Ante todo, la libertad en relación a la ley. Sabemos que la ley religiosa era la institución fundamental del pueblo judío. Este pueblo era, en efecto, el pueblo de la ley. Y su religión, la religión de la ley. De tal manera que la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso violar la ley era la cosa más grave que podía hacer un judío. Hasta el punto de que una violación importante de la ley llevaba consigo la pena de muerte.
Pues bien, estando así las cosas, el comportamiento de Jesús con relación a la ley se puede resumir en los siguientes cuatro puntos:
1) Jesús quebrantó la ley religiosa de su pueblo repetidas veces: al tocar a los leprosos (Mc 1,41 par), al curar intencionadamente en sábado (Mc 3,1-5 par; Lc 13,10-17; 14,1-6), al tocar los cadáveres (Mc 5,41 par; Lc 7,14).
2) Jesús permitió que su comunidad de discípulos quebrantase la ley religiosa y defendió a sus discípulos cuando se comportaron de esa manera: al comer con pecadores y descreídos (Mc 2,15 par), al no practicar el ayuno en los días fijados en la ley (Mc 2,18 par), al hacer lo que estaba expresamente prohibido en sábado (Mc 2,23 par), al no observar las leyes sobre la pureza ritual (Mc 7,11-23 par).
3) Jesús anuló la ley religiosa, es decir, la dejó sin efecto y, lo que es más importante, hizo que la violación de la ley produjera el efecto contrario, por ejemplo al tocar a los leprosos, enfermos y cadáveres. Es llamativo, en este sentido, la utilización del verbo "tocar" en los evangelios (Mc 1,41 par; Mt 8,15; 14,36; Mc 3,10; 6,56; Lc 6,19; Mt 20,34; Mc 8,22; 7,33; 5,27.28.30.32 par; Lc 8, 47). Las curaciones que hace Jesús se producen "tocando". Ahora bien, en todos estos casos, en lugar de producirse la impureza que preveía la ley (cf. Lev 13,15; 2Re 7,3; Núm 19,11-14; 2Re 23,11s), lo que sucede es que el contacto con Jesús produce salud, vida y salvación.
4) Jesús corrigió la ley e incluso se pronunció expresamente en contra de ella en más de una ocasión: al declarar puros todos los alimentos (Mc 7,19) y cuando anuló de manera terminante la legislación de Moisés sobre el privilegio que tenía el varón para separarse de la mujer (Mc 10,9 par).
Como se ve, la lista de hechos contra la ley resulta impresionante. Pero todavía, sobre estos hechos, hay que advertir dos cosas. En primer lugar, en la religión judía del tiempo de Jesús había dos clases de ley: por una parte estaba la torá, que era la ley escrita, es decir, la ley que propiamente había sido dada por Dios; por otra parte, estaba la hallachach, que era la interpretación oral que los letrados (escribas y teólogos de aquel tiempo) daban de la torá. Pues bien, estando así las cosas, es importante saber que Jesús no sólo quebrantó la hallachach, sino incluso la misma torá, es decir, la ley religiosa en su sentido más fuerte, la ley dada por Dios.
Así cuando Jesús toca al leproso, se opone directamente a lo mandado por Dios en la ley de Moisés (Lev 5,3; 13,45-46); cuando permite que sus discípulos arranquen espigas en sábado y justifica esa conducta, se opone igualmente a la ley mosaica (Ex 31, 12-17); 34,21; 35,2). Lo mismo hay que decir cuando vemos que toca a los enfermos (contra Lev 13,15) y sobre todo a los cadáveres (contra Núm 19, 11-14); más claramente aún cuando declara puros todos los alimentos (contra Lev 11, 25-47; Dt 14,1-21) y expresamente contradice a Moisés cuando anula la legislación sobre el divorcio (Dt 24,1). En todos estos casos, Jesús se pronuncia y actúa contra la ley en su sentido más fuerte, llegando a afirmar algo que para la mentalidad judía era asombroso y escandaloso: que no es el hombre para la ley, sino que la ley está sometida al hombre, porque "el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado: así que el hombre es señor también del sábado" (Mc 2,28 par).
