Por Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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La Abominación Desoladora, representa la máxima expresión del culto idolátrico, y está relacionada íntimamente, con absoluta seguridad, con la adoración del Anticristo en el Templo de Dios, cuando se haga pasar como tal (2 Ts 2:4). Tanto en griego como en hebreo, Abominación Desoladora significa ídolo. No se le conoce otro significado. Un autor dice al respecto:
La Abominación Desoladora, representa la máxima expresión del culto idolátrico, y está relacionada íntimamente, con absoluta seguridad, con la adoración del Anticristo en el Templo de Dios, cuando se haga pasar como tal (2 Ts 2:4). Tanto en griego como en hebreo, Abominación Desoladora significa ídolo. No se le conoce otro significado. Un autor dice al respecto:
«Algunos han confundido la palabra “abominación”, que aparece tanto en Daniel 12:11 como en Mateo 24:15, con una persona, pero tanto en el hebreo como en griego, la palabra significa simplemente un “ídolo”».
La connotación real de Abominación Desoladora es el de idolatrar algo o alguien, con muerte como condición a quien niegue el adorar o el venerar ese algo o alguien.
Existe en el libro de Daniel, un tipo perfecto de La Abominación Desoladora de los tiempos finales, y es en la persona de Antíoco Epifanes IV. Para que el asunto sea comprendido, iremos al Libro de Daniel, capitulo 8:«Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos» (Dn.8:5).
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«Y el macho cabrío se engrandeció sobre manera; pero estando en su mayor fuerza, aquel cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo» (Dn.8:8). Y de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa. Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó » (Dn.8:10).
Daniel recibe una la visón de un macho cabrío, que es un símbolo que representa el reino greco-macedónico comandado por Alejandro el Magno (Dn.8:21), es decir, el cuerno notable que salía de aquel macho cabrío. Alejando el Magno fue hijo de Filipo de Macedonia, y se lanzó al a conquista del mundo antiguo cuya victoria fue vertiginosamente rápida sobre el imperio medo-persa guiado por Darío, que es el carnero de Dn.8. La tercera bestia alude la rapidez de la conquista de Alejandro como un leopardo con cuatro alas, un animal muy veloz por su naturaleza felina y que aparece en Dn.7:6. con cuatro alas que lo hacen aun más ligero para la conquista de los pueblos. Las batallas de Granico (334 a. de C.), Isso (333 a. de C.) y Gaugamela (331 a de C.) fueron decisivas para la conquista de Alejandro sobre los persas que quedaron destrozados prontamente por las fuerzas militares del general helénico.
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Alejandro muere prematuramente en Babilonia, en el año 323 a. de C. cuando estaba en la cumbre de la gloria universal. Pero al morir, sus tierras conquistadas fueron divididas entre sus cuatro mejores generales que apoyaron sus campañas belicosas, es decir, por los cuatro cuernos que surgen del macho cabrío de Dn.8:8 y de Dn8:22, y son:
a. Lisímaco: que tomó Tracia y Bitinia
b. Cassandro: que tomó Macedonia y Grecia.
c. Seleuco I: que tomó Siria, Babilonia y el Oriente hasta la Indias.
d. Tolomeo: que tomó Egipto, Palestina y Arabia.
De estos cuatro generales (para ser preciso, de Seleuco I), o cuatro cuernos, surge el cuerno pequeño de Dn 8:10, que es el rey o el tipo de La Abominación Desoladora de los días finales:
«Y al fin del reinado de éstos (de los cuatro cuernos o cuatro generales de Alejandro), cuando los trasgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas» (Es Antíoco Epifanes IV. Ver Dn. 8:23).
Antíoco Epifanes IV fue rey de Siria entre los años 175 al 163 a. de C. y se adentró a la Tierra Gloriosa para devastarla, es decir, la nación de Israel. Antíoco fue el sucesor de una extensa dinastía seléucida que reinaron Siria desde Antioquía, su capital. Antíoco arremetió contra Jerusalén matando a más de 50.000 individuos, entre los que se contaban mujeres, hombres e infantes. Demente por demás, Antíoco vendió como esclavos aproximadamente a 40.000 personas en ese tiempo antiguo.
