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Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

sábado, 6 de marzo de 2010

UNA PAGINA QUE HIEDE A WATCHTOWER (labiblianodiceesto.blogspost.com)



Armando López (Izq) y Dr. Javier Rivas (Der)
Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).

«...a los cuales es preciso tapar la boca... » (Tit. 1::11a).

Hace unos días un servidor formuló un determinado número de preguntas a ciertas personas, las cuales no han contestado, y que se han “consagrado” con ímpetu nada saludable y en terca exclusividad, sin mentir ni exagerar, con el fin de desacreditar sin fundamento Escritural nuestros artículos que han sido elaborados con gran preocupación, desvelo y conciencia, en un razonamiento negativo y grotesco, muy parecido al de la Watchtower, en su confusa y taimada página en la Web: labiblianodiceesto.blogspot.com. Aunque presumen en lo que parece ser una real sinceridad el haber desertado de la fatídica secta, sus escritos muestran un marcado cariz de su nefanda influencia.

«…y estad siempre listos para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacerlo con mansedumbre y obediencia» (1 P. 3:15).

La Biblia nos demanda a «responder» (en algunas versiones dice: «defender») a todo aquel que pida argumentos de lo que se está creyendo (“razón de la esperanza” que es abrigada); en otras palabras, habrá de mostrarse pruebas bíblicas fehacientes, como por ejemplo, por decir algo, de la persona y naturaleza del Señor Jesucristo como Hijo de Dios, de su obra, de su muerte y resurrección. La palabra «responder» es «apología» en griego. De ésta se deriva la palabra “apología”. No obstante, más próximo a la intención del pensamiento griego se halla el concepto de la «apologética cristiana», es decir, una defensa estructurada y meditada de la fe. Por lo tanto, la tarea del creyente consiste en conocer bien las verdades que conciernen a la fe, las bíblicas, y prepararse para presentarlas en modo conveniente, pero en este caso, nuestros acérrimos detractores, Armando y Manolo (Si Manolo no está implicado abiertamente, según lo que alega Armando en su defensa, le recordaré eso que dijo Nietzsche una vez: “No se es buen observador cuando sólo se observa la mano que mata y no quien la dirige”), se han hecho más chicos que “los ojos de las hormigas y que el aparato de Golgi celular”, sin aplicar la regla que la Biblia exige para contestar lo que se les ha pedido, dejándonos con “un palmo de narices” al no respondernos cuestiones tan elementales y simples, y se los reitero de nuevo, que un buen cristiano respondería en defensa de su amada fe, “más pronto que la prontitud más pronta”.

Estas son las preguntas realizadas por un servidor y que no se han tomado la más mínima de las molestias para contestarnos (¿Miedo a qué? Ahora yo mismo me peregunto).

¿Creen ustedes Armando y Manolo qué los Testigos de Jehová pertenecen a una secta, y porqué?

¿Usted creen Armando y Manolo qué Cristo fue levantado de los muertos corporalmente?

¿Pertenecen ustedes al Cuerpo de Cristo?

¿Están ustedes guiados por el Espíritu Santo?

¿Son ustedes hermanos de Jesús?

¿Son también coherederos con Cristo?

¿Son ustedes unos vestidos de blanco para tener autoridad sobre las naciones?

¿Ustedes creen qué el bautismo añade al creyente en la iglesia de Cristo?

Y esta fue la respuesta evasiva de una de estas personas dirigida a un servidor, y que no dudamos en creer que también hable por la otra persona que se hace llamar como “Manolo”.

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Estimado Dr. Rivas:

Creo que le constará, que ya en cierta ocasión me dirigí a Ud. en un correo personal, posicionándome en cuanto a ser objeto del examen por parte de quien sea, por muy reputada que sea la persona en cuestión, como es el caso. Por lo tanto, espero que sepa disculparme por no atender su curiosidad.

Y si le hablo en esta ocasión en singular, es porque aunque he incluido en esta aventura de crear un blog, a un muy querido amigo y mentor en su día en mis principios religiosos, a saber, Manolo y que por contar ya con una edad bastante avanzada, aparte de otras y difíciles circunstancias personales, en poco puede ayudarme (bastante lo hizo en su día y que nunca se lo agradeceré bastante), el que escribe los artículos y en consecuencia, responsable máximo de las opiniones manifestadas en él, soy única y exclusivamente yo: Armando. Por lo tanto, es a nivel personal que atiendo su correo y que para mi sorpresa, después he visto publicado en sus blogs. Por ello también, paso a responderle públicamente.


