.
Autor: Gabriel (Cristiano Unitario)
.
Teléfonos de contacto en Madrid
34-91-225-9525
Teléfonos de contacto en Madrid
34-91-225-9525
34-695-330-306
.
Todos hemos oído predicaciones acerca de la salvación, y muchos grandes evangelistas proclamando la salvación eterna, tras la oración de fe, pero queridos hermanos, vamos a ser realistas y a repasar las Escrituras, para comprobar qué es realmente lo que dicen acerca de nuestra salvación y si ésta es algo que recibimos para siempre y no podemos perder de ninguna manera ó es algo gratuito, pero que debemos cuidar con temor y temblor.
Yo me inclino a creer que es algo más parecido a esto segundo que lo primero, por lo cual aconsejaría que todos sigan manteniéndose firmes en la fe, puestos sus ojos en Jesús y llenos de su palabra y envueltos en su obra hasta que él regrese, o hasta que nuestro tiempo en este planeta acabe y nos toque descansar hasta su regreso. Porque lo que el Señor nos ha prometido es la vida eterna, y esta promesa es la esperanza más grande y maravillosa que nadie jamás pudo soñar, ya que vamos a ser participes de la naturaleza divina y desde que estamos en Cristo tenemos una esperanza, que antes no teníamos, ni remotamente, pero que ahora si tenemos. EFESIOS 2:12, dice: “EN AQUEL TIEMPO, ESTABAIS SIN CRISTO, ALEJADOS DE LA CIUDADANIA DE ISRAEL Y AJENOS A LOS PACTOS DE LA PROMESA, SIN ESPERANZA Y SIN DIOS EN EL MUNDO”. Realmente estábamos vacíos, sin Dios y sin ninguna esperanza, sólo teníamos las mentiras del mundo. Así que en principio la salvación que recibimos es ser participantes de todas las promesas hechas por Dios a Abraham, que son las promesas a Israel, de las cuales estábamos totalmente excluidos, antes de conocer a Cristo y de las cuales ahora podemos aspirar a heredar como miembros de la familia de Dios, y no alguna salvación diferente, made in USA, una vez salvos, salvos para siempre jamás.
Pues gracias a Dios que esa no es la salvación de Cristo, sino que la esperanza (salvación) de Cristo es la esperanza (salvación) de Israel, de la cual ahora somos nosotros partícipes. Nosotros que hemos sido injertados en el buen olivo, participamos en la carrera a la meta que es el Reino, para entrar por la puerta principal y recibir la salvación que nos está reservada, por ahora, en los cielos. Sin embargo, cuando llegue el momento propicio, Cristo nos la manifestará en su parusía, y no antes. Mientras tanto, ahora tenemos en nuestros corazones la más grande esperanza jamás ofrecida a hombre alguno, ¿Amén? Dice 1 Pedro 1:3, así: “BENDITO EL DIOS Y PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE SEGÚN SU GRAN MISERICORDIA NOS HIZO RENACER PARA UNA ESPERANZA VIVA, POR LA RESURRECCION DE JESUCRISTO DE LOS MUERTOS”.
Así que lo que hemos recibido a través del nuevo nacimiento, y de la fe en Cristo Jesús, es una esperanza viva de que si permanecemos en Cristo, no seremos avergonzados, y recibiremos este tesoro que está guardado para nosotros en los cielos, porque Dios que no es ningún mentiroso. Él ha preparado esta vida para nosotros y determinado que la recibamos en todo nuestro ser, en el tiempo venidero, para lo cual ahora nos ha dado esta maravillosa esperanza, que antes no teníamos en lo más mínimo, pero que ahora sí nos ha sido predicada, por lo cual hemos pasado a ser miembros de esta gloriosa familia de la esperanza. Dice Tito 1:2-3, así: “EN LA ESPERANZA DE LA VIDA ETERNA, DIOS, QUE NO MIENTE, PROMETIO ESTA VIDA, DESDE ANTES DEL PRINCIPIO DE LOS SIGLOS Y A SU DEBIDO TIEMPO MANIFESTO SU PALABRA POR MEDIO DE LA PREDICACION QUE ME FUE ENCOMENDADA POR MANDATO DE DIOS, NUESTRO SALVADOR”. Por lo que nos queda más que probado, que esta salvación, que incluye según hemos estado explicando con anterioridad: “la vida eterna y la entrada al Reino”, nos será entregada más adelante.
