Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
El día de la expiación (cap.16 del libro de Levítico) es el ejemplo más claro de la obra redentora de Cristo en la Cruz del Calvario. Es el más descriptivo de todos los tipos de sacrificios, de acuerdo a la ley levítica, de animales del AT. y que se llevaba a cabo anualmente para la expiación de los pecados de Israel (yom Kipurr, heb.) y que alude, cómo ningún otro, el sacrificio de Cristo para la remisión de los pecados. El término «hacer expiación», proviene del verbo hebreo kafar que significa «cubrir», «dar cobertura», es decir, que los pecados de los santos del AT. fueron cubiertos y tapados, hasta que Cristo los quitó en forma definitiva:
«. . . a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, al fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Ro.3:25-26).
En Lev.16:5, se logra apreciar que los dos machos cabríos comprendían el mismo sacrificio por el pecado: El macho cabrío inmolado representa el sacrificio de Cristo en el madero para el perdón de los pecados, en que las justas demandas de Dios ante su carácter santo han sido satisfechas. A esto se le denomina «propiciación» (1 Jn.2:2; 4:10; Ro.3:25). El chivo expiatorio, o «macho cabrío de la remoción» (azazel), representa a Cristo llevando los pecados de los hombres, este acto es conocido como «expiación» (ver: Sal.103:12, Heb.9:26). La expiación de Cristo, quien llevó el castigo por nuestros pecados (Is.53:5, 6; 1 P.2:24), logró «la justificación» de los hombres ante Dios, que es el hacer justo a alguien, dejándolo libre de toda culpa que implica el castigo eterno. Con esto, la pena de la muerte espiritual y física se remite (Gn.2:16, 17; Ro.5:12-14; 6:23), y la restauración viene a darse a causa del perdón de los pecados (Col.2:13). Así, el hombre puede tener ya una comunión santa con el Dios glorioso.Cristo Jesús, el Sumo Sacerdote, el Hijo de Dios que fue sin pecado (Heb. 4:15; 7:26; 1 P. 2:22; 1 Jn.3:5), realizó un solo sacrificio, «una vez por siempre», para la remisión de los pecados (Heb.7:27; 9:12; 10:10). Los sumos sacerdotes anualmente lo hacían (Heb.9:27), y son inefectivos para la Dispensación de la Gracia (Jn.1:17) «porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no pueden quitar los pecados» (Heb.10:4).
No sólo el día de la expiación el sumo sacerdote efectuaba sacrificios por los pecados para el pueblo de Israel, era también importante que el lo hiciera para sí mismo (Lev. cap. 16). Cristo, por ser libre de la culpa que todo hombre natural lleva por efecto del pecado que tuvo su principio en el huerto edénico (Gn. cap.3; Ro.3:23), no tuvo necesidad de hacerlo para él en la cruz para ser expiado («autoexpiado») por medio de su sangre (Heb.9:11-14, 25).
A derramar Cristo su sangre, hace posible la redención humana. El derramamiento de sangre es el «costo» o el «precio» de la redención para el perdón del pecado que lleva a transgredir en contra de Dios. «La redención» es la compra del esclavo por precio de sangre haciéndolo libre del pecado que lo acarreaba a la eterna condenación, a la Muerte Segunda (ver. Col.1:13, 14; Ap.20:14). En el AT. se aclara que «la vida del cuerpo está en la sangre» (Lev.17:11), y es de vital importancia porque «sin derramamiento de sangre no hay perdón» (Heb.9:22).
El sacrificio de Cristo fue vicario, él murió en nuestro lugar: «. . . Cristo padeció una sola vez por los pecados de los hombres, el justo, por los injustos. . . », como «un cordero sin mancha y sin contaminación» (1 P.1:19), como los tipos del AT. que eran sin defecto físicos (ver el Levítico de Moisés), factor de importancia para culminar el rito de la expiación anual (Heb.10:12):
«Porque Cristo también padeció una vez por siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. . . » (1 P.3:18).
«El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia» (1 P.2:24)..«Por sus heridas habéis sido sanados» (1 P.2:25).
«Y el murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co.2:15).
«. . . quien se dio a si mismo por nuestros pecados» (Ga.1:4).
La salvación va mucho más lejos que el sacrificio de Cristo en el Calvario (Ro.5:8-10; 1 Jn.2:2; 4:14), del perdón de los pecados (Ef.1:7), de la destrucción del aguijón de la muerte (1 Co.15:54-56), y la diablo (Gn.3:15; Heb. 2:14), mucho más allá de la resurrección de Cristo (1 Co.15:4). La verdadera salvación no se fija en estos asuntos tan sólo (aclaro, que no dejan de ser importantes), sino hasta el establecimiento del Reino apocalíptico de Cristo que será levantado en su segunda venida para que sea heredado por los mansos y fieles suyos (Mt.5:5), para que gocen y gobiernen con él por «mil años» en paz y en justicia, según las Escrituras del AT. (Is. cap.60; Is. 61:3-11; Dn.2:44; Zac.14:16-21; etc.) y las del NT. (Rev.20:4- 6).
En otro lado, al respecto:
«. . . así también Cristo fue ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que le esperan» (Heb.9:28).
«. . . que sois guardaos por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 P.1:5).
Dios les bendiga siempre hermanos y amigos míos del buen entender.