Datos personales

Médico Internista e Intensivista, y estudioso de las Santas Escrituras (La Biblia), y un predicador incansable del verdadero monoteísmo bíblico, y sobre todo, del mensaje o evangelio del Reino de Dios, que es la única esperanza que tiene este mundo para sobrevivir a su destrucción total.

miércoles, 31 de agosto de 2011

EL ASUNTO DEL PRETERISMO

Por Dr. David R. Reagan


Sería fácil obtener esta impresión porque el mismo primer versículo habla de “las cosas que deben ocurrir pronto” (Ap. 1:1). También, el texto declara dos veces que “el tiempo está cerca” para el cumplimiento de las profecías (Ap. 1:3 y 22:10).

Pero en vista del hecho que las profecías no han sido cumplidas literalmente en la historia, parece que estas declaraciones apuntan a la inminencia en lugar de a la cercanía en el tiempo. La inminencia es el concepto que un evento puede ocurrir en cualquier momento, y la creación de ese sentido parece ser el propósito de estas declaraciones.

El principio es uno que Jesús enfatizó en Sus enseñanzas acerca de los tiempos del fin. Una y otra vez El les dijo a Sus discípulos que estuvieran listos para Su regreso en cualquier momento. “Estad preparados”, les advirtió, “porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mt. 24:44). Jesús usó la parábola de las diez vírgenes para ilustrar Su punto. Cinco no estaban preparadas cuando el novio llegó y fueron así dejadas atrás. “Velad, pues”, les advirtió Jesús, “porque no sabéis el día ni la hora” (Mt. 25:1-13). En otra ocasión, lo puso de esta manera: “Estén ceñidos vuestros lomos y vuestras lámparas encendidas… porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá” (Lc. 12:35, 40).

Los escritores apostólicos aclaran que vivir en un estado de suspenso, aguardando que el Señor regrese pronto, en cualquier momento, tendrá un efecto purificador, porque motivará la santidad. Pablo nos impulsa a “renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12-13). Pedro nos dice a cada uno de nosotros “sed sobrios” y dice que la forma de hacerlo es “esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1 P. 1:13). Juan dice que debemos enfocarnos en el regreso del Señor porque “todo aquel que tiene esta esperanza en El, se purifica a sí mismo así como El es puro” (1 Jn. 3:3).

Las palabras se deben interpretar siempre en términos de contexto y el contexto es a menudo formado por el escenario histórico. En el escenario del Primer Siglo, las referencias a “cerca”, “pronto” y “cercano” parecieron indicar un cumplimiento rápido. Pero mientras el tiempo ha pasado sin ningún cumplimiento literal, la historia ha formado el contexto para indicar inminencia – esto es, los eventos profetizados pueden ocurrir en cualquier momento.

Un fenómeno similar pueden encontrarse en declaraciones usadas en otras porciones de las Escrituras. Por ejemplo, Santiago escribió que debemos ser pacientes hasta la venida del Señor, y luego declaró “la venida del Señor se acerca… he aquí, el Juez está delante de la puerta” (Stg. 5:7-9). De forma similar, Pedro escribió “el fin de todas las cosas se acerca” (1 P. 4:7). La cuestión del hecho es que hemos estado viviendo en los tiempos del fin desde el Día de Pentecostés cuando el Evangelio se predicó por primera vez y los tiempos del fin pueden ser consumados en cualquier momento con el cumplimiento de las profecías de Apocalipsis.

Las referencias generalizadas de tiempo en el Apocalipsis no son indicadores de cercanía en el tiempo. En cambio, son advertencias de inminencia – que los eventos profetizados pueden empezar a desenvolverse en cualquier momento.

Lea más: En Defensa de la Fe: El Asunto del Preterismo http://www.endefensadelafe.org/2009/06/el-asunto-del-preterismo.html#ixzz1WfGYGiLF
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martes, 30 de agosto de 2011

LA MUJER MISTERIOSA

Por Dr. David Reagan

Apocalipsis 12 es uno de los capítulos más importantes en el libro de Apocalipsis debido a que explica la lucha cósmica que está descrita en el libro.

Los primeros 6 versículos del capítulo 12 constituyen un pasaje parentético. Pero, contrario a los anteriores en el libro, éste es retrospectivo en lugar de ser predictivo. Está diseñado para ayudarnos a entender mejor la razón por la cual ocurrirá la Tribulación.

Lo que el capítulo dice en efecto es que la Tribulación es la consumación de una batalla cósmica entre Dios y Satanás que se ha dado en el mundo sobrenatural desde la revuelta del hombre en el Jardín del Edén. Nos recuerda que Satanás intentó detener la Primera Venida del Mesías, así como ahora está intentando prevenir Su Segunda Venida. El capítulo está lleno de símbolos. Echémosles una mirada.

Símbolos significativos

El primer símbolo en el capítulo 12 es “una mujer vestida con el sol”, con la luna debajo de sus pies y una corona de 12 estrellas en su cabeza (12:1) Se han dado muchas interpretaciones diferentes acerca de estas imágenes. Algunos comentaristas afirman que esta mujer representa a la Iglesia. Los católicos afirman que ella es María, la madre de Jesús.

Aquí hay un ejemplo clásico de porqué es importante dejar que la Biblia se interprete ella misma, siempre que sea posible. El punto es que estas imágenes provienen directamente del sueño de José en Génesis 37, en el cual el sol representaba a Jacob, la luna a Raquel (*) y las estrellas a los hermanos de José (Gn. 37:9-11). Así que podemos concluir que esta mujer representa a la nación de Israel, los descendientes de Jacob.

La mujer está encinta y está a punto de dar a luz. Esto se refiere a Israel proveyendo el Mesías al mundo. En el verso 3 “un gran dragón escarlata”, el cual es Satanás, intenta devorar “un hijo varón” cuando Él naciera – lo cual, por supuesto, es exactamente lo que Satanás intentó hacer cuando motivó al Rey Herodes a que enviara a su ejército a Belén para matar a todos los bebés en la época del nacimiento de Jesús. Pero el hijo varón, Jesús, es “arrebatado para Dios y Su trono” (la Ascensión) donde Él espera “regir a todas las naciones con vara de hierro" (12:5).

Estos versículos nos recuerdan que hay una gran lucha cósmica que se está dando por el dominio del planeta tierra. Dios originalmente le dio ese dominio al Hombre (Gn. 1:28), pero fue robado por Satanás cuando Adán y Eva cayeron en su tentación y se rebelaron contra Dios. Consecuentemente, ahora Satanás es “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31) y “el mundo entero está bajo el maligno" (1 Jn. 5:19)

Pero una de las razones por las que Jesús murió en la Cruz fue para hacer posible que el Hombre reafirme su dominio legítimo sobre la Tierra. Éste es uno de los muchos beneficios retrasados de la Cruz (siendo otro de ellos nuestros cuerpos glorificados). Jesús reclamará el dominio sobre la Tierra cuando Él retorne al final de la Tribulación. Lo vimos hacer eso en el anticipo acerca del “ángel fuerte” en el capítulo 10. En el capítulo 5, versículo 13 se nos dice que las huestes celestiales cantan acerca de ese día glorioso: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”

* Nota del traductor: En este punto coincido con el Dr. Francisco Lacueva y con el Pr. Miguel Rosell de que la luna tiene que ser la representación de los males, engaños, falsas religiones, brujerías y obras de Satanás y de los hombres impíos que atentan contra el sol, que es Jesucristo y contra el Israel de Dios.

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe

Artículo original: The Mysterious Woman

Lea más: En Defensa de la Fe: La Mujer Misteriosa http://www.endefensadelafe.org/2008/11/la-mujer-misteriosa.html#ixzz1WZxXp8v9
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viernes, 26 de agosto de 2011

EL MILENIO DE CRISTO (Un estudio para personas con mente iluminada)

Los 1,000 años de Revelación 20, ¿son literales o simbólicos?

Por Dr. David R. Reagan

La pregunta básica planteada aquí es si Revelación 20 significa lo que dice o no. Después de todo, el capítulo declara seis veces que Jesús va a reinar por mil años (versos 2-7)

Dado que las profecías de la Primera Venida significaron lo que dijeron, ¿por qué deberíamos espiritualizar las profecías de la Segunda Venida? ¿Qué tendría Dios que decirnos para convencernos de que Su Hijo va a reinar sobre esta tierra por mil años? La única razón que puedo imaginar del porqué alguien espiritualizaría los mil años de Revelación 20, es la de sostener alguna noción preconcebida acerca de la naturaleza del reinado de Jesús.

Así que, por ejemplo, si va a negar que Jesús reinará sobre esta tierra, entonces tendrá que espiritualizar Revelación 20, como han hecho los Amilenialistas. Ellos argumentan que el reinado de Jesús descrito en Revelación 20 está ocurriendo ahora, mientras El reina sobre Su Iglesia. Cuando Agustín desarrolló este punto de vista en el Siglo IV, no tuvo que espiritualizar los mil años. Sólo pudo argumentar que el reinado de Cristo sobre la Iglesia duraría mil años, y luego El regresaría. Pero cuando transcurrieron mil años, los abogados de esta teoría empezaron a espiritualizar los mil años, argumentando que eran ¡simbólicos de un periodo de tiempo indefinido!

Una forma en la que algunos han intentado justificar esta espiritualización es señalando a Salmo 50:10, el cual declara que Dios posee “el ganado sobre mil colinas”. Luego ellos preguntan, “¿Sólo hay mil colinas?” Respondiendo a su misma pregunta, ellos proceden a aseverar, “¡Claro que no!” El término es usado simbólicamente y, por lo tanto, cada vez que vea una referencia a mil años, puede estar seguro que es simbólica en naturaleza”.

Esa conclusión es infundada porque viola una de las reglas básicas para la interpretación de toda literatura. Esa regla es que el contexto determina el significado. A un término que es simbólico en un pasaje, podría ser muy literal en otro. Permítame darle un ejemplo. Consideremos dos oraciones usando el mismo término, “Casa Blanca”.

1. Ayer recorrí la Casa Blanca.
2. Hoy la Casa Blanca anunció que el Presidente irá a Rusia.

En la primera oración, el término, Casa Blanca, está usado literalmente; en el segundo, es simbólico.

Los mil años de Salmo 50:10 son claramente simbólicos, pero el contexto de Revelación 20 hace igualmente claro que los mil años mencionados ahí son literales.

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe

Artículo original: The Thousand Years

Lea más: En Defensa de la Fe: Los Mil Años http://www.endefensadelafe.org/2009/01/los-mil-aos.html#ixzz1W9FfotiK
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viernes, 19 de agosto de 2011

JOEL OSTEEN Y SU VIDA EN LA NUEVA ERA... AHORA?

Por Brannon Howse

"Lo que sea que concibas lo puedes conseguir".

Con esta promesa favorita de cambio de karma, los de la Nueva Era creen que usted solamente necesita usar el poder y la conciencia "sin límites" de su mente para realizar todos sus sueños, deseos y anhelos.

Envuelto en un paquete "cristiano", el libro de Joel Osteen Your Best Life Now (Su mejor vida ahora), tiene un parecido incómodo y peligroso a una de las afirmaciones más populares de la Nueva Era. Veamos una muestra de unas cuantas afirmaciones de Osteen.