Mire Sr. Rivas, prescindiendo de lo que yo pueda ser o sentir, entiendo que lo único que debe importar es si lo que escribo es correcto o no y si la interpretación que hago de los textos en los que me apoyo, es la correcta o no. Lo demás y le ruego sepa disculpar la coloquial expresión, son gaitas. Por otra parte, supongo que estará de acuerdo conmigo (en algo tendremos que estar de acuerdo), que más importante que el mensajero es el mensaje. De eso nos hablaba el insigne literato español, D. Antonio Machado Ruiz, en su apócrifo “Juan de Mairena”, cuando escribió aquello de que “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”. .

Por eso Dr., cuando yo leo sus artículos y dicho sea con el máximo respeto, poco me importa lo que Ud. piense acerca de si mismo, lo que se crea ser, el físico que tenga o el que sea licenciado en Medicina, en Teología y disciplinas varias. Lo que me importa es que los tales me impartan algo, que me edifiquen espiritualmente y que se ajusten a la Palabra de Dios. Y cuando esto último y según mi entender, no es así, pues prescindiendo de quién sea, de lo que se crea ser o de los muchos títulos que pueda ostentar el autor de dicho artículo, respetuosamente paso a exponer mis discrepancias.

Y lo que espero, como corresponde a personas educadas, es que sean atendidas, como yo atiendo a las que a mí se me formulan. Lo que no puedo esperar, porque yo no lo haría nunca, es ser agredido con una batería de preguntas y que nada tienen que ver con lo que estamos tratando y que, entiendo yo, entran en el ámbito de lo personal y privado. Por ello me permito sugerirle, que quizás sería mejor y si lo tiene a bien, diera atención a dos artículos publicados en nuestro blog, en los que discrepo de algunas de sus opiniones y que aún no han sido debidamente atendidos: “La resurrección y Juan 5:28-29” (en el que le deje una pregunta pendiente) y el último publicado, “Respondiendo al Dr. J. Rivas Martínez”. Pienso que probablemente eso sería más interesante para sus lectores, que cualquier detalle acerca de nuestras humildes personas.

Porque no quiero entender, que se trate de una estratagema para desacreditarme ante nuestros posibles lectores y con ello restar valor al contenido de mis escritos. Y digo esto, porque la frase con la que inicia su argumentario, da como mínimo que pensar: “Preguntas que un buen cristiano contestaría afirmativamente”, con lo cual se parece afirmar, que de no responderlas, uno no sería un buen cristiano. Bien, dejo ese tema a su consideración y yo me quedo con la idea de que estas preguntas, jamás las haría un caballero. Todo son opiniones.

Y puesto que aunque los artículos que aparecen en nuestro blog, los escribe un servidor, nada se publica sin el consentimiento y expresa aprobación de mi compañero Manolo, con lo cual huelga decir, que hace suyas mis palabras y por lo tanto, comparte totalmente mi punto de vista. Y en fin querido Dr. Rivas, quedo a la espera de que considere apropiado responder a mis discrepancias, acerca de algunas de sus teorías, cuando lo crea oportuno.
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No cabe duda que esta esquiva respuesta está escrita en un lenguaje prosopopéyico que el mismo Goethe y Schiller envidiarían, pero el punto es que nos quedamos como al principio, como “el perro de las dos tortas”. Las preguntas esperan respuestas adecuadas y sensatas, partiendo de la premisa bíblica que establece que debemos presentar defensa de nuestras razones ante cualquiera. Así qué, para el caso, “los que callaron, otorgaron indefectiblemente”. ¿Y qué han otorgado? A qué pensemos justificadamente que son jehovistas encubiertos, o que se trata de personas que abjuraron de la maligna asociación pero que continúan muy arraigados en sus extraviadas y ridículas doctrinas, en su irracional necedad sectaria característica. Casi con certeza, por lo visto, “por allí va el asuntillo este de la proterva influencia jehovista”.

Yo miso daré respuestas a las preguntas que estas personas rehusaron terminantemente contestar.

