Un estudio sobre el Neopentecostalismo
Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
Antes de hablar de la firma apóstata del los tiempos últimos, que es el neopentecostalismo carismático, haremos una reseña breve del carácter herético del montanismo que surgió hace casi veinte siglos, y que tienen una relación muy íntima en su línea doctrinal de aquél.
El Montanismo se levantó en el año 165 d.C., cuando Montano, ex-sacerdote pagano que abrazó el cristianismo, empezó a proclamar por medio de una torcida profecía la nueva era del Espíritu que se caracterizaba por su extrema y redundante espiritualidad. El movimiento fue conocido como la Herejía de Carafrigia y, desgraciadamente, compenetró en las Iglesias cristianas de aquella época. Hubo gran problema para condenar a Montano y sus secuaces, ya que el cristianismo que seguían era fundamentalmente ortodoxo, excepto por el oscuro y contrario heretismo que emanaba de las ideas dislocadas de Montano que leudaba toda la masa. Los montanistas se subordinaron a la autoridad del sistema eclesial de sus maestros, que ponían énfasis en el hablar en lenguas y de profetizar. Uno de sus líderes, una mujer, Maximilla, vaticinó que el fin el mundo llegaría un poco tiempo después de que muriera. Ellos Predijeron además que la Nueva Jerusalén habría de descender en las ciudades de Pepuza y Tymión, en Frigia, ciudades que fueron consideradas como santas. Montano decía que el Espíritu Santo hablaba por medio de él. Ponía sus profecías a la par de las Escrituras o mayores que éstas. El errado movimiento fue condenado por los concilios de Asia Menor. Ireneo de Lyón fue acérrimo enemigo que luchó contra él. Tertuliano, quien propuso la errada idea Trinitaria, aprobó el montanismo, incursionándolo en su vida, pero nunca aprobó los excesos espirituales de él, y a causa de su influencia, pudo lograr mermar la característica volátil de las emociones mistificadas que distinguían a la secta. Por fin, no fue sino hasta el siglo sexto d.C. que el montanismo se libera de sus extremos profecías espirituales, suceso dado en el Norte de África.
El movimiento neopentecostalista carismático, al igual que el montanismo antiguo, se caracteriza por las exageraciones y desvíos espirituales. El creyente recién enlistado en las filas eclesiales, se le anima a profetizar y casi se le obliga a hablar en lenguas, ya que este último, según ellos, «es la garantía del bautismo del Espíritu Santo». Lejos de hablar en lenguas bíblicas, es un lenguaje oscuro, incomprensible en lo absoluto; un balbuceo que raya en el absurdo, que rompe con el concepto verdadero de las lenguas habladas en el día del Pentecostés y que dieron testimonio a los gentiles de la grandeza y las maravillas del Dios vivo:
«Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se junto la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno nuestras lengua en la que hemos nacido?» (Hechos 2:4-8).
Es evidente que estos hombres santos, al ser llenos del Espíritu Santo, empezaron hablar lenguas extrañas, pero extrañas en el sentido de que eran lenguas terrenales extranjeras y conocidas por el Mundo Antiguo de ese entonces, familiares para los extranjeros, mas a los santos que las hablaban, inentendibles. Cada uno de los extranjeros allí presentes en ese día glorioso, podían escuchar según su idioma las maravillas del Dios del cielo, fascinados por aquellos hombres llenos del Espíritu Santo que las hablaban de una forma sobrenatural (Hech. 2:7-12), por voluntad divina. La magna obra de Dios para el alcance de los gentiles, empezaba con tan histórico e importante evento, para la conversión de ellos:
«Fui hallado de los que no me buscaban;
Me manifesté a los que no preguntaban por mí.»
(Romanos 10:20).
Vemos, pues, de una manera clara, que aquellos hombres entendían los propósitos del Divino por medio de sus lenguas gentilicias, al oírlas, cosa que es diferente del hablar en lenguas de hoy en día, imposibles de entender y que no trascienden para edificación espiritual, porque no se sujetan al canon bíblico, siendo contrarias a las que se dieron en el día de Pentecostés como lo hemos podido ver: Una glosolalia muy parecida, más bien dicho, igual a la de los gurús de la Nueva Era y que los satanistas además practican con denuedo. Alguien dirá, entonces, preguntándose, ¿a qué se refiere el apóstol Pablo cuándo menciona?: «Si yo hablase lenguas angélicas». Pablo explica, usando la hipérbole en la ocasión, que aún aquel que hablase lenguas angélicas, cosa que nunca fue, si no tuviese amor, de nada le serviría el hablarlas. Aquí, muchos excusan que la jerigonza o lenguaje oscuro, es un lenguaje angelical, pero vemos que Pablo usa la exageración literaria, la hipérbole, en la circunstancia como para decir: «Aunque viera yo un ángel venido del cielo, ¿de qué serviría, si no tengo nada de amor?» Así, las lenguas oscuras hogaño, son interpretadas de manera antibíblica, cuya manifestación tienen origen en un estado emotivo altamente desorganizado, por una percepción incorrecta a causa de la ignorancia, de la Palabra de Dios, cuyo detonante es, a parte de lo dicho, un ambiente propicio espiritual falso, nebuloso y de mucha calentura: Todo un logro, desgraciadamente plausible en las congregaciones cristianas, por la influencia hipnótica de los líderes espirituales que han conciliado gratamente los extraños fuegos que vienen del ocultismo y del misticismo pagano.