• "Usted producirá lo que está viendo continuamente en su mente. Si fomenta una imagen de derrota y fracaso, entonces vivirá ese tipo de vida. Pero si usted desarrolla una imagen de victoria, éxito, salud, abundancia, alegría, paz, y felicidad, nada en esta tierra impedirá que usted tenga esas cosas." (p.5)

• "Tiene que concebirlo en su corazón y mente antes que lo pueda recibir." (p.6)

• "Usted debe ver con sus 'ojos de fe' y empezar a verse feliz, saludable, y completo."(p.16)

• "Lo que vaya a recibir está conectado directamente con la manera en que usted cree."(p.22)

• "Recibimos lo que creemos."(p.72)

• "Aprenda a concebir. Mantenga la imagen de lo que usted desea convertirse en frente de usted. Usted se convertirá en lo que usted crea." (p.81)

Hoy en día Osteen viaja por el país, llenando estadios con su retórica de felicidad. Pero me gustaría ver a Osteen visitar a China, predicar sus tonterías de la "mejor vida ahora", y ver cómo responden los cristianos de ahí. Dejen que Osteen mire en los ojos del Pastor Lei, quien ha sido arrestado y golpeado muchas veces por predicar la Palabra de Dios en su iglesia--una iglesia que no tiene licencia del gobierno chino. ¿Cómo podría la obra de la mejor vida del estadounidense servir al Pastor Lei y a su congregación? Talvez el tiempo que pasen en prisión por causa del Evangelio les daría el tiempo para valorar las afirmaciones del Rev. Osteen.

¿Acaso éstos y un sinnúmero de otros cristianos perseguidos han sido golpeados, encarcelados, y asesinados porque "recibieron lo que creyeron", o es que estas cosas horribles les pasaron porque no "desarrollaron una imagen de victoria, éxito, salud, abundancia, alegría, paz, y felicidad"?

¿Acaso fueron martirizados los once discípulos de Jesucristo porque "recibieron lo que creyeron"? ¿Acaso los discípulos vivieron bajo una "maldición de pobreza y derrota" a cómo Osteen dice de muchos?

Aquí hay una lista de preguntas que me gustaría hacerle al Sr. Osteen. Joel, por qué será que:

• ¿Pablo y Mateo fueron decapitados?

• ¿Bernabé murió quemado en la hoguera?

• ¿Marcos murió arrastrado?

• ¿Jacobo, el hijo de Alfeo, fue asesinado a palos?

• ¿Pedro, Felipe, y Andrés murieron crucificados?

• ¿Tomás murió atravesado por una lanza?

• ¿Lucas murió ahorcado?

• ¿Esteban fue apedreado?

¿Cómo tomarían estos discípulos el mensaje de la mejor vida?

Sí, yo sé. Las promesas de Joel suenan mejor a los oídos estadounidenses que todas las advertencias de Jesucristo acerca de ser odiados por Su causa por la mayoría de la gente. Pero la realidad de las cosas es que la oferta de Joel puede ser descrita como nada menos que una blasfemia. En la página 36, él afirma, "Dios tiene un gran sueño para tu vida." En la página 56:

"Dios te mira como un campeón. Él cree en ti más de lo que tú crees en ti mismo."

Y en la página 110:

"Dios tiene confianza en ti."

Osteen no provee ni un solo versículo para respaldar estas declaraciones...porque no hay ni uno solo. En ninguna parte de la Biblia leemos que Dios crea o que confíe en nosotros. Él nos ama, pero no cree en nosotros. Al contrario, Él sabe muy bien lo inconstante que somos como seres humanos de poca confianza. No es como Joel lo describe en la página 57:

"Aunque usted no lo crea, así es la forma que Dios lo mira a usted también. Lo considera cómo una persona fuerte, valiente, exitosa, y vencedora."

Además, Dios no define nuestro éxito en términos materialistas a como lo hace Joel. Dios está interesado en nuestra obediencia, por encima de todas las cosas. Joel escribe en la página 63:

"Mientras estés avanzando, puedes mantener la cabeza en alto, sabiendo que eres una "obra en proceso de construcción", y Dios está en el proceso de cambiarte. Él está viendo tus últimos dos buenos pasos que diste”.

Joel, ¿dónde lees en la Biblia que Dios no está viendo los últimos dos pasos malos que dimos sino nuestros dos últimos pasos buenos? Isaías 64:6 dice que aun nuestras justicias son como trapos de inmundicia o maldad para Dios porque Él es muy santo. Aunque Dios viera nuestros últimos dos buenos pasos, Él vería trapos de inmundicia.

¿Qué tal esta gema del evangelio de Osteen en la página 95?

"Se lo mejor que puedas y entonces te sentirás bien de ti mismo."

¿Dónde encontramos en la Biblia esta enseñanza? ¿Qué tal si lo mejor que tienes es emborracharte una vez por semana en vez de dos veces por semana? ¿Aún deberías sentirte bien de ti mismo?

Pero espere, he guardado para el final la afirmación más escandalosa de Osteen (redoble de tambores por favor). En la página 144, Joel nos eleva a los lugares celestiales al señalar que, "Talvez tengas que perdonar a Dios."

¡Oye! ¿Y exactamente por qué tendríamos que perdonar a Dios? Hasta donde recuerde, el perdón es por los pecados - o al menos para los errores. ¿Pero cuál de esos cometió Dios? Ninguno de acuerdo a cualquier Biblia que he leído.

Oswald Chambers ofrece una perspectiva en el tipo de cosa que los Osteens del mundo hacen a los cristianos.

"El gran objetivo de Satanás es desviarnos del blanco. Nos permitirá dedicarnos hasta la muerte a cualquier causa, proyecto, o lo que sea, que no tenga que ver con Jesucristo.

Hebreos 13:9 nos enseña que no nos dejemos llevar por todo tipo de enseñanza extraña (desviada del blanco) pero tristemente, eso es lo que está sucediendo para muchos en manos de Joel Osteen.

En vez de buscar nuestra mejor vida ahora, debemos buscar las cosas del Señor para que podamos tener nuestra mejor vida después. Me temo que para muchos que siguen las falsas enseñanzas de Joel Osteen, esta vida es la mejor que podrán obtener. El falso evangelio proclamado por Joel Osteen y aceptado como verdadero por millones podrá permitir a muchos lograr lo que ellos conciben de las cosas en este mundo pero, fiel a la promesa de Jesús, perderán sus almas en la búsqueda.

Artículo cortesía de:
Proclamando la Verdad (proclamandolaverdad.org)

Original article:
Joel Osteen's New Age Life Now?

En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Lea más: En Defensa de la Fe: Joel Osteen y su vida de la Nueva Era, ¿ahora? http://www.endefensadelafe.org/2010/11/joel-osteen-y-su-vida-de-la-nueva-era.html#ixzz1VXRknG9a
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ZACARIAS 14

¿Hecho o ficción?

Por Dr. David R. Reagan

Cuando tenía unos 12 años, tropecé con Zacarías 14. Fue un descubrimiento asombroso.

Verá, crecí en una iglesia donde se nos decía una y otra vez que “no hay un versículo en la Biblia que implique siquiera que Jesús pondrá alguna vez Sus pies sobre esta tierra de nuevo”.

Lenguaje sencillo

Bueno, Zacarías 14 no sólo implica que el Señor va a volver a esta tierra otra vez, ¡lo dice a quemarropa! El pasaje está escrito en un lenguaje sencillo que cualquier niño de 10 diez años puede entender.

Dice que el Señor regresará a esta tierra en una época cuando los judíos estén de vuelta en la tierra de Israel y su ciudad capital, Jerusalén, esté bajo sitio. Justo cuando la ciudad está a punto de caer, el Señor volverá al Monte de los Olivos.

Cuando sus pies toquen el suelo, el monte se partirá a la mitad. El remanente de judíos que quede en la ciudad buscará refugio en las hendiduras de la montaña. El Señor pronunciará entonces una palabra sobrenatural y los ejércitos que rodeen a Jerusalén serán destruidos en un instante. El versículo 9 declara luego que en ese día “el Señor será rey sobre toda la tierra”.

Una interpretación enredada

Cuando descubrí por primera vez este notable pasaje, se lo llevé a mi ministro y le pregunté lo que significaba. Nunca olvidaré su respuesta. El pensó por un momento y luego dijo: “Hijo, no sé lo que significa, pero te garantizo una cosa: ¡no significa lo que dice!

Durante años después de eso, mostraría Zacarías 14 a cada evangelista que vino de visita a la ciudad predicando que Jesús nunca regresaría a esta tierra. Siempre recibí la misma respuesta: “No significa lo que dice”. Esa respuesta no me satisfizo.

Una interpretación sofisticada

Por último, me encontré con un ministro que era un graduado del seminario y me dio la respuesta con la que yo podía vivir. “Nada en Zacarías significa lo que dice”, me explicó, “porque todo el libro es apocalíptico”.

Ahora bien, yo no tenía la menor idea de lo que “apocalíptico” significaba. No sabía si era una enfermedad o una filosofía. Pero sonaba sofisticado y, después de todo, el tipo era un graduado del seminario, así que él debía saber.

Una experiencia de descubrimiento

Cuando empecé a predicar, repetía como loro lo que había escuchado toda mi vida desde el púlpito. Cuando hablaba acerca de profecía, siempre enfatizaría que Jesús nunca regresará a esta tierra. Ocasionalmente, alguna persona se acercaría después del sermón y me preguntaría, “¿Qué acerca de Zacarías 14?” Yo les contestaba bruscamente con una palabra, “¡APOCALIPTICO!” ¡Ellos usualmente corrían asustados hacia la puerta!

Entonces, un día me senté y leí el libro entero de Zacarías. ¿Y adivine qué? ¡Todo mi argumento se fue por el drenaje! Descubrí que el libro contiene muchas profecías acerca de la primera venida de Jesús y descubrí que todas esas profecías significaron lo que ellas dijeron. De repente se me ocurrió que si las profecías de Zacarías acerca de la primera venida significaron lo que ellas dijeron, ¿por qué entonces no lo harían también sus promesas acerca de la segunda venida?

La regla del sentido llano

Ese fue el día que dejé de jugar con la Palabra Profética de Dios. Empecé a aceptarla por su significado del sentido llano. Decidí que si el sentido llano tenía sentido, no buscaría otro sentido, a menos que terminara sin sentido(*).

Un buen ejemplo del enfoque sin sentido se encuentra en el libro El Milenio (The Millennium), de Loraine Boettner. El espiritualiza todo Zacarías 14. El argumenta que el Monte de los Olivos es un símbolo del corazón humano rodeado por el mal. Cuando una persona acepta a Jesús como Salvador, Jesús viene a la vida de la persona y se para en su “Monte de los Olivos” (su corazón). El corazón de la persona se quebranta en arrepentimiento (el hendimiento del monte) y entonces Jesús derrota a las fuerzas enemigas en la vida de las personas.

¡Yo sugeriría que a este teólogo le sea otorgado un doctorado honorario en imaginación! Cuando las personas insisten en espiritualizar las Escrituras de esta forma, las Escrituras terminan entonces significando todo lo que ellas quieren que signifiquen.

Claves para la comprensión

Creo que Dios sabe cómo comunicarse. Creo que El dice lo que significa y significa lo que dice. No creo que usted deba tener un doctorado en Hermenéutica para entender la Biblia. Lo esencial, en cambio, son un corazón honesto y la llenura del Espíritu de Dios.