Vemos claramente entonces que el contrato de nuestra salvación ha sido realizado en esperanza y siendo éste el elemento principal a través de la cual hemos adquirido esa promesa divina que se encuentra en el paquete de nuestra salvación, que aunque ahora no la vemos, ya que si la viésemos la tendríamos, y ya no sería esperanza, sino un hecho consumado, seguimos esperando con fe y paciencia, por lo cual Dios sigue produciendo, por medio de la prueba de nuestra fe, el elixir de la paciencia, que no tenemos por naturaleza y necesitamos para no salirnos del camino, debido a la impaciencia de la carne. Dice Romanos 8:24-25, así: “PORQUE EN ESPERANZA FUIMOS SALVOS; PERO LA ESPERANZA QUE SE VE NO ES ESPERANZA, YA QUE LO QUE ALGUNO VE, ¿PARA QUE ESPERARLO? PERO SI ESPERAMOS LO QUE NO VEMOS, CON PACIENCIA LO AGUARDAMOS”.
La esperanza es real para todos aquellos que hemos creído en Cristo y debemos estar tranquilos, porque así como sabemos que nuestro Señor está ahora a la derecha del Padre en el Cielo, así también nuestra esperanza está muy bien guardada en Cristo, y sabemos que cuando él se manifieste, entonces también será manifestada con él nuestra esperanza, y nos será entregada en aquel día, porque sabemos que fiel es el que prometió y sabemos en quién hemos creído. Dice Colosenses 1:5, así: “A CAUSA DE LA ESPERANZA QUE OS ESTA GUARDADA EN LOS CIELOS. DE ESTA ESPERANZA YA HABEIS OIDO POR LA PALABRA VERDADERA DEL EVANGELIO”.
Vemos que cuando Pablo les habla a los romanos acerca de la llegada del tiempo de la salvación, lo hace indicando que esta es posterior al momento en que nos convertimos a Cristo y creímos por primera vez, por lo cual aparece un lapso de tiempo desde el nuevo nacimiento del espíritu, hasta la salvación del alma, que pacientemente espera con el cuerpo, la llegada de aquel glorioso día de la misma forma en que se espera la hora de un parto, el cual nadie puede adelantar, ni retrasar, porque tiene un tiempo perfecto establecido por Dios. Así también nuestra salvación tiene un tiempo que sólo Dios conoce. Dice Romanos 13:11, así: “Y ESTO, CONOCIENDO EL TIEMPO, QUE ES YA HORA DE LEVANTARNOS DEL SUEÑO, PORQUE AHORA ESTA MAS CERCA DE NOSOTROS NUESTRA SALVACION QUE CUANDO CREIMOS”. Es por esto también que cuando hablamos de la segunda venida de Cristo y del establecimiento del Reino, también lo hacemos de la manera que los primeros discípulos se refrían al evento, como el de una “esperanza bienaventurada”, que es la muy bendecida esperanza que alberga todo cristiano en su corazón, sabiendo que somos coherederos juntamente con Cristo, y con Abraham, y con toda la familia de Dios, de la herencia que el Padre ha dispuesto para nosotros. Dice Tito 2:13, así: “MIENTRAS AGUARDAMOS LA ESPERANZA BIENAVENTURADA Y LA MANIFESTACION GLORIOSA DE NUESTRO GRAN DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO”.
