secundarios (aspecto físico), sexualmente hablando. Desde un principio, Dios creo al primer hombre y la mujer con identidades sexuales bien definidas, con funciones diferentes entre un sexo y otro (Gn.2:18-25; 3:16-20). Vimos en un inicio del escrito que siempre hay un factor primordial para el desarrollo de esta perversión que ante Dios es abominación absoluta. Veremos algunos textos que nos indican cómo Dios aborrece este estado tan ominoso y horrible:
«No te echarás con varón como con mujer; es abominación» (Lv.18:22). Dios adversa también la transexualidad:
«No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace» (Dt.22:5).
El Nuevo Testamento, Pablo concibe que la homosexualidad es una insana distorsión del propósito creador de Dios para con el hombre (me refiero en el concepto universal de hombre), tanto en el aspecto biológico, psicológico y emocional. En el capítulo 1 del libro a los Romanos, Pablo aplica los términos «impureza», «pasiones», «deshonra», «pasiones vergonzosas», «contra la naturaleza», «actos vergonzosos», para explicar la naturaleza inicua de la homosexualidad:
«Por esta causa, Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por relaciones contra naturaleza. De la misma manera también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se encendieron en sus pasiones desordenadas unos con otros, cometiendo actos vergonzosos, hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución que corresponde a su extravió» (Ro.1:26, 27).
Pablo advierte que hay juicio severo para los que practican la homosexualidad, sin ninguna excusa:
« ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios» (1 Co.6: 9, 10).
Amigo y amiga que te encuentras con tristeza bajo el influjo mortal de la homosexualidad, situación torcida de tu identidad sexual verdadera, la cual ha sido corrompida por el mismo diablo engañador y tramposo desde tiempo atrás: Te digo con toda mi alma, que solamente Dios es capaz de quitar de ti tan pavorosa e infernal perversidad que consume cada día tu corazón con angustia en demasía, con desesperación y decepción, para dejarte indefenso, sin paz, ni luz, ni esperanza, en un callejón en el que parece que no hay puerta alguna para que puedas escapar de su devastadora crueldad. La Biblia dice que el diablo es un «ladrón» que ha venido a «hurtar y matar y destruir», y él te ha robado tu identidad sexual para condenarte, para enviarte al Lago de Fuego para una total y definitiva aniquilación (Mt. 10:28; Jn.10:10).
La Palabra de Dios, amigo o amiga mía, habrá de ubicarte en forma correcta en esa identidad sexual que distinge al hombe de la mujer, o viceversa, y no tan sólo esto, las poderosas Escrituras además desharán todas las cadenas y fortalezas de mentira al extremo arraigadas que aprisionan con oscuridad nebulosa tu mente que ha sido lastimada por el pecado, haciéndote libre de cualquier perversión a la que estés atado, aparte de la homosexualidad. El poder de Dios, por medio de su Palabra, se manifiestará maravillosamente contigo amigo y amiga padecientes de tal cuestión y que lees el actual escrito. Mira lo que dice el Señor Jesucristo en cuanto a esto:
«. . . y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn.8:32).
La verdad que liberta, es la Palabra de Dios, la hallada en la Biblia. La Palabra de Dios, es justa, pura, verdadera, sin contradicciones, santa y, como ya dijimos, libertadora. Para que la Palabra de Dios tenga un profundo efecto en la vida de los que están enlazados en las «mil formas» de pecado, incluso, en el de homosexualidad, es imprescindible entregarse con tremenda pasión y amor (inmediatamente después de la conversión de uno a Cristo) al estudio bíblico dedicado y constante, sistematizado, no desorganizado, para no caer en heretismos confusos y diabólicos. Fuera de esto, se tendrá en cuenta con mucha conciencia que no habrá a la mano otra opción más para cambiar, para despojarse del hombre viejo grotescamente viciado por la mentira, por el pecado, para llegar a ser una Nueva Criatura en Cristo, y lo más importante, para salvarse (Jn.cap. 3).
Dios les bendiga siempre mis hermanos y amigos que nos visitan.