Por otra parte, en todo este asunto hay que tener en cuenta que estos actos contra la ley llevaban consigo, muchas veces, la pena de muerte. El caso más claro, en este sentido, es la violación del sábado. El evangelio de Marcos nos cuenta, a este respecto, cómo la primera violación se produce al arrancar espigas en sábado (Mc 2,23-28). Y entonces Jesús es advertido públicamente de su delito (Mc 2,24). Pues bien, a renglón seguido, Jesús vuelve a reincidir y de manera pública y provocadora, en la misma sinagoga, al curar al hombre de brazo atrofiado (Mc 3,1-6 par). De ahí que el evangelio termina el relato diciendo: "Nada más salir de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con Jesús" (Mc 3,6).
Jesús ya estaba sentenciando a muerte. Es decir, Jesús ya se había jugado la vida, precisamente por mostrarse soberanamente libre frente a la ley. Además, por si todo esto fuera poco, hay que tener en cuenta que Jesús curaba a la gente preferentemente en sábado. Así se desprende claramente del relato del evangelio de Lucas. Cuando Jesús cura en sábado a una mujer encorvada, el jefe de la sinagoga, indignado por aquella violencia de la ley, le dijo a la gente: "Hay seis días de trabajo; vengan esos días para que los curen, y no los sábados" (Lc 13,14). Esto quiere decir que la gente acudía a ser curada por Jesús precisamente los sábados, cuando eso esta estrictamente prohibido. Su comportamiento, en este sentido, es claramente provocador. Y lo hace así por una razón muy sencilla: porque de esa manera demuestra su absoluta libertad frente a una ley que era esclavizante para el hombre, en cuanto que recortaba su libertad en muchos aspectos.
La libertad de Jesús frente a la ley contiene para nosotros una enseñanza fundamental: el bien del hombre está antes que toda ley positiva. De tal manera que ese bien del hombre tiene que ser la medida de nuestra libertad. Así fue para Jesús. Y así tiene que ser también para todos los que creemos en él
Pues bien, estando así las cosas, el comportamiento de Jesús con relación a la ley se puede resumir en los siguientes cuatro puntos:
1) Jesús quebrantó la ley religiosa de su pueblo repetidas veces: al tocar a los leprosos (Mc 1,41 par), al curar intencionadamente en sábado (Mc 3,1-5 par; Lc 13,10-17; 14,1-6), al tocar los cadáveres (Mc 5,41 par; Lc 7,14).
2) Jesús permitió que su comunidad de discípulos quebrantase la ley religiosa y defendió a sus discípulos cuando se comportaron de esa manera: al comer con pecadores y descreídos (Mc 2,15 par), al no practicar el ayuno en los días fijados en la ley (Mc 2,18 par), al hacer lo que estaba expresamente prohibido en sábado (Mc 2,23 par), al no observar las leyes sobre la pureza ritual (Mc 7,11-23 par).
3) Jesús anuló la ley religiosa, es decir, la dejó sin efecto y, lo que es más importante, hizo que la violación de la ley produjera el efecto contrario, por ejemplo al tocar a los leprosos, enfermos y cadáveres. Es llamativo, en este sentido, la utilización del verbo "tocar" en los evangelios (Mc 1,41 par; Mt 8,15; 14,36; Mc 3,10; 6,56; Lc 6,19; Mt 20,34; Mc 8,22; 7,33; 5,27.28.30.32 par; Lc 8, 47). Las curaciones que hace Jesús se producen "tocando". Ahora bien, en todos estos casos, en lugar de producirse la impureza que preveía la ley (cf. Lev 13,15; 2Re 7,3; Núm 19,11-14; 2Re 23,11s), lo que sucede es que el contacto con Jesús produce salud, vida y salvación.
