En el evangelio de Mateo (versículo 28:2) se dice que un ángel descendió del cielo hasta la tumba de Jesús, "hizo rodar la piedra y se sentó sobre ella". En Jerusalén se han descubierto muchas tumbas del tiempo de Jesús, y algunas todavía tienen estas piedras rodantes en la entrada. Una de ellas fue construida para el entierro de la reina Elena de Adiabene al norte de la Puerta de Damasco y todavía tiene la piedra en su lugar. Otra roca mejor preservada aún yace junto a la entrada de la tumba familiar de Herodes el Grande, al sur del Hotel Rey David. En años recientes, se han encontrado y estudiado más de 60 tumbas con piedras rodantes en Israel y Jordanía.