El Templo dedicado a Yahvé, fue usado para la adoración del dios Júpiter, y en el Altar de Bronce se sacrificaron cerdos y otros tipos de animales que eran inmundos ante el Dios Santo y Verdadero. Antíoco hizo colocar en el Lugar Santísimo una imagen de él para ser idolatrada:
«Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra» (Dn.8:11).
Antíoco, el loco (Epímanes), como le decían sus enemigos, introdujo prostitutas en el templo para realizar sus saturnales orgiásticos y quitó la observancia del día de reposo, así como la lectura de la Escritura Divina, aboliendo además la circunsición.
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El Señor Jesucristo profetiza el tiempo de la aparición de La Abominación Desoladora de los últimos tiempos, aunque en su mente consentía la destrucción de Jerusalén y del Templo de Herodes por los ejercidos de Tito, hijo del emperador Vespasiano, su visón iba más allá del año 70 d. de C., o sea, en la aparición del Anticristo Escatológico, cuando éste se siente en el Templo de Dios e inicie la persecución del Pueblo judío y promueva la adoración de su imagen por los moradores de la tierra:
«Pero cuando veáis la Abominación Desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes, el que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo en casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Mas ¡ay de las de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno; porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta el tiempo, ni la habrá» (Mr.13:14-19).
«Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios » (2 Ts.2:3, 4).
«Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se les ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tienen herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen e hiciese matar a todo el que no la adorase» (Ap.13:14, 15).
Podemos ver, que en ese tiempo futuro, que el extremo de la adoración idolátrica habrá de llevarse a un simple hombre mortal que controlará por la fuerza y el engaño a los habitantes de un mundo lleno de temor y de pecado astronómicamente notable.
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El anhelo del diablo es siempre ser adorado como dios (Mt.4:9), y por medio del Anticristo Final se culminará su adoración por una insana humanidad que se pierde sin Dios y sin esperanza (Ef.2:12), en los postreros tiempos:
. . . «y adoraron al dragón (el diablo) que había dado autoridad a la bestia y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella»? (Ap.13:4).
La pregunta es: ¿qué clase de imagen habrán de crear los moradores de la tierra de esa época para que el Anticristo sea adorado? No lo sabemos; pienso, sin ser dogmatizador, que a causa de los grandes avances tecnológicos, pudiera ser que en cada ciudad del mundo se distribuyan grandes pantallas televisivas en las que aparezca la imagen dinámica del hijo de perdición para ser honrado y venerado como ser divino («para que la imagen hablase»). Cuando Juan tuvo la visón de la imagen parlante y móvil del Anticristo, era desconocido e impreciso describir con exactitud el avance tecnológico inexistente que le era mostrado de manera profética y sobrenatural, si es que así fue realmente. Aclaramos que lo escrito con anterioridad, es sólo una idea probable.
Me hace recordar la gran imagen de 60 codos que Nabucodonosor hizo erguir para su adoración en Dura, Babilonia, en donde tres fieles jóvenes judíos amantes del Dios del cielo negaron su veneración profana y que casi les costó la vida, cuando Dios los liberó del horno ardiente por medio de su ángel (Ver: Dn. cap.3). Desgraciadamente, en la Gran Tribulación Final, muchos creyentes que habrán jurado servir a Dios «a pesar de todo», amarán más sus vidas que al que pregonaron conocer, y su fin será la perdurable exclusión del Reino que vienen y que será regido por Mesías de Dios, Jesucristo, el Soberano del los reyes de la tierra, de acuerdo a Ap. 1:5.
El día vienen como un horno, y La Abominación Desoladora, será extinguida violentamente por el Señor. Cristo, en poder y gloria, hará añicos los anhelos de perversidad del Desolador, sin que nadie le ayude para ser exterminado definitivamente en el Lago de Fuego que arde con azufre (Dn.9:27; 11:45; 12:11; Mal. 4:1; 2Ts.2:8; Ap.19:20).
Dios les bendiga siempre hermanos y amigos míos.