Excelente escrito de mi hermano y amigo Mario Olcece Sanguineti, Apologista.
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Algunas personas se alarman cuando afirmo que el fin de la vocación cristiana es obtener la vida eterna en el Reino de Dios. ¿Pero estoy acaso lanzando dardos fuera del blanco?
Las Escrituras nos dicen que el fin por el que permanecemos firmes a nuestra vocación y elección es precisamente para llegar a la meta, y la meta según las Escrituras es ganar la vida eterna en el reino. Veamos algunos pasajes que confirman mi tesis.
Pedro y la entrada al Reino
Dice Pedro: “Hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10,11). Notemos, amigos míos, que la entrada amplia y generosa al reino se obtiene haciendo firme nuestra vocación y elección. Esto quiere decir que la meta es la entrada al reino y el medio para lograrlo es manteniendo firme nuestra vocación y elección, sin caer o desmayar. Así de simple es la cosa.
Pablo y la vida eterna
Por su lado Pablo dice así: “Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos a Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Es decir, Pedro habla de la entrada amplia y generosa en el reino, y Pablo habla que la finalidad de nuestra santificación es la obtención de la vida eterna. Y esto no es contradictorio o extraño, puesto que es bien sabido que para entrar en el reino uno no puede hacerlo como un mortal de carne y sangre (1 Corintios 15:50) sino como un inmortal, a través de la transformación de nuestro cuerpo moribundo por otro imperecedero.
Jesús habla de la vida eterna en el Reino
En Mateo 19:16-25 Jesús relaciona muy claramente la vida eterna con la entrada en su reino (es decir, la salvación) en este interesante registro bíblico: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?” Así que aquí tenemos tres aspectos que conforman nuestra meta o fin por la cual corremos firmes y parejos en el derrotero cristiano: vida, reino y salvación. Así pues, cuando Jesús dice: “… mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 14:13), él está diciendo que aquel que persevera hasta el final entrará en su reino con vida inmortal. De igual modo, cuando Pedro escribió: “Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 Pedro 1:9). Sin duda Él se está refiriendo a la entrada en el reino de Cristo, porque un poquito antes, en el verso 4, el apóstol habla de una herencia reservada o mantenida en los cielos para nosotros…y esa herencia es expresada como el reino de Dios, tanto por Santiago (2:5) y por Jesús en Mateo 25:31,34.
El llamado de los fieles
Es interesante remarcar que Pablo habla del llamado de Dios para su reino y gloria (1 Tes. 2:12). Es decir, para Pablo el reino de Dios es la razón por la cual nos llamó y nuestra herencia. En 2 Tes.1:5 Pablo se nos habla de ser dignos del reino de Dios por los padecimientos presentes. A Timoteo Pablo le dijo que lo preservaría para su reino celestial (2 Timoteo 4:18). En 1 Timoteo 6:12 Pablo le dice a Timoteo que fue llamado a la vida eterna (es decir, para el reino). En Hebreos 9:5 se habla del “llamado para recibir la herencia eterna”. Y ya hemos visto que hemos sido llamados para heredar el reino (Santiago 2:5; Mat. 25:31,34, 2 Pedro 1:11). En 1 Pedro 5:10 Pedro habla del llamado a la gloria (=reino) eterna de Dios. Y ya vimos antes que el reino y gloria son sinónimos (compare usted Mateo 20:21 y Marcos 10:37). En Apocalipsis 17:14 se nos dice que los llamados están con el Cordero, quien es el rey de reyes y Señor de Señores.
¿Quiénes son los elegidos o escogidos?
Todo aquel que ha sido rociado y lavado con la sangre de Cristo es un elegido (1 Pedro 1:2), y todo elegido estará con Cristo en su reino (Apo. 17:14). Estos escogidos deberán estar vestidos, entre otras cosas, de mansedumbre (Col. 3:2), pues en esa condición de mansedumbre heredarán la tierra (Mt.5:5).Los escogidos fueron llamados para la salvación (vida eterna en el reino), por la santificación del Espíritu y fe de la verdad.
La esperanza de los justos
“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: el que tiene oídos para oir, oiga” (Mateo 13:43). Esta declaración es interesante, pues el justo resplandecerá como el sol en el reino de Cristo, tal como Cristo resplandeció cuando lo vieron en su gloria y reino en la visión de la transfiguración (Mateo 17:2). Si algún cristiano no logra la transfiguración para brillar también como el sol, entonces no sólo no podrá reinar con Cristo, sino que aún permanece como cualquier impío injusto.
Ahora sí entendemos el porqué Jesús nos anima a buscar el reino de Dios y su justicia, pues esto significará primordialmente para el que lo busca, lo siguiente:
1.- Su inmortalidad.
2.- Su resplandor como el sol.
4.- Su participación lado a lado con el rey de reyes y Señor de Señores en su reino.
Estas 3 cosas dan verdadero significado a la salvación ofrecida por el Señor a todo seguidor leal suyo. Por eso, mientras no heredemos el reino de Dios, no podemos afirmar que Cristo ya no salvó completamente, pues aún falta una salvación futura que se cristalizará cuando el Señor vuelva (Parusía). Dice Hebreos 9:28, de este modo: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (también 1 Pedro 1:5). Y este pasaje lo complementaremos con el de Mateo 25:31,34, que dice: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria… Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Así que salvación es definitivamente heredar el reino de Dios con vida eterna.