El don de lenguas verdadero, dio como resultado en ese tiempo pasado idiomas extranjeros terrenales conocidos, que para muchos eran incomprensibles por no estar familiarizados con ellos, como hay chinos que no entienden español, ni rusos el griego, pero que eran interpretados (lenguas) por quienes Dios les daba capacidad para hacerlo (1 de Corintios 12:11), de esa manera eran develadas las maravillas y propósitos celestiales para el crecimiento y edificación espiritual de las Iglesias en sus tiempos primeros y que lo ejercitaban con orden sumo, y no como ahora, que es grotescamente todo lo contrario: Un verdadero escándalo y desorden. Cuando Pablo refiere que el Espíritu habla misterios, no se refiere a un lenguaje articulado incomprensible, sino los misterios de Dios que una vez estuvieron ocultos para los hombres pero que ya han sido revelados para nosotros como creyentes por medio de su Palabra Santa. Por ejemplo, al leer la Biblia, nos enteramos del amor de Dios para la salvación de los gentiles:
«Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; Si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio. . . » (Efesios 3:1-6).
La Biblia dijo que el hablar en lenguas y el profetizar deberían hacerse en orden. Actualmente, quienes hablan jerigonza o profetizan aparentemente, lo hacen en las iglesias inversamente a lo propuesto en el sagrado canon y cuyo cumplimiento ya fue. Las Iglesias carismáticas pentecostalistas tienen esta marca distintiva; además, los brincos, gritos y música estruendosa como el Rock Cristiano, el Regetón Cristiano, y el mundano Mariachi mexicano (y conste que soy mexicano) no pasan desapercibidos dentro de ellas, rompiéndose el marco correcto de la buena regla eclesial.
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Pablo habla al respecto, así:
Pablo habla al respecto, así:
«Si habla alguno en lengua extranjera, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay interprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios» (1 de Corintios 14:27-28).
En esta época moderna, se aprecia en los cultos cristianos el rugido unísono gutural de muchos que dicen hablar en lenguas (no las bíblicas, entiéndase nuevamente).
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Los templos son estremecidos por gritos absurdos, con gemidos que parecen en algunos casos hasta de animales en medio de una agitación demente. Cuando viene el silencio después de tan tremendo bullicio, es frecuente que alguien se levante y hable jerigonza y otro interprete lo que se anuncia en un idioma supuestamente angelical, y lo más extraño, se interpreta algo que es totalmente conocido por los que oyen en las congregaciones, nada nuevo ni revelante, siendo un ejemplo lo siguiente: «Dios te ama hermano, me lo ha hecho saber personalmente». «Vengo pronto». «Hay pecados en mi Iglesia». «No diezmáis como lo he indicado en un principio», etc. Yo pregunto: ¿Por qué Dios ha de tomarse la molestia para anunciar cosas que de antemano sabemos? ¿No están escritas ya en su Palabra? Sólo los desapercibidos y de vista corta espiritual creen lo contrario, y es por la total ignorancia de las ordenanzas del cielo que están escritas en el Libro Santo.
«. . . . pues Dios, no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos» (1 Corintios 14:33).
Espero que muchos que lean este artículo, puedan entender la visión falsa que está consumiendo la vida espiritual de muchos, a causa de su necedad, orgullo e ignorancia espiritual. El vaticinio de la apostasía de los postreros tiempos habrá de cumplirse, y no habrá nada que detenga el que muchos sean engañados. Cristo y sus apóstoles, fueron muy claros en este asunto.
Para terminar, les dejo el siguiente versículo, exhortándolos con todo el corazón a que lo lean como nunca lo han hecho, con mucho detenimiento, y que lo mediten cómo nunca lo han hecho. Considérenlo de gran manera para sus vidas espirituales:
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«. . . pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará» (1 Co.13:8).
«. . . pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará» (1 Co.13:8).
Dios les bendiga siempre, hermanos y amigos míos.