Le pregunto: ¿Cómo trata a Zacarías 14 – como un hecho o como ficción?

“Así dice el Señor: Regresaré a Sión y habitaré en Jerusalén. Y Jerusalén será conocida como la Ciudad de la Verdad, y el monte del Señor Todopoderoso como el Monte de la Santidad” (Zacarías 8:3).

(*) El autor utiliza un juego de palabras para dar a entender que si el sentido llano del texto tiene sentido lógico, la búsqueda de otro significado o interpretación podrìa conducir al lector a obtener disparates o tonterías.

Lea más: En Defensa de la Fe: Zacarías 14 http://www.endefensadelafe.org/2009/07/zacarias-14.html#ixzz1VXKzQHZg
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miércoles, 17 de agosto de 2011

LA CONVERSION Y EL NUEVO NACIMIENTO (Segun Jesus)

Por Sir A. F. Buzzard (Traducido por Apologista)

Un error sistemático plaga los intentos contemporáneos de llevar el Evangelio que salva al público. Es todo una cuestión de qué textos de la Biblia son colocados ante el potencial de converso. Usted puede hacer que la Biblia diga casi cualquier cosa si usted selecciona sus versos de una manera que sólo produce algunas de las evidencias – en particular si se omite por completo la evidencia primaria.

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He aquí cómo funciona. Tome unos versos de Romanos (no escritos para gente no conversa sino para aquellos que ya habían escuchado el Evangelio) y usted puede dar la impresión de que ser salvo significa creer que Jesús murió por tus pecados y resucitó de entre los muertos. Un tratado muy ampliamente distribuido que ofrece la salvación declara que “Jesús vino a hacer un trabajo de tres días: morir, ser sepultado y resucitar otra vez”.


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Pero ¿por qué empezar con Pablo y los Romanos? ¿Qué acerca de Jesús? ¿No era él el prototipo del predicador y maestro de la salvación y de cómo obtenerla? Según Hebreos 2:3 “El Evangelio comenzó a ser predicado por el Señor Jesús.” Este no comenzó a ser predicado por Pablo o Pedro. Regla número uno en nuestra búsqueda de la fe es comenzar con Jesús. ¿Cómo predicó él la salvación? La respuesta es muy clara. Él no vino a Galilea y dijo: “Arrepentíos y creed que yo morí por tus pecados y voy a resucitar de entre los muertos.” Jesús dijo: “Arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1:14, 15), pero el Evangelio en cuestión fue no fue positivamente en ese momento la información sobre su muerte expiatoria o su resurrección. Se trata de creer en la Buena Noticia (Evangelio), perteneciente al reino de Dios.


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“El Reino de Dios” no significa la muerte de un salvador en la cruz. El Reino de Dios no significa la resurrección de los muertos. El Reino de Dios y la resurrección están conectados, sin duda, en el sistema teológico del Nuevo Testamento, pero nunca son sinónimos. “Arrepentíos y creed en el Evangelio del Reino” (Marcos 1:14, 15) es el primer imperativo registrado, el primer mandamiento del Señor y Salvador. Sin embargo, curiosamente, nunca se obtiene una mención en tratados que ofrecen la salvación y casi nunca en las campañas de evangelización de hoy.


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Curiosamente y tristemente el Evangelio se ha truncado, de hecho privado de su elemento principal. Jesús puso el fundamento del Evangelio, y salió ofreciendo la salvación, buscando a los pecadores e instándolos a reconciliarse con Dios. Y su herramienta de salvación, durante su ministerio en la tierra, era el Evangelio / Palabra / Mensaje sobre el Reino de Dios (Mateo 13:19).


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Tres relatos independientes y concordantes de la técnica de evangelización de Jesús no son ofrecidos por Mateo, Marcos y Lucas. Sin embargo, éstas son ignoradas. ¿Ha leído alguna vez algún folleto que comienza preguntando ¿Qué dijo Jesús que tiene que hacer para ser salvo? ¿Cómo codujo él su misión? ¿Qué dijo él acerca de la conversión?


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Puede ser que haya una excepción. El encuentro de Jesús con Nicodemo en Juan 3 recibe alguna mención. De esto nosotros deducimos que hay que “nacer de nuevo.” Nadie, afirmó Jesús, puede ver ni entrar en el reino de Dios si no es primero “nacido de nuevo” o “nacido de arriba.” Aunque el texto adolece de un mal uso popular cuando se le da al Reino de Dios un sentido anti- bíblico como “cielo.” Jesús no ofreció el “cielo” a nadie. El ofreció la herencia de la tierra como la recompensa de los fieles (Mateo 5:5), y prometió a sus seguidores que un día ellos funcionarían como los gobernantes reales “sobre la tierra” (Apocalipsis 5:10). “El lenguaje del “cielo” (p.e: “cuando llegue al cielo”, “él ha ido al cielo”, etc) tiene un efecto de interferencia en estos textos preciosos y claros. El cerebro se confunde cuando se enfrentan a las proposiciones contradictorias: “los mansos heredarán la tierra y reinarán sobre la tierra” (Mateo 5:5 y Apocalipsis 5:10) y “partiremos al cielo” o “está en el cielo. “
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“El cielo en la Biblia es en ninguna parte el destino de los moribundos.” Así dijo el sabio profesor en Cambridge en los últimos años (Dr. JAT Robinson, en ‘En el Fin Dios’). ¿Pero ha asumido la iglesia el reto de ver si tal vez tenía razón? “Si te encuentras con algunos de los que niegan la resurrección y dicen que cuando mueran sus almas van al cielo, no los consideres cristianos.” Tal fue la protesta de un portavoz y mártir cristiano del siglo II (Justino Mártir, Diálogo con Trifón, cap. 80).En aquellos días, era abundantemente claro que la Biblia no dijo nada en absoluto sobre las almas disfrutando de una existencia post-mortem en el cielo en el momento de la muerte. Más bien se sabía, porque la Biblia ha sido tan clara en este asunto, que todos los muertos fueron al reino de la muerte, el Seol/Hades, de donde sólo la resurrección colectiva futura de todos los fieles muertos de todas las edades los rescataría y los devolvería a la vida. Fue del sueño de los muertos en la tumba que Jesús rescató a Lázaro (Juan 11:11, 14 – “Lázaro duerme, Lázaro ha muerto: voy a despertarlo de su sueño”). Jesús se alimentaba de las palabras de Daniel 12:2 (y 12:13), donde se dice que los muertos duermen en el polvo de la tierra. Eso dice lo que los muertos están haciendo y dónde lo están haciendo. Jesús fue instruido en las sabias palabras del Eclesiastés 9:5: “Los muertos no saben nada.”

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Los muertos, según Jesús, están todavía en el mundo subterráneo de los muertos en espera de su llamada a la vida cuando la séptima trompeta, la trompeta de la resurrección en el regreso de Jesús, suene estrepitosamente para despertar y volver a los muertos a la vida (I Cor. 15:23, 50-55, Rev. 11:15-18; Matt. 24:31; I Tes. 4:16). Esa es una resurrección bíblica. La resurrección bíblica no es, positivamente, volver a unir “almas inmortales” que partieron en un nuevo cuerpo. Esa no es la resurrección como la Biblia lo presenta. La resurrección de la Biblia significa el regreso de todo el hombre que ha muerto, a la vida como una persona completa, recreada, equipada en su resurrección con el cuerpo espiritual descrito por Pablo en I Corintios 15:50-55. Nadie en la Biblia nunca recibió un cuerpo inmortal incorruptible en el momento de su muerte. La inmortalización de los seres humanos sólo sucederá en el regreso de Jesús para resucitar a los muertos. Hasta entonces, los fieles están muertos, como lo son también los infieles. Pablo esperaba que para ganar la corona “en aquel día,” el día de la reaparición de Cristo en la tierra (II Tim. 4:8).


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Siguiendo a la resurrección destinada a suceder en la futura reaparición de Jesús (I Corintios 15:23) el Reino de Dios será restablecido en Jerusalén y el mundo estará bajo una nueva administración. Jesús será el primer gobernador exitoso del mundo (Mesías significa exactamente eso – el rey del mundo bajo la autoridad de Dios). En esos días maravillosos, el mundo será de hecho un pueblo bajo un Dios (Zacarías 14:9), aunque todavía diferenciados por grupos nacionales (Isaías 19:18-25), y estará verdaderamente “bajo Dios”. El mensaje del la evangelización apostólica coloca ante el converso un futuro glorioso y la posibilidad de ejercer como asistente inmortal en la buena gestión de los asuntos del mundo en compañía del Mesías Jesús. Ser cristiano es una invitación para entrenarse bajo condiciones de prueba en el “presente siglo malo” (Gálatas 1:4), con miras a la oficina administrativa con Jesús en la “futura tierra de la que hablamos” (Hebreos 2:5).


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El germen del futuro glorioso del cristiano es la semilla sembrada en el corazón. Y la semilla es definida por Jesús como “el Evangelio /Palabra sobre el Reino de Dios” (Mateo 13:19; véase también el I Ped. 1:23-25, Santiago 1:18, I Juan 3:9; Gal. 4:28, 29). Satanás trabaja duro y largo para evitar que las semillas tomen raíz en sus corazones. Él sabe bien que contiene ésta contiene la chispa de la vida para siempre! (Lucas 8:12). El Evangelio creador de Dios a través de Jesús inicia el proceso de salvación que se completará en el futuro. Ahora estamos “más cerca de la salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11). El Evangelio acerca del Reino establece ante el creyente una llamada a la acción de todo corazón, (incluyendo el bautismo para el perdón de los pecados, Hechos 8:12), una reorientación hacia el brillante futuro del Reino de Dios que viene del cielo, cuando Jesús regrese. Arrepentimiento significa volver atrás en el Pacto mediante la adhesión al gran esquema de Dios para la inmortalización del hombre mortal y el rescate del mundo de la dominación presente de Satanás.

martes, 16 de agosto de 2011

UN DIOS... UN HIJO

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«Ni la teología Católica ni la Protestante están basadas en la teología bíblica. En cada caso tenemos una dominación de la teología Cristiana por el pensamiento Griego... sostenemos que puede no haber una respuesta correcta [a la pregunta, ¿qué es Cristianismo?] hasta que hayamos llegado a una clara opinión de las ideas distintivas de ambos, Antiguo y nuevo Testamentos, de las ideas paganas que tan prolongadamente han dominado el pensamiento cristiano». A. Buzzard. Teólogo Unitario.

La cristalización de los Concilios Ecuménicos Romanos en los albores de la era común, vino a ser un elemento favorable para la descompostura de algunos dogmas fundamentales dentro del verdadero cristianismo. En el Siglo Primero de dicha era, el pensamiento Helenista, su filosofía y religión, fue mezclada con el pensamiento Hebreo, siendo trastornado el concepeto real de la Deidad sin que muchos hasta este día se hayan podido percatar de esta gravísima situación. Mucho padres de la Iglesia acordaron con el pensamiento Griego, y el resultado, un sincretismo deplorable para la salud espiritual de los muchos hombres que buscaban con fervor sincero al «único Dios verdadero» (Jn.17:3). Doctrinas como la de la Trinidad, la de la Inmortalidad del Alma, y la de la Encarnación, no proceden en realidad de la Biblia, sino del pensamiento humano, de tal manera que los protestantes son “católicos” sin “oficio postulado”, por su ignorancia al contexto real de las Santas e Inmutables Escrituras. El Gnosticisismo Oriental, por otro lado, participó con loable brillantez para la consolidación de la Doctrina de la “Encarnación”, la cual vamos a tratar.