En la medida que vamos profundizando en la esperanza, vemos que se nos dice que debemos permanecer en la fe y se nos insista en que no nos movamos de esa esperanza, sino que permanezca firmemente cimentada nuestra vida en esta roca de Dios y esperanza de gloria en Cristo. Dice Colosenses 1:23, así: “PERO ES NECESARIO QUE PERMANEZCAIS FUNDADOS Y FIRMES EN LA FE, SIN MOVEROS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO QUE HABEIS OIDO, EL CUAL SE PREDICA EN TODA LA CREACION QUE ESTA DEBAJO DEL CIELO Y DEL CUAL YO PABLO, FUI HECHO MINISTRO”.
Sabemos que la esperanza es también parte fundamental de la armadura con la cual debemos vestirnos cada día para poder hacer frente a todas las asechanzas del maligno, que tiene propuesto hacernos la vida imposible, para que no mantengamos vivo aquello que nos sostiene y vivifica cada día y fracasemos en la lucha. Dice 1 Tesalonicenses 5:8, así: “PERO NOSOTROS QUE SOMOS DEL DIA, SEAMOS SOBRIOS, HABIENDONOS VESTIDO DE LA CORAZA DE LA FE Y DEL AMOR, Y CON LA ESPERANZA DE SALVACION COMO CASCO”. Por eso más que nunca, ahora debemos guardar este tesoro maravilloso que Dios nos dio, y trabajar con esta esperanza cada día, compartiéndola a otros para que la vida eterna que viene a través suyo, se derrame abundantemente, recordando siempre que son tres los elementos más maravillosos que Dios nos dio para hacer su obra y llegar a la meta; y uno de ellos es la esperanza; Dice 1 Corintios 13:13: “AHORA PERMANECEN LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR, ESTOS TRES; PERO EL MAYOR DE ELLOS ES EL AMOR”.
Que el Señor los bendiga ricamente!
Si alguno de ustedes reside en España, y desea comunicarse con el hermano Gabriel, pueden hacerlo llamándolo a los teléfonos que aparecen al inicio de este artículo.
Todos hemos oído predicaciones acerca de la salvación, y muchos grandes evangelistas proclamando la salvación eterna, tras la oración de fe, pero queridos hermanos, vamos a ser realistas y a repasar las Escrituras, para comprobar qué es realmente lo que dicen acerca de nuestra salvación y si ésta es algo que recibimos para siempre y no podemos perder de ninguna manera ó es algo gratuito, pero que debemos cuidar con temor y temblor.
Yo me inclino a creer que es algo más parecido a esto segundo que lo primero, por lo cual aconsejaría que todos sigan manteniéndose firmes en la fe, puestos sus ojos en Jesús y llenos de su palabra y envueltos en su obra hasta que él regrese, o hasta que nuestro tiempo en este planeta acabe y nos toque descansar hasta su regreso. Porque lo que el Señor nos ha prometido es la vida eterna, y esta promesa es la esperanza más grande y maravillosa que nadie jamás pudo soñar, ya que vamos a ser participes de la naturaleza divina y desde que estamos en Cristo tenemos una esperanza, que antes no teníamos, ni remotamente, pero que ahora si tenemos. EFESIOS 2:12, dice: “EN AQUEL TIEMPO, ESTABAIS SIN CRISTO, ALEJADOS DE LA CIUDADANIA DE ISRAEL Y AJENOS A LOS PACTOS DE LA PROMESA, SIN ESPERANZA Y SIN DIOS EN EL MUNDO”. Realmente estábamos vacíos, sin Dios y sin ninguna esperanza, sólo teníamos las mentiras del mundo. Así que en principio la salvación que recibimos es ser participantes de todas las promesas hechas por Dios a Abraham, que son las promesas a Israel, de las cuales estábamos totalmente excluidos, antes de conocer a Cristo y de las cuales ahora podemos aspirar a heredar como miembros de la familia de Dios, y no alguna salvación diferente, made in USA, una vez salvos, salvos para siempre jamás.
