Por A. Buzzard, teologo unitario.
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Si uno se acerca al texto con la firme creencia de que Jesús existió antes de su nacimiento, sin duda Juan 17:5 parecerá dar fuerza a esa convicción. “Ahora, pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. A la luz del marco conceptual de Juan, es cuestionable si este versículo puede ser aducido como prueba de que Jesús estaba vivo desde la eternidad pasada. En las formas de dicción y de pensar bíblicas uno puede “tener” algo que es prometido en el plan de Dios antes de que uno realmente lo obtenga. A Abraham se le dio la tierra por un contrato (pacto) divino a pesar de que él todavía no ha recibido nada de ella. La promesa lee: “A tu simiente he dado esta tierra” (Gén. 15:18). En este punto su simiente no ha existido aún. Aunque la tierra les ha sido dada a ellos. La promesa de Dios es expresada sin embargo como si ya estuviese cumplida.
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De modo que en Juan 17:5 la gloria que Jesús “tuvo” con el Padre fue la gloria dispuesta para él en el propósito de Dios para Su Hijo. Una ilustración asombrosa de este uso curioso del tiempo pasado se descubre en el verso 22. Aquí la misma gloria prometida al Hijo ha sido dada a discípulos los cuales incluso no estaban aún viviendo. Ellos fueron los discípulos quienes serían convertidos después (verso 20). Hablando de ellos, Jesús dijo, “la gloria que me diste, yo les he dado a ellos”. El significado es obviamente que Jesús había prometido dársela a ellos. Ellos ya lo poseían, aunque no realmente. Como Dios, Jesús habló de “cosas que no son como si fuesen” (Rom. 4:17). Cuando oraba por la gloria que él sabía Dios le había prometido a él, igualmente él habla de ella como la gloria que él “tuvo” con el Padre, queriendo decir que él la tenía “dispuesta con el Padre,” como un depósito potencialmente suyo en el plan de Dios. En otra parte él estimuló a sus discípulos con la promesa de que su “Galardón es grande en los cielos” (Mat. 5:12). El galardón ya estaba allí esperando serles entregado a ellos en el futuro en el regreso de Cristo (Mat. 16:27). De modo que también la gloria que le sería dada a Jesús había sido decretada como su posesión desde el principio. Ahora él oró para recibirla.
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De modo que en Juan 17:5 la gloria que Jesús “tuvo” con el Padre fue la gloria dispuesta para él en el propósito de Dios para Su Hijo. Una ilustración asombrosa de este uso curioso del tiempo pasado se descubre en el verso 22. Aquí la misma gloria prometida al Hijo ha sido dada a discípulos los cuales incluso no estaban aún viviendo. Ellos fueron los discípulos quienes serían convertidos después (verso 20). Hablando de ellos, Jesús dijo, “la gloria que me diste, yo les he dado a ellos”. El significado es obviamente que Jesús había prometido dársela a ellos. Ellos ya lo poseían, aunque no realmente. Como Dios, Jesús habló de “cosas que no son como si fuesen” (Rom. 4:17). Cuando oraba por la gloria que él sabía Dios le había prometido a él, igualmente él habla de ella como la gloria que él “tuvo” con el Padre, queriendo decir que él la tenía “dispuesta con el Padre,” como un depósito potencialmente suyo en el plan de Dios. En otra parte él estimuló a sus discípulos con la promesa de que su “Galardón es grande en los cielos” (Mat. 5:12). El galardón ya estaba allí esperando serles entregado a ellos en el futuro en el regreso de Cristo (Mat. 16:27). De modo que también la gloria que le sería dada a Jesús había sido decretada como su posesión desde el principio. Ahora él oró para recibirla.
.Comentando sobre el uso especial del lenguaje, H.H. Wendt, profesor de teología en Heidelberg, escribió: Depende sobre una idea equivocada del modo de hablar del Nuevo Testamento si es que nosotros inmediatamente inferimos que la declaración de Jesús [en Juan 17:5], de que él tuvo una gloria con el Padre antes que el mundo fuese creado es simple y necesariamente idéntica en significado con la creencia de que él mismo preexistió….De acuerdo al modo de hablar y a la concepción prevalecientes en el Nuevo Testamento, un bien celestial, y así también una gloria celestial, pueden ser concebidos y hablados como existiendo con Dios y perteneciendo a una persona, no porque esta persona ya existe y está investida con gloria, sino porque la gloria de Dios está de alguna manera depositada y preservada para esta persona en el cielo. Recordamos cómo, de acuerdo al informe de Mateo, Jesús también habla del tesoro (Mat. 6:20) o el galardón (Mat. 5:12, 46; 6:1) que los discípulos tienen en el cielo con Dios….; y además, como, en la descripción del juicio final de las naciones, el reino que aquellos benditos del Padre heredarán está descrito como uno preparado para ellos desde la creación del mundo (Mat. 25:34); y como también (Col. 1:5 y 1Pedro 1 :4) la esperanza de salvación de los Cristianos está representada como una bendición dispuesta en el cielo para ellos…Jesús pide para él mismo no algo arbitrario, sino lo que le sería dado de acuerdo al decreto de Dios y lo que siempre le ha pertenecido idealmente….; la presuposición para esta declaración, sin embargo, es ciertamente la creencia, que encuentra una expresión decidida al final de la oración en el versículo 24, que Jesús mismo, como el Mesías, en efecto realmente no existe desde el principio con Dios, sino que era el objeto del amor de Dios, de sus amantes pensamientos, planes y propósitos.