¿Son los Testigos de Jehová una Secta?

No existe la menor duda que la asociación de los Testigos de Jehová es una secta super anticristiana. En un principio de su fundación se proclamó una serie de absurdas y disparatadas profecías que jamás se cumplieron. “Si la raíz es mala, todo el árbol también lo será”. Su formador, Carlos Taze Russell, escribió en 1889 que veintiséis años después de esta fecha los gobiernos del mundo serían abolidos definitivamente, estarían “out forever”. Sabemos que los gobiernos todavía subsistan en la actualidad: Dejarán de existir cuando Cristo arribe glorioso al mundo por segunda vez a implantar su Reino terrenal conforme lo previsto por el Dios del cielo. Una tacha merecida a la secta de la Watchtower por ser en lo absoluto mentirosa.

Carlos Russell predijo que la Iglesia Católica sería destruída al poco tiempo de proclamar semejante vaticinio, situación que hasta ahora no se ha cumplido: otra falla irrisoria más para Carlos Russell, soberbio maestro de las fábulas religiosas. Este hombrecillo con ínfulas de “dios” predijo con enorme descaro que para 1914 los bancos, las iglesias y las escuelas serían desrrumbados para siempre. Por si esto fuera poco, dijo con impávido arrebato que en 1915 terminaría “la cosecha evangélica”. Russell profetizó que el mundo acabaría en 1914, en el aspecto social y político. Predijo falsamente que la batalla de Armagedón acontecería en 1915…. y el Señor Jesucristo aun no desciende visible y en Ira para acabar con sus enemigos en esta batalla desigual. ¡Vaya quimeras!

Si todas estas supuestas profecías no tuvieron cumplimiento en las fechas anunciadas por esta parodia, por esta caricatura chocante de profeta, postergadas fecha tras fecha, “a ver si de casualidad pega”, ¿es lícito considerar con liviandad qué la asociación de los Testigos de Jehová haya sido una encomendada por la soberana voluntad de Dios? La respuesta, queridos visitantes, es demasiado obvia (dispensen amables lectores: esta pregunta, “ni se pregunta”). Es asombroso que a pesar de esto, un gigantesco montón de personas continúen creyendo tercas y a ciegas en otras más estupideces doctrinales de los Testigos de Jehová y qué sin temor a fallar germinaron en las vastas y oscuras tierras de engaño y de la disparatez.

¿Resucitó Cristo corporalmente?

Los Testigos de Jehová niegan que Cristo resucitó físicamente. Sostienen con tremendo asombro, sin ninguna base Escritural justificable, lea bien querido visitante, que «fue disuelto en gases», o «conservado en cierta parte o lugar» (¿?). La Biblia narra que discípulos, al ver a su Maestro resucitado, pensaron que era un “espíritu”. Cristo les quitó esa errada idea de la cabeza mostrándoles su cuerpo, sus heridas en manos y pies. Cristo les insinúo perspicuo que poseía un cuerpo de «carne y hueso». El Señor les propuso tocarlo, y hasta comió alimentos enfrente de ellos:
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«Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos» (Lc. 24:36-43).

Cristo no pudo “disolverse como un gas volátil” ya que “se presentó vivo durante cuarenta días y hablándoles a más de quinientos y hermanos y a los discípulos acerca del reino de Dios” (Hech. 1:1-3), después de su resurrección. Véalo por favor mi amigo y hermano en 1 Co. 15: 5-8. Necesitaría uno estar igual de aturdido y mentalmente dislocado como los Testigos de Jehová para no detectar esta verdad tan sencilla, y tan clara como el agua de manantial.

¿Quiénes pertenecen al Cuerpo de Cristo?

La respuesta es: «Los verdaderos cristianos». Ellos componen el Cuerpo de Cristo, los que tan sólo han depositados su fe en Señor:

«Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular» (1 Co. 12:27).

El apóstol Pablo ejemplifica qué cómo «el cuerpo en uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros, aunque muchos, son un solo Cuerpo, así también es Cristo» (1 Co. 12:12). Cuando el creyente es bautizado por el espíritu santo, es unido por este acto al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (1 Co. 12:13). Se une a Cristo en su «muerte», en su «sepultura» y en su «resurrección» (Ro.6:3-5). De ese modo, el creyente está verdaderamente en Cristo (Gal. 3:26-27), en su Cuerpo (Ro. 12:5).