Pues gracias a Dios que esa no es la salvación de Cristo, sino que la esperanza (salvación) de Cristo es la esperanza (salvación) de Israel, de la cual ahora somos nosotros partícipes. Nosotros que hemos sido injertados en el buen olivo, participamos en la carrera a la meta que es el Reino, para entrar por la puerta principal y recibir la salvación que nos está reservada, por ahora, en los cielos. Sin embargo, cuando llegue el momento propicio, Cristo nos la manifestará en su parusía, y no antes. Mientras tanto, ahora tenemos en nuestros corazones la más grande esperanza jamás ofrecida a hombre alguno, ¿Amén? Dice 1 Pedro 1:3, así: “BENDITO EL DIOS Y PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE SEGÚN SU GRAN MISERICORDIA NOS HIZO RENACER PARA UNA ESPERANZA VIVA, POR LA RESURRECCION DE JESUCRISTO DE LOS MUERTOS”.
Así que lo que hemos recibido a través del nuevo nacimiento, y de la fe en Cristo Jesús, es una esperanza viva de que si permanecemos en Cristo, no seremos avergonzados, y recibiremos este tesoro que está guardado para nosotros en los cielos, porque Dios que no es ningún mentiroso. Él ha preparado esta vida para nosotros y determinado que la recibamos en todo nuestro ser, en el tiempo venidero, para lo cual ahora nos ha dado esta maravillosa esperanza, que antes no teníamos en lo más mínimo, pero que ahora sí nos ha sido predicada, por lo cual hemos pasado a ser miembros de esta gloriosa familia de la esperanza. Dice Tito 1:2-3, así: “EN LA ESPERANZA DE LA VIDA ETERNA, DIOS, QUE NO MIENTE, PROMETIO ESTA VIDA, DESDE ANTES DEL PRINCIPIO DE LOS SIGLOS Y A SU DEBIDO TIEMPO MANIFESTO SU PALABRA POR MEDIO DE LA PREDICACION QUE ME FUE ENCOMENDADA POR MANDATO DE DIOS, NUESTRO SALVADOR”. Por lo que nos queda más que probado, que esta salvación, que incluye según hemos estado explicando con anterioridad: “la vida eterna y la entrada al Reino”, nos será entregada más adelante.
Vemos claramente entonces que el contrato de nuestra salvación ha sido realizado en esperanza y siendo éste el elemento principal a través de la cual hemos adquirido esa promesa divina que se encuentra en el paquete de nuestra salvación, que aunque ahora no la vemos, ya que si la viésemos la tendríamos, y ya no sería esperanza, sino un hecho consumado, seguimos esperando con fe y paciencia, por lo cual Dios sigue produciendo, por medio de la prueba de nuestra fe, el elixir de la paciencia, que no tenemos por naturaleza y necesitamos para no salirnos del camino, debido a la impaciencia de la carne. Dice Romanos 8:24-25, así: “PORQUE EN ESPERANZA FUIMOS SALVOS; PERO LA ESPERANZA QUE SE VE NO ES ESPERANZA, YA QUE LO QUE ALGUNO VE, ¿PARA QUE ESPERARLO? PERO SI ESPERAMOS LO QUE NO VEMOS, CON PACIENCIA LO AGUARDAMOS”.
La esperanza es real para todos aquellos que hemos creído en Cristo y debemos estar tranquilos, porque así como sabemos que nuestro Señor está ahora a la derecha del Padre en el Cielo, así también nuestra esperanza está muy bien guardada en Cristo, y sabemos que cuando él se manifieste, entonces también será manifestada con él nuestra esperanza, y nos será entregada en aquel día, porque sabemos que fiel es el que prometió y sabemos en quién hemos creído. Dice Colosenses 1:5, así: “A CAUSA DE LA ESPERANZA QUE OS ESTA GUARDADA EN LOS CIELOS. DE ESTA ESPERANZA YA HABEIS OIDO POR LA PALABRA VERDADERA DEL EVANGELIO”.