4) Jesús corrigió la ley e incluso se pronunció expresamente en contra de ella en más de una ocasión: al declarar puros todos los alimentos (Mc 7,19) y cuando anuló de manera terminante la legislación de Moisés sobre el privilegio que tenía el varón para separarse de la mujer (Mc 10,9 par).
Como se ve, la lista de hechos contra la ley resulta impresionante. Pero todavía, sobre estos hechos, hay que advertir dos cosas. En primer lugar, en la religión judía del tiempo de Jesús había dos clases de ley: por una parte estaba la torá, que era la ley escrita, es decir, la ley que propiamente había sido dada por Dios; por otra parte, estaba la hallachach, que era la interpretación oral que los letrados (escribas y teólogos de aquel tiempo) daban de la torá. Pues bien, estando así las cosas, es importante saber que Jesús no sólo quebrantó la hallachach, sino incluso la misma torá, es decir, la ley religiosa en su sentido más fuerte, la ley dada por Dios.
Así cuando Jesús toca al leproso, se opone directamente a lo mandado por Dios en la ley de Moisés (Lev 5,3; 13,45-46); cuando permite que sus discípulos arranquen espigas en sábado y justifica esa conducta, se opone igualmente a la ley mosaica (Ex 31, 12-17); 34,21; 35,2). Lo mismo hay que decir cuando vemos que toca a los enfermos (contra Lev 13,15) y sobre todo a los cadáveres (contra Núm 19, 11-14); más claramente aún cuando declara puros todos los alimentos (contra Lev 11, 25-47; Dt 14,1-21) y expresamente contradice a Moisés cuando anula la legislación sobre el divorcio (Dt 24,1). En todos estos casos, Jesús se pronuncia y actúa contra la ley en su sentido más fuerte, llegando a afirmar algo que para la mentalidad judía era asombroso y escandaloso: que no es el hombre para la ley, sino que la ley está sometida al hombre, porque "el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado: así que el hombre es señor también del sábado" (Mc 2,28 par).
Por otra parte, en todo este asunto hay que tener en cuenta que estos actos contra la ley llevaban consigo, muchas veces, la pena de muerte. El caso más claro, en este sentido, es la violación del sábado. El evangelio de Marcos nos cuenta, a este respecto, cómo la primera violación se produce al arrancar espigas en sábado (Mc 2,23-28). Y entonces Jesús es advertido públicamente de su delito (Mc 2,24). Pues bien, a renglón seguido, Jesús vuelve a reincidir y de manera pública y provocadora, en la misma sinagoga, al curar al hombre de brazo atrofiado (Mc 3,1-6 par). De ahí que el evangelio termina el relato diciendo: "Nada más salir de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con Jesús" (Mc 3,6).
Jesús ya estaba sentenciando a muerte. Es decir, Jesús ya se había jugado la vida, precisamente por mostrarse soberanamente libre frente a la ley. Además, por si todo esto fuera poco, hay que tener en cuenta que Jesús curaba a la gente preferentemente en sábado. Así se desprende claramente del relato del evangelio de Lucas. Cuando Jesús cura en sábado a una mujer encorvada, el jefe de la sinagoga, indignado por aquella violencia de la ley, le dijo a la gente: "Hay seis días de trabajo; vengan esos días para que los curen, y no los sábados" (Lc 13,14). Esto quiere decir que la gente acudía a ser curada por Jesús precisamente los sábados, cuando eso esta estrictamente prohibido. Su comportamiento, en este sentido, es claramente provocador. Y lo hace así por una razón muy sencilla: porque de esa manera demuestra su absoluta libertad frente a una ley que era esclavizante para el hombre, en cuanto que recortaba su libertad en muchos aspectos.
La libertad de Jesús frente a la ley contiene para nosotros una enseñanza fundamental: el bien del hombre está antes que toda ley positiva. De tal manera que ese bien del hombre tiene que ser la medida de nuestra libertad. Así fue para Jesús. Y así tiene que ser también para todos los que creemos en él