El Cristo que procede de los Concilios del Siglo IV y V, es uno totalmente diferente al presentado en el Nuevo Testamento. Los docentes de la Escuela Catequística de Alejandría, impregnada del Platonismo pagano, fueron culpables del triunfo de estos antiquísimos Concilios. Este “triunfo”, ha roto las barreras de la mesura. Su trascendencia ha traspasado sus límites a través de los tiempos, por su mixtura efectiva para el embauco: Millones y millones han sido presa de su maligna incitación. Leamos un comentario teológico contemporáneo con relación a la “preexistencia” y la “encarnación”, por supuesto, falsas, de Cristo:

«Jesús.... pudo ser “el Hijo único” (“solo-engendrado” significa único), y el representante verdadero del hombre, “perfecto Dios y perfecto hombre,” con dos “naturalezas” en una “persona,” sin confusión, cambio, división o ruptura (una cita de la decisión doctrinal del Concilio de Calcedonia) [451 AD]. Jesús era “hombre,” no “un hombre”; su ego, personalidad, era divino, preexistente, vistiéndose y operando en un cuerpo humano; el “entró a la historia, no salió de ella”; El era Dios obrando en y a través de un hombre, no un hombre elevado a un nivel divino. Su virilidad fue total y completa, él fue completamente “integrado,” aunque sujeto a las limitaciones de un Judío de su edad y posición... ».

El “logos” de la filosofía griega, que dista diametralmente del «Logos» del Nuevo Testamento, es decir, en su significado, fue reconocido por los maestros de la Escuela Catequística de Alejandría como el “Cristo preexistente”, como la “Segunda Persona de la Trinidad antes Encarnada”. El lugar empíreo de los griegos y de los que concibieron las inumerables formas del Gnosticsmo, se hallaba repletos de “deidades”. Para los teólogos alejandrinos, la “deidad se encarnó en un cuerpo humano”. Para los gnósticos, con sus variaciones: “Cristo, como “aeón” (se refiere a cada una de las inteligencias eternas que residen o habitan en la Pléroma) descendió de la Pléroma (“el reino de luz del dios benevolente”, “plenitud”, “origen de los seres humanos y hacia donde tienen que dirigirse”), y ante los ojos de los hombres, únicamente parecía un ser humano” (gnosticismo docético).

«El problema de Fil. 2:6-11».

Para el protestantismo y el catolicismo, mas no para nosotros, los Unitarios en Cristo, estos pasajes, conocidos como los pasajes de la “kenosis” (gr.), el apóstol Pablo presenta una supuesta y firme declaración sobre la “deidad de Jesucristo”. Para los dos nombrados primero, la palabra “kenosis” significa “vaciar”, y trata del “vaciamiento” del Hijo de Dios, cuando se “encarnó”: “se despojó a sí mismo” (Filp.2:7). Según el protestantismo y el catolicismo, literalmente, “Cristo existía en forma de Dios” (“morfe”, gr. Fil.2:6), lo que expresa su “naturaleza de Dios”, “su carácter y la esencia misma de su deidad”. “No consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse” (Fil.2:6), en otras palabras, “no pensó que fuese necesario aferrarse a la deidad”... “Cristo no abandonó su deidad; en cambio, por un tiempo abandonó su gloria celestial”. “Cristo, en su naturaleza divina, toma la forma de siervo” (Fil.2:7). “Cristo dejó la gloria eterna y divina, pero no su naturaleza divina”, adoptando los atributos de los hombres, pero perfecto”. “Como Cristo existía ya, en forma de Dios, se hizo después semejante a los hombres”. “Su humanidad es real, pero también su ser divino”. “La encarnación no significa la exclusión de la deidad, sino el agregado de la humanidad”.

En el capítulo 2 de la carta a los Filipenses, nunca se alude o se menciona que Cristo, literalmente, “era Dios”, “hecho y derecho”. El contenido de Fil.2:6, continúa, como al principio, siendo mal interpretado por los teólogos protestantes y católicos de los tiempos modernos. Lo que Pablo quiere decir cuando plasma «existiendo en forma de Dios», que Cristo, es un «destello», un «reflejo del carácter de Dios». Para Pablo, Cristo, en la «forma de hombre», era el «fiel representante de Dios en la tierra», el Hijo Amado, Humano, del cual el Padre «tenía complacencia» (Mt.3:17). Los atributos del Santo Padre, en Cristo «estaban»... ¿no dice Pablo?

«El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación» (Col.1:15).

Cristo es la «imagen del Dios viviente». No dice en Filipenses que “sea Dios”. Una «imagen es una representación de una persona o cosa». Cristo, el Hijo del Hombre, en su ministerio de tres años y medio representó con amor infinito y grande obediencia a su Padre. Él fue fiel a su Padre y Dios hasta la muerte. Por medio de Cristo, la Persona de Dios y sus misericordiosos propósitos con la humanidad perdida, fueron claramente develados:

«A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer» (Jn.1:18).

«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Jn.17:3).

«Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais (por ser Imagen de Dios); y desde ahora le conocéis, y le habéis visto» (Jn. 14:7).

Véase también Jn.14:9-10.

Cristo, como representante digno de Dios, como el perfecto Hombre que era, poseía la«autoridad» y el «poder sobrenatural» que habían sido delegados por sus Padre para el cumplimiento, en parte, de su papel mesiánico en su primera venida al mundo, que culminará con su segunda venida visible y en gloria (Mt. cap. 24), cuando se instale como «Rey de reyes y Señor de Señores» en la tierra restituída en un futuro que es escatológico (léase con atención por favor los capítulos de Ap. 19 y 20). «Jesús, por la obediencia perfecta a Dios, fue capaz de reflejar la mente y personalidad del único Dios, su Padre».

La identidad de Cristo no está determinada en una supuesta vida “preexistente”, como un “ser eterno y deífico”, como “Dios”. No. No es de ese modo, queridos amigos míos. La identidad de Cristo principia en su «Engendramiento Humano», en el tiempo y la historia del mundo. Por eso Lucas escribe:

«Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lc.1:31-35).

Si la Biblia dice que el «Padre es el único Dios», pregunto, lectores: ¿cómo lo puede ser el Hijo también? La tarea se halla en este verso, enfatizada con corchetes:

«... para nosotros, sin embargo, [sólo hay un Dios, el Padre], del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él» (1 Co.8:6).

Y para terminar, los siguientes versos nos muestran una notable diferencia entre la Persona del Dios Padre y la de su Hijo Jesucristo:

«Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén» (Ro.16:27).

«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo» (1 Tim.2:5-6).

«... un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo (Ef.4:6-7).

Adendum:

La fe cristiana, no es una fe ciega que deberá creerse sólo “así como así”. La fe cristiana demanda conocimiento personal, ya que hay fundamentos precisos y vitales que la sustentan. Es una fe inteligente, como declara Josh McDowell. Cristo dijo: «... y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn.8:32). El desinterés a la Palabra de Dios, la ignorancia a ella (Os.4:6), han hecho creer a las personas, por no investigar con esmero y seriedad, doctrinas como la “Encarnación”. La falta de conocimiento Escritural será factor descisivo para que en el día del juicio muchos hombres sean colocados a la «izquierda» de Cristo como «cabras» (Mt. capítulo 25). Las herejías provienen del diablo: el personaje más avieso y religioso que hay (2 Co.4:4; 11:14; 1 Tim. 4:1), y están consideradas como [condenatorias] por el Justo Dios (2 P.2:1). Son parte del sistema del mundo religioso. Ejemplo de esto tenemos la pagana y antigua religión babilónica (Gn.11:1-4; Is. capítulos 13-14; Jer. capítulos 50-51; Ap. capítulos 17-18), y desvían a los hombres de los verdaderos principios establecidos en la Palabra de Santo Ser que llevan a la vida eterna. Por eso existen cientos de grupos religiosos retorcidos como el de los Pentecostales Carismáticos, como el de los Testigos de Jehová, como el los Adventistas del Séptimo Día, como el de los Católicos Romanistas Idolátricos. Por eso han existido falsos maestros y profetas de mentira como Cash Luna, como Joel Ossten, como Peter Popoff, como Paul Crouch, como Jonás González, como Armando López Golart, Testigo de Jehová encubierto, como Sun Myung Moon, como Elena de White, como Joseph F. Rutherford, como Joseph Smith, fundador del Mormonismo, como Charles T. Russell, como José Luis de Jesús Miranda, de “Creciendo en (des-) Gracia”, etc., etc., etc.

¡Cuidado! ¡Mucho cuidado!

Que el Dios del Cielo les bendiga eternamente con la salvación.

Amén.

«Biblia de Estudio Siglo XXI. RVA».

«Reina Valera 1960».

«Más que un Carpintero». Josh McDowell.

«La Doctrina de la Trinidad: La Herida Auto Inflingida del Cristianismo».
Sir Anthony F. Buzzard.

viernes, 12 de agosto de 2011

miércoles, 10 de agosto de 2011

LAS BONDADES DEL REINO MESIÁNICO


UN ESTUDIO INTERESANTE DE FIL 2:5-9

Por Anthony F. Buzzard, Teólogo Unitario.

En Filipenses 2 Pablo describe el estatus exaltado del hombre Jesús. Como el reflejo de Dios, su Padre, él estaba en la “forma de hombre” (el texto no dice que él era Dios), pero él no consideró tal “semejanza con Dios” un privilegio para ser explotado para su propia gloria. Jesús, quien como Mesías estaba investido con una igualdad funcional con Dios y que fue destinado a sentarse a la diestra del Padre, se humilló a sí mismo siendo el siervo de la humanidad, aun al punto de someterse a una muerte de criminal en la cruz. Jesús no tomó ventaja de su posición real como representante de Dios, sino que adoptó el carácter de un esclavo. El contraste es entre el rango de Dios----Siendo Jesús el comisionado de Dios---y el rango de un siervo. El contraste no es, como es frecuentemente creído, entre siendo Dios en la eternidad y llegando a ser hombre. Renunciando a su derecho de gobernar, y rehusando la oferta de tener el poder sobre los reinos del mundo de Satanás (Mat. 4:8,9), Jesús obedientemente interpretó el rol de un siervo dispuesto a sufrir en manos de un mundo hostil. Lo que Pablo tenía en mente es la carrera del hombre Cristo Jesús (1 Tim. 2:5), no la encarnación de un miembro preexistente de la Divinidad. La humildad de Jesús es el exacto opuesto de la arrogancia de Adán. El primero no abusó de su estatus de “Dios” que le fue dado para reflejar a Dios su Padre, ni tampoco se aprovechó de su privilegio para fines egoístas. Adán, bajo la influencia del Diablo trató de asirse a una igualdad con Dios a la cual no tenía derecho. Jesús, por la obediencia perfecta a Dios, fue capaz de reflejar la mente y personalidad del único Dios, su Padre.

