Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
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Queridos amigos, ¡cuántas personas tienen “el oro y el moro” y no son felices! Y es que la felicidad que da las riquezas es temporal o pasajera. Sé de muchas personas que adquieren bienes materiales como adquiere un adicto la droga para sentirse contentos por un momento, pero luego volver a estar insatisfechos y deprimidos.
Se sabe que el cantante Elvis Presley tenía una colección enorme de autos, todas las mujeres del mundo, mansiones, joyas, y mil cosas más, y él era un adicto a los fármacos para sentirse relajado y así poder dormir. Sus amigos cuentan cómo él les regalaba sus autos porque ya estaba aburrido de tenerlos arrimados en su mansión. Realmente esta súper estrella de la música vivió triste y amargada, con un matrimonio fracasado, y con una gran insatisfacción en su vida. Pero él no fue la única súper estrella que vivió una vida miserable, pues sabemos de muchos otros ídolos del cine y de la música se sumergieron también en las drogas y en el alcohol, y murieron a una edad temprana. Sin embargo, muchos jóvenes que saben de estas trágicas historias, persisten a toda costa en hacerse ricos y famosos, sin calcular el precio que tendrán que pagar.
En la Biblia tenemos historias de personas que vivieron en condiciones adversas y de maltratos y fueron dichosas. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Puede alguien sufrir y ser dichoso a la vez? Para el hombre carnal, el hombre común y corriente, esto es imposible. Y es que para los más de los hombres, la felicidad está en las cosas materiales, en el confort, en los placeres, en las comidas exquisitas, en la fama y en el buen prestigio. Sin embargo, las Escrituras nos dicen en verdad dónde está la auténtica felicidad o dicha. En el texto que aparece debajo del título de este artículo, Pablo les dice a los creyentes de Tesalónica, los cuales no estaban viviendo en el mejor de los mundos, lo siguiente: “Estad siempre (no eventualmente) gozosos” (1 Tes. 5.16). ¿Pero cómo puede estar alguno siempre gozoso en un mundo de tinieblas espirituales? Veamos.
El Gozo que viene por el creer en el evangelio del Reino
El apóstol Pablo les dice a los creyentes de Roma, lo siguiente:
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13. VV1960).
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Tome nota, estimado amigo, que Pablo aquí está diciendo que Dios puede hacer felices y dar paz a todos los que creen— ¿creen en qué? La respuesta la encontramos en los versículos que siguen a este versículo 13, y que dicen:
“Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada 16 para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo. 17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere. 18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, 19 con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo. 20 Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, 21 sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; y los que nunca han oído de él, entenderán”.
Así que el evangelio de Cristo, que es el evangelio del Padre, produce gozo y paz en el creyente porque le ofrece una maravillosa ESPERANZA de un mundo ideal donde todas las injusticias desaparecerán. Esta esperanza que otorga el mensaje (el evangelio o la palabra del reino) del Padre no la tienen los incrédulos, y es por eso que sus vidas carecen de verdadera felicidad y paz.
Así que tome nota, amigo, que el secreto de la verdadera felicidad ese encuentra en la esperanza que produce en nosotros el saber (por fe) que habrá un mundo maravilloso regido por un hombre santo y justo que seguirá a éste de densas tinieblas. Ahora preste atención a lo que Pablo les dice a los colosenses. A estos creyentes él los insta a permanecer firmes en la fe, sin moverse de la esperanza que brinda el evangelio de Jesucristo (el reino). He aquí sus palabras:
“a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, 6 que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad… el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo… si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio (del reino) que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro” (Col. 1:5,6, 13,23).
Es importante recordar que el reino envuelve varias promesas que serán cumplidas en nosotros: a).- la herencia de una tierra purificada, b).-un trono, c).- una gloria, d).- una autoridad, e).- una riqueza inimaginable, f).- una vida inmortal a lado de Dios y Su Hijo. Así que cuando decimos que tenemos esperanza por el mensaje del reino, estamos diciendo que tenemos esperanza de ser los primados del nuevo mundo de justicia. Ahora somos escoria para el presente mundo de Satanás, pero en el mundo de la era venidera, seremos nobles inmortales que gozaremos de una naturaleza divina como la que tiene Jesús ahora al lado de Su Padre (2 Pedro 1:3-11).
Evangelios espurios
¿Pero qué sucede cuando este evangelio que da verdadero gozo y esperanza es trucado o trastocado con un mensaje aguado, frívolo, e inconsistente? ¡Pues simplemente se obtiene creyentes igualmente frívolos, mediocres, e inconstantes! El verdadero evangelio de Cristo tiene PODER… el falso, ¡no! (Romanos 1:16). Es por eso que a mí, como apologista, no me asombra ver tanta herejía en las iglesias, pues sencillamente no han creído en el verdadero evangelio del reino que tiene poder para transformar las vidas de los creyentes. Personalmente les cuento que cuando escucho a “insignes predicadores de la Palabra” predicar un evangelio falso que nada tiene que ver con el reino de Cristo, siento rabia y pena a la vez, porque estoy contemplando a un ciego que ayuda a otro ciego a cruzar una carretera muy transitada. Estoy viendo el desastre en ciernes, una verdadera e inminente tragedia mortal para ambos, maestro y discípulo (Mateo 15:14).
Los creyentes en el evangelio verdadero son sellados con el Espíritu de Dios.
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Es interesante saber que los que creen en el verdadero evangelio son sellados con el espíritu santo de la promesa. Pablo lo dice así: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados (para la redención del cuerpo Efe.4:30, Rom. 8:23) con el Espíritu Santo de la promesa” (Efe. 1:13). Es decir, al poseer nosotros el Espíritu del Señor en nosotros, éste nos resucitará o transformará para recibir la herencia del reino de Dios (Romanos 8:11). ¿Pero qué sucede con aquellos que no han creído en el poderoso evangelio del reino sino en un evangelio aguado e impotente? ¿Tendrán realmente esas persona el Espíritu Santo?¿Podrán finalmente resucitar de sus sepulcros para la redención de sus cuerpos muertos y putrefactos? He allí el dilema!!!
El apóstol Pablo fue muy claro al advertirnos en contra de los evangelios espurios que son una verdadera maldición para todos aquellos que los aceptan y los difunden sin un mayor examen, cuando dijo:
“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gál. 1:6-9).
Concluimos, entonces, que lo más grande que alguno pudiera tener en esta vida es la fe y la esperanza que ofrece el mensaje que nos trajo nuestro Señor Jesucristo del Padre. Si alguno abraza su evangelio (mensaje) del reino para vivirlo y lo extiende a otros, será verdaderamente dichoso hoy, mañana y siempre. Pero si en cambio uno acepta un evangelio aguado, soso, e impreciso, el resultado será una existencia pueril y sin sabor. Así que le pregunto con toda sinceridad: ¿Está seguro usted de que ha creído en el verdadero y prístino evangelio de Cristo y sus apóstoles? Si es así, entonces su vida tendrá sabor y no será insípida (Mat. 5:13).
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