Vemos que cuando Pablo les habla a los romanos acerca de la llegada del tiempo de la salvación, lo hace indicando que esta es posterior al momento en que nos convertimos a Cristo y creímos por primera vez, por lo cual aparece un lapso de tiempo desde el nuevo nacimiento del espíritu, hasta la salvación del alma, que pacientemente espera con el cuerpo, la llegada de aquel glorioso día de la misma forma en que se espera la hora de un parto, el cual nadie puede adelantar, ni retrasar, porque tiene un tiempo perfecto establecido por Dios. Así también nuestra salvación tiene un tiempo que sólo Dios conoce. Dice Romanos 13:11, así: “Y ESTO, CONOCIENDO EL TIEMPO, QUE ES YA HORA DE LEVANTARNOS DEL SUEÑO, PORQUE AHORA ESTA MAS CERCA DE NOSOTROS NUESTRA SALVACION QUE CUANDO CREIMOS”. Es por esto también que cuando hablamos de la segunda venida de Cristo y del establecimiento del Reino, también lo hacemos de la manera que los primeros discípulos se refrían al evento, como el de una “esperanza bienaventurada”, que es la muy bendecida esperanza que alberga todo cristiano en su corazón, sabiendo que somos coherederos juntamente con Cristo, y con Abraham, y con toda la familia de Dios, de la herencia que el Padre ha dispuesto para nosotros. Dice Tito 2:13, así: “MIENTRAS AGUARDAMOS LA ESPERANZA BIENAVENTURADA Y LA MANIFESTACION GLORIOSA DE NUESTRO GRAN DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO”.
En la medida que vamos profundizando en la esperanza, vemos que se nos dice que debemos permanecer en la fe y se nos insista en que no nos movamos de esa esperanza, sino que permanezca firmemente cimentada nuestra vida en esta roca de Dios y esperanza de gloria en Cristo. Dice Colosenses 1:23, así: “PERO ES NECESARIO QUE PERMANEZCAIS FUNDADOS Y FIRMES EN LA FE, SIN MOVEROS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO QUE HABEIS OIDO, EL CUAL SE PREDICA EN TODA LA CREACION QUE ESTA DEBAJO DEL CIELO Y DEL CUAL YO PABLO, FUI HECHO MINISTRO”.
Sabemos que la esperanza es también parte fundamental de la armadura con la cual debemos vestirnos cada día para poder hacer frente a todas las asechanzas del maligno, que tiene propuesto hacernos la vida imposible, para que no mantengamos vivo aquello que nos sostiene y vivifica cada día y fracasemos en la lucha. Dice 1 Tesalonicenses 5:8, así: “PERO NOSOTROS QUE SOMOS DEL DIA, SEAMOS SOBRIOS, HABIENDONOS VESTIDO DE LA CORAZA DE LA FE Y DEL AMOR, Y CON LA ESPERANZA DE SALVACION COMO CASCO”. Por eso más que nunca, ahora debemos guardar este tesoro maravilloso que Dios nos dio, y trabajar con esta esperanza cada día, compartiéndola a otros para que la vida eterna que viene a través suyo, se derrame abundantemente, recordando siempre que son tres los elementos más maravillosos que Dios nos dio para hacer su obra y llegar a la meta; y uno de ellos es la esperanza; Dice 1 Corintios 13:13: “AHORA PERMANECEN LA FE, LA ESPERANZA Y EL AMOR, ESTOS TRES; PERO EL MAYOR DE ELLOS ES EL AMOR”.
Que el Señor los bendiga ricamente!
Si alguno de ustedes reside en España, y desea comunicarse con el hermano Gabriel, pueden hacerlo llamándolo a los teléfonos que aparecen al inicio de este artículo.