Describiendo la vida ejemplar del Mesías en la tierra, Pablo no tuvo la intención de hacer ninguna mención a un ser preexistente. El estaba pidiendo a los Filipenses a ser humildes como Jesús. Jesús había sido un modelo de humildad y de servicio. Sin embargo él había nacido dentro de una familia real de la casa de David y había calificado a través de su auto negación para un estatus exaltado como gobernante mundial, como predijo el Salmo 2 siglos antes de que naciera. Cuando fue preguntado por Pilato:

“¿Luego, eres tú rey? Su respuesta fue, “Tú hablas correctamente. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo” (Juan 18:37). Jesús venció la ambición natural de conquistar el mundo (aunque el conquistará legítimamente a las fuerzas del Anticristo en su segunda venida). Su ejemplo de sumisión paciente a la voluntad de Dios lo ha conducido a su exaltación a la diestra del Padre. El punto no fue que un miembro preexistente de la Trinidad había recobrado una posición temporalmente renunciada, sino que un ser humano real, el Mesías, en quien el carácter del Padre estaba perfectamente reflejado (Col. 1:15) había demostrado humildad y obediencia y había sido sumamente vindicado y exaltado por Dios.

Pablo en otra lugar describe la carrera de Jesús como una demostración de humildad cuando él señala que “Por amor a vosotros se hizo [Jesús] pobre, siendo rico, para que vosotros en su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8:9). El Mesías, aunque designado Rey de Israel y del mundo, se sacrificó a si mismo por otros. Sin, por su puesto, hacer las mismas afirmaciones como Jesús, Pablo usa un lenguaje similar de su propia carrera. El era “pobre, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo” (2 Cor. 6:10). Y “ni buscamos gloria de los hombres... aunque podíamos seros carga como Apóstoles de Cristo” (1 Tes. 2:6). Pablo también se vio a si mismo y a sus colegas Apóstoles como siervos mesiánicos sufrientes cuando él aplicó “las profecías del siervo” a su propia misión (Hechos 13:47; cp. Isa. 42:6; 49:6).

La lectura tradicional Trinitaria de Filipenses 2 depende casi enteramente sobre la comprensión de la condición de Jesús “en la forma de Dios” como una referencia a una vida preexistente como Dios en el cielo, en lugar de una identidad legal con Dios como una persona humana en la tierra. Desafortunadamente los traductores han hecho mucho para reforzar esta opinión.

El verbo “era” en la frase “era en la forma de Dios” ocurre frecuentemente en el Nuevo Testamento y de ninguna manera lleva el sentido de “existiendo en la eternidad,” aunque algunas versiones tratan de forzar ese significado en él. En 1 Corintios 11:7, Pablo dice que un hombre no debe cubrirse la cabeza puesto que él es imagen y gloria de Dios. El verbo “es” aquí es una forma del mismo verbo vertido “era” que describe a Jesús como “en la forma de Dios.” La intención de Pablo no era introducir el vasto tema de un eternamente divino segundo miembro de la Trinidad que se convirtió en hombre, sino enseñar la importante lección de humildad, basada en el ejemplo del histórico Jesús. No hay una evidencia clara en este pasaje de que Pablo fue un Trinitario que creía en la tradicional doctrina de la encarnación.

Sugerimos la siguiente traducción del original de Filipenses 2:5-8: “Adopten la misma actitud como el Mesías Jesús: quien, aunque teniendo estatus divino, no consideró su igualdad con Dios algo para ser explotado para su propia ventaja, sino que no hizo nada correspondiente a su rango al tomar el rol de un esclavo y siendo como los otros hombres. Pareciendo ser como un hombre ordinario, se humilló a si mismo por medio de ser obediente hasta el punto de la muerte, incluso muerte por crucifixión.” No hay nada en el texto que nos exija pensar en un ser preexistente.

La exaltación del Mesías a la diestra de Dios es el cumplimiento del Salmo 110:1. Ha sido bien argumentado de que el texto debería leer, “en el nombre de Jesús toda rodilla se doblará...” no “al nombre de Jesús...” (Fil. 2:10). Así la exaltación suprema de Jesús a la diestra del Padre no altera el hecho que todo lo que Jesús logró es para la gloria de Dios. El señor a la diestra de Dios, debe recordarse, es adoni (“señor”), el cual nunca es el título de la Deidad.

lunes, 8 de agosto de 2011

EL GLORIOSO PRIMER DIA DE LA SEMANA

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

«... los cristianos no deben volver a la esclavitud de reglas ajenas, o al criterio de los demás sobre su comida o el «día de reposo» que van observar (Col. 2:16-17). Es asunto de la conciencia de cada uno, y no de mandatos. Uno guarda un «día de reposo», y otro guarda otro, o dice que todos son iguales. Que cada uno tenga sus propias convicciones, pero que no trate de imponerlas a otros (Ro.14:1-6). Vivimos ahora bajo el «Nuevo Pacto» profetizado por Jeremías, y no bajo la Ley dada a Moisés» (Heb. 8:8-13). Luisa Jeter de Walker.

Para los Adventistas del Séptimo Día, el “sabbaton” que aparece en Co.2:16, no se relaciona con los sábados de cada semana, el que se guardaba como el cuarto mandamiento en la [Ley Mosaica]. Para el Adventismo, este “sabbaton”, o “día de reposo”, no es más que un “día ceremonial o de fiesta” (anual), como el de las “lunas nuevas”, de tal modo que la observancia del sábado semanal no ha quedado depuesto; en realidad, esto no deja de ser una intolerante inferencia para los que conoce bien de la Palabra de Dios. El término [sabbaton] equivale con garantía a la locución «día de reposo», el del cuarto mandamiento. Se halla en el Nuevo Testamento unas [sesenta veces] y su significado, en este muy considerable número de apariciones, [no cambia]. Josefo (Ant. III. 10, 1) explica de un modo expreso el «séptimo día» como denominado «sabbata» (forma plural como aquí, un esfuerzo para transliterar el arameo sabbathah). Únicamente para los Adventistas tiene un significado totalmente diferente en Col. 2:16; pero en realidad, no vemos razón alguna para alterar su significado real. Existen reglas para la cuerda interpretación de las Escrituras, y no las podemos alterar. Cuidado con esto. Aseveraciones torpes y legalistas del corazón humano... no queda más explicación que esta. Si el Nuevo Pacto disuelve o da por terminada la obligación de observar las fiestas anuales, los ritos de purificación, los sacrificios de animales para la expiación de los pecados para los de la nación israelita, obviamente la observancia del cuarto mandamiento queda abolida también, puesto que la «observancia del sábado era el sello mismo indiscutible de la antigua Dispensación... y fue para Israel, y no para otra nación del mundo... de cualquier tiempo». No es complicado ver que los Adventistas han caído en sus propias contradicciones que defienden, a “capa y espada”, con “fiero mandoble medieval”, como si fueran correctas.

Para los Adventistas, el observar el «séptimo día» es parte de la Ley moral la cual continúa validada en esta Nueva Dispensación, la de la Gracia; para ellos, no tiene ningún vínculo o nexo con las fiestas y comidas judías, a las que llaman los Adventistas “ritos ceremoniales” (La Biblia jamás, nunca de los nuncas, habla de una “Ley moral” ni de otra “Ley ceremonial”... La Ley es [UNA Y NO DOS]. Vea y corrobore esto en Ex.12:49 y Núm 15:15; lo otro, es una “puntadilla” desabrida y pálida del Adventismo del Séptimo Día. Ya analizamos que la palabra [sabbaton] señala el [día de reposo que pertenece al cuarto mandamiento de la Ley divina], porque no posee un significado distinto en las [sesenta ocasiones que aparece en el Nuevo Testamento]. Pablo además engloba otras prácticas de la Ley, de la llamada por los Adventistas “ceremonial, pero por lo visto, el significado de la palabra “sabbaton” en Col:2:16, no se refirere, según el Adventismo, al cuarto mandamiento o día de reposo semanal (¿?) , sino a otra práctica, al “día de reposo anual de la Ley ceremonial que ya quedó abolida”. ¡Vaya movimiento sagaz de la conveniencia humana! El ser humano es una máquina de errores tremendos, y más lo es si no es orientado por el Espíritu de Dios.

Resumiendo escuetamente: Lo que Pablo nos quiere trasmitir en Col. 2:14-16, es que la observancia de los días de resposo (cuarto mandamiento: sabbaton), las fiestas y comidas religiosas ejercidas por el Pueblo judío, fueron «tipos», «símbolos espirituales que se disiparon, como la “sombra” que fueron». La sombra dejó de ser, en definitiva: se esfumó cual liviano humo, y las realidades espirituales se cristalizaron, surgieron tan palpablemente, en el tiempo glorioso de la Gracia, con Jesucristo, el Hijo de Dios: «...todo lo cual es sombra; pero el cuerpo es de Cristo» (Col. 2:17). Cristo ha traído en su Obra Piadosa «el descanso espiritual»: Leamos este interesante y hermoso comentario:

«... celebramos algo mayor que el [descanso después de la creación y de la liberación de los israelitas de Egipto]. Es la resurrección de Cristo, cuando él reposó de su obra redentora, habiendo logrado para nosotros un reposo espiritual y liberación del dominio de la muerte». (enfatizo con corchetes).

Por tal cuestión, el autor de la carta a los Hebreos nos dice así:

«Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (Heb.2:14-15).

«... [anulando el acta de los decretos] que había contra nosotros, que nos era contraria, [quitándola de en medio y clavándola en la cruz], y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Col.2:14-15).

En la segunda carta a los Corintios, el apóstol de Tarso nos expresa lo siguiente:

«¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? [Nuestras cartas sois vosotros], [escritas en nuestros corazones], [conocidas y leídas por todos los hombres]; siendo manifiesto que [sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo]; [no en tablas de piedra], sino en [tablas de carne del corazón]. Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros [competentes de un nuevo pacto], [no de la letra, sino del espíritu]; [porque la letra mata, mas el espíritu vivifica]. Y si el [ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria], tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, [la cual había de perecer], [¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu?] Porque si el [ministerio de condenación fue con gloria], [mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación]. Porque aun lo que [fue glorioso], [no es glorioso en este respecto], [en comparación con la gloria más eminente]. Porque [si lo que perece tuvo gloria], [mucho más glorioso será lo que permanece]. Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el [fin de aquello que había de ser abolido]. Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando [leen el antiguo pacto], [les queda el mismo velo no descubierto], [el cual por Cristo es quitado]. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, [el velo está puesto sobre el corazón de ellos]. Pero cuando se [conviertan al Señor], [el velo se quitará]. Porque [el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad]. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por [el Espíritu del Señor»] (2 Co.3:1-18). Enfatizo puntos importantes con corchetes.

La Ley no fue otorgada como un medio para que los hombres pecadores fueran salvos. La Ley no es un “soporte”, una “base” o un “bastón” de apoyo para que la Gracia desempeñe, con efecto, espero que me explique, la salvación, la redención a través de Jesucristo en los hombres perdidos por causa de su «naturaleza pecadora», inclinada siempre al mal, sino que la Ley, amable y querido lector, Adventista, atención, es un medio para [«comprenderla»]. La Ley es una «descripción», una «expresión», un «esquema», una «gráfica» de los sucesos salvíficos que son develados en el Nuevo Testamento y que [confluyen] en Cristo. La Ley no salva a nadie. La justicia no es por la Ley, sino por Jesucristo, «el autor y consumador de la fe» (Heb.12:2). Si por la Ley el hombre es justificado, entonces, ¿qué razón tiene qué Cristo haya muerto en la cruenta cruz del Calvario? ¿Acaso no está claro lo qué el apóstol Pablo expresa de esto?

