Isaías dijo:
“El lobo vivirá con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león y el novillo juntos, y un niño pequeño los conducirá. Las vacas se alimentan con el oso, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. El niño jugará cerca del agujero de la cobra, y el niño metió la mano en el nido de la víbora. No harán ningún daño ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mar. “(Isaías 11:6-9).
Daniel también tuvo una visión:
“En mi visión de la noche miré, y he aquí uno como un hijo de hombre, viene con las nubes del cielo. Se acercó al Anciano de Días y fue conducido a su presencia. Le fue dado dominio, gloria y reino, para todos los pueblos, las naciones y los hombres de cada lengua, le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido. (Daniel 7:13,14).
Este reino es lo que se conoce como el “reino de Dios”.
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Daniel continúa:
Daniel continúa:
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“Luego la soberanía, el poder y la grandeza de los reinos debajo de todo el cielo serán entregados a los santos, el pueblo del Altísimo. Su reino será un reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán. “(Daniel 7:27).
“Luego la soberanía, el poder y la grandeza de los reinos debajo de todo el cielo serán entregados a los santos, el pueblo del Altísimo. Su reino será un reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán. “(Daniel 7:27).
Como usted podrá ver, no hay ningún indicio aquí de una promesa de un cielo para cuando usted muera. Los santos están destinados a reinar con el Mesías en su reino. Los Judíos regresaron a la Tierra en el año 539 aC, pero este no era en absoluto la restauración prometida del reino.
Nehemías, después de haber regresado a la Tierra, oraba:
“He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia” (Nehemías 9:36-37).
Todavía estaban esperando al Mesías y su reino por venir. No es extraño que hubiese tanto entusiasmo cuando llegó Jesús diciendo: “Arrepentíos porque el Reino de Dios está cerca.” (Mateo 4:17).
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