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Las Escrituras nos dicen que el fin por el que permanecemos firmes a nuestra vocación y elección es precisamente para llegar a la meta, y la meta según las Escrituras es ganar la vida eterna en el reino. Veamos algunos pasajes que confirman mi tesis.
Pedro y la entrada al Reino
Dice Pedro: “Hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10,11). Notemos, amigos míos, que la entrada amplia y generosa al reino se obtiene haciendo firme nuestra vocación y elección. Esto quiere decir que la meta es la entrada al reino y el medio para lograrlo es manteniendo firme nuestra vocación y elección, sin caer o desmayar. Así de simple es la cosa.
Pablo y la vida eterna
Por su lado Pablo dice así: “Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos a Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Es decir, Pedro habla de la entrada amplia y generosa en el reino, y Pablo habla que la finalidad de nuestra santificación es la obtención de la vida eterna. Y esto no es contradictorio o extraño, puesto que es bien sabido que para entrar en el reino uno no puede hacerlo como un mortal de carne y sangre (1 Corintios 15:50) sino como un inmortal, a través de la transformación de nuestro cuerpo moribundo por otro imperecedero.
Jesús habla de la vida eterna en el Reino
En Mateo 19:16-25 Jesús relaciona muy claramente la vida eterna con la entrada en su reino (es decir, la salvación) en este interesante registro bíblico: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?” Así que aquí tenemos tres aspectos que conforman nuestra meta o fin por la cual corremos firmes y parejos en el derrotero cristiano: vida, reino y salvación. Así pues, cuando Jesús dice: “… mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 14:13), él está diciendo que aquel que persevera hasta el final entrará en su reino con vida inmortal. De igual modo, cuando Pedro escribió: “Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 Pedro 1:9). Sin duda Él se está refiriendo a la entrada en el reino de Cristo, porque un poquito antes, en el verso 4, el apóstol habla de una herencia reservada o mantenida en los cielos para nosotros…y esa herencia es expresada como el reino de Dios, tanto por Santiago (2:5) y por Jesús en Mateo 25:31,34.
El llamado de los fieles
Es interesante remarcar que Pablo habla del llamado de Dios para su reino y gloria (1 Tes. 2:12). Es decir, para Pablo el reino de Dios es la razón por la cual nos llamó y nuestra herencia. En 2 Tes.1:5 Pablo se nos habla de ser dignos del reino de Dios por los padecimientos presentes. A Timoteo Pablo le dijo que lo preservaría para su reino celestial (2 Timoteo 4:18). En 1 Timoteo 6:12 Pablo le dice a Timoteo que fue llamado a la vida eterna (es decir, para el reino). En Hebreos 9:5 se habla del “llamado para recibir la herencia eterna”. Y ya hemos visto que hemos sido llamados para heredar el reino (Santiago 2:5; Mat. 25:31,34, 2 Pedro 1:11). En 1 Pedro 5:10 Pedro habla del llamado a la gloria (=reino) eterna de Dios. Y ya vimos antes que el reino y gloria son sinónimos (compare usted Mateo 20:21 y Marcos 10:37). En Apocalipsis 17:14 se nos dice que los llamados están con el Cordero, quien es el rey de reyes y Señor de Señores.
¿Quiénes son los elegidos o escogidos?
Todo aquel que ha sido rociado y lavado con la sangre de Cristo es un elegido (1 Pedro 1:2), y todo elegido estará con Cristo en su reino (Apo. 17:14). Estos escogidos deberán estar vestidos, entre otras cosas, de mansedumbre (Col. 3:2), pues en esa condición de mansedumbre heredarán la tierra (Mt.5:5).Los escogidos fueron llamados para la salvación (vida eterna en el reino), por la santificación del Espíritu y fe de la verdad.
La esperanza de los justos
“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: el que tiene oídos para oir, oiga” (Mateo 13:43). Esta declaración es interesante, pues el justo resplandecerá como el sol en el reino de Cristo, tal como Cristo resplandeció cuando lo vieron en su gloria y reino en la visión de la transfiguración (Mateo 17:2). Si algún cristiano no logra la transfiguración para brillar también como el sol, entonces no sólo no podrá reinar con Cristo, sino que aún permanece como cualquier impío injusto.
Ahora sí entendemos el porqué Jesús nos anima a buscar el reino de Dios y su justicia, pues esto significará primordialmente para el que lo busca, lo siguiente:
1.- Su inmortalidad.
2.- Su resplandor como el sol.
4.- Su participación lado a lado con el rey de reyes y Señor de Señores en su reino.
Estas 3 cosas dan verdadero significado a la salvación ofrecida por el Señor a todo seguidor leal suyo. Por eso, mientras no heredemos el reino de Dios, no podemos afirmar que Cristo ya no salvó completamente, pues aún falta una salvación futura que se cristalizará cuando el Señor vuelva (Parusía). Dice Hebreos 9:28, de este modo: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (también 1 Pedro 1:5). Y este pasaje lo complementaremos con el de Mateo 25:31,34, que dice: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria… Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Así que salvación es definitivamente heredar el reino de Dios con vida eterna.
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