«No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo» (Gal.2:21).

Pablo, en la segunda a los Corintios, en el capítulo 3, trata el asunto del Nuevo Pacto, exactamene lo profetizado en Jer. 31:31-34 y que es explicado con prolijidad en Heb. 8-10. Pablo muestra en su explanación un enorme número de [desemejanzas] para comprobar la incuestionable «superioridad» del [Nuevo Pacto] con [el Viejo Pacto], el de Ley. Lo más probable es que se tratará de una advertencia contra los judaizantes, errados maestros que pretendían subyugar a los Corintios con obligaciones legalistas irrelevantes, tal como lo hacen hoy los Adventistas del Séptimo Día, secta anticristiana que ha hecho del sacrificio sustitutivo de Cristo uno «insuficiente por sí mismo para otorgar salvación a los perdidos y condenados al Horno de Fuego».

Y para reiterar lo dicho con previedad:

«¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley» (Gal.3:21).

Señores del tergiversado Adventismo del Séptimo Día, que condenan a las llamas infernales a los que guardan el veradero día de reposo, el de la Nueva Creación, el del «primer día de la semana», el «domingo», día en que el Señor fue desatado de los lazos de la muerte, resucitando gloriosamente. Y discúlpenme mi exponer crudo, el cual veo bien justificado, por dudar de que sean personas convertidas, porque el verdadero hombre convertido, jamás tendría dificultades en lograr captar con grande sencillez estas cosas tratadas, las que ustedes no logran comprender, porque esa gruesa y engrasada venda ceñida delante de sus ojos, tan aletargados espiritulmente, les impide apreciar con nitidez la verdad... tal como debe ser: No les es posible entender que la Ley [no podía dar vida] «por cuanto era débil por la carne» (Ro.8:3). Compréndase, señores, que integran esta rotunda falsedad, que los textos Escriturales que prometen dar [vida] por guardar la Ley, como Lv.18:5; Neh.9:29; Ez. 18:5-9; Ro.7:10; 10:5; Gal. 3:12, Mt.19:17, lo hacen tomando en cuenta al hombre como si [no tuviese una naturaleza inclinada a pecar], de tal modo que pudiera cumplir, idealmente, con todos los preceptos y mandatos que emanan de la voluntad empírea y santa. Por su naturaleza pecadora, como comentabamos en líneas atrás, el hombre no es capaz de guardar la Ley, y el corolario de esto es: «la imposibilidad de ser justificado para vida eterna». La Ley le muestra al hombre que es un vil pecador, “de primera clase” (heavy duty). Aparte, la Ley le muestra al hombre la santidad de Dios, y lo conduce, por supuesto, a Cristo.

La Ley «acentúa el conocimiento del pecado» al hombre.

El hombre sabe que es un pecador, porque su conciencia le certifica que lo es. Por la Ley impresa de Dios, el conocimiento del pecado, es «vigorizado»:

«Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado» (Ro.3:19:20).

Y en otra parte de este mismo libro:

«¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás» (Ro.7:7).

Ahora, el pecado, en su conocimiento, es tenido como «transgresión»:

«Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado (Ro.5:13).

La Ley nos devela la «santidad» del Dios Altisímo:

«De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno» (Ro.7:12).

En el Antiguo Testamento aquellas ceremonias, rituales, el tabernáculo, el atrio, el lugar santo, el lugar santísimo, la mediación del sacerdocio levítico, el Decálogo, no tuvieron otro fin más que demostrar el carácter santo de Dios... rito y piedra, sólo sombra fue.

La Ley «orienta» al pecador a Cristo.

Advenistas: El Señor Jesucristo fue quien le dio cumplimiento a la Ley para que el pecador pudiera ser «justificado ante Dios». Pablo llama a la Ley un «paidagoges» (Gr.), o un «ayo», o sea, un «instructor», «pedagogo», «guía», u «orientador»: «... para llevarnos a Cristo»:

«De manera que la ley ha sido nuestro ayo, [para llevarnos a Cristo], a fin de que fuésemos justificados por la fe» (Ro.3:24). (Enfatizo con corchetes).

Adventistas: Estándose en Cristo, el «ayo», es decir, la «Ley», nada tiene que ver con los hombres convertidos, porque vienen a ser hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Confirmamos esto con palabras del apóstol Pablo:

«Pero venida la fe, ya no estamos bajo [ayo], pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús...»(Gal.3:25-26).

En la antigüedad, en los hogares romanos, el «paidagoges» habitualmente era un «esclavo de suprema confianza», cuando se le encomendaba la instrucción moral de los pequeños. El [orientaba], [enseñaba], [aleccionaba], [educaba al niño], a su [discípulo] con perspectivas al futuro. De la misma forma, la Ley prepara a las personas que son [tendentes] a Cristo.

El creyente en Cristo, no esta bajo la Ley, sino bajo la Gracia (Ro.6:15). No deberá mal entenderse que el creyente en Cristo es una persona ajena a la [Ley], porque no está bajo ella: Pablo explica en el Libro a los Romanos que el creyente, al «estar muerto en Cristo, mas vivo en su resurrección», establece al creyente en una postura o lugar en que «Cristo vive en el creyente». De tal modo que Cristo vive su vida en el creyente y así cumple y satisface los requisitos justos de la Ley para con el creyente que lo ha aceptado, y, debidamente, lo comprobamos:

«... porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree» (Ro.10:4).

Por lo tanto:

«... el creyente no está bajo la Ley, sino que Cristo con su vida está cumpliendo los requisitos dentro del creyente».

En la carta a los Gálatas, el apóstol Pablo explica que había creyentes que eran judaizados. Muchos de estos creyentes fueron convencidos para guardar las obras de la Ley como medio de salvación. Si Cristo había sido el «fin de la Ley», ¿para qué requerir de sus obras para salvarse?. Lo único que los Gálatas tenían que hacer, era dejar que Cristo «viviera en ellos». Nadie es justificado por las obras de la Ley, y el cuarto mandamiento, está incluido en la “lista”, en el embalaje, porque es parte de la Ley mosaica. En 2 Co. 3:11, como un agregado, dice: «Porque si lo que perece tuvo gloria (la Ley), mucho más glorioso será lo que permanece» (la Gracia). Tan claro como el agua potable.

«... sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado» (Gal.2:16).

«Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal.2:19-20).

¿Cómo es que Cristo exactamente cumplió la Ley para darle fin?

El mismo Cristo dijo que «vino a cumplir la Ley» (véase Mt.5:17). Para que esto se diera, Cristo procedió a un acto de obediencia, acreditándose la pena imputada justamente a los hombres pecadores que habían injuriado la Ley, muriendo para tal caso en la cruz del Calvario:

«... y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil.2:8).

«Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos» (Ro.5:19).

Como Cristo nació bajo los designios de la Ley (Gal.4:4), en la extinguida y vieja Dispensación, y por ser «Uno» perteneciente a la familia humana, fue consecuente, necesariamente, y por el eterno bien de la humanidad, con dicha Ley. Para cumplirla, debía «guardarla», y además, como «miembro» de la raza humana, tenía que pagar el castigo que la Ley demandaba a todo hombre que la había violentado. Con el castigo sufrido en el burdo madero, «Cristo cumplió con la Ley».

Es tan importante aseverar que Cristo no sólo se sujetó a la Ley para cumplirla, sino que cumplió los [aspectos antitípicos] de ésta. Los modelos del sacrificio de animales puros del culto levítico, fueron consumados de una vez por todas por Cristo, en su sacrificio espantosamente doloroso y sangriento (¡Oh Dios, tan bueno y misericordioso has sido con nosotros, los soberbios y necios hombres!). Leamos lo que dice al respecto el autor de los Hebreos (Léase para que se entienda, por favor, amable y aprecidado lector):

«Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Heb.9:11-14).

«Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (Heb.9:22-28).

Al derramar Cristo su sangre, la «remisión de pecados» pudo darse, porque la Ley exigía este «derramamiento para remisión» (Heb.9:22; 10:1-19). La Ley demandó un sustituto por el pecado (véase Lev. 1:1-4): El Señor Jesucristo «padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos», según vemos en 1 P. 3:18. La Ley implica una conciencia de culpa o de pecado del parte del que ofrece (Lev. 17:11): Cristo se ofreció él mismo a Dios: «... un sacrificio por los pecados» (Heb.10:12). Cristo, quien no conoció pecado, Dios «por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Co.5:21). ¿Está claro?

Con su muerte, Cristo es el «fin de la ley para todos los que creen» (Ro.10:4). Cristo sufrio la pena, el castigo como el Hombre que era, pero sin pecado («el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»), como el «antitipo que surge de las sombras del Antiguo Testamento», el que se visualiza tan lejanamente en el sacrificio de animales puros, conforme al culto levítico pasado y extinto. Cristo «expió el pecado del mundo, no porque era Dios, sino que su naturaleza humana excepcional, pura y sin mancha, fue determinante para el acto de la redención»: «De la sombra a la objetividad». Tan simple la cuestión es. Así tienen que entenderlo, ustedes, hombres y mujeres del “mundillo” protestante.

Entiendan, además, Adventistas: «Las obras humanas son inoperantes para garantizar una relación conveniente con el Divino y Majestuoso Dios». Los seres humanos son incapaces de permanecer en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas, y el cuarto mandamiento, pertencece a la Ley pasada y no al tiempo de la Gracia. La maldición de la Ley fue abolida con la muerte de Cristo. La maldición, sencillamente, no puede ser rescindida, según vemos en Deut. 27:26. Los que dejen de cumplir [un solo punto de la Ley], caen bajo la maldición. Pero de tal maldición, es probable conseguir la «redención», porque Cristo se tornó en aquel «sustituto» que recibe el peso de esta maldición. Se apela a la Ley para confirmar el hecho de que: «el que es colgado en un madero es maldito» (Deut.21:33).

Cristo, para este tiempo de la Gracia, nos otorga «un nuevo mandamiento», el «mandamiento que se funda en el verdadero amor»: «el amor entre uno y otros»:

«Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Jn.13:34).

Que junto con el «amor a Dios», se fundamenta, enteramente, «la Ley y los profetas»:

«Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas» (Mt.22:37-40).

En la primera de sus cartas, Juan escribe:

«Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra» (1 Jn.2:7-8).

¿Puede ser un mandamiento «antiguo» y «nuevo» a la vez? Parece que aquí hay una disyuntiva muy cuestionable, inexcusable, una contradicción, pero, en realidad, no es así. Juan habla en estos versos del «amor recíproco», del «amor mutuo». Y esto es demostrable en los versos que siguen de la misma carta. Los primeros cristianos no estaban ignorantes de la importancia del «amor mutuo»:

«El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.
El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos» (1 Jn.9:2-11).

Estos preceptos son «antiguos», porque Dios las estableció desde un principio. Nunca fueron ideas de quien escribió esta carta. Veamos los textos que hacen referencia a esto:

«Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros» (1 Jn.3:11).

«Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn.4:21).

«Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio (2 Jn. 1:5, 6).

«No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo.Yo Jehová» (Lev.19:18).

«Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt.22:30).