No entiendo la negativa de Armando y Manolo de dar respuesta a algo tan evidente como esto. ¿Orgullo espiritual o temor? ¡Vamos, por favor!

¿Son guiados los creyentes por el espíritu santo?

La respuesta la damos con un rotundo «Sí»; y aquí esta la prueba revelada en el siguiente pasaje y que no brinda un embarazoso dilema para comprenderse, porque su contexto verdadero es indubitablemente «literal»:

«Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os “guiará” a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber» (Jn. 16:13-14).

El espíritu santo, «el paráclito» de Dios, «el consolador», «convence» al hombre que ha sido convertido a Cristo de pecado y lo «guía», lo encamina a comprender con certidumbre los decretos y mandatos escritos en la Biblia: En pocas palabras, el creyente en Cristo, es enseñado por el espíritu santo en las cosas espirituales:

«Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Jn.16:7-8).

«Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual» (1 Co. 2:12-13).

El espíritu santo obra en el «corazón», en la mente de los creyentes «regenerándola» por el «lavamiento, o lavacro» (Tit. 3:5), «renovándola» para «Nueva Vida», en el «Nuevo Nacimiento» para un caminar digno y pleno en Dios (Jn. 10:10; 2 Co. 5:17).

Ezequiel profetizó que «Dios pondría un espíritu nuevo dentro de ellos», es decir, en los creyentes, véase Ez. 11:19; que «les daría un corazón nuevo», que «les pondría dentro un espíritu nuevo» (Ez.36:26). Este es el efecto o resultado en el creyente que ha Nacido de Nuevo: Por obra del espíritu santo. «La Nueva Creación» se compone por el espíritu del hombre y el espíritu santo unido al del hombre convertido, porque «el espíritu santo mora en él» (1 Co. 3:16; 6:19-20), con el fin de «vivificarlo», de purificarlo de la maldad, asentándolo en la Justicia Divina, separándolo o liberándolo de la «vida vieja» que llevaba por una «Vida Nueva» que es constantemente renovada:

«Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna» (Tit. 3:4-6).

Por lo tanto, todos los creyentes legítimos son dirigidos por el espírtu santo a una vida de santidad y obediencia a Dios. El espíritu santo es el que da «vida» (Jn. 6:33): ¿Cómo es posible tener “vida” sin el espírtu santo, Armando y Manolo? Del espíritu santo proviene el excelente fruto conductal en el creyente genuino (Gal. 5:22-23). Todo creyente veraz vive por el espírtu santo (Gal. 5:16, 25), y no por sus propios esfuerzos y deseos carnales (Gal. 5:17). Esto último pondría en tela de juicio la supuesta conversión de un individuo tenido como “creyente auténtico”.

No es factible ser un cristiano convertido, un creyente en Cristo, un hijo de Dios por adopción, careciendo del espírtu santo:

«Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Ro.8:9).

¿Ofrece esto alguna dificultad para entenderse, Armando y Manolo? ¿Cuál es entonces el motivo de no contestar nuestras preguntas?

¿Son los creyentes hermanos de Jesucristo?

«Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo» (Heb. 2:17).

La Biblia manifiesta que Cristo es Hijo de Dios: «…por lo cual también el Santo Ser (Cristo) que nacerá será llamado Hijo de Dios» (Lc. 1:35). Por otro lado, los creyentes en Cristo somos «hijos de Dios por adopción»: «En amor nos predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad…» (Ef. 1:5). Esta «adopción» es un acto formal sometido a la aprobación indiscutible y judicial de Dios que nos hace ser sus hijos legítimos. Si Cristo es Hijo de Dios y nosotros también, eso nos hace con seguridad «hermanos». La diferencia estriba en que Cristo, como el «Hermano Mayor», fue concebido de manera sobrenatural y sin el más ínfimo vestigio de pecado («puro y sin mancha»), con un propósito sublime de salvación que se consolidará en el Reinado milenario terrenal, «en el tiempo postrero» (1 P. 1:5). Únicamente Cristo estuvo capacitado para efectuar la salvación. Nosotros lo creyentes, aunque «hijos por adopción», aunque «redimidos por la sangre de Jesucristo», aunque «hermanos de Cristo», continuamos viviendo en el mismo cuerpo humano que se inclina naturalmente a pecar (aunque no lo hacemos como antes).

