Cuentan en la historia del mundo, que hubo un día terrible, en el que el "odio", rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente, con todos los sentimientos más obscuros del mundo, y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber, cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos, habló el odio y dijo:
-- "..Os he reunido aquí, a todos, porque deseo con todas mis fuerzas, matar a alguien..."
Los asistentes no se extrañaron mucho, pues era el odio quien estaba hablando, y él siempre quiere matar a alguien. Sin embargo, todos se preguntaban entre sí, ¿quién sería tan difícil de matar, para que el odio necesitara a todos?
-- "..Quiero que matéis al amor…", dijo.
Muchos sonrieron malévolamente, pues más de uno quería destruirlo. El primer voluntario fue el "mal carácter", quien dijo:
-- "..Yo iré, y les aseguro que en un año, el amor habrá muerto. Provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará..."
Al cabo de un año se reunieron otra vez, y al escuchar el informe del "mal carácter", quedaron decepcionados. El dijo:
-- "..Lo siento, lo intenté todo, pero, cada vez que yo sembraba una discordia, el "amor" la superaba, y salía adelante..."
Fue entonces cuando muy diligente, se ofreció la "ambición". Que haciendo alarde de su poder, dijo:
-- "..En vista de que el "mal carácter" fracasó, iré yo. Desviaré la atención del amor, hacia el deseo por la riqueza y el poder. Eso nunca lo ignorará..."
Y empezó la "ambición" el ataque hacia su víctima, quien efectivamente cayó herida, y la adoró por ser una tentación constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor verdadero. Pero después de luchar por salir adelante, el amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el "odio" por el fracaso de la "ambición", envió a los "celos", quienes burlones y perversos, inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al amor, y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el amor, confundido, lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza, se impuso sobre ellos y los venció.
Año tras año, el "odio" siguió en su lucha, enviando a sus más hirientes compañeros. Envió a la "frialdad", al "egoísmo", la "indiferencia", la "pobreza", la "lascivia" y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el amor se sentía desfallecer, tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. Cuando venían las desgracias parecía sucumbir, pero finalmente el "odio", convencido de que el amor era invencible, le dijo a los demás:
-- "..No podemos hacer nada más. El amor ha soportado todo. Llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos..."
De pronto, de un rincón del salón, se levantó alguien poco reconocido que vestía todo de negro y con un vestido gigante que caía sobre su rostro. Su aspecto era fúnebre, como el de la muerte. Y dijo con seguridad:
-- "..Yo mataré al amor…"
Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer sólo, lo que ninguno había podido. El "odio" dijo, "...Ve y hazlo…"
Tan solo había pasado algún tiempo, cuando el "odio" volvió a llamar a todos, para comunicarles que después de mucho esperar, por fin el amor había muerto. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el del sombrero negro, habló:
-- "..Ahí os entrego al amor, totalmente muerto y destrozado..."
Y sin decir más, ya se iba.
-- "..Espera…", dijo el odio, "... ¿en tan poco tiempo lo eliminaste por completo? ¿Lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir? ¿Quién eres?..."
El del sombrero negro levantó por primera vez su horrible rostro, y dijo:
-- "…Soy la rutina. Yo genero la ausencia de amor, la falta de interés y energía. El amor es un fuego al que hay que echar cada día cosas nuevas, con pequeños actos de cortesía. La dejadez, así como el abandono de los detalles, produce finalmente el desmoronamiento del amor. Y es allí, donde yo, la rutina, finalmente venzo al amor..."
Anónimo.
-- "..Os he reunido aquí, a todos, porque deseo con todas mis fuerzas, matar a alguien..."
Los asistentes no se extrañaron mucho, pues era el odio quien estaba hablando, y él siempre quiere matar a alguien. Sin embargo, todos se preguntaban entre sí, ¿quién sería tan difícil de matar, para que el odio necesitara a todos?
-- "..Quiero que matéis al amor…", dijo.
Muchos sonrieron malévolamente, pues más de uno quería destruirlo. El primer voluntario fue el "mal carácter", quien dijo:
-- "..Yo iré, y les aseguro que en un año, el amor habrá muerto. Provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará..."
Al cabo de un año se reunieron otra vez, y al escuchar el informe del "mal carácter", quedaron decepcionados. El dijo:
-- "..Lo siento, lo intenté todo, pero, cada vez que yo sembraba una discordia, el "amor" la superaba, y salía adelante..."
Fue entonces cuando muy diligente, se ofreció la "ambición". Que haciendo alarde de su poder, dijo:
-- "..En vista de que el "mal carácter" fracasó, iré yo. Desviaré la atención del amor, hacia el deseo por la riqueza y el poder. Eso nunca lo ignorará..."
Y empezó la "ambición" el ataque hacia su víctima, quien efectivamente cayó herida, y la adoró por ser una tentación constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor verdadero. Pero después de luchar por salir adelante, el amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el "odio" por el fracaso de la "ambición", envió a los "celos", quienes burlones y perversos, inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al amor, y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el amor, confundido, lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza, se impuso sobre ellos y los venció.
Año tras año, el "odio" siguió en su lucha, enviando a sus más hirientes compañeros. Envió a la "frialdad", al "egoísmo", la "indiferencia", la "pobreza", la "lascivia" y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el amor se sentía desfallecer, tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. Cuando venían las desgracias parecía sucumbir, pero finalmente el "odio", convencido de que el amor era invencible, le dijo a los demás:
-- "..No podemos hacer nada más. El amor ha soportado todo. Llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos..."
De pronto, de un rincón del salón, se levantó alguien poco reconocido que vestía todo de negro y con un vestido gigante que caía sobre su rostro. Su aspecto era fúnebre, como el de la muerte. Y dijo con seguridad:
-- "..Yo mataré al amor…"
Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer sólo, lo que ninguno había podido. El "odio" dijo, "...Ve y hazlo…"
Tan solo había pasado algún tiempo, cuando el "odio" volvió a llamar a todos, para comunicarles que después de mucho esperar, por fin el amor había muerto. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el del sombrero negro, habló:
-- "..Ahí os entrego al amor, totalmente muerto y destrozado..."
Y sin decir más, ya se iba.
-- "..Espera…", dijo el odio, "... ¿en tan poco tiempo lo eliminaste por completo? ¿Lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir? ¿Quién eres?..."
El del sombrero negro levantó por primera vez su horrible rostro, y dijo:
-- "…Soy la rutina. Yo genero la ausencia de amor, la falta de interés y energía. El amor es un fuego al que hay que echar cada día cosas nuevas, con pequeños actos de cortesía. La dejadez, así como el abandono de los detalles, produce finalmente el desmoronamiento del amor. Y es allí, donde yo, la rutina, finalmente venzo al amor..."
Anónimo.