Cristo dio a sus santos discípulos un mandamiento «nuevo» : «Amaos los unos a los otros» (Jn.13:34... compárese con Jn. 15:12; 1 Jn. 3:23; 2 Jn. 5). Es [nuevo] porque pertenece a una «nueva era», la de Jesucristo, donde la Ley, y el cuarto mandamiento que es parte de ella, ha quedado suprimida por obsoleta.

Atención en esto, mucha atención: Habíamos mencionado que la Biblia en ninguna parte del Antiguo Testamento divide una Ley mosaica o ceremonial de una Ley moral que es la de los Diez Mandamientos. La Ley es una, con sus ritos ceremoniales y con sus Diez Mandamientos. Para los Adventistas los decretos que fueron clavados en la cruz fueron los de la Ley ceremonial y que comprende “640 decretos u ordenazas”, pero no la de los Diez Mandamientos, es decir, la Ley de Dios. Los Adventistas del Séptimo Día no comprenden que los Mandamientos escritos en las Tablas de Piedra en el Antiguo Testamento han sido «visualizados» desde un punto de vista totalmente diferente en el tiempo de la Nueva Dispensación (Nuevo Testamento). No aprecian que los Diez Mandamientos han quedado para este tiempo sintetizados y establecidos, en los planes de Dios, en «dos importantes e invariables Mandamientos»: «Amarás a Dios», como el primero, y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», como el segundo... no hay más. El descarte del [cuarto mandamiento] quedará explicado y justificado más adelante en este bien intencionado escrito, libre de cualquier interés egocéntrico. Para el Adventismo, la Ley ceremonial es la única que en realidad fue abolida... fue la que quedó clavada en la cruz... los decretos que la componían: los [decretos que eran contrarios a nosotros]. Un autorAdventista comenta sobre la Ley mosaica, el Libro de Moisés: el de ritos y ceremonias:

«... era un mero libro de textos para preparar al pueblo de Dios para el tiempo cuando Cristo vendría para traer una reforma».

Es decir, inconsecuente para la Iglesia de Cristo, desde que se formalizó... y para siempre. En esto, no discutimos, ya que estas prácticas cremoniales eran [sombra de lo venidero, de Cristo, su realidad]. Mas para el Adventismo, la Ley de Dios, como el Decálogo escrito en las tablas de piedra, la de los Diez Mandamientos, está vigente en esta época de la Divina Gracia. Los Adventistas parecen ignorar la invalidez propuesta por el apóstol Pablo de estos «mandatos pasados y escritos en las tablas de piedra», según vemos, para ser precisos, en en 2 Co.3:3:

«... siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; [no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón]». (Enfatizado con grandes corchetes).

Pablo aquí infiere como [invalidada] la función de los mandatos que estaban escritos en «tablas de piedra» en el Antiguo Testamento (véase Deut. 10:1-5). Los mandatos y ordenanzas del Dios amoroso se hallan inscritos ahora en las «Tablas de los Corazones» de los creyentes auténticamente convertidos a Cristo, según el Nuevo Pacto vaticinado en el libro del profeta Jeremías en el Antiguo Testamento (véase Jer. 31:31-34).

Con relación a esto:

Existen algunas diferencias lo bastante marcadas entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto (Jer.31:32; Gén. 9:13). El Pacto sinaítico, el antiguo, requería obediencia, mientras que el Nuevo Pacto ofrece perdón de pecados. El Antiguo Pacto fue escrito en «Tablas de Piedra», mientras que el Nuevo Pacto es cincelado con firmeza en los corazones sinceros y leales de los del Pueblo de Dios (mírese Ez. 36:26-27). El Antiguo Pacto se concertó entre Dios y la nación de Israel, pero no con otros pueblos o naciones de la tierra. Por otro lado, el Nuevo Pacto es un convenio entre Dios y todos los creyentes en Cristo. En la base del Nuevo Pacto existe el hecho de que Dios es todo. Dios hará de su pueblo, lo que en realidad debe ser, conforme a su perfecta y soberana voluntad: un pueblo santo y obediente a él. El Nuevo Pacto comprende a Judíos y a Gentiles convertidos a Cristo (Ef.2:14-15). El Nuevo Pacto entró en vigor con la muerte expiatoria de Cristo. Todos los creyentes en Cristo, los que formalizan su Iglesia, su Cuerpo, en la presente era, son receptores de los beneficios del Nuevo Pacto. El Nuevo Pacto, según Jer.31:31-34, se debía concertar con la «Casa de Israel y la Casa de Judá». En Heb. 8:8, es obvio que se emplea para los creyentes de la Dispensación actual. Lo más probable es que deberá comprenderse que esta promesa escrita en el libro de Jeremías se ve cumplida escatológicamente con la segunda venida de Cristo; y soteriológicamente con la destitución de todos los sistemas terrenales imperantes.

En la Nueva Dispensación, la de la Gracia, Cristo se desempeña como el único medio, como el «Puente seguro para llegar a Dios». El cuarto mandamiento no es un “bordón” para que el hombre se allegue a Dios, a parte de Jesucristo, el Salvador del Mundo, como lo tiene contemplado el Adventista, por lo que vemos. Con esto, le ha dado un valor insignificante a la muerte de Cristo para expiar el pecado; ha hecho del sacrificio vicario de Cristo un “penique” para redimir a los hombres de toda maldad que condena eternamente ¡Inaudito, amados amigos que nos visitan!:

«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Jn.14:6).

«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo» (1 Tim.2:5-6).

Cristo cumplió con la Ley, incluso con el [cuarto mandamiento], al que pertenecía. Cristo fue el fin de ella. El Pacto de la Ley nunca intentó ser el media para la salvación de los hombres contradictorios y pecadores ante Dios. Este Pacto, fue «solemnizado por la nación israelita después de su liberación de esclavitud en la tierra de Egipto, con sangre y el terrible poder divino». Dios anhelaba dejarles un estatuto santo a quienes había libertado y que componían su Pueblo escogido con el propósito de tener una mejor relación con éstos. Para esto, les dejó la Ley, sólo, otra vez, “sólo a ellos”, y no a los individuos de todos los tiemspos del resto de las naciones paganas; y enfatizo, pasados, presentes y futuros. Esta Ley se fundamentaba en el «amor», en una «santa reverencia a Dios», en un «agradecimiento» por haberlos liberado de tantos y largos años de servidumbre.

Dios había restablecido con la nación de Israel una íntegra y adecuada relación, y fue por medio de su célica y bendita Gracia. De tal manera que Israel, ya era su «Pueblo Escogido».

Los del Pueblo de Israel habían prometido a Dios ser fieles a sus mandatos establecidos en su Ley, pero no tuvieron mucho en cuenta sus debilidades humanas, su inclinación para hacer lo malo, como lo observamos una y otra vez en muchísimos pasajes del Antiguo Testamento. Los de la nación de Israel, pensaron que el Pacto era uno “sin restricciones ni condiciones...” y pasaron por alto, obedecerlo con amor. Con soberbia, creyeron que era suficiente ser hijos de Abraham para lograr el “beneficio y protección” del Creador. En realidad, la cosa distaba mucho de ser de tal modo (... léalo por favor, amado visitante, y recuerde a los farsantes y obstinados fariseos en el Nuevo Testamento, cuando encaraban con enorme torpeza y falso orgullo espiritual al Salvador del mundo):

«No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es este. Pero si mejorareis cumplidamente vuestros caminos y vuestras obras; si con verdad hiciereis justicia entre el hombre y su prójimo, y no oprimiereis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduviereis en pos de dioses ajenos para mal vuestro, os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre. He aquí, vosotros confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan. Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando tras dioses extraños que no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones? ¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? He aquí que también yo lo veo, dice Jehová. Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel. Ahora, pues, por cuanto vosotros habéis hecho todas estas obras, dice Jehová, y aunque os hablé desde temprano y sin cesar, no oísteis, y os llamé, y no respondisteis; haré también a esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, en la que vosotros confiáis, y a este lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice a Silo. Os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la generación de Efraín. Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré» (Jer.7:4-16).

«...y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras» (Mt.3:9).

El Adventista vano y ritualista, debería de tener en mente, muy firmemente, que la salvación del Pueblo de Israel fue por pura «Gracia», y «no por obediencia», ya que hemos estimado para este caso, la naturaleza caída y rebelde del ser humano. Con Israel, en el Antiguo Testamento, no era posible obtener la salvación únicamente por obediencia, pero por desobediencia, la salvación si era posible perderla. La salvación por Gracia, no fue algo nuevo en la actual Dispensación. Adventistas, antes de la Ley, de la que ustedes han obtenido un “punto de soporte directo” para la justificación hogaño, la «salvación era por Gracia». Antes del Pacto de la Ley, no con todo el mundo, sino con Israel, Abraham creyó, confió en su Señor y Rey celestial, y «le fue contado por justicia» (Gen. 15:6). ¿Entienden esto amigos Adventistas? Abraham fue conisderado como un hombre justo ante su Creador, alguien aceptable sobre el fundamento de la Divina Gracia. Ningun rito, aparte de esto, le fue exigido al llamado «padre de la fe». Los Diez Mandamientos, excepto el «cuarto», son recordados con constancia a lo largo del Nuevo Testamento. En el Concilio de Jerusalén, en el libro de los Hechos, capítulo 15, ni siquiera se menciona como una norma obligada a seguir por los creyentes en Cristo... no es algo extrañable, en lo más mínimo. Entonces, ¿para qué guardarlo, pregunto, Adventistas?

Un autor bíblico comenta con completa certidumbre:

«La Ley era un maestro para enseñar a Israel a través de los siglos y ayudarlo a permanecer en contacto con Dios (Gal. 3:24). Pero junto con la Ley fue instituido para que el pecado fuese quitado, un sistema de sacrificios y ceremonias. Así se enseñó que la salvación es por Gracia. Los profetas posteriores demostraron que sin fe y amor las formas, ceremonias y sacrificios de la Ley de nada valían (véase Miq. 6:6-8; Amós 5:21, 24; Os. 6:6: Is. 1:1:15... ».

El cuarto mandamiento, no deja en este día de ser un rito muerto tan sólo. Elena White, en su locura mística, por una anormal despolarización de sus neuronas, a causa del severo golpe que presentó años atrás en su cabeza, experimentó ilusiones vívidas religiosas que no se ensamblaban correctamente con los designios del Dios y Señor Soberano: «se derrumbó en las complacientes y adherentes mieles del fanatismo religioso. Y no solamente esto, sino que se asentó para no moverse nunca de las cómodas y cálidas “colchas” del plagio indecoroso». ¡Qué horribles estragos ha provocado esta fatal mujer en tanta gente por su ignorancia espiritual!... por inadvertidos.

Dios escribió los Diez Mandamientos sobre las «Tablas de Piedra». Éstas fueron puestas en el Arca del Testimonio por tiempo prolongado para recordarles a los de la nación de Israel, y no a la «Iglesia», que en ella se hallaba su Ley y que debían obedecerla incondicionalmente.

Los cuatro primeros mandamientos (el cuarto, es la observancia del sábado), trata de las relaciones apropiadas que deben de regirse entre los hombres y Dios. Ahora, en esta Dispensación en vigencia, estos cuatro mandamientos, «exceptuando el cuarto», como dijimos ya, se resumen, en un [«todo»], como el mandamiento de mayor importancia en la Biblia y el cual conocemos como el «primer mandamiento», y que es «amar a Dios sobre todas las cosas»:

«Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento (Mt.22:36-38).