«…semejante a sus hermanos» (tois adelphois homoiöthënai, gr.). Primer aoristo de infinitivo en voz pasiva de «homoiö», un verbo antiguo que se deriva de «homoios», que significa «semejante», como en Mt. 6:8. Cristo Jesús, el «Hermano Mayor», se «asemeja» a nosotros los creyentes en realidad, porque es «semejante a los hombres». Compárese Fil.2:7, donde se utiliza la misma raíz que aquí (hoiöma, homoios, gr.). Cristo compartió una naturaleza especial humana, pero exenta de toda iniquidad.

Somos «hermanos de Cristo», porque en su nacimiento físico él comparte nuestra descendencia con Adán, y en el Nuevo Nacimiento nos trasformamos en «miembros de la familia de Dios» (Ef. 2:19).

Cristo poseyó una «naturaleza humana», y nunca una “angelical” (esto es para los Testigos de Jehová y para sus desertores que siguen influenciados en su enervantes dogmas). Los Testigos de Jehová creen que Cristo es el Arcángel Miguel. Esta doctrina de ficción, lejos de ser bíblica, parte mejor dicho del antiguo pensamiento gnóstico («El gnosticismo y los aeones»).

¿Son los creyentes coherederos con Cristo?

«Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados» (Ro. 8:17).

Coheredero. Así lo define la Real Academia Española:

1. m. y f. Heredero juntamente con otra u otras personas.

Dios estableció que fueran los hombres, los seres humanos, y no los ángeles, para que fueran soberanos de lo creado. «El mundo venidero», será el nuevo orden cosmológico que será instalado cuando Cristo se entronice para gobernarlo: el mundo renovado y milenario; y como herederos, como «coherederos con Cristo» (sunklëronomoi Christou, gr.), los creyentes lo tomarán y lo reinarán junto con Rey y Mesías Humano. El hombre redimido, al lado del Señor, ocupará la posición del dominio terrenal que una vez se le predestinó y que el diablo tomó con engaño artero en el Huerto del Edén:

¿Pruebas?... ¡A la orden inmediata!:

«… Si sufrimos, también reinaremos con él…» (2 Tim 2:12).

«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años» (Ap. 20:6).

«…y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán» (Dn. 7:27).

¿Son los creyentes unos vestidos de blanco para tener autoridad sobre las naciones?

«Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos…» (Ap. 7:9).

Juan ve una incontable multitud de personas de todas las naciones, tribus y pueblos, y se deduce que son los individuos que conforman los grupos étnicos del mundo entero, obviamente gentil, los cuales se enuentran “vestidos con ropas blancas”, delante del trono de Dios. Y si están en la presencia del Cordero, cabría pensar con grande certeza y convicción que pertenecen a su Iglesia.

Los que componen la gran multitud están «vestidos de ropas blancas». La palabra «vestidos» (peribebleiménous, gr.) es un participio perfecto, voz pasiva de «peribállo» que significa «vestir». Las ropas blancas en toda esta multitud, es una figura de dicción que representa la victoria como la justicia conseguida por medio de la muerte expiatoria del Señor Jesucristo. Fuera de esta victoria y justicia, nadie podrá recibir «vestidura blanca». Sólo lo justos y fieles, los que pertenecen a la Iglesia, los creyentes acreditados de todo el mundo tienen derecho y la dignidad de «llevarlas». Tampoco las vestiduras blancas son para una “jerarquía especial” dentro del la Iglesia (la Biblia de esto nada habla al respecto, señres de la aviesa Watchtower), porque «Dios no hace acepción de personas» (Stg. 2:1, 9; Hech. 10:34). Téngalo en cuenta Armando y Manolo; es tan necesario para ustedes, por su bien propio, quitarse el velo de la memez para comprender esta verdad tan prioritaria. Hagan el esfuerzo, tal vez Dios tenga misericordia de sus desorientadas y fanáticas vidas religiosa.

¿Añade del bautismo al creyente en la Iglesia?

En los siguientes textos nos confirman que el bautismo es necesario para pertenecer al Cuerpo de Cristo, a la Iglesia:

«Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas» (Hech. 2:37-41).

