Por el Dr. Javier Rivas Mtz (MD)
«Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová» (Lev. 10:1-2).
La Iglesia, casi en su totalidad, se encuentra saturada de fuegos extraños que le han hecho bastante daño, y los efectos de dicho daño, desgraciadamente, no es percibido por los cristianos que son desprevenidos y débiles en la fe. La culpa, primeramente, la tienen los líderes evangélicos desvergonzados y abusivos que los han esclavizado dentro de sus Templos y que no se tientan el corazón para lograr sus fines protervos (2 P.1-3), y por otra parte, los creyentes incautos e ignorantes que los han aceptado pensando que vienen del mismo Dios que hizo todas las cosas (¡Vaya qué lo hemos repetido tanto!). Si el creyente no es escudriñador de las Escrituras Santas, lo más seguro es que termine aprobando felizmente los fuegos extraños que el mundo ofrece, que son los heretismos variables que podrían comprometer su salvación, si no despierta del éter adormecedor de su mentira que se encubre sincréticamente como verdad. Fue el caso de Nadad y Abiú que tomaron un fuego ajeno a la voluntad Divina. Dios había ordenado que el fuego para los incensarios tendría que ser del altar de los holocaustos (Ex.30:9; Núm. 16:46). Cuando ellos tomaron uno completamente extraño, rompieron con la ordenanza sagrada, y Dios terminó por «rostizarlos como pollos» en un instante (Lev.10:1-2). ¿Qué el fuego no es fuego? ¿No fue Dios exagerado e injusto con ellos? La Palabra de Dios no es elástica para los hombres que son malignos por naturaleza y que buscan siempre satisfacer sus propios instintos naturales que son mundanos. Por esta situación inherentemente humana, la Palabra de Dios ha sido usada para propósitos de deleites y de gozos terrenales, ya que la capacidad de discernimiento se encuentra abolida bajo el manto de la carnalidad (2 P.2:10). Ante esta verdad, las Iglesia evangélicas hogaño, sobre todos las de corte carismático, las que anuncia la prosperidad material, los fuegos extraños se han infiltrado con grato apruebo y que se traducen en música del mundo, en el baile sensual y provocativo, sobre todo en las «santas» jovencitas que les encanta mover el ombligo y el «bote» ( Yo he sido testigo de semejante puntada a la que llaman absurdamente Danza en el Espíritu (¿?), pero no la de Dios y que fue para el Israel del pasado, sino el de las emociones diabólicamente atrevidas). He visto en el famoso y pagano programa Enlace TV (que de cristiano no tiene nada) como grupos de rock llamados cristianos se asemejan pavorosamente (la única diferencia la hace el nombre) a los grupos rockeros que el mundo ha parido de manera grotesca. Los desmanes y algarabías que provocan no tienen nada de cordura y santidad, muy contrariamente a lo que dijo el apóstol Pablo: que todo se hiciera con decencia y orden (1 Co.14:40). Un mover propicio para los trances eufóricos, un medio para desatar el instinto natural que condena al hombre que no está sujeto a la Palabra del Señor. Y aunque la música rockera tenga la mejor letra cristiana, el excipiente es suficientemente maligno para podrirlo todo: Un poco de levadura, leuda toda la masa. . . Esto también se aplica al resto de los diferentes estilos de música que el mundo ha concebido y que las diferentes Iglesias que profesan el cristianismo han tomado para volatilizar desordenadamente las emociones reprimidas. (Ní me pregunten, porque de una de ellas, yo procedo). La música es del mundo, y le pertenece al mundo, y no tiene cabida dentro de las Iglesias cristianas, mucho menos aquellas que exhalan estruendo y relajo. Acuérdense de Nadab y Abiú y no lo duden, estudien abundantemente la Biblia y no se deje cegar por la irracionalidad, la ignorancia y el orgullo, amigos míos. Posiblemente ustedes digan como padres de familia: «pues nuestro hijo ha dejado las calles y se ha hecho más obediente. No le vemos alguna cosa mala a esto». Aquí, en esta transición que parece buena, no se percibe que únicamente su hijo ha cambiado de esos lugares mundanos y de gran hostilidad que frecuentaba a otro indetecablemente mundano, que aparenta cristiandad, pero que no deja de ser letal para la salud espiritual, siendo más digerible para ustedes como padres de familia por ese aparente cambio de lugar y de conducta que no es espiritual ni benéfica para su hijo, todo esto contrario al carácter santo de Dios mostrado en las Escrituras. Otro fuego extraño, es el diezmo Vetero Testamentario que fue exclusivo para los levitas (léanlo por favor en el libro de Levítico) para su sostén y mantenimiento. Ahora, bajo el Ministerio de la Gracia, los levitas dejaron de ser, y con ellos también el diezmo ha desaparecido pero fue con tristeza retomado insanamente por los líderes espirituales de las Iglesias cristianas de la actualidad con el propósito de llenar con dinero sus arcas bancarias y sus billeteras. Benny Hinn, Cash Luna, y otros cientos más, han engañados al pueblo con el cuento del diezmo y sus vidas de lujos reflejan el ardid. El Nuevo Testamento establece que la solvencia económica de los santos deberá ser por medio de ofrendas (en 1 Co.16:1-3, lo dice claramente, desengáñense por favor hermano o amigo que nos leen). Aunque el diezmo perteneció al Antiguo Testamento, de una manera u otra, es un fuego extraño porque es lejano al Ministerio de la Gracia. A eso se le llama con seguridad legalismo, muy combatido por el apóstol Pablo en un principio (1 Co.cap.3; Col.2:14-17). Qué decir de la actividad ocultista que en las Iglesias profesantes se desarrolla. Declaraciones de fe que son adversas a la soberanía de Dios, jerigonza que nada tienen que ver con las lenguas verdaderas del Pentecostés, sanidades y milagros inconclusos, altamente falsos e indocumentados (Benny Hinn fue visto en serios aprietos cuando se le cuestionó de la veracidad de sus milagros: nada dijo, solo calló, porque Dios le ordenó callar: «y el que calla, otorga»).
Hermanos y amigos: Pablo el apóstol profetizó en la antigüedad que vendría al pueblo de Dios una apostasía incitada por demonios engañadores (1 Tim 4:1). El apóstol Pedro dijo, vaticinando, que falsos maestros introducirían encubiertamente doctrinas retorcidas y destructoras que alcanzarían a muchos creyentes para que el camino de la verdad fuera blasfemado (2 P. cap.2). El tiempo ha llegado, y los fuegos extraños dentro de las Iglesias evangélicas están cumpliendo exactamente esta finalidad, ya profetizada por los santos apóstoles de Jesucristo y por él además.
Hermanos: volvámonos a la Biblia, examinemos todo para retener lo bueno y desechar lo malo en absoluto (1 Ts.5:21-22). La Biblia, es nuestra mejor brújula para llevarnos por la senda de la luz y apartarnos de la condenación que no se tarda para los impíos e incrédulos que rechazan de muchas maneras la obra de Dios en Jesucristo.