Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«Los cuales en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, cuando se aparejaba el arca; en la cual pocas, es á saber, ocho personas fueron salvas por agua» (1 P. 3:20).
«A la figura de la cual el bautismo que ahora corresponde nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como demanda de una buena conciencia delante de Dios,) por la resurrección de Jesucristo…» (1 P. 3:21).
Existen controversias “no muy nuevas” acerca de si el bautismo en agua salva o no. Demostraremos en este sencillo estudio que el bautismo en agua no está involucrado en lo más ínfimo en la «regeneración espiritual» del creyente, en su «conversión», en su «salvación».
En 1 de P. 3:21, no se proporciona o se sugiere la idea, y en ninguna otra parte, que el bautismo en agua logre salvar de un modo u otro. La palabra «figura» que aparece en el texto, es la traducción de la palabra griega «antitupon» («antitipo» o «tipo»). Esta palabra significa: «Modelo, «Ejemplar», «Un símbolo que representa algo figurado». Así, por lo tanto, el bautismo en agua viene a establecerse de forma única como una «figura», un «tipo perfecto de la salvación»: El bautismo en agua, es «una alegoría de la salvación real». El bautismo en agua es el resultado inexorable y necesario de una correcta actitud mental que compromete al recién convertido a «la obediencia sincera para con Dios» (Ro. 6:4).
El bautismo en agua, es un «antitipo» de la liberación de Noé y su familia por medio del agua (1 P. 3:20). «Ahora os salva» (humas nun sözei, gr.), es un verbo simple que denota que la salvación, la que Pedro concibe precisamente, es tan sólo simbólica. Pedro hace hincapié que el bautismo en agua «no quita la inmundicia de la carne» (ou sarkos apothesis rupou, gr.) literalmente, como cuando uno quita la «suciedad del cuerpo al lavarlo», o espiritualmente, que sería como quitar, «limpiar las impuras manchas por causa del pecado en el corazón del hombre». Lógicamente, con esto, no es posible que pueda haber una «remisión baustimal» por los pecados. Sólo la «Gracia» es capaz de hacerlo.
Pedro aclara que el bautismo en agua es «una respuesta (enfatizo, del verdadero convertido) de una buena conciencia hacia Dios» (alla sunëideseös agathës eperötëma eis theon, gr.). El bautismo en agua lleva al creyente en Cristo en dar un testimonio público de su «pronta regeneración anterior», de su «conversión inmediata», y que habla de su responsable consagración individual al «servicio divino».
La Palabra «bautizar» es una castellanizada que se traduce del griego «baptizo». Esta palabra ofrece la idea o el concepto de «envolver» completamente una determinada «sustancia en otra». De esa manera, en el «bautismo del espíritu», el creyente es sumergido o «envuelto» en el Cuerpo de Cristo.
En el bautismo en agua, como «figura», el creyente es «envuelto», es sumergido en un «sepulcro de agua», en una «tumba acuosa» que simboliza, en esta parte, la «muerte y sepultura de Cristo», y que viene a emerger después para entregarse por voluntad propia a una «vida nueva», santa y de sujeción a causa de su efectiva conversión. Esta última parte del bautismo en agua, simboliza la «resurrección de Cristo», quien se levantó de entre los muertos para «vida nueva», gloriosa, por el poder de Dios que «operó» en él para tal efecto (Ef. 1:20).
De manera confiable, concluimos, que solamente la persona regenerada, cuando ha ejercido la fe salvífica, «porque por gracia sois salvos por medio de la fe» (Ef. 2:8), por «creer en Cristo» (Jn. 3:16; 36; Ro. 10:9-10) es objeto del bautismo. No cabe duda que por esta situación, el creyente en Cristo se verá empujado a realizarlo sin ninguna confusión y traba.
En el Nuevo Testamento, el bautismo en agua es la declaración pública, la confesión inicial de la fe en Cristo. Es el testimonio del creyente que ha sido salvado y el cual se ha comprometido con Dios para «vida nueva», para «servirle, para «amarle», y para «obedecerle».
Amén.