Auque Cristo es es Salvador de su Iglesia, el Redentor de todos los individuos convertidos que la conforman por su Sangre Preciosa, de una manera u otra, los que somos salvos, no podemos ser parte de la Iglesia sin el bautismo. El bautismo se lleva a cabo a través de una decisión muy personal y libre para un compromiso para con Dios en obediencia, en santa sujeción. Es «la aspiracion de una buena conciencia hacia él» (1 P. 3:21). En este acto simbólico, surgimos para Vida Nueva, dejando sepultado el “viejo hombre” con su carga de inquidad tremendamente activa (Ro.6:4-6). Es imposible considerar a alguien como «salvo» si no está comprometido a bautizarse. Es una normativa espiritual que sea de ese modo. Espero que esto se entienda. Este paso solamente lo dará el creyente convertido en realidad. El bautismo, según la regla que exige, puesto que es un mandato, deberá efectuarse en el «Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espírtu Santo» (Mt.28:19). Es extraño por demás que los Testigos de Jehová no lo hagan bajo esta «santa expresión», desobdedeciendo la ordenanza de Cristo que fue establecida un poco antes de ascender al cielo y que es parte de la Gran Comisión que se centra en la predicación del Reino de Dios en la tierra.

Espero que Armando y Manolo, puedan despejarnos con honrable contestación esta incógnita que al parecer “no tiene lado”, si no hay en ellos objeción alguna en hacerlo.

Y a propósito de “contestación”, espero la respuestas a la preguntas hechas por un servidor tiempo atrás.

Creo que nuestros amables lectores que nos visitan, habrán de querer saber en que “fe” nuestros inflexibles detractores han puesto toda su confianza. La respuesta a estas preguntas, nos ofrecerá la suficiente luz para enterarnos si su caminar es lo convincentemente recto, o lo concluyentemente torcido.

Para que nuestros queridos visitantes queden convencidos que nada tenemos que esconder, yo les invito a analizar la página en la Web de estos señores para que juzgen con justo juicio los estudios que han escrito con lo que un servidor ha plasmado con enorme seriedad y sacrificio en este concurrido blog, y cuya finalidad es mostrar con facilidad y sin “cantinfleos” las doctrinas verdadras del cristianismo prístino al que no las conoce o al que está equivocado en cualquiera de éstas.

Armando López Golart: déjate de perífrasis y “vueltas bomberas”, y de “cartitas abiertas” que no trascienden para nada. Hace mucho que espero las respuestas a las preguntas que una vez te hice. Sobre los temas de Gog y Magog y la cuestión de la Resurrección, aun a sabiendas que no ganaría nada contigo por tu patética obstinación, estos fueron elaborados únicamente para mostrarles a mis visitantes y seguidores tu garrafal y patente error en estos puntos bíblicos. En realidad, poco me importa lo que pienses; si lo quieres entender o no, ese es tu problema muy personal. Aquí no se obliga a nadie a creer lo que uno propala con amor y preocupación. He visto como hipócritamente, con bandera falsa de paz y amistad, has irrumpido con oscuro fin en el blog de Lucho para “meter aguja y sacar hebra”, del mismo modo que lo hiciste con mi hermano y amigo Mario Olcese y conmigo, en mi correo electrónico (he gurdado tus escritos donde aparentas ser un inocente neófito, así que preparate), sabiendo tú de antemano lo que este esforzado y jóven unitario ha creído. Pero eres tan necio como las mulas y tenaz como el escualo más hambiernto; traicionero y sutil como el peor de los cantiles, por tu pensamiento sectario que te ha hecho perder la cordura, si una vez la tuviste.

Armando López Golart (y compañia): para mi sigues siendo un Testigo de Jehová, y no lo dudo, encubierto con ácida mordacidad y ventaja.

Amigos que nos visitan gratamente:

La página de nuestro obstinados opositores es hallada en: labiblianodiceesto. blogspost.com (De Armando López Golart y Mabel).

Usteded comparen, y juzgen además.

Armando: Nuestros visitantes estarán atentos a la contestación de las preguntas que te fueron hechas tiempo atrás por este hijo de Dios. No les quedes mal, por favor.

Esperamos tus respuestas en la brevedad posible.

Mis amigos y hermanos: Dios les bendiga siempre.