Los otros mandamientos, hablan de las buenas relaciones entre cada uno de los hombres de este mundo, y se resumen en esta Nueva Dispensación como lo que conocemos como el «segundo mandamiento», que habla del «amor entre los hombres», que es un amor «desinteresado», «genuino», «puro» y «santo», que nace del amor de Dios en los corazones los creyentes («amor ágape»)... no hay otro más:

«Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt.22:39).

Únicamente, los que aman a Dios, Adventista, pueden «amar a su prójimo» con completa franqueza... ¿lo haces tú, en realidad, sinceramente, Adventista, a parte de practicar el rito de la fútil y apagada observancia sabática de la Ley pasada, de las dietas vanas que llevas en tu torcida convicción como costumbre, y que fueron auspiciadas por una hiperrreligiosa y trastornada mujer, una neo-farisiaca y deshonesta palgiaria (lo de su “santa y devota adicción a plagiar”, está bien investigado, si no lo sabes Adventista), cuyo nombre fue el de Elena White? ¡Oh, Adventista confeso!: ¡cómo te hace falta investigar si refutas esta verdad plasmada, este escrito tan bien intencionado, si lo rechazas antes de analizarlo con detalle y circunspección!... te reto que lo hagas... con [escrutinio bíblico concienzudo, como condición].

Diré algo que con anterioridad he mencionado. Y si es posible, mañana, o pasado mañana, persistiré en mencionarlo con la intención de que se comprenda bien. Pero como hemos dicho antes también, a nadie se le obliga a aceptar de buena gana lo que escribimos, a creerlo “a fuerza”, ya que no pertenecemos a una secta fanática como la de los mal nombrados, por indignos ante Dios, “Testigos de Jehová”, que es “archi-recontra-súper-reconocida” por su «necedad e intimidación» (permítanme la norteamericana expresión de asombro: wow!). Tampoco somos unos encubiertos sectarios como el falso maestro, hereje e hijo del diablo que se hace llamar “ARMANDO LÓPEZ GOLART”, que desesperada e hipócritamente trata de persuadir con mañosa actitud al “cibernauta” serio e interesado en las Cosas de Dios, con una sarta de mentiras irrisorias religiosas, sino que somos, en buena lid, cristianos verdaderos que anhelamos con todo el alma que otros entiendan, que asimilen las verdades fundamentales salvíficas que reposan en la Santa Biblia. Para esto, Dios nos ha puesto aquí... y para frustración de muchos apóstatas y religiosos engañados, «el canguro tiene todavía mucha fuerza en las piernas para saltar hartas leguas de terrenos escabrosos». No me he olvidado de lo que comente al principio de este segmento:

¿Qué es la observancia del sábado hoy para el cristiano? Tan sólo un recuerdo para éste de la “creación material antigua”, ahora “caída por efecto del pecado”. El sábado, su observancia, era parte de la Ley mosaica, abolida por Cristo en la cruz del Calvario hace casi dos mil años (Col.2:14). La observancia del sábado dejó de tener función para el beneficio del creyente en esta Nueva Dispensación. Dios demanda obediencia, demanda que los creyentes lo «amen sobre todas las cosas», y demanda también que los hijos de Dios se «amen unos a otros». Los rituales de la vieja Dispensación, son [obsoletos] para el tiempo de la Gracia. Para nada sirven, porque están [caducos].

La Ley fue entregada por Dios «únicamente a la nación de Israel» y a los «extranjeros dentro de sus puertas» (Lev. 16:29; 18:26). El cuarto mandamiento de esta Ley fue la observancia del séptimo día para que fuese santificado (Ex. 20:8-11). Nunca fue una ordenanza para el resto de la humanidad, en general. El sábado fue parte del Antiguo Pacto, el de la Ley: un Pacto entre Dios y la nación israelita solamente (véase por favor, Neh. 9:7-14). La observancia del sábado, fue señal del Pacto para Israel y no para otros pueblos del mundo antiguo... ni para los de la actualidad, recalco hasta “colmar”. Fue «un memorial de la liberación del Pueblo Judío de la esclavitud de Egipto y que duró más de cuatroscientos años» (Gen.15:13).

En este tiempo de la maravillosa y divina Gracia, como creyentes en Cristo, esperamos «la restitución de todas cosas» (Hech.3:21), «el mundo venidero» (Heb.2:5), «en la regeneración» (Mt.19:28). El mundo dede ser restituido como al principio de su fundación, para que el «Rey de reyes y Señor de Señores», Jesucristo, el «Jefe de la Nueva Creación de Dios», lo gobierne por [mil años literales], según lo vemos en el libro de Apocalipsis (léase con detenimiento el capítulo 20 de este libro... todo, por favor, querido lector, para que comprenda su secuencial y lógica cronología). ¿Tendrá caso alguno observar un “día” qué conmemora la “creación antigua” tan echada a perder hasta el tiempo presente por causa del pecado, si Dios regenerará lo “caído” a la gloriosa condición primaria? Amigos míos... ¡seguro qué no!

Nosotros celebramos el «Primer Día de la Semana» porque nos hace recordar a quien Dios levantó de entre los muertos en portentosa resurrección (Hech.5:30). Este es el «Nuevo Reposo», y es para quienes lo han aprobado de la manera dada:

«Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo;aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo. Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia» (Heb.4:3-11).

Hay un error por ignorancia histórica de parte de los Adventistas al creer que el “Papa”, el sumo pontífice diabólico y el emperador Constantino, asesino y sobrebio hombrecillo de “alta alcurnia y rancia nobleza” , cambiaron la observancia del sábado por la del domingo. Para que los Adventistas lo sepan, los primeros cristianos empezaron a reunirse en el primer día de la semana, es decir, en el día domingo, no mucho después de la resurrección gloriosa y sobrenatural de Jesucristo del sepulcro rocoso y gélido (Jn.20:1-19). Cristo resucitó el primer día de la semana como el Señor, como el Hijo de Dios vencedor de la muerte, que era todavía invencible, sobre el diablo y sobre todos sus demás adversarios. Este «primer día de la semana» era llamado por la Iglesia como «el Día del Señor», y corresponde para este tiempo al «día domingo».

Estos son los hechos que han santificado y dado primacía al «Día Domingo»: el Primer Día de la Semana. Dichos eventos nos muestran que fue Dios el que lo consagró, pero nunca el “Papa” ni Constantino, el emperador súper pagano, un ferviente adorador del Baal-Solar:

Varias de las fiestas y ceremonias religiosas de Israel eran celebradas el Primer Día de la Semana, llamado el «Octavo Día». Entre estas fiestas estaba la entrada de los sacerdotes en el tabernáculo para ministrar en su turno, la fiesta de las Primicias y la fiesta de Pentecostés (mírese Lev. 23:11, 15, 16).

Cristo fue resucitado por el poder de Dios en el Primer Día de la Semana (véase Mr.16:9).

Ya resucitado, Cristo se hizo ver en «seis ocasiones» en el Día Domingo (Lc. 24:13, 33-36; Jn.20:13-19, 26).

El Espíritu Santo fue derramado el día del Pentecostés, el Primer Día de la semana ( Lev.23:15, 16, 21; Hech. 2:1-4).

Los cristianos acudían a las sinagogas los días sábados, pero los Días Domingos se juntaban para tomar la Santa Cena, para predicar la Palabra de Dios, y para apartar sus ofrendas al Señor (1 Co.16:1, 2; Hech. 20:7).

Constantino legalizó formalmente la observancia del Día Domingo en el año 321 d. C. Lo que desconocen los Adventistas que Constantino, con esto, sólo le dio «reconocimiento oficial a la costumbre anterior», ya existente, de la observancia del Domingo por los primeros creyentes en Cristo.

En el «año 145 de la era presente», muchos años antes que la observancia cristiana del Día Domingo fuera oficializada con “legítimo sello” por el malvado emperador Constantino, Justino Mártir escribió:

«Mas el domingo es el día en que todos tenemos nuestra reunión común, porque es el día primero de la semana y Jesucristo, nuestro Salvador, en este mismo día resucitó de la muerte».

Bernabé, nada más y nada menos que el amigo del apóstol Pablo, señores del fradulento Adventismo del Séptimo Día, dijo con respecto a la observancia del Día Domingo:

«De manera que nosotros observamos el octavo día con regocijo, el día en que Jesús resucitó de los muertos».

Pregunto, Adventistas, y sean sinceros con ustedes mismos:

¿Era acaso este hombre, tan fiel y santo, según el Nuevo Testamento, un colosal mentiroso (vaya, ¡qué ambigüedad!), por lo que apreciamos en estas palabras expresadas por él hace casi veinte centurias? Yo le creo a Bernabé, y ustedes Adventistas, reprueban lo que creo: Por lo tanto, no concebirán lo que este hombre de Dios dijo con respecto de guardar el «Día Domingo», el «Octavo Día», y no el “sábado”. Consideren su grave error... no les queda “de otra”.

En el Libro de Danny Shelton y de Shelly Quinn, «Los Diez Mandamientos Dos Veces Eliminados», escritores Adventistas, se infiere, sin un análisis profundo, que el sábado será siempre el “Día del Señor”, en el sentido [eterno], literalmente hablando; incluso, para la época de la Gracia Salvadora. Para esto toman como referencia Is. 58:13, 14:

«Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado» (Is.58:13-14).

Dios se refiere al día de reposo, al sábado, como su «día santo», pero hemos explicado con detalle que su vigencia ha concluido con la Nueva Dispensación. La Biblia, en ningún lado, nos habla acerca de la “perpetuidad” de tal día. En el Nuevo Testamento el «Día del Señor» no posee la connotación que los Adventistas le han dado a su “día del señor”. Lo que afirman con asombrosa seguridad, vaya, en verdad lo digo, no deja de ser otra más de sus grandes y ridículas mentiras.

Para que se enteren lo Adventistas, la frase «El Día de Jehová» que apreciamos en el Antiguo Testamento (vea por favor Am.5:18; Jl.2:1-2; 2:11, 31; 3:14; Is. 2:12; 13:6, 9; Zac. 14:1), o como «El Día del Señor» en el Nuevo Testamento (vea por favor Hech. 2:20; 1 Ts. 5:2; 2 Ts. 2:2; 2P.3:10), se relaciona inequívocamente con el acontecimiento escatológico del regreso de Cristo al mundo para juzgarlo (Mt. cap.25) y con otro acontecimiento posterior, lógicamente, escatológico, como es la aparición de «nuevos cielos y nueva tierra»: suceso «posmilenario» (mire Ap.20:11... vea también amable lector Ap.21:1).

Y para concluir, con respecto a esto último tratado, un comentarista bíblico conocido nos dice de tan sensata manera:

«La expresión «Día del Señor» no se uso para referirse al Domingo, sino hasta después que el Nuevo Testamento se escribió. La manera normal de designar el Domingo en el Nuevo Testamento es «el primer día de la semana» (véase Jn.20:1, 19; Hech.20:7; 1 Co. 16:2). Debe observarse, además, que la expresión «del Señor» es la traducción del vocablo «kyriakê», un adjetivo que significa «imperial» o día marcado por la soberanía